La crisis de la clase media
¿Cómo una generación que come de la cornucopia está tan vacía?
El mundo contemporáneo se caracteriza por las sucesivas crisis en las que se ven sumergidos por causa de las anteriores y, también, por causa propia. El retrato de cada una es consumido cada vez más por la ansiedad, aun cuando el bienestar económico les rodea. Mucho se puede hablar de la bonanza del capitalismo y su continuo esplendor en proveer de mejores condiciones económicas para una mayor cantidad de personas y, sin embargo, la vida de las generaciones más recientes se ha visto vaciada de aquello que hacía resiliente a las anteriores.
En primer lugar, debo exponer un caveat. Creo importante evitar el uso de categorías como boomers, millenials y demás. Esas categorías no existen para la cohorte latinoamericana, máxime para la centroamericana. Los puntos de inflexión históricos para marcar la cohorte generacional de nuestros países deben ser establecida por realidades históricas pertenecientes a nuestro mundo vital memorial. Los regresos a las democracias, las imposiciones autócratas, los conflictos armados y cualesquiera eventos fundamentalmente imponentes en el entendimiento histórico colectivo son nuestras categorías históricas en las cuales estamos encerrados.
Ahora bien, se ha de regresar la mirada más allá de nuestro hombro y entender las condiciones históricas de las generaciones anteriores a las mías, que puede que sean suyas también. De esa manera, se conoce una generación para conocer otra, la propia. La generación que me entregó la vida fue la primera en recibirse de una licenciatura para muchos y esto se debe únicamente a que la generación anterior a ellos, sin haber siquiera terminado la educación secundaria. La vida de estos fue marcada por la severa fricción de la movilidad económica. El ahorro, para estas generaciones, implicaba escoger no comer hoy para comer mañana. El único espíritu deseable del capitalismo se encuentra allí.
Lo tenemos todo y no tenemos nada. La bonanza no vale de nada y nuestros anteriores han sufrido para nada. La crisis es esta. Ahora, ¿qué hacer con ella?
La generación actual de la clase media tiene una cosmovisión sumamente diferente a la de sus precedentes. Habiendo crecido entre la buena educación, el estudio del inglés, algunas comodidades y las vacaciones, esta generación, la mía, se puede ir a dormir sin pensar en el mañana. En la mesa siempre ha habido pan crocante, por elección (bien cuite) y no por vejez, y vino, fermentado en Europa y no por la espera del maíz y el azúcar. Una generación que nunca ha tenido un reloj Ulysse Nardin, sin embargo, conoce su existencia y sus variedades. Y, a pesar de todo, la generación ha sufrido una kenosis, un vaciado existencial profundo y angustioso, que sus padres y abuelos suplieron con el trabajo y el ahorro, la religión y la autorealización en el enriquecimiento.
¿Cómo una generación que come de la cornucopia está tan vacía?
El corazón de la generación se ve lleno de ideologías y discursos escatológicos. Hay soluciones para el fin de los tiempos, para el cambio climático, para la opresión sistemática, para la religión represiva, para la sexualidad heteronormativa.
¿Y la felicidad? ¿Hay solución para estos corazones vacuos?
Las manos repletas de nuestras generaciones, calladas por el gimnasio y no por el trabajo del campo, son incapaces de moldear lo que las anteriores pudieron. El arte es grotesco y kitsch, el erotismo, vano y efímero, el amor, un concepto sin significado alguno, la religión, un sistema de castigo y obediencia, la familia, una estructura de opresión y la tradición, un vejestorio sin valor.
Entonces, como diría Nietzsche, ¿en qué mar me puedo ahogar si nada tiene valor?
Lo tenemos todo y no tenemos nada. La bonanza no vale de nada y nuestros anteriores han sufrido para nada. La crisis es esta. Ahora, ¿qué hacer con ella?
La crisis de la clase media
¿Cómo una generación que come de la cornucopia está tan vacía?
El mundo contemporáneo se caracteriza por las sucesivas crisis en las que se ven sumergidos por causa de las anteriores y, también, por causa propia. El retrato de cada una es consumido cada vez más por la ansiedad, aun cuando el bienestar económico les rodea. Mucho se puede hablar de la bonanza del capitalismo y su continuo esplendor en proveer de mejores condiciones económicas para una mayor cantidad de personas y, sin embargo, la vida de las generaciones más recientes se ha visto vaciada de aquello que hacía resiliente a las anteriores.
En primer lugar, debo exponer un caveat. Creo importante evitar el uso de categorías como boomers, millenials y demás. Esas categorías no existen para la cohorte latinoamericana, máxime para la centroamericana. Los puntos de inflexión históricos para marcar la cohorte generacional de nuestros países deben ser establecida por realidades históricas pertenecientes a nuestro mundo vital memorial. Los regresos a las democracias, las imposiciones autócratas, los conflictos armados y cualesquiera eventos fundamentalmente imponentes en el entendimiento histórico colectivo son nuestras categorías históricas en las cuales estamos encerrados.
Ahora bien, se ha de regresar la mirada más allá de nuestro hombro y entender las condiciones históricas de las generaciones anteriores a las mías, que puede que sean suyas también. De esa manera, se conoce una generación para conocer otra, la propia. La generación que me entregó la vida fue la primera en recibirse de una licenciatura para muchos y esto se debe únicamente a que la generación anterior a ellos, sin haber siquiera terminado la educación secundaria. La vida de estos fue marcada por la severa fricción de la movilidad económica. El ahorro, para estas generaciones, implicaba escoger no comer hoy para comer mañana. El único espíritu deseable del capitalismo se encuentra allí.
Lo tenemos todo y no tenemos nada. La bonanza no vale de nada y nuestros anteriores han sufrido para nada. La crisis es esta. Ahora, ¿qué hacer con ella?
La generación actual de la clase media tiene una cosmovisión sumamente diferente a la de sus precedentes. Habiendo crecido entre la buena educación, el estudio del inglés, algunas comodidades y las vacaciones, esta generación, la mía, se puede ir a dormir sin pensar en el mañana. En la mesa siempre ha habido pan crocante, por elección (bien cuite) y no por vejez, y vino, fermentado en Europa y no por la espera del maíz y el azúcar. Una generación que nunca ha tenido un reloj Ulysse Nardin, sin embargo, conoce su existencia y sus variedades. Y, a pesar de todo, la generación ha sufrido una kenosis, un vaciado existencial profundo y angustioso, que sus padres y abuelos suplieron con el trabajo y el ahorro, la religión y la autorealización en el enriquecimiento.
¿Cómo una generación que come de la cornucopia está tan vacía?
El corazón de la generación se ve lleno de ideologías y discursos escatológicos. Hay soluciones para el fin de los tiempos, para el cambio climático, para la opresión sistemática, para la religión represiva, para la sexualidad heteronormativa.
¿Y la felicidad? ¿Hay solución para estos corazones vacuos?
Las manos repletas de nuestras generaciones, calladas por el gimnasio y no por el trabajo del campo, son incapaces de moldear lo que las anteriores pudieron. El arte es grotesco y kitsch, el erotismo, vano y efímero, el amor, un concepto sin significado alguno, la religión, un sistema de castigo y obediencia, la familia, una estructura de opresión y la tradición, un vejestorio sin valor.
Entonces, como diría Nietzsche, ¿en qué mar me puedo ahogar si nada tiene valor?
Lo tenemos todo y no tenemos nada. La bonanza no vale de nada y nuestros anteriores han sufrido para nada. La crisis es esta. Ahora, ¿qué hacer con ella?