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Ingeniería electoral “a la venezolana”

Más allá de las irregularidades electorales, esta situación demuestra el desgaste que ha sufrido el discurso chavista entre los venezolanos.

ABC Puerto Rico
Marimaite Rayo |
01 de agosto, 2024

Pese a las señales positivas que se tenían sobre el “proceso electoral” venezolano, nuevamente, el régimen de Maduro se atrincheró en el Palacio de Miraflores y no permitió que la oposición tomara el lugar que merece como ganador de las votaciones. Por primera vez en muchos años parecía que la población venezolana tenía una verdadera oportunidad de elegir. Una oposición unida, un régimen amenazado por las sanciones económicas y un discurso político desgastado eran algunos de los indicios que proyectaban una posibilidad de cambio.

Sin embargo, como era de esperarse, el oficialismo puso en marcha su ingeniería electoral, la cual, lejos de ser refinada y tras bambalinas, se caracteriza por la brutalidad, la improvisación y la represión.

A sangre y fuego

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Los primeros gritos de fraude ya se escuchaban en las calles incluso antes de que los centros de votación cerraran sus puertas. La incertidumbre y el miedo eran algunas de las palabras que podrían describir el ambiente en el país. Para la mayoría de los venezolanos que sí estaban habilitados para votar, ese territorio desconocido representaba un “ahora o nunca”.

No obstante, el régimen, consciente de la clara desventaja que tenía frente a la oposición, decidió, una vez más, construir su propia realidad a sangre y fuego y en contra de la voluntad popular. Era evidente que incluso antes de que los resultados fueran anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), el ganador ya estaba cantado. Sin embargo, a diferencia de procesos anteriores, los seguidores de Maduro no contaban con que los ciudadanos publicaran las actas electorales en redes sociales para resguardarlas de la manipulación.

Ante esta situación, el régimen chavista se vio en la obligación de recurrir al manual de la ingeniería electoral, el cual describe paso a paso desde el Plan República, hasta la Operación Remate.  La primera fase, consistió en que varios voceros chavistas aseguraran que Maduro había confirmado su tercer mandato con el objetivo de desanimar a la oposición. Posteriormente, como mecanismo para blindar al régimen, el gobierno frenó la transmisión de datos e impidió que la Plataforma Unitaria pudiera ingresar al sistema de datos del CNE. Asimismo, todas las encuestas que posicionaban a González Urrutia como el ganador no fueron publicadas en Venezuela, en cambio, el régimen optó por transmitir información manipulada que ni siquiera daba sentido en términos matemáticos.

El sentimiento en las calles apunta a que, aunque el cuasi proceso electoral haya terminado, todavía hay un camino por pelear. La clave está en no perder de vista el objetivo más esencial, ya que en este punto la elección ya no es entre líderes políticos y discursos, sino que entre la vuelta a la democracia o la continuidad de la dictadura.

Este cerco mediático y electoral que, supuestamente, pretendía proteger al gobierno de Maduro, únicamente impulsó a los ciudadanos a salir a las calles. Consecuentemente, como parte de la última fase, los altos mandos chavistas tuvieron que activar el Remate, un plan diseñado para reestablecer el control con base en la violencia, la represión y la sangre. Con las fuerzas de seguridad y los grupos de choque en las calles, el régimen pudo ganar un poco más de tiempo para hacer más creíble su realidad prefabricada.

Hasta el final

Más allá de las irregularidades electorales, esta situación demuestra el desgaste que ha sufrido el discurso chavista entre los venezolanos. Incluso algunos bastiones del chavismo, como el territorio de los colectivos paramilitares donde votaban uogo Chávez o el barrio donde creció Nicolás Maduro, le dieron la espalda a la tradición y apostaron por el cambio.

Las protestas que siguieron después de la publicación de los “resultados oficiales” confirman que la narrativa chavista ya no tiene los mismos efectos sobre la población, particularmente porque la mayoría de las movilizaciones populares han sido contra símbolos del chavismo. Otra señal del descontento con el régimen se puede observar en la comunidad internacional, ya que, varios aliados tradicionales demandan transparencia en los resultados y desconocen las acciones de Maduro, quien cada vez está más aislado.

El sentimiento en las calles apunta a que, aunque el cuasi proceso electoral haya terminado, todavía hay un camino por pelear. La clave está en no perder de vista el objetivo más esencial, ya que en este punto la elección ya no es entre líderes políticos y discursos, sino que entre la vuelta a la democracia o la continuidad de la dictadura.

Ingeniería electoral “a la venezolana”

Más allá de las irregularidades electorales, esta situación demuestra el desgaste que ha sufrido el discurso chavista entre los venezolanos.

Marimaite Rayo |
01 de agosto, 2024
ABC Puerto Rico

Pese a las señales positivas que se tenían sobre el “proceso electoral” venezolano, nuevamente, el régimen de Maduro se atrincheró en el Palacio de Miraflores y no permitió que la oposición tomara el lugar que merece como ganador de las votaciones. Por primera vez en muchos años parecía que la población venezolana tenía una verdadera oportunidad de elegir. Una oposición unida, un régimen amenazado por las sanciones económicas y un discurso político desgastado eran algunos de los indicios que proyectaban una posibilidad de cambio.

Sin embargo, como era de esperarse, el oficialismo puso en marcha su ingeniería electoral, la cual, lejos de ser refinada y tras bambalinas, se caracteriza por la brutalidad, la improvisación y la represión.

A sangre y fuego

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Los primeros gritos de fraude ya se escuchaban en las calles incluso antes de que los centros de votación cerraran sus puertas. La incertidumbre y el miedo eran algunas de las palabras que podrían describir el ambiente en el país. Para la mayoría de los venezolanos que sí estaban habilitados para votar, ese territorio desconocido representaba un “ahora o nunca”.

No obstante, el régimen, consciente de la clara desventaja que tenía frente a la oposición, decidió, una vez más, construir su propia realidad a sangre y fuego y en contra de la voluntad popular. Era evidente que incluso antes de que los resultados fueran anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), el ganador ya estaba cantado. Sin embargo, a diferencia de procesos anteriores, los seguidores de Maduro no contaban con que los ciudadanos publicaran las actas electorales en redes sociales para resguardarlas de la manipulación.

Ante esta situación, el régimen chavista se vio en la obligación de recurrir al manual de la ingeniería electoral, el cual describe paso a paso desde el Plan República, hasta la Operación Remate.  La primera fase, consistió en que varios voceros chavistas aseguraran que Maduro había confirmado su tercer mandato con el objetivo de desanimar a la oposición. Posteriormente, como mecanismo para blindar al régimen, el gobierno frenó la transmisión de datos e impidió que la Plataforma Unitaria pudiera ingresar al sistema de datos del CNE. Asimismo, todas las encuestas que posicionaban a González Urrutia como el ganador no fueron publicadas en Venezuela, en cambio, el régimen optó por transmitir información manipulada que ni siquiera daba sentido en términos matemáticos.

El sentimiento en las calles apunta a que, aunque el cuasi proceso electoral haya terminado, todavía hay un camino por pelear. La clave está en no perder de vista el objetivo más esencial, ya que en este punto la elección ya no es entre líderes políticos y discursos, sino que entre la vuelta a la democracia o la continuidad de la dictadura.

Este cerco mediático y electoral que, supuestamente, pretendía proteger al gobierno de Maduro, únicamente impulsó a los ciudadanos a salir a las calles. Consecuentemente, como parte de la última fase, los altos mandos chavistas tuvieron que activar el Remate, un plan diseñado para reestablecer el control con base en la violencia, la represión y la sangre. Con las fuerzas de seguridad y los grupos de choque en las calles, el régimen pudo ganar un poco más de tiempo para hacer más creíble su realidad prefabricada.

Hasta el final

Más allá de las irregularidades electorales, esta situación demuestra el desgaste que ha sufrido el discurso chavista entre los venezolanos. Incluso algunos bastiones del chavismo, como el territorio de los colectivos paramilitares donde votaban uogo Chávez o el barrio donde creció Nicolás Maduro, le dieron la espalda a la tradición y apostaron por el cambio.

Las protestas que siguieron después de la publicación de los “resultados oficiales” confirman que la narrativa chavista ya no tiene los mismos efectos sobre la población, particularmente porque la mayoría de las movilizaciones populares han sido contra símbolos del chavismo. Otra señal del descontento con el régimen se puede observar en la comunidad internacional, ya que, varios aliados tradicionales demandan transparencia en los resultados y desconocen las acciones de Maduro, quien cada vez está más aislado.

El sentimiento en las calles apunta a que, aunque el cuasi proceso electoral haya terminado, todavía hay un camino por pelear. La clave está en no perder de vista el objetivo más esencial, ya que en este punto la elección ya no es entre líderes políticos y discursos, sino que entre la vuelta a la democracia o la continuidad de la dictadura.

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