La ciencia política es… ¿ideológica?
La gran mayoría de la ciencia política es un vehículo que mantiene la socialdemocracia viva desde la producción intelectual.
La ciencia política como una rama de estudio nace, probablemente, desde el Leviatán de Hobbes y El Príncipe de Maquiavelo. Sin embargo, la trayectoria de la ciencia política se ha mostrado constante hacia un punto particular, desde que Occidente consideró que se había alcanzado el fin de la Historia. La ciencia política, especialmente desde el mundo anglosajón, ha pensado el mundo desde las categorías que la democracia liberal o, en mejores palabras, la socialdemocracia dictamina. La gran mayoría de la ciencia política es un vehículo que mantiene la socialdemocracia viva desde la producción intelectual.
Se puede hacer un hombre nuevo, entonces, haciéndolo viejo. Solo viendo al pasado se puede construir el futuro.
Ahora bien, la cuestión implícita es multivariada. En primer lugar, las preguntas sobre la libertad del hombre y sobre las mejores formas de gobierno se asumen como respondidas y escritas en piedra. Toda valoración a través de métodos estadísticos (indicadores de libertad política y económica) o de estudios estructurales de las formas del Estado giran alrededor de una concepción axiomática e indiscutible: la socialdemocracia es la única forma de Estado que la asegura. ¡La ciencia política se ha encargado de crear una jerarquía axiológica de la libertad basada en la premisa de que hemos arribado! ¡No hay más mares que explorar! ¡No hay más astros ni cielo fuera de este domo!
No solo la libertad ha sido cooptada, sino que también sostiene una estructura lingüística particular: no se puede pensar fuera de las palabras de la socialdemocracia. Aquellos que piensan fuera de las concepciones de la libertad como aquellas que respeta y promueven los Estados occidentales son agentes anti-libertad y no pueden hacer ciencia política. Aún en autores que intentan reivindicar la ciencia política desde alguna posición social e histórica distinta, por ejemplo, desde Asia o África, necesariamente son excluidos del club de la libertad occidental. A pesar de que hay claros síntomas de la caída de la tradición de la libertad occidental antigua y medieval, el discurso de la ciencia se encuentra encerrado en la contemporaneidad y todo fuera de él es palabrería o “mera filosofía”.
Si queremos pensar sobre libertad, el derecho, la legítima violencia y el poder es necesario destruir las barreras hegemónicas dentro de la academia.
El esfuerzo de los politólogos comprometidos con la verdad es entrar en un diálogo feroz sobre las categorías con las que pensamos el mundo actual. La ciencia política italiana resguarda algunos de esos rasgos dialécticos en sus estudiosos del poder y las formas universales de cómo se mantiene, traslada y ejerce de manera transversal a cualquier forma política. No obstante, la ciencia política y sus intelectuales, en general, han capturado las maneras de pensar sobre lo político.
Si queremos pensar sobre libertad, el derecho, la legítima violencia y el poder es necesario destruir las barreras hegemónicas dentro de la academia. De esa manera, aún viviendo bajo la socialdemocracia, que debe ser estudiada todavía, los politólogos, internacionalistas y demás intelectuales aledaños podremos escapar la trampa hegeliana-fukuyamista del fin de la Historia, abriéndola a nuevos caminos por hacer, con mayor libertad, mejor derecho y poder limitado. Se puede hacer un hombre nuevo, entonces, haciéndolo viejo. Solo viendo al pasado se puede construir el futuro.
La ciencia política es… ¿ideológica?
La gran mayoría de la ciencia política es un vehículo que mantiene la socialdemocracia viva desde la producción intelectual.
La ciencia política como una rama de estudio nace, probablemente, desde el Leviatán de Hobbes y El Príncipe de Maquiavelo. Sin embargo, la trayectoria de la ciencia política se ha mostrado constante hacia un punto particular, desde que Occidente consideró que se había alcanzado el fin de la Historia. La ciencia política, especialmente desde el mundo anglosajón, ha pensado el mundo desde las categorías que la democracia liberal o, en mejores palabras, la socialdemocracia dictamina. La gran mayoría de la ciencia política es un vehículo que mantiene la socialdemocracia viva desde la producción intelectual.
Se puede hacer un hombre nuevo, entonces, haciéndolo viejo. Solo viendo al pasado se puede construir el futuro.
Ahora bien, la cuestión implícita es multivariada. En primer lugar, las preguntas sobre la libertad del hombre y sobre las mejores formas de gobierno se asumen como respondidas y escritas en piedra. Toda valoración a través de métodos estadísticos (indicadores de libertad política y económica) o de estudios estructurales de las formas del Estado giran alrededor de una concepción axiomática e indiscutible: la socialdemocracia es la única forma de Estado que la asegura. ¡La ciencia política se ha encargado de crear una jerarquía axiológica de la libertad basada en la premisa de que hemos arribado! ¡No hay más mares que explorar! ¡No hay más astros ni cielo fuera de este domo!
No solo la libertad ha sido cooptada, sino que también sostiene una estructura lingüística particular: no se puede pensar fuera de las palabras de la socialdemocracia. Aquellos que piensan fuera de las concepciones de la libertad como aquellas que respeta y promueven los Estados occidentales son agentes anti-libertad y no pueden hacer ciencia política. Aún en autores que intentan reivindicar la ciencia política desde alguna posición social e histórica distinta, por ejemplo, desde Asia o África, necesariamente son excluidos del club de la libertad occidental. A pesar de que hay claros síntomas de la caída de la tradición de la libertad occidental antigua y medieval, el discurso de la ciencia se encuentra encerrado en la contemporaneidad y todo fuera de él es palabrería o “mera filosofía”.
Si queremos pensar sobre libertad, el derecho, la legítima violencia y el poder es necesario destruir las barreras hegemónicas dentro de la academia.
El esfuerzo de los politólogos comprometidos con la verdad es entrar en un diálogo feroz sobre las categorías con las que pensamos el mundo actual. La ciencia política italiana resguarda algunos de esos rasgos dialécticos en sus estudiosos del poder y las formas universales de cómo se mantiene, traslada y ejerce de manera transversal a cualquier forma política. No obstante, la ciencia política y sus intelectuales, en general, han capturado las maneras de pensar sobre lo político.
Si queremos pensar sobre libertad, el derecho, la legítima violencia y el poder es necesario destruir las barreras hegemónicas dentro de la academia. De esa manera, aún viviendo bajo la socialdemocracia, que debe ser estudiada todavía, los politólogos, internacionalistas y demás intelectuales aledaños podremos escapar la trampa hegeliana-fukuyamista del fin de la Historia, abriéndola a nuevos caminos por hacer, con mayor libertad, mejor derecho y poder limitado. Se puede hacer un hombre nuevo, entonces, haciéndolo viejo. Solo viendo al pasado se puede construir el futuro.