La belleza de las pequeñas cosas
Lastimosamente, parece ser que la belleza solo se valora en su ausencia, aunque esta es necesaria para nuestra vida.
Hay algo hermoso en una tarde fresca de julio, en ese tipo de instante en donde no hay pendientes, ni penas, ni pensamientos. Lejos están el ruido y la cadencia de la vida diaria. Es ahí donde se aprecia la belleza, un tipo especial de belleza. Puesto que esta no es aquella propia de la grandeza, sino es la que solo se encuentra en las pequeñas cosas. Cosas que, en el día a día, simplemente hacen más hermosa laexistencia. Lastimosamente, parece ser que la belleza solo se valora en su ausencia, aunque esta es necesaria para nuestra vida. Por lo menos, así lo experimentaron los orishas cuando la diosa de la belleza decidió privarlos de su presencia en la Tierra.
Pequeñas cosas…
Para el pueblo yoruba, el origen del mundo estuvo en manos de Olodumare. No obstante, el mantenimiento y cuidado de la Tierra estaba a cargo de sus hijos, los orishas. Cada uno tenía grandes responsabilidades: Olokun reinaba sobre el mar, Osayin regía sobre las plantas y la naturaleza, Shangómanejaba los truenos y Obbá decidió velar por el comercio y la enseñanza del uso de las armas. Así, ellos y otros más se dividieron el mundo para asegurarse de que todo funcionase como debía. Y cada cierto tiempo se reunían para tomar las decisiones necesarias. Pero no todos tenían la misma voz ni el mismo voto. La más joven, Oshún, terminaba siendo ignorada en cada sesión. ¿Por qué habría de interesarles lo que dijera la diosa de la belleza? ¿Cómo se ha de comparar la belleza con la importancia de los mares, la tierra y el cielo? ¿Para qué sirve la belleza?
Fue tanto el desprecio que sintió Oshún que ella decidió irse de la Tierra. Sin embargo, con ella también desaparecieron las aguas dulces que reflejaban su hermosura y se esfumaron las pasiones de los humanos y los animales. Sin belleza, el mundo se detuvo. Ahora bien, los otros orishas no entendían lo que estaba sucediendo. Por más que Olokun moviera las corrientes y las olas, nada nacía. Por más semillas que Osayin sembrara, nada crecía. Por más truenos y lluvia que Shangó enviara, nada sucedía.
Aunque sea efímera y minúscula, su presencia nos debería acompañar constantemente. Bien dice John Keats, en «Endymion I», «las cosas bellas son una alegría para siempre».
Así que los orishas no tuvieron más remedio que ir con su padre para preguntar qué estaban haciendo mal. Pero antes de que ellos le expusieran su caso, Olodumare levantó su mano y preguntó «¿dónde está mi hija?, ¿dónde está Oshún?». Los orishas se vieron entre sí apenados y le explicaron la situación. Decepcionado, el dios de todo les envió a pedirle perdón. Y así lo hicieron. Cuando finalmente Oshún aceptó sus palabras y arrepentimiento verdadero, la Tierra retomó su cauce. El verde era más verde, el agua era más agua, la vida era más vida.
Grandes efectos…
La belleza en comparación a otras cosas del día a día parece ser un pensamiento secundario, un extra que de vez en vez nos beneficia o brinda placer. Sin embargo, su papel debería ser primario también. Si Marco Aurelio hablaba de la necesidad de fijarse en la belleza, no es porque consideraba que la banalidad era bienvenida, sino porque reconocía la importancia que tenía para el ser humano.
Hermann Hesse, escritor y pintor, plantea que «la belleza no hace feliz al que la posee; sino a quien puede amarla y adorarla». No es algo adicional que adquirimos, sino una parte de la experiencia misma que tenemos como humanos. Aunque sea efímera y minúscula, su presencia nos debería acompañar constantemente. Bien dice John Keats, en «Endymion I», «las cosas bellas son una alegría para siempre».
La belleza de las pequeñas cosas
Lastimosamente, parece ser que la belleza solo se valora en su ausencia, aunque esta es necesaria para nuestra vida.
Hay algo hermoso en una tarde fresca de julio, en ese tipo de instante en donde no hay pendientes, ni penas, ni pensamientos. Lejos están el ruido y la cadencia de la vida diaria. Es ahí donde se aprecia la belleza, un tipo especial de belleza. Puesto que esta no es aquella propia de la grandeza, sino es la que solo se encuentra en las pequeñas cosas. Cosas que, en el día a día, simplemente hacen más hermosa laexistencia. Lastimosamente, parece ser que la belleza solo se valora en su ausencia, aunque esta es necesaria para nuestra vida. Por lo menos, así lo experimentaron los orishas cuando la diosa de la belleza decidió privarlos de su presencia en la Tierra.
Pequeñas cosas…
Para el pueblo yoruba, el origen del mundo estuvo en manos de Olodumare. No obstante, el mantenimiento y cuidado de la Tierra estaba a cargo de sus hijos, los orishas. Cada uno tenía grandes responsabilidades: Olokun reinaba sobre el mar, Osayin regía sobre las plantas y la naturaleza, Shangómanejaba los truenos y Obbá decidió velar por el comercio y la enseñanza del uso de las armas. Así, ellos y otros más se dividieron el mundo para asegurarse de que todo funcionase como debía. Y cada cierto tiempo se reunían para tomar las decisiones necesarias. Pero no todos tenían la misma voz ni el mismo voto. La más joven, Oshún, terminaba siendo ignorada en cada sesión. ¿Por qué habría de interesarles lo que dijera la diosa de la belleza? ¿Cómo se ha de comparar la belleza con la importancia de los mares, la tierra y el cielo? ¿Para qué sirve la belleza?
Fue tanto el desprecio que sintió Oshún que ella decidió irse de la Tierra. Sin embargo, con ella también desaparecieron las aguas dulces que reflejaban su hermosura y se esfumaron las pasiones de los humanos y los animales. Sin belleza, el mundo se detuvo. Ahora bien, los otros orishas no entendían lo que estaba sucediendo. Por más que Olokun moviera las corrientes y las olas, nada nacía. Por más semillas que Osayin sembrara, nada crecía. Por más truenos y lluvia que Shangó enviara, nada sucedía.
Aunque sea efímera y minúscula, su presencia nos debería acompañar constantemente. Bien dice John Keats, en «Endymion I», «las cosas bellas son una alegría para siempre».
Así que los orishas no tuvieron más remedio que ir con su padre para preguntar qué estaban haciendo mal. Pero antes de que ellos le expusieran su caso, Olodumare levantó su mano y preguntó «¿dónde está mi hija?, ¿dónde está Oshún?». Los orishas se vieron entre sí apenados y le explicaron la situación. Decepcionado, el dios de todo les envió a pedirle perdón. Y así lo hicieron. Cuando finalmente Oshún aceptó sus palabras y arrepentimiento verdadero, la Tierra retomó su cauce. El verde era más verde, el agua era más agua, la vida era más vida.
Grandes efectos…
La belleza en comparación a otras cosas del día a día parece ser un pensamiento secundario, un extra que de vez en vez nos beneficia o brinda placer. Sin embargo, su papel debería ser primario también. Si Marco Aurelio hablaba de la necesidad de fijarse en la belleza, no es porque consideraba que la banalidad era bienvenida, sino porque reconocía la importancia que tenía para el ser humano.
Hermann Hesse, escritor y pintor, plantea que «la belleza no hace feliz al que la posee; sino a quien puede amarla y adorarla». No es algo adicional que adquirimos, sino una parte de la experiencia misma que tenemos como humanos. Aunque sea efímera y minúscula, su presencia nos debería acompañar constantemente. Bien dice John Keats, en «Endymion I», «las cosas bellas son una alegría para siempre».