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La república incomunicada: cómo recuperar el camino que nos une

.
Dr. Ramiro Bolaños |
12 de mayo, 2025

 En una mañana cualquiera, mientras el tráfico en la ciudad de Guatemala avanza como si cargara una cruz de concreto, en Panzós muere un niño por desnutrición. Su madre no pudo llegar al centro de salud más cercano porque la carretera, como tantas otras en el norte del país, es un trazo de lodo. En Alta Verapaz, Quiché y Huehuetenango, hay vida esperando ser conectada con oportunidades. Pero ese cordón umbilical hecho de caminos, puentes y energía no existe.

Y mientras tanto, en la capital y en el sur, vivimos sobre un volcán de promesas incumplidas, sin darnos cuenta de que cada temblor que ignoramos erosiona nuestras oportunidades futuras. El Estado ha dejado en manos de los Consejos de Desarrollo casi GTQ 15 000 millones anuales que, con una ejecución de apenas 3 % en los primeros meses de 2025, equivalen a tirar el dinero a la basura. Es patear el problema hacia un futuro incierto.

Es un país con la soga al cuello, una que se va cerrando poco a poco. Y cuando sintamos que nos estamos asfixiando —cuando el aeropuerto ya no dé abasto, cuando Puerto Quetzal se convierta en un embudo para nuestras exportaciones, cuando los caminos de tierra y los puentes inconclusos nos impidan crecer—, ya será tarde. Por eso necesitamos hoy, no mañana, un Administrador Independiente de Infraestructura Nacional.

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Este ente debe tener independencia técnica, autonomía funcional, y la capacidad de convocar al sector público, privado, académico y a la sociedad civil. Sería como una versión ampliada y mejorada de la Comisión Nacional de Energía Eléctrica (CNEE). La semana pasada, al hablar de la CNEE, algunos me escribieron señalando sus fallas —como los retrasos del PEG-5— y tienen razón. Pero la lección no es desechar el modelo, sino fortalecerlo. La energía se planificó tarde, y por eso, vendrán años difíciles a partir de 2030. No repitamos ese error en las carreteras, los puertos o los aeropuertos.

Países como Australia y Nueva Zelanda lo entendieron hace tiempo. En 2008, Australia creó Infrastructure Australia, una agencia técnica e independiente que elabora planes nacionales. En 2019, Nueva Zelanda fundó InfraCom, con funciones similares. En América Latina también hay ejemplos: Perú, con ProInversión y los Informes Multianuales de Inversiones en APP, ha articulado esfuerzos entre niveles de gobierno y sector privado. En Bucaramanga, Colombia, la Corporación Metropolitana de Planeación vincula al sector público, privado y académico en el diseño de proyectos productivos.

Y en el plano global, la iniciativa CoST —Infrastructure Transparency Initiative— ha promovido en varios países la creación de Grupos Multisectoriales (MSG) que reúnen a representantes del gobierno, empresas, sociedad civil y universidades para supervisar y transparentar grandes proyectos. Guatemala podría inspirarse también en ese modelo.

Imaginemos por un momento el cambio en la creación de riqueza y el fortalecimiento de nuestra Guatemala con proyectos como los siguientes:

Una carretera de Panzós a Río Hondo (46 km) que conecte a 300 000 personas de los municipios más pobres del país con la Carretera al Atlántico y su centro logístico.

Una vía de Panzós a El Estor (36 km) que aproveche el Lago de Izabal para convertirlo en canal de desfogue de barcazas hacia los puertos.

La creación de una Zona Libre del Atlántico que una Puerto Barrios, Santo Tomás y Puerto Cortés, conectada con el aeropuerto de San Pedro Sula.

El país que soñamos no vendrá por arte de magia ni por decreto. Vendrá por camino asfaltado y puerto con visión estratégica.

Una carretera de Barillas a Soloma (77 km) que una a 200 000 personas de Huehuetenango con el resto del país.

Una Zona Libre en Ocós, con un nuevo puerto que compita con Puerto Quetzal y conecte Guatemala con el Soconusco y el sur de México.

Y si un ciudadano como yo puede concebir estos proyectos con solo leer, analizar y caminar el país, ¿qué no podría lograr un equipo profesional con información técnica, financiamiento y mandato legal?

¿Y para qué todo esto? Para que el cardamomo no viaje solo en costales, sino en cápsulas aromáticas hacia París. Para que el cacao no termine en grano, sino en tabletas finas rumbo a Nueva York. Para que la palma, el café y el ron no se queden estancados en terracería, sino que despeguen con marca y valor agregado. Para que los 450 millones de dólares en cardamomo puedan convertirse en 540. Para que los 19 000 millones en remesas se usen para producir y no solo para sobrevivir.

Porque sí, Guatemala es el mayor exportador mundial de cardamomo. Pero en Panzós, Senahú, Cahabón y Chahal, el 97 % de la gente vive en pobreza. ¿Cuánto vale una carretera que saque a cientos de miles del aislamiento y les dé acceso al mercado global? ¿Cuánto nos cuesta no construirla?

Estos cálculos requieren validación técnica, pero el potencial es claro. Y los proyectos deben ir acompañados de procesos de diálogo que incluyan a las comunidades desde el inicio, no como obstáculo sino como aliados. El ejemplo de Guatemaltecos por la Nutrición, que ha logrado aceptación local en comunidades lejanas y aisladas, demuestra que cuando se trabaja bien, los cambios sí se pueden construir desde abajo.

Crear este administrador no será fácil. Habrá resistencia política, oposición de quienes viven del caos, y miedo al cambio. Pero sin un plan de largo plazo, sin coordinación entre sectores, y sin autonomía técnica, Guatemala seguirá atrapada en su laberinto de barro y promesas rotas.

Es hora de un pacto. Entre el Estado, el sector privado, la academia y la sociedad civil. Un pacto por la infraestructura, por la integración, por el futuro. Un ente que priorice, planifique, ejecute y transparente. Que rinda cuentas y convoque a todos. Que vea la infraestructura no como gasto, sino como la inversión más transformadora que un país puede hacer.

El país que soñamos no vendrá por arte de magia ni por decreto. Vendrá por camino asfaltado y puerto con visión estratégica. Vendrá si dejamos de dejarlo todo al Estado fallido y comenzamos nosotros mismos a construir el camino que nos une.

Guatemala no necesita más excusas. Necesita soñar de nuevo y actuar en consecuencia.

La república incomunicada: cómo recuperar el camino que nos une

Dr. Ramiro Bolaños |
12 de mayo, 2025
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 En una mañana cualquiera, mientras el tráfico en la ciudad de Guatemala avanza como si cargara una cruz de concreto, en Panzós muere un niño por desnutrición. Su madre no pudo llegar al centro de salud más cercano porque la carretera, como tantas otras en el norte del país, es un trazo de lodo. En Alta Verapaz, Quiché y Huehuetenango, hay vida esperando ser conectada con oportunidades. Pero ese cordón umbilical hecho de caminos, puentes y energía no existe.

Y mientras tanto, en la capital y en el sur, vivimos sobre un volcán de promesas incumplidas, sin darnos cuenta de que cada temblor que ignoramos erosiona nuestras oportunidades futuras. El Estado ha dejado en manos de los Consejos de Desarrollo casi GTQ 15 000 millones anuales que, con una ejecución de apenas 3 % en los primeros meses de 2025, equivalen a tirar el dinero a la basura. Es patear el problema hacia un futuro incierto.

Es un país con la soga al cuello, una que se va cerrando poco a poco. Y cuando sintamos que nos estamos asfixiando —cuando el aeropuerto ya no dé abasto, cuando Puerto Quetzal se convierta en un embudo para nuestras exportaciones, cuando los caminos de tierra y los puentes inconclusos nos impidan crecer—, ya será tarde. Por eso necesitamos hoy, no mañana, un Administrador Independiente de Infraestructura Nacional.

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Este ente debe tener independencia técnica, autonomía funcional, y la capacidad de convocar al sector público, privado, académico y a la sociedad civil. Sería como una versión ampliada y mejorada de la Comisión Nacional de Energía Eléctrica (CNEE). La semana pasada, al hablar de la CNEE, algunos me escribieron señalando sus fallas —como los retrasos del PEG-5— y tienen razón. Pero la lección no es desechar el modelo, sino fortalecerlo. La energía se planificó tarde, y por eso, vendrán años difíciles a partir de 2030. No repitamos ese error en las carreteras, los puertos o los aeropuertos.

Países como Australia y Nueva Zelanda lo entendieron hace tiempo. En 2008, Australia creó Infrastructure Australia, una agencia técnica e independiente que elabora planes nacionales. En 2019, Nueva Zelanda fundó InfraCom, con funciones similares. En América Latina también hay ejemplos: Perú, con ProInversión y los Informes Multianuales de Inversiones en APP, ha articulado esfuerzos entre niveles de gobierno y sector privado. En Bucaramanga, Colombia, la Corporación Metropolitana de Planeación vincula al sector público, privado y académico en el diseño de proyectos productivos.

Y en el plano global, la iniciativa CoST —Infrastructure Transparency Initiative— ha promovido en varios países la creación de Grupos Multisectoriales (MSG) que reúnen a representantes del gobierno, empresas, sociedad civil y universidades para supervisar y transparentar grandes proyectos. Guatemala podría inspirarse también en ese modelo.

Imaginemos por un momento el cambio en la creación de riqueza y el fortalecimiento de nuestra Guatemala con proyectos como los siguientes:

Una carretera de Panzós a Río Hondo (46 km) que conecte a 300 000 personas de los municipios más pobres del país con la Carretera al Atlántico y su centro logístico.

Una vía de Panzós a El Estor (36 km) que aproveche el Lago de Izabal para convertirlo en canal de desfogue de barcazas hacia los puertos.

La creación de una Zona Libre del Atlántico que una Puerto Barrios, Santo Tomás y Puerto Cortés, conectada con el aeropuerto de San Pedro Sula.

El país que soñamos no vendrá por arte de magia ni por decreto. Vendrá por camino asfaltado y puerto con visión estratégica.

Una carretera de Barillas a Soloma (77 km) que una a 200 000 personas de Huehuetenango con el resto del país.

Una Zona Libre en Ocós, con un nuevo puerto que compita con Puerto Quetzal y conecte Guatemala con el Soconusco y el sur de México.

Y si un ciudadano como yo puede concebir estos proyectos con solo leer, analizar y caminar el país, ¿qué no podría lograr un equipo profesional con información técnica, financiamiento y mandato legal?

¿Y para qué todo esto? Para que el cardamomo no viaje solo en costales, sino en cápsulas aromáticas hacia París. Para que el cacao no termine en grano, sino en tabletas finas rumbo a Nueva York. Para que la palma, el café y el ron no se queden estancados en terracería, sino que despeguen con marca y valor agregado. Para que los 450 millones de dólares en cardamomo puedan convertirse en 540. Para que los 19 000 millones en remesas se usen para producir y no solo para sobrevivir.

Porque sí, Guatemala es el mayor exportador mundial de cardamomo. Pero en Panzós, Senahú, Cahabón y Chahal, el 97 % de la gente vive en pobreza. ¿Cuánto vale una carretera que saque a cientos de miles del aislamiento y les dé acceso al mercado global? ¿Cuánto nos cuesta no construirla?

Estos cálculos requieren validación técnica, pero el potencial es claro. Y los proyectos deben ir acompañados de procesos de diálogo que incluyan a las comunidades desde el inicio, no como obstáculo sino como aliados. El ejemplo de Guatemaltecos por la Nutrición, que ha logrado aceptación local en comunidades lejanas y aisladas, demuestra que cuando se trabaja bien, los cambios sí se pueden construir desde abajo.

Crear este administrador no será fácil. Habrá resistencia política, oposición de quienes viven del caos, y miedo al cambio. Pero sin un plan de largo plazo, sin coordinación entre sectores, y sin autonomía técnica, Guatemala seguirá atrapada en su laberinto de barro y promesas rotas.

Es hora de un pacto. Entre el Estado, el sector privado, la academia y la sociedad civil. Un pacto por la infraestructura, por la integración, por el futuro. Un ente que priorice, planifique, ejecute y transparente. Que rinda cuentas y convoque a todos. Que vea la infraestructura no como gasto, sino como la inversión más transformadora que un país puede hacer.

El país que soñamos no vendrá por arte de magia ni por decreto. Vendrá por camino asfaltado y puerto con visión estratégica. Vendrá si dejamos de dejarlo todo al Estado fallido y comenzamos nosotros mismos a construir el camino que nos une.

Guatemala no necesita más excusas. Necesita soñar de nuevo y actuar en consecuencia.

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