Política
Política
Empresa
Empresa
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial
Videos
Videos

Guatemala: El oro que dejamos bajo la tierra y el mar

.
Dr. Ramiro Bolaños |
31 de marzo, 2025

 En una mañana cualquiera, el tráfico de la Ciudad de Guatemala es un caos silencioso: los carros avanzan a paso de tortuga, las bocinas suenan como un lamento colectivo, y el tiempo se pierde en el aire. Es una metáfora perfecta de nuestra productividad: estamos en movimiento, pero no llegamos a ningún lado. Hace dos semanas hablamos de cómo Guatemala cayó del puesto 24 al 108 en PIB per cápita, de cómo Corea del Sur y Singapur nos dejaron atrás mientras nos aferrábamos a la comodidad del statu quo. Pero, ¿por qué seguimos atrapados? ¿Qué nos impide dar el salto?

Miren la agricultura, el alma de esta tierra. Exportamos café ($1.2 mil millones), bananos ($900 millones), azúcar ($700 millones), palma ($600 millones) y cardamomo ($300 millones), este último como el mayor exportador del mundo, un orgullo que brota de Alta Verapaz (OEC 2022). Es oro verde, pero lo mandamos crudo, barato, como si fuera leña. ¿Y si el cacao se volviera chocolate de alta gama, el cardamomo esencia para perfumes, el azúcar ron o etanol, los bananos harina para el mundo, el café cápsulas para las mañanas del planeta? Una planta de transformación triplicaría el valor por libra —de 1.4 a 4.5 dólares el café, por ejemplo—, pondría comida en la mesa de miles y nos sacaría del hoyo de las commodities. Con drones, riego, automatización inteligente y un poco de ingenio, la PTF (Productividad Multifactorial) subiría y los riesgos del clima se harían más chicos. Nestlé y Givaudan, gigantes de sabores, ya nos miran. ¿Qué esperamos para abrirles la puerta? ¿Y qué pasaría si traemos a la mesa a L’Oréal?

Y no para ahí. Frente a nuestras costas del Pacífico yace un cardumen de atún que los pescadores saben inmenso, un tesoro que inspiró tesis y levantó puertos como Quetzal, pero que dejamos escapar. Camarones ($150 millones) podrían ser pinchos o caviar de tilapia; frutas y legumbres como arándanos y ejotes ($400 millones) podrían ser jugos o congelados para supermercados gringos. Cada pedazo de tierra y mar grita por fábricas, por zonas francas como las de Irlanda (ISR 12.5 %) o Georgia (15 %), que atraen billete mientras nosotros cobramos 25 % y espantamos inversores. Pero el gobierno no empuja. Sin capacidad y un plan de gobierno, ¿cómo apurarse?

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

Guatemala no necesita inventar el camino, solo caminarlo. Imaginemos un país donde el cardamomo perfuma París, el cacao endulza Nueva York, el atún llega a Tokio. Donde los bancos riegan sueños y los patojos programan el futuro.

El dinero está ahí, listo para correr. Si los bancos soltaran crédito como en Panamá (106 % del PIB), si una Bolsa Agroindustrial Guatemalteca ofreciera futuros de café o atún como Brasil con su azúcar, si vendiéramos bonos verdes para fábricas y seguros agrícolas contra tormentas y plagas, los ciclos agrícolas no nos tendrían de rodillas. Pero sin caminos ni puertos, el oro agarra moho. En Alta Verapaz, cuna del cardamomo y la palma, Panzós y sus vecinos ahogan en pobreza al 97 % de su gente. Una carretera de cuatro carriles a Teculután —60 minutos en vez de cuatro horas y media— y un superpuerto uniendo Puerto Barrios y Santo Tomás, a menos de dos horas, abrirían el mundo a esas cosechas. Puerto Quetzal, con $600 millones de Estados Unidos para crecer hasta 2027, podría ser el otro extremo del hilo. No es solo ejecución; es visión.

Pero nada prende sin gente que lo haga andar. SENACYT, con su ínfimo 0.03 % del PIB en I+D (Investigación y desarrollo), es un chiste frente a Costa Rica (0.7 %). Si el gobierno no apuesta por la secundaria, el sector privado o la sociedad civil sí podrían levantar un INTECAP 2.0: un instituto nacional que saque a los patojos de primaria y los haga técnicos en agroindustria, finanzas, inglés y HTML. Por $50 millones al año, tendríamos en cinco años manos y cabezas para fábricas y exportaciones. La PTF (productividad multifactorial) podría trepar a 0.75 en una década.

Esto no es un sueño imposible. La isla de Mauricio hizo ron con caña y pasó a Estados Unidos en PTF (productividad multifactorial). Costa Rica tecnificó su campo y nos dejó atrás. Nosotros tenemos la tierra, el mar, la garra. Las exportaciones de $18 mil millones (17 % del PIB, AGEXPORT 2023) podrían ser $25 mil millones en diez años con fábricas y visión. Pero seguimos lentos, miedosos al cambio. Sin presión global, no hay fuego. Sin fuego, no hay mañana.

Guatemala no necesita inventar el camino, solo caminarlo. Imaginemos un país donde el cardamomo perfuma París, el cacao endulza Nueva York, el atún llega a Tokio. Donde los bancos riegan sueños y los patojos programan el futuro. El oro está bajo la tierra y el mar, en nuestras manos y cabezas. El momento no es mañana. Es ahora.

Guatemala: El oro que dejamos bajo la tierra y el mar

Dr. Ramiro Bolaños |
31 de marzo, 2025
.

 En una mañana cualquiera, el tráfico de la Ciudad de Guatemala es un caos silencioso: los carros avanzan a paso de tortuga, las bocinas suenan como un lamento colectivo, y el tiempo se pierde en el aire. Es una metáfora perfecta de nuestra productividad: estamos en movimiento, pero no llegamos a ningún lado. Hace dos semanas hablamos de cómo Guatemala cayó del puesto 24 al 108 en PIB per cápita, de cómo Corea del Sur y Singapur nos dejaron atrás mientras nos aferrábamos a la comodidad del statu quo. Pero, ¿por qué seguimos atrapados? ¿Qué nos impide dar el salto?

Miren la agricultura, el alma de esta tierra. Exportamos café ($1.2 mil millones), bananos ($900 millones), azúcar ($700 millones), palma ($600 millones) y cardamomo ($300 millones), este último como el mayor exportador del mundo, un orgullo que brota de Alta Verapaz (OEC 2022). Es oro verde, pero lo mandamos crudo, barato, como si fuera leña. ¿Y si el cacao se volviera chocolate de alta gama, el cardamomo esencia para perfumes, el azúcar ron o etanol, los bananos harina para el mundo, el café cápsulas para las mañanas del planeta? Una planta de transformación triplicaría el valor por libra —de 1.4 a 4.5 dólares el café, por ejemplo—, pondría comida en la mesa de miles y nos sacaría del hoyo de las commodities. Con drones, riego, automatización inteligente y un poco de ingenio, la PTF (Productividad Multifactorial) subiría y los riesgos del clima se harían más chicos. Nestlé y Givaudan, gigantes de sabores, ya nos miran. ¿Qué esperamos para abrirles la puerta? ¿Y qué pasaría si traemos a la mesa a L’Oréal?

Y no para ahí. Frente a nuestras costas del Pacífico yace un cardumen de atún que los pescadores saben inmenso, un tesoro que inspiró tesis y levantó puertos como Quetzal, pero que dejamos escapar. Camarones ($150 millones) podrían ser pinchos o caviar de tilapia; frutas y legumbres como arándanos y ejotes ($400 millones) podrían ser jugos o congelados para supermercados gringos. Cada pedazo de tierra y mar grita por fábricas, por zonas francas como las de Irlanda (ISR 12.5 %) o Georgia (15 %), que atraen billete mientras nosotros cobramos 25 % y espantamos inversores. Pero el gobierno no empuja. Sin capacidad y un plan de gobierno, ¿cómo apurarse?

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

Guatemala no necesita inventar el camino, solo caminarlo. Imaginemos un país donde el cardamomo perfuma París, el cacao endulza Nueva York, el atún llega a Tokio. Donde los bancos riegan sueños y los patojos programan el futuro.

El dinero está ahí, listo para correr. Si los bancos soltaran crédito como en Panamá (106 % del PIB), si una Bolsa Agroindustrial Guatemalteca ofreciera futuros de café o atún como Brasil con su azúcar, si vendiéramos bonos verdes para fábricas y seguros agrícolas contra tormentas y plagas, los ciclos agrícolas no nos tendrían de rodillas. Pero sin caminos ni puertos, el oro agarra moho. En Alta Verapaz, cuna del cardamomo y la palma, Panzós y sus vecinos ahogan en pobreza al 97 % de su gente. Una carretera de cuatro carriles a Teculután —60 minutos en vez de cuatro horas y media— y un superpuerto uniendo Puerto Barrios y Santo Tomás, a menos de dos horas, abrirían el mundo a esas cosechas. Puerto Quetzal, con $600 millones de Estados Unidos para crecer hasta 2027, podría ser el otro extremo del hilo. No es solo ejecución; es visión.

Pero nada prende sin gente que lo haga andar. SENACYT, con su ínfimo 0.03 % del PIB en I+D (Investigación y desarrollo), es un chiste frente a Costa Rica (0.7 %). Si el gobierno no apuesta por la secundaria, el sector privado o la sociedad civil sí podrían levantar un INTECAP 2.0: un instituto nacional que saque a los patojos de primaria y los haga técnicos en agroindustria, finanzas, inglés y HTML. Por $50 millones al año, tendríamos en cinco años manos y cabezas para fábricas y exportaciones. La PTF (productividad multifactorial) podría trepar a 0.75 en una década.

Esto no es un sueño imposible. La isla de Mauricio hizo ron con caña y pasó a Estados Unidos en PTF (productividad multifactorial). Costa Rica tecnificó su campo y nos dejó atrás. Nosotros tenemos la tierra, el mar, la garra. Las exportaciones de $18 mil millones (17 % del PIB, AGEXPORT 2023) podrían ser $25 mil millones en diez años con fábricas y visión. Pero seguimos lentos, miedosos al cambio. Sin presión global, no hay fuego. Sin fuego, no hay mañana.

Guatemala no necesita inventar el camino, solo caminarlo. Imaginemos un país donde el cardamomo perfuma París, el cacao endulza Nueva York, el atún llega a Tokio. Donde los bancos riegan sueños y los patojos programan el futuro. El oro está bajo la tierra y el mar, en nuestras manos y cabezas. El momento no es mañana. Es ahora.

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?