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Instrucciones para entender el siglo XXI (II)

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Rodrigo Fernández Ordóñez |
08 de agosto, 2025

En la entrega pasada, hablábamos de Robert D. Kaplan como un autor de referencia para comprender los últimos hechos sucedidos entre Irán-Israel-Estados Unidos. Apuntamos que el régimen iraní necesita de la satanización de Israel y de los Estados Unidos para que su teocracia totalitaria, misógina e intolerante sobreviva al mundo moderno. Para sobrevivir, Khamenei ha recurrido a la clásica forma de crear un enemigo externo que justifique la dictadura y la anulación de toda manifestación opositora etiquetada como “colaboracionista”, en la línea más dura inaugurada por el Ayatollah Jomeini a inicios de la revolución allá por 1979.

Para entender cómo Irán de ser una nación moderna y pujante bajo la dictadura férrea del Sha pasó a una teocracia anacrónica y retrógrada al mando de líderes religiosos totalitarios, recomiendo ver la serie documental “Hostages”, disponible en la plataforma Max, producida por HBO. En ella se explora el inicio de la revolución, que como todas empezó pidiendo democracia, hasta que los estudiantes radicalizados y un liderazgo religioso oportunista lograron meter baza y secuestrar el movimiento revolucionario para derivarlo hacia una teocracia totalitaria. Cada capítulo aporta información de base para que el curioso pueda continuar con su búsqueda de datos para formarse su propia opinión sobre el régimen iraní y por qué, para algunos, era absolutamente imperativo impedir que llegaran a obtener su bomba atómica.

El club nuclear no puede tolerar la existencia de regímenes totalitarios en su seno; debe impedir que líderes erráticos y emborrachados de poder absoluto puedan decidir de forma completamente unilateral e inconsulta el uso de este tipo de armamento en contra de sus enemigos. Nótese que dentro de dicho club hay dos países que preocupan por sus derivas autocráticas: Rusia y Corea del Norte. Los demás, en su mayoría, son democracias, salvo China, pero a esta última su propia red de intereses comerciales y económicos le impiden actuar con irresponsabilidad en el caso del manejo de sus armas nucleares. Las armas nucleares son peligrosas cuando están en manos de líderes que no tienen nada que perder.

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El club nuclear no puede tolerar la existencia de regímenes totalitarios en su seno; debe impedir que líderes erráticos y emborrachados de poder absoluto puedan decidir de forma completamente unilateral e inconsulta el uso de este tipo de armamento en contra de sus enemigos.

Algunos activistas entrevistados en noticieros, principalmente europeos, reivindicaban el derecho de Irán de desarrollar su plan nuclear, algunos incluso aventuraban que por qué Estados Unidos y su errático presidente Trump debían tener exclusividad en ese sentido y un país como Irán no. Las respuestas abundan y son contundentes, pues aunque el presidente Trump actúa erráticamente en algunas situaciones, el proceso de utilización de armas nucleares está regido por un protocolo diseñado hace décadas y continuamente actualizado, precisamente para que un presidente no pueda utilizarlas en un arranque de rabia o inestabilidad mental. En el caso de Rusia, Corea del Norte o Irán, si fuera el caso de tenerlas, el detonarlas dependería de la decisión de un solo líder y de la obediencia por el terror de toda una jerarquía militar. No hay deducción posible de responsabilidades.

Para comprender la naturaleza del régimen iraní, quizá convenga a los interesados en estos temas, darle un vistazo al monumental trabajo de Robert Fisk, periodista británico que por espacio de cuatro décadas cubrió los conflictos de Oriente Medio, y que además de miles de columnas dejó un volumen titulado “La gran guerra por la civilización”, editado por Crítica en el 2015, en cuyas 1512 páginas desfilan los desmanes perpetrados por dictadores en Irán, Irak, Siria, Líbano, Afganistán y Argelia, además de ahondar en el conflicto Israel-Palestina. Aunque las simpatías de Fisk en cuanto a algunos actores son evidentes, no deja de ser un documento humano y terrible de las ideas y acciones de hombres con poder absoluto, que saben que no tienen que rendir cuentas ante nadie. También puede ayudar “En el nombre de Allah” del periodista alemán Peter Scholl-Latour, publicado por la editorial Planeta en 1988, y en el que recoge una larga crónica escrita para la revista alemana Der Spiegel en la que narra con lujo de detalles la llegada al poder del oscuro líder Ayatollah Jomeini.

Convendría también, cambiando un poco el tono de las lecturas darle un vistazo a la novela gráfica “Persépolis”, de la autora franco-iraní Marjane Satrapi, en la que narra su infancia en el Irán teocrático, permitiéndonos comprender a los occidentales lo que implica ser mujer en un régimen de ese tipo, en el que se ceban todos los resentimientos sociales y económicos en contra de las mujeres, anulándolas y haciéndolas desaparecer. Existe una película inspirada en esa novela que vale la pena ver. Por último, está por estrenarse una película titulada “Leer Lolita en Teherán”, inspirada en el libro del mismo nombre, de la escritora iraní Azar Nafisi en el que recorre las vidas de un grupo de mujeres de diferentes edades y condiciones que conforman un club de lectura para leer libros occidentales en plena dictadura religiosa. Su mirada es interesante porque la autora misma es experta en literatura occidental, formada intelectualmente antes de la Revolución, lo que le permite hacer viajes en el tiempo para criticar al Sha Pahlevi, pero también para contraponer ambas experiencias dictatoriales. Es una lectura que conmueve y que enseña, como los mejores libros deben hacerlo.

Instrucciones para entender el siglo XXI (II)

Rodrigo Fernández Ordóñez |
08 de agosto, 2025
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En la entrega pasada, hablábamos de Robert D. Kaplan como un autor de referencia para comprender los últimos hechos sucedidos entre Irán-Israel-Estados Unidos. Apuntamos que el régimen iraní necesita de la satanización de Israel y de los Estados Unidos para que su teocracia totalitaria, misógina e intolerante sobreviva al mundo moderno. Para sobrevivir, Khamenei ha recurrido a la clásica forma de crear un enemigo externo que justifique la dictadura y la anulación de toda manifestación opositora etiquetada como “colaboracionista”, en la línea más dura inaugurada por el Ayatollah Jomeini a inicios de la revolución allá por 1979.

Para entender cómo Irán de ser una nación moderna y pujante bajo la dictadura férrea del Sha pasó a una teocracia anacrónica y retrógrada al mando de líderes religiosos totalitarios, recomiendo ver la serie documental “Hostages”, disponible en la plataforma Max, producida por HBO. En ella se explora el inicio de la revolución, que como todas empezó pidiendo democracia, hasta que los estudiantes radicalizados y un liderazgo religioso oportunista lograron meter baza y secuestrar el movimiento revolucionario para derivarlo hacia una teocracia totalitaria. Cada capítulo aporta información de base para que el curioso pueda continuar con su búsqueda de datos para formarse su propia opinión sobre el régimen iraní y por qué, para algunos, era absolutamente imperativo impedir que llegaran a obtener su bomba atómica.

El club nuclear no puede tolerar la existencia de regímenes totalitarios en su seno; debe impedir que líderes erráticos y emborrachados de poder absoluto puedan decidir de forma completamente unilateral e inconsulta el uso de este tipo de armamento en contra de sus enemigos. Nótese que dentro de dicho club hay dos países que preocupan por sus derivas autocráticas: Rusia y Corea del Norte. Los demás, en su mayoría, son democracias, salvo China, pero a esta última su propia red de intereses comerciales y económicos le impiden actuar con irresponsabilidad en el caso del manejo de sus armas nucleares. Las armas nucleares son peligrosas cuando están en manos de líderes que no tienen nada que perder.

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El club nuclear no puede tolerar la existencia de regímenes totalitarios en su seno; debe impedir que líderes erráticos y emborrachados de poder absoluto puedan decidir de forma completamente unilateral e inconsulta el uso de este tipo de armamento en contra de sus enemigos.

Algunos activistas entrevistados en noticieros, principalmente europeos, reivindicaban el derecho de Irán de desarrollar su plan nuclear, algunos incluso aventuraban que por qué Estados Unidos y su errático presidente Trump debían tener exclusividad en ese sentido y un país como Irán no. Las respuestas abundan y son contundentes, pues aunque el presidente Trump actúa erráticamente en algunas situaciones, el proceso de utilización de armas nucleares está regido por un protocolo diseñado hace décadas y continuamente actualizado, precisamente para que un presidente no pueda utilizarlas en un arranque de rabia o inestabilidad mental. En el caso de Rusia, Corea del Norte o Irán, si fuera el caso de tenerlas, el detonarlas dependería de la decisión de un solo líder y de la obediencia por el terror de toda una jerarquía militar. No hay deducción posible de responsabilidades.

Para comprender la naturaleza del régimen iraní, quizá convenga a los interesados en estos temas, darle un vistazo al monumental trabajo de Robert Fisk, periodista británico que por espacio de cuatro décadas cubrió los conflictos de Oriente Medio, y que además de miles de columnas dejó un volumen titulado “La gran guerra por la civilización”, editado por Crítica en el 2015, en cuyas 1512 páginas desfilan los desmanes perpetrados por dictadores en Irán, Irak, Siria, Líbano, Afganistán y Argelia, además de ahondar en el conflicto Israel-Palestina. Aunque las simpatías de Fisk en cuanto a algunos actores son evidentes, no deja de ser un documento humano y terrible de las ideas y acciones de hombres con poder absoluto, que saben que no tienen que rendir cuentas ante nadie. También puede ayudar “En el nombre de Allah” del periodista alemán Peter Scholl-Latour, publicado por la editorial Planeta en 1988, y en el que recoge una larga crónica escrita para la revista alemana Der Spiegel en la que narra con lujo de detalles la llegada al poder del oscuro líder Ayatollah Jomeini.

Convendría también, cambiando un poco el tono de las lecturas darle un vistazo a la novela gráfica “Persépolis”, de la autora franco-iraní Marjane Satrapi, en la que narra su infancia en el Irán teocrático, permitiéndonos comprender a los occidentales lo que implica ser mujer en un régimen de ese tipo, en el que se ceban todos los resentimientos sociales y económicos en contra de las mujeres, anulándolas y haciéndolas desaparecer. Existe una película inspirada en esa novela que vale la pena ver. Por último, está por estrenarse una película titulada “Leer Lolita en Teherán”, inspirada en el libro del mismo nombre, de la escritora iraní Azar Nafisi en el que recorre las vidas de un grupo de mujeres de diferentes edades y condiciones que conforman un club de lectura para leer libros occidentales en plena dictadura religiosa. Su mirada es interesante porque la autora misma es experta en literatura occidental, formada intelectualmente antes de la Revolución, lo que le permite hacer viajes en el tiempo para criticar al Sha Pahlevi, pero también para contraponer ambas experiencias dictatoriales. Es una lectura que conmueve y que enseña, como los mejores libros deben hacerlo.

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