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Honduras bajo la sombra del Tío Sam

La narrativa del antivalor mítico de la corrupción y el narcotráfico acecha y permea el discurso político hondureño, definiendo los resultados de las votaciones generales.

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Reynaldo Rodríguez |
11 de septiembre, 2024

Las elecciones del 2025 en Honduras han sido decisivamente marcadas por la influencia estadounidense en la política nacional. Las viejas élites, amantes de la atención gringa, y las nuevas élites, incapaces de hacerle frente por su ineptitud, se encuentran bajo las estrategias hegemónicas de los EE. UU. Tan fácil fue la desestabilización política hondureña que, desde el 2009 se creó una narrativa que dominaría las elecciones hasta hoy. La narrativa del antivalor mítico de la corrupción y el narcotráfico acecha y permea el discurso político hondureño, definiendo los resultados de las votaciones generales.

Desde que el Partido Nacional se estableció como ilegítimo después del golpe del 2009, bajo la égida de los EE. UU., tuvo que mantener una apariencia de legitimidad a través del crecimiento económico y los mecanismos clientelares usuales en nuestras democracias. No obstante, el financiamiento ilícito proveniente del narcotráfico empezó como rumor en los primeros períodos nacionalistas y terminó como un escándalo en el período de Juan Orlando Hernández (JOH). La narrativa se vio moldeada de tal manera que la ineficiencia del Estado y la desigualdad económica se volvió un efecto del narcotráfico y la corrupción. Las élites viejas se convirtieron en corruptas y ligadas al narco, especialmente a través del uso mecanismos como la Lista Engels. Últimamente, después de haber rendido frutos, su operador, JOH, fue extraditado por los mismos que le dieron poder. De allí, el Partido Nacional se vio inmerso en una espiral de la cual no ha podido salir, pues sus élites no han sabido escindirse apropiadamente de las categorías de corruptos.

Ahora bien, el partido Libre ganó las elecciones por antivoto. A pesar de tener sus electores fieles, el voto a Xiomara Castro fue parte de un kairos, un buen viento que supo aprovechar. No obstante, los EE. UU. apoyaron su afianzamiento con el castigo instantáneo del expresidente y el involucramiento de otros líderes políticos a través de sus nombramientos en sus cortes. El partido Libre, siguiendo su ortodoxia socialista, se hizo de las estructuras del Estado, tomando ilegítimamente la Junta Directiva del Congreso y eliminando a su competencia interna. Se desplazó al candidato/outsider político más importante, Salvador Nasralla (de un puesto relativamente inútil y con pocas potestades), se eliminó a oposición interna del partido y se llenó el Estado de burocracia del partido. Cuando el proyecto lógico anti-imperialista culminó en la eliminación de la extradición, por vías extrajudiciales, la Embajada, que estuvo adormitada momentáneamente, mordió. Casualmente, se filtró un video de un hermano del expresidente Zelaya, sobrino de la presidente, en una reunión con jefes de redes de narcotráfico.

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Las elecciones del 2025 han cambiado desde ese suceso.

El partido en poder se ha rodeado de enemigos, encerrándose en el caparazón estatal. No obstante, como ha enseñado su líder previo, una vez se sale, la Parca está a la espera. A la espera de la ejecución se encuentra el Partido Nacional (PN), las élites económicas y la población no ideologizada que votó en contra del PN en las anteriores elecciones. La amistad que mantuvo a JOH en el poder después de las dudas sobre la veracidad de los resultados de su reelección también fue la relación que apuñaló al César. Hoy, el Tío Sam está dirigiendo las elecciones, aunque el bastón no se ha inclinado hacia alguien en particular. Libre ha sido manchada del mismo pecado de las viejas élites y fueron consagrados como “igual que la mayoría”. Fuera de sus apparatchikis parlanchines, es necesario fijarse qué tanto se ha desviado la opinión pública desde el escándalo. Sin embargo, lo más importante y aquello que no se puede negar, es que EE. UU. tiene sus manos muy metidas en la región: hay que pisotearla.

Honduras bajo la sombra del Tío Sam

La narrativa del antivalor mítico de la corrupción y el narcotráfico acecha y permea el discurso político hondureño, definiendo los resultados de las votaciones generales.

Reynaldo Rodríguez |
11 de septiembre, 2024
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Las elecciones del 2025 en Honduras han sido decisivamente marcadas por la influencia estadounidense en la política nacional. Las viejas élites, amantes de la atención gringa, y las nuevas élites, incapaces de hacerle frente por su ineptitud, se encuentran bajo las estrategias hegemónicas de los EE. UU. Tan fácil fue la desestabilización política hondureña que, desde el 2009 se creó una narrativa que dominaría las elecciones hasta hoy. La narrativa del antivalor mítico de la corrupción y el narcotráfico acecha y permea el discurso político hondureño, definiendo los resultados de las votaciones generales.

Desde que el Partido Nacional se estableció como ilegítimo después del golpe del 2009, bajo la égida de los EE. UU., tuvo que mantener una apariencia de legitimidad a través del crecimiento económico y los mecanismos clientelares usuales en nuestras democracias. No obstante, el financiamiento ilícito proveniente del narcotráfico empezó como rumor en los primeros períodos nacionalistas y terminó como un escándalo en el período de Juan Orlando Hernández (JOH). La narrativa se vio moldeada de tal manera que la ineficiencia del Estado y la desigualdad económica se volvió un efecto del narcotráfico y la corrupción. Las élites viejas se convirtieron en corruptas y ligadas al narco, especialmente a través del uso mecanismos como la Lista Engels. Últimamente, después de haber rendido frutos, su operador, JOH, fue extraditado por los mismos que le dieron poder. De allí, el Partido Nacional se vio inmerso en una espiral de la cual no ha podido salir, pues sus élites no han sabido escindirse apropiadamente de las categorías de corruptos.

Ahora bien, el partido Libre ganó las elecciones por antivoto. A pesar de tener sus electores fieles, el voto a Xiomara Castro fue parte de un kairos, un buen viento que supo aprovechar. No obstante, los EE. UU. apoyaron su afianzamiento con el castigo instantáneo del expresidente y el involucramiento de otros líderes políticos a través de sus nombramientos en sus cortes. El partido Libre, siguiendo su ortodoxia socialista, se hizo de las estructuras del Estado, tomando ilegítimamente la Junta Directiva del Congreso y eliminando a su competencia interna. Se desplazó al candidato/outsider político más importante, Salvador Nasralla (de un puesto relativamente inútil y con pocas potestades), se eliminó a oposición interna del partido y se llenó el Estado de burocracia del partido. Cuando el proyecto lógico anti-imperialista culminó en la eliminación de la extradición, por vías extrajudiciales, la Embajada, que estuvo adormitada momentáneamente, mordió. Casualmente, se filtró un video de un hermano del expresidente Zelaya, sobrino de la presidente, en una reunión con jefes de redes de narcotráfico.

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El partido en poder se ha rodeado de enemigos, encerrándose en el caparazón estatal. No obstante, como ha enseñado su líder previo, una vez se sale, la Parca está a la espera. A la espera de la ejecución se encuentra el Partido Nacional (PN), las élites económicas y la población no ideologizada que votó en contra del PN en las anteriores elecciones. La amistad que mantuvo a JOH en el poder después de las dudas sobre la veracidad de los resultados de su reelección también fue la relación que apuñaló al César. Hoy, el Tío Sam está dirigiendo las elecciones, aunque el bastón no se ha inclinado hacia alguien en particular. Libre ha sido manchada del mismo pecado de las viejas élites y fueron consagrados como “igual que la mayoría”. Fuera de sus apparatchikis parlanchines, es necesario fijarse qué tanto se ha desviado la opinión pública desde el escándalo. Sin embargo, lo más importante y aquello que no se puede negar, es que EE. UU. tiene sus manos muy metidas en la región: hay que pisotearla.

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