El título podría conducir a pensar en el fiasco llamado “Acuerdos de Paz”. Los grandes “logros” de semejante negociación fueron el “fin” del conflicto armado interno (a esos zurdos les encantan los nombres rimbombantes). Con tanto dinero de la “cooperación internacional” se financió a los ahora exguerrilleros, para que se organizaran y conformaran un sinfín de oenegés. Las armas que usan balas se transformaron en toda una estrategia de victimización y de exigencias, porque “pobrecitos”, había que reintegrarlos a la sociedad.
Resulta que las oenegés se volvieron, y siguen siendo, un gran negocio. Pobrecitos, necesitaban ayuda para rehacer sus vidas. El resto de nosotros, en las ciudades y en el campo, tuvimos que sobrevivir también, durante y después de la guerra, trabajando y viviendo en la paz de nuestras familias, negocios, vecindarios, etc. A nosotros, los buenos, no nos dieron un quetzal, pero tampoco lo pedimos, pues no nos correspondía. A los guerrilleros tampoco les correspondía, pero el nombre del juego era, es y seguirá siendo, dinero.
Volviendo al presente, continuamos añorando esa paz que nos han quitado. La inseguridad en la que vivimos se acrecienta con el paso del tiempo. Cualquiera dispara a otro por un choque en el tránsito, un robo, un insulto o cualquier otra pequeñez.
A mi criterio, el fondo de todo esto es la falta de justicia. Siempre se ha dicho que esta debe ser pronta y cumplida. En nuestra Guate no hay un sistema de justicia que funcione, ni pronta, ni cumplida. Simplemente, no existe. Los guerrilleros quedaron libres. Ahora los asesinatos, robos, asaltos y cualquier otra violación a la ley, quedan impunes.
De vez en cuando, vemos que condenan a alguien, después de habérsele comprobado su culpabilidad. Pero pasan años antes de que esto suceda. Para que realmente haya un sistema de derecho, la justicia tiene que ser pronta y cumplida. Lamentablemente, esto está muy lejos de suceder. La justicia, además de estar sindicalizada (hacen huelgas, paros y lo que sea), es inoperante, lenta y muy manipulable. Así, es imposible vivir en paz. En estos días vimos el jugoso incremento salarial que logró la burocracia gracias a esos sindicatos.
Nosotros, los ciudadanos que trabajamos y queremos vivir en paz, tenemos que resguardar nuestra casa, vehículo y cualquier otra pertenencia. Pagamos impuestos para que el gobierno tenga dinero para cumplir sus múltiples funciones. ¿Por qué no cumple con sus funciones básicas de proteger la vida, la propiedad y la libertad de todos nosotros? La respuesta es obvia. Es más importante “salir de pobre” corrompiendo, robando y manipulando, pues eso sí genera los jugosos ingresos a la gran mayoría de burócratas. De vez en cuando encontramos a algún honesto. Ojalá eso fuera contagioso. Viviríamos en paz, seríamos más productivos como país y nuestra Guate sería más próspera.
Hace muchos años un amigo me dijo: “Estoy convencido de que Dios es guatemalteco”. Recuerdo esa frase y digo: ¡tiene razón! Como reza el viejo refrán, «para atrás, ni para agarrar aviada».
El título podría conducir a pensar en el fiasco llamado “Acuerdos de Paz”. Los grandes “logros” de semejante negociación fueron el “fin” del conflicto armado interno (a esos zurdos les encantan los nombres rimbombantes). Con tanto dinero de la “cooperación internacional” se financió a los ahora exguerrilleros, para que se organizaran y conformaran un sinfín de oenegés. Las armas que usan balas se transformaron en toda una estrategia de victimización y de exigencias, porque “pobrecitos”, había que reintegrarlos a la sociedad.
Resulta que las oenegés se volvieron, y siguen siendo, un gran negocio. Pobrecitos, necesitaban ayuda para rehacer sus vidas. El resto de nosotros, en las ciudades y en el campo, tuvimos que sobrevivir también, durante y después de la guerra, trabajando y viviendo en la paz de nuestras familias, negocios, vecindarios, etc. A nosotros, los buenos, no nos dieron un quetzal, pero tampoco lo pedimos, pues no nos correspondía. A los guerrilleros tampoco les correspondía, pero el nombre del juego era, es y seguirá siendo, dinero.
Volviendo al presente, continuamos añorando esa paz que nos han quitado. La inseguridad en la que vivimos se acrecienta con el paso del tiempo. Cualquiera dispara a otro por un choque en el tránsito, un robo, un insulto o cualquier otra pequeñez.
A mi criterio, el fondo de todo esto es la falta de justicia. Siempre se ha dicho que esta debe ser pronta y cumplida. En nuestra Guate no hay un sistema de justicia que funcione, ni pronta, ni cumplida. Simplemente, no existe. Los guerrilleros quedaron libres. Ahora los asesinatos, robos, asaltos y cualquier otra violación a la ley, quedan impunes.
De vez en cuando, vemos que condenan a alguien, después de habérsele comprobado su culpabilidad. Pero pasan años antes de que esto suceda. Para que realmente haya un sistema de derecho, la justicia tiene que ser pronta y cumplida. Lamentablemente, esto está muy lejos de suceder. La justicia, además de estar sindicalizada (hacen huelgas, paros y lo que sea), es inoperante, lenta y muy manipulable. Así, es imposible vivir en paz. En estos días vimos el jugoso incremento salarial que logró la burocracia gracias a esos sindicatos.
Nosotros, los ciudadanos que trabajamos y queremos vivir en paz, tenemos que resguardar nuestra casa, vehículo y cualquier otra pertenencia. Pagamos impuestos para que el gobierno tenga dinero para cumplir sus múltiples funciones. ¿Por qué no cumple con sus funciones básicas de proteger la vida, la propiedad y la libertad de todos nosotros? La respuesta es obvia. Es más importante “salir de pobre” corrompiendo, robando y manipulando, pues eso sí genera los jugosos ingresos a la gran mayoría de burócratas. De vez en cuando encontramos a algún honesto. Ojalá eso fuera contagioso. Viviríamos en paz, seríamos más productivos como país y nuestra Guate sería más próspera.
Hace muchos años un amigo me dijo: “Estoy convencido de que Dios es guatemalteco”. Recuerdo esa frase y digo: ¡tiene razón! Como reza el viejo refrán, «para atrás, ni para agarrar aviada».