Hay fanáticos que guían su conducta por principios heterónomos cuyo propósito no es que el hombre florezca y viva una vida plena, sino que sufra para alcanzar la salvación en mundos ultraterrenos. Enseñan a despreciar la vida de las personas, aunque se declaran ser defensores de esta. Pretenden que sus mandatos se basan en la fe, la realidad, la verdad y la bondad, aunque no entienden lo que dicen. Y es que, para ellos, estos términos son “conceptos flotantes”. Esto quiere decir que los conceptos que usan no están enraizados en la realidad, no los pueden definir, son meramente palabras que han aprendido de su enviado y repiten como loros.
Equiparan verdad y bueno, considerando la vida como un valor moral fundamental. Según su perspectiva, solo es verdadero lo que afirma su guía espiritual, y lo bueno es lo que indica su líder religioso. Por ello, sostienen que nunca es ético ayudar a alguien a suicidarse, sea joven o anciano, ya que hacerlo es inmoral y la eutanasia está descartada por principio.
Sostienen que la función principal del gobierno es proteger los derechos individuales, priorizando la vida sobre la libertad. Por ello, creen que el Estado debe prohibir y sancionar el suicidio asistido y la eutanasia, ya que consideran que la vida humana tiene un valor inherente. Afirman que lo correcto no siempre implica reducir el sufrimiento, sino que a veces exige mayor sacrificio.
Como ellos no definen nada, se contradicen constantemente. Por tanto, voy a definir los términos que esgrimen:
La “verdad” es una propiedad de los juicios o proposiciones. Una proposición es verdadera si describe correctamente la realidad; si no, es falsa.
Los conceptos de “bueno” y “malo” adquieren significado exclusivamente para aquellos seres capaces de dejar de existir, como los organismos vivos. En este contexto, se considera bueno aquello que favorece la vida del organismo, y malo aquello que la compromete o denigra. La distinción perceptual entre lo bueno y lo malo se realiza a través del placer y el dolor: el placer indica que la acción emprendida es adecuada para preservar la existencia del organismo, mientras que el dolor señala la necesidad de modificar el curso de acción para aliviar o eliminar dicha sensación. Esta predisposición innata constituye el origen del concepto de “valor”, entendido como aquello que el organismo procura buscar y conservar por servirle a un propósito específico. El valor no existe sin un sujeto que lo prefiera, actúe para obtenerlo y lo conserve con un fin determinado. Así, el organismo debe identificar y buscar activamente aquello que contribuye al mantenimiento de su existencia, valorando los elementos que la sostienen y mitigan el dolor.
La “vida” se define como la capacidad autogenerada de un organismo para llevar a cabo acciones que aseguren su mantenimiento y continuidad. En este contexto, la vida constituye el medio y la existencia del organismo representa el fin; es decir, ser un “fin en sí mismo” implica que las acciones originadas por el propio organismo tienen como objetivo preservar su existencia.
La “libertad” se define como la facultad de actuar sin estar sujeto a decisiones arbitrarias de terceros, garantizada por un marco legal que protege la autonomía individual y respaldada por un sistema gubernamental competente en la aplicación de dichas leyes.
El ser humano es un ser conceptual. Su vida difiere de la de otros animales, cuyo comportamiento tiende a seguir rutinas repetitivas sin conciencia del límite temporal de su existencia. En contraste, la persona puede reconocer su propia temporalidad y establecer propósitos para orientar su vida durante ese periodo. Si se considera que el estándar de lo bueno es una vida caracterizada por acciones autogeneradas y autosustentables que fomentan la existencia, entonces el propósito consiste en cómo cada individuo decide vivir durante su tiempo. La valoración de la calidad de vida y las decisiones relacionadas con el bienestar forman parte de este proceso reflexivo. Cuando la vida de una persona está marcada exclusivamente por sufrimiento sin posibilidad de alivio, puede considerar si esa situación representa para ella una vida valiosa y tomar decisiones al respecto. Como los conceptos expuestos corresponden a hechos observables, son verdaderos.
Afirmar entonces que la función principal del gobierno es proteger los derechos individuales, priorizando la vida, que es la libertad de actuar con el fin de existir como el agente desee, sobre la libertad, es una contradicción en términos.
Afirmar también que lo correcto no siempre implica reducir el sufrimiento, obviando que lo bueno es aquello que contribuye al mantenimiento de su existencia y que mitiga el dolor, sino que a veces exige mayor sacrificio, es una contradicción en términos.
Es cierto que el hombre puede valorar, es decir, querer tener aquello que lo perjudique. Ya sea por error o por corrupción mental. Puede valorar los cigarrillos y fumarlos, pero esto eventualmente le causarán cáncer de pulmones o enfisema; objetivamente son malos para él. También puede elegir lo que le es perjudicial por corrupción mental debido a que de niño le han enseñado a no pensar por sí mismo, a no cuestionar, sino a aceptar como verdad dogmas que otros le han impuesto. Entonces puede creer que es bueno volarse con un chaleco de bombas en un centro comercial para matar cientos de infieles y así ganarse unas cuantas vírgenes en el cielo. O puede creer lícita la contradicción de usar al gobierno como arma para violar el derecho a la libertad de un individuo de vivir su vida como elija, forzándolo a vivir en sufrimiento, agonía y dolor, prohibiéndole terminar su calvario, en nombre de la defensa de la “vida”.
La imposición de sus principios es una crueldad que perpetúa el sufrimiento y tormento de su víctima hasta sucumbir en nombre de lo que su ideología arbitraria denomina “bueno”.
Hay fanáticos que guían su conducta por principios heterónomos cuyo propósito no es que el hombre florezca y viva una vida plena, sino que sufra para alcanzar la salvación en mundos ultraterrenos. Enseñan a despreciar la vida de las personas, aunque se declaran ser defensores de esta. Pretenden que sus mandatos se basan en la fe, la realidad, la verdad y la bondad, aunque no entienden lo que dicen. Y es que, para ellos, estos términos son “conceptos flotantes”. Esto quiere decir que los conceptos que usan no están enraizados en la realidad, no los pueden definir, son meramente palabras que han aprendido de su enviado y repiten como loros.
Equiparan verdad y bueno, considerando la vida como un valor moral fundamental. Según su perspectiva, solo es verdadero lo que afirma su guía espiritual, y lo bueno es lo que indica su líder religioso. Por ello, sostienen que nunca es ético ayudar a alguien a suicidarse, sea joven o anciano, ya que hacerlo es inmoral y la eutanasia está descartada por principio.
Sostienen que la función principal del gobierno es proteger los derechos individuales, priorizando la vida sobre la libertad. Por ello, creen que el Estado debe prohibir y sancionar el suicidio asistido y la eutanasia, ya que consideran que la vida humana tiene un valor inherente. Afirman que lo correcto no siempre implica reducir el sufrimiento, sino que a veces exige mayor sacrificio.
Como ellos no definen nada, se contradicen constantemente. Por tanto, voy a definir los términos que esgrimen:
La “verdad” es una propiedad de los juicios o proposiciones. Una proposición es verdadera si describe correctamente la realidad; si no, es falsa.
Los conceptos de “bueno” y “malo” adquieren significado exclusivamente para aquellos seres capaces de dejar de existir, como los organismos vivos. En este contexto, se considera bueno aquello que favorece la vida del organismo, y malo aquello que la compromete o denigra. La distinción perceptual entre lo bueno y lo malo se realiza a través del placer y el dolor: el placer indica que la acción emprendida es adecuada para preservar la existencia del organismo, mientras que el dolor señala la necesidad de modificar el curso de acción para aliviar o eliminar dicha sensación. Esta predisposición innata constituye el origen del concepto de “valor”, entendido como aquello que el organismo procura buscar y conservar por servirle a un propósito específico. El valor no existe sin un sujeto que lo prefiera, actúe para obtenerlo y lo conserve con un fin determinado. Así, el organismo debe identificar y buscar activamente aquello que contribuye al mantenimiento de su existencia, valorando los elementos que la sostienen y mitigan el dolor.
La “vida” se define como la capacidad autogenerada de un organismo para llevar a cabo acciones que aseguren su mantenimiento y continuidad. En este contexto, la vida constituye el medio y la existencia del organismo representa el fin; es decir, ser un “fin en sí mismo” implica que las acciones originadas por el propio organismo tienen como objetivo preservar su existencia.
La “libertad” se define como la facultad de actuar sin estar sujeto a decisiones arbitrarias de terceros, garantizada por un marco legal que protege la autonomía individual y respaldada por un sistema gubernamental competente en la aplicación de dichas leyes.
El ser humano es un ser conceptual. Su vida difiere de la de otros animales, cuyo comportamiento tiende a seguir rutinas repetitivas sin conciencia del límite temporal de su existencia. En contraste, la persona puede reconocer su propia temporalidad y establecer propósitos para orientar su vida durante ese periodo. Si se considera que el estándar de lo bueno es una vida caracterizada por acciones autogeneradas y autosustentables que fomentan la existencia, entonces el propósito consiste en cómo cada individuo decide vivir durante su tiempo. La valoración de la calidad de vida y las decisiones relacionadas con el bienestar forman parte de este proceso reflexivo. Cuando la vida de una persona está marcada exclusivamente por sufrimiento sin posibilidad de alivio, puede considerar si esa situación representa para ella una vida valiosa y tomar decisiones al respecto. Como los conceptos expuestos corresponden a hechos observables, son verdaderos.
Afirmar entonces que la función principal del gobierno es proteger los derechos individuales, priorizando la vida, que es la libertad de actuar con el fin de existir como el agente desee, sobre la libertad, es una contradicción en términos.
Afirmar también que lo correcto no siempre implica reducir el sufrimiento, obviando que lo bueno es aquello que contribuye al mantenimiento de su existencia y que mitiga el dolor, sino que a veces exige mayor sacrificio, es una contradicción en términos.
Es cierto que el hombre puede valorar, es decir, querer tener aquello que lo perjudique. Ya sea por error o por corrupción mental. Puede valorar los cigarrillos y fumarlos, pero esto eventualmente le causarán cáncer de pulmones o enfisema; objetivamente son malos para él. También puede elegir lo que le es perjudicial por corrupción mental debido a que de niño le han enseñado a no pensar por sí mismo, a no cuestionar, sino a aceptar como verdad dogmas que otros le han impuesto. Entonces puede creer que es bueno volarse con un chaleco de bombas en un centro comercial para matar cientos de infieles y así ganarse unas cuantas vírgenes en el cielo. O puede creer lícita la contradicción de usar al gobierno como arma para violar el derecho a la libertad de un individuo de vivir su vida como elija, forzándolo a vivir en sufrimiento, agonía y dolor, prohibiéndole terminar su calvario, en nombre de la defensa de la “vida”.
La imposición de sus principios es una crueldad que perpetúa el sufrimiento y tormento de su víctima hasta sucumbir en nombre de lo que su ideología arbitraria denomina “bueno”.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: