La Demonología del Sector Privado Organizado Guatemalteco (III)
La realidad es que para resolver los problemas del país ambas teologías son peligrosas si queremos mejoras importantes en la calidad de vida de la población.
¿Cuántos empresarios se necesitan para corromper una institución del gobierno?
La respuesta dependerá de qué tan quisquilloso es usted como lector, ahora que, con tanta información y adicción a las redes sociales, no nos tomamos el tiempo de meditar sobre lo que leemos y cuestionar lo que se nos presenta.
Les doy un ejemplo, tomado de aquí:
“La salvaguarda de bienes y rentas está consolidada en la naturaleza corporativista del régimen guatemalteco. Por ejemplo, el artículo 132 les da un asiento fijo a miembros del sector bancario y del sector privado en la Junta Monetaria. Usualmente, ambos espacios los ocupan miembros de CACIF, el agrupamiento de la élite económica tradicional, y se les atribuye a ellos el rol principal de la formación de la política macroeconómica del país. Si bien no forman una mayoría en la Junta, tienen asegurados espacios como actores veto, suficiente para influir considerablemente en política monetaria.”
Esta, no es una idea original, pues la podemos ver, ya antes, aquí:
“(Para recobrar la credibilidad del sistema bancario, la propuesta del autor hacia el sector financiero es) ¡renuncien a la Junta Monetaria! Pidan al Congreso que apruebe una reforma constitucional que les excluya de formar parte de la Junta, y mientras esa reforma se hace realidad, no participen en las reuniones de la Junta o, por lo menos, renuncian al derecho a voto y veto.”
Ahora, surge la duda: ¿de qué poder de veto están hablando los tres autores? ¿Realmente puede el sector privado organizado detener decisiones de la Junta Monetaria? Eso parecen sugerir los autores, pero no lo aclaran ni presentan evidencia clara. Y, por lo mismo, si uno no lo cuestiona, queda implícito que, efectivamente, hay allí un poder desmesurado del sector privado en la forma en que se toman decisiones en la Junta Monetaria.
¿Qué sucede efectivamente en la Junta Monetaria? El diseño constitucional, más que ser un error o una aberración, resulta ser una obra de ingeniería institucional respetable, considerando:
- Primero, el sector privado tiene 2 de ocho sillas. Esto no le permite al sector privado tener mayoría.
- Segundo, el Ejecutivo controla, no solo el nombramiento del presidente, sino también tres sillas donde se sientan sus ministros. Así pues, controla cuatro sillas de ocho. Para lograr una mayoría simple, el gobierno puede convencer al representante de la USAC o del Congreso. No necesita del sector privado; pero, el sector privado, para lograr pasar una propuesta, sí necesitaría de al menos un miembro nombrado por el presidente de la República.
Esta y otras metáforas logran conformar lo que me parece es la transformación del discurso político y económico guatemalteco en la descripción del mundo a partir de la lucha entre ángeles y demonios (...) La realidad es que para resolver los problemas del país ambas teologías son peligrosas si queremos mejoras importantes en la calidad de vida de la población.
- Tercero, los representantes del sector privado tienen un conflicto entre sí: uno representa al sector financiero y, el otro, usualmente, al sector real. Es decir, mientras a uno de los representantes podría interesarle el promover tasas de interés más altas para que los bonos del Banguat pague más a los bancos, el otro representante busca lo contrario: bajar las tasas de interés para que las empresas paguen menos intereses en sus préstamos.
- Cuarto, esto último genera un conflicto que permite generar información: ambos sectores deben convencer al resto de miembros de dicha Junta de que la economía (y los empleos) van a resentir los aumentos de tasas o de que la economía (y las familias) van a resentir el aumento de la inflación. Los argumentos e información que ambos proveen luego se filtra respecto a la experiencia que cada miembro tiene y de lo que los técnicos del Banco plantean considerando las tendencias internacionales.
- Quinto, no existe poder de veto del sector privado. No lo dice la Constitución, ni otra Ley o reglamento. El sector privado no puede bloquear la votación a su antojo. Yo estuve sentado en esas juntas. Vi que a veces el sector financiero no lograba los votos. Vi que a veces el sector de la economía real no lograba los votos.
- Sexto, si el argumento es: el veto se ejerce porque el sector privado puede influir en los políticos y así ganar los votos del Ejecutivo y del Legislativo, entonces me pregunto, ¿qué necesidad tiene el sector privado de exponerse y participar directamente en dichos cuerpos? ¿Acaso sacarlos de la Junta Monetaria resolvería el problema?
Una vez se cuestiona la solidez del argumento de cómo el sector privado “controla” la Junta Monetaria, esos cuestionamientos al corporativismo parecen suavizarse. Sin embargo, queda un problema no resuelto: el instrumental metafórico empleado por los autores.
Tal vez el mejor ejemplo de instrumental metafórico lo provee uno de los artículos mencionados que consideraba, como el pecado original, la participación del sector privado en la Junta Monetaria. La imagen no es gratuita. De inmediato se emplea el aprendizaje religioso del lector. Si estar en la Junta Monetaria es un pecado y, es un pecado original, de poco sirven las buenas intenciones o las acciones para congraciarse. Solo vía el bautismo, nacer de nuevo, mediante una reforma constitucional, limpio de las naturales inclinaciones al pecado, es como algunos creen que el país renace y logra ser viable en su desarrollo.
Esta y otras metáforas logran conformar lo que me parece es la transformación del discurso político y económico guatemalteco en la descripción del mundo a partir de la lucha entre ángeles y demonios. De allí el nombre de mis columnas de las últimas semanas, pues estamos enfrascados en lo que parece ser una teodicea: los males del país se pueden explicar como consecuencia del sector privado, el cual actúa como demonio que introduce la tentación o que introduce el mal. De tal manera que, cuando pregunto, ¿cuántos empresarios se necesitan para corromper una institución del gobierno? No hago más que caer en la nueva demonología secular y la validación de una agenda política. Claro, esta postura no es original. Para ser sensatos y consecuentes, también debemos considerar como demonología secular y agenda política, cuando otros salen igualando a Belcebú con el sector público. La realidad es que para resolver los problemas del país ambas teologías son peligrosas si queremos mejoras importantes en la calidad de vida de la población.
La Demonología del Sector Privado Organizado Guatemalteco (III)
La realidad es que para resolver los problemas del país ambas teologías son peligrosas si queremos mejoras importantes en la calidad de vida de la población.
¿Cuántos empresarios se necesitan para corromper una institución del gobierno?
La respuesta dependerá de qué tan quisquilloso es usted como lector, ahora que, con tanta información y adicción a las redes sociales, no nos tomamos el tiempo de meditar sobre lo que leemos y cuestionar lo que se nos presenta.
Les doy un ejemplo, tomado de aquí:
“La salvaguarda de bienes y rentas está consolidada en la naturaleza corporativista del régimen guatemalteco. Por ejemplo, el artículo 132 les da un asiento fijo a miembros del sector bancario y del sector privado en la Junta Monetaria. Usualmente, ambos espacios los ocupan miembros de CACIF, el agrupamiento de la élite económica tradicional, y se les atribuye a ellos el rol principal de la formación de la política macroeconómica del país. Si bien no forman una mayoría en la Junta, tienen asegurados espacios como actores veto, suficiente para influir considerablemente en política monetaria.”
Esta, no es una idea original, pues la podemos ver, ya antes, aquí:
“(Para recobrar la credibilidad del sistema bancario, la propuesta del autor hacia el sector financiero es) ¡renuncien a la Junta Monetaria! Pidan al Congreso que apruebe una reforma constitucional que les excluya de formar parte de la Junta, y mientras esa reforma se hace realidad, no participen en las reuniones de la Junta o, por lo menos, renuncian al derecho a voto y veto.”
Ahora, surge la duda: ¿de qué poder de veto están hablando los tres autores? ¿Realmente puede el sector privado organizado detener decisiones de la Junta Monetaria? Eso parecen sugerir los autores, pero no lo aclaran ni presentan evidencia clara. Y, por lo mismo, si uno no lo cuestiona, queda implícito que, efectivamente, hay allí un poder desmesurado del sector privado en la forma en que se toman decisiones en la Junta Monetaria.
¿Qué sucede efectivamente en la Junta Monetaria? El diseño constitucional, más que ser un error o una aberración, resulta ser una obra de ingeniería institucional respetable, considerando:
- Primero, el sector privado tiene 2 de ocho sillas. Esto no le permite al sector privado tener mayoría.
- Segundo, el Ejecutivo controla, no solo el nombramiento del presidente, sino también tres sillas donde se sientan sus ministros. Así pues, controla cuatro sillas de ocho. Para lograr una mayoría simple, el gobierno puede convencer al representante de la USAC o del Congreso. No necesita del sector privado; pero, el sector privado, para lograr pasar una propuesta, sí necesitaría de al menos un miembro nombrado por el presidente de la República.
Esta y otras metáforas logran conformar lo que me parece es la transformación del discurso político y económico guatemalteco en la descripción del mundo a partir de la lucha entre ángeles y demonios (...) La realidad es que para resolver los problemas del país ambas teologías son peligrosas si queremos mejoras importantes en la calidad de vida de la población.
- Tercero, los representantes del sector privado tienen un conflicto entre sí: uno representa al sector financiero y, el otro, usualmente, al sector real. Es decir, mientras a uno de los representantes podría interesarle el promover tasas de interés más altas para que los bonos del Banguat pague más a los bancos, el otro representante busca lo contrario: bajar las tasas de interés para que las empresas paguen menos intereses en sus préstamos.
- Cuarto, esto último genera un conflicto que permite generar información: ambos sectores deben convencer al resto de miembros de dicha Junta de que la economía (y los empleos) van a resentir los aumentos de tasas o de que la economía (y las familias) van a resentir el aumento de la inflación. Los argumentos e información que ambos proveen luego se filtra respecto a la experiencia que cada miembro tiene y de lo que los técnicos del Banco plantean considerando las tendencias internacionales.
- Quinto, no existe poder de veto del sector privado. No lo dice la Constitución, ni otra Ley o reglamento. El sector privado no puede bloquear la votación a su antojo. Yo estuve sentado en esas juntas. Vi que a veces el sector financiero no lograba los votos. Vi que a veces el sector de la economía real no lograba los votos.
- Sexto, si el argumento es: el veto se ejerce porque el sector privado puede influir en los políticos y así ganar los votos del Ejecutivo y del Legislativo, entonces me pregunto, ¿qué necesidad tiene el sector privado de exponerse y participar directamente en dichos cuerpos? ¿Acaso sacarlos de la Junta Monetaria resolvería el problema?
Una vez se cuestiona la solidez del argumento de cómo el sector privado “controla” la Junta Monetaria, esos cuestionamientos al corporativismo parecen suavizarse. Sin embargo, queda un problema no resuelto: el instrumental metafórico empleado por los autores.
Tal vez el mejor ejemplo de instrumental metafórico lo provee uno de los artículos mencionados que consideraba, como el pecado original, la participación del sector privado en la Junta Monetaria. La imagen no es gratuita. De inmediato se emplea el aprendizaje religioso del lector. Si estar en la Junta Monetaria es un pecado y, es un pecado original, de poco sirven las buenas intenciones o las acciones para congraciarse. Solo vía el bautismo, nacer de nuevo, mediante una reforma constitucional, limpio de las naturales inclinaciones al pecado, es como algunos creen que el país renace y logra ser viable en su desarrollo.
Esta y otras metáforas logran conformar lo que me parece es la transformación del discurso político y económico guatemalteco en la descripción del mundo a partir de la lucha entre ángeles y demonios. De allí el nombre de mis columnas de las últimas semanas, pues estamos enfrascados en lo que parece ser una teodicea: los males del país se pueden explicar como consecuencia del sector privado, el cual actúa como demonio que introduce la tentación o que introduce el mal. De tal manera que, cuando pregunto, ¿cuántos empresarios se necesitan para corromper una institución del gobierno? No hago más que caer en la nueva demonología secular y la validación de una agenda política. Claro, esta postura no es original. Para ser sensatos y consecuentes, también debemos considerar como demonología secular y agenda política, cuando otros salen igualando a Belcebú con el sector público. La realidad es que para resolver los problemas del país ambas teologías son peligrosas si queremos mejoras importantes en la calidad de vida de la población.