La fuga de veinte reos de la MARA 18 en el centro de detención Fraijanes II no es un hecho aislado ni un simple descuido carcelario. Es, en realidad, el mejor ejemplo de la fragilidad institucional en Guatemala y de la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad y el control dentro de su propio sistema penitenciario. Que veinte pandilleros de alta peligrosidad logren escapar desde hace meses y que hasta hoy se dieron cuenta, es un síntoma de algo mucho más profundo, es el colapso de la confianza ciudadana en las instituciones encargadas de impartir justicia y mantener el orden.
El Sistema Penitenciario confirmó que los fugados son miembros de la MARA 18, señalados por delitos como extorsión, asesinato y trata de personas. No se trataba de reos comunes, sino de perfiles de alta peligrosidad. La información apunta a que la fuga fue planificada y ejecutada desde hace meses con apoyo interno y externo. Algunos habrían salido de uno en uno, otros disfrazados de policías y aprovechando los vacíos de control logró salir hasta el que no tenía una pierna.
Estos indicios plantean una pregunta incómoda: ¿Quién colaboró desde adentro? Las fugas de este tipo no ocurren sin complicidad institucional. Si los custodios, guardias o incluso mandos administrativos miraron hacia otro lado, sea por corrupción, intimidación o negligencia, el problema es mucho más GRAVE que un operativo mal ejecutado.
La crisis carcelaria no es nueva; el hacinamiento, la corrupción, el control que ejercen las pandillas desde adentro y la falta de inversión tecnológica han convertido las prisiones en verdaderos centros de operación criminal. El impacto social de este escape no puede subestimarse. Para los guatemaltecos, el mensaje es claro: si veinte pandilleros logran burlar al sistema, ¿qué esperanza queda de protección frente a la violencia cotidiana? La confianza en la seguridad pública se erosiona con cada noticia de impunidad.
La fuga es también un golpe a la credibilidad del gobierno. La administración de Bernardo Arévalo prometió fortalecer el Estado de derecho y combatir la corrupción, pero hechos como este ponen en duda la capacidad de respuesta institucional. El Congreso reaccionó con críticas duras, y el tema inevitablemente se convierte en bandera política para la “ganancia de pescadores”.
La fuga de Fraijanes II debe ser entendida como una llamada de alerta. Si el Estado no es capaz de custodiar a veinte reos. Si no hay castigo ejemplar ni reformas inmediatas, este episodio pasará a engrosar la larga lista de escándalos que indignan un par de semanas y luego se olvidan.
Fugas anteriores en Guatemala:
- Fraijanes II (2020): Varios internos aprovechando un descuido en los controles, aunque el número fue mucho menor que el actual.
- Pavón (2015 y 2016): El penal más grande del país registró varios intentos de fuga y motines que dejaron muertos y heridos. En 2015 se habló de túneles que estaban en construcción.
- El Boquerón (2016): En Chiquimula, se escaparon más de una docena de reos tras violentar puertas y candados durante un disturbio.
- Gaviotas (2017): Decenas de adolescentes privados de libertad escaparon durante un motín, lo que puso en evidencia las condiciones precarias en centros de menores.
- El Infiernito (2001): Quizá uno de los casos más recordados, cuando un grupo numeroso de reos logró escapar, generando una crisis de seguridad nacional.
Lo sucedido ahora en Fraijanes II destaca porque los fugados pertenecen a estructuras de pandillas de alto impacto (MARA 18), lo que agrava los riesgos para la seguridad ciudadana. El Estado parece ausente y que perdió el control hasta de sus propias rejas.
Fuga en Fraijanes II: un golpe a la seguridad y a la credibilidad del Estado
La fuga de veinte reos de la MARA 18 en el centro de detención Fraijanes II no es un hecho aislado ni un simple descuido carcelario. Es, en realidad, el mejor ejemplo de la fragilidad institucional en Guatemala y de la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad y el control dentro de su propio sistema penitenciario. Que veinte pandilleros de alta peligrosidad logren escapar desde hace meses y que hasta hoy se dieron cuenta, es un síntoma de algo mucho más profundo, es el colapso de la confianza ciudadana en las instituciones encargadas de impartir justicia y mantener el orden.
El Sistema Penitenciario confirmó que los fugados son miembros de la MARA 18, señalados por delitos como extorsión, asesinato y trata de personas. No se trataba de reos comunes, sino de perfiles de alta peligrosidad. La información apunta a que la fuga fue planificada y ejecutada desde hace meses con apoyo interno y externo. Algunos habrían salido de uno en uno, otros disfrazados de policías y aprovechando los vacíos de control logró salir hasta el que no tenía una pierna.
Estos indicios plantean una pregunta incómoda: ¿Quién colaboró desde adentro? Las fugas de este tipo no ocurren sin complicidad institucional. Si los custodios, guardias o incluso mandos administrativos miraron hacia otro lado, sea por corrupción, intimidación o negligencia, el problema es mucho más GRAVE que un operativo mal ejecutado.
La crisis carcelaria no es nueva; el hacinamiento, la corrupción, el control que ejercen las pandillas desde adentro y la falta de inversión tecnológica han convertido las prisiones en verdaderos centros de operación criminal. El impacto social de este escape no puede subestimarse. Para los guatemaltecos, el mensaje es claro: si veinte pandilleros logran burlar al sistema, ¿qué esperanza queda de protección frente a la violencia cotidiana? La confianza en la seguridad pública se erosiona con cada noticia de impunidad.
La fuga es también un golpe a la credibilidad del gobierno. La administración de Bernardo Arévalo prometió fortalecer el Estado de derecho y combatir la corrupción, pero hechos como este ponen en duda la capacidad de respuesta institucional. El Congreso reaccionó con críticas duras, y el tema inevitablemente se convierte en bandera política para la “ganancia de pescadores”.
La fuga de Fraijanes II debe ser entendida como una llamada de alerta. Si el Estado no es capaz de custodiar a veinte reos. Si no hay castigo ejemplar ni reformas inmediatas, este episodio pasará a engrosar la larga lista de escándalos que indignan un par de semanas y luego se olvidan.
Fugas anteriores en Guatemala:
- Fraijanes II (2020): Varios internos aprovechando un descuido en los controles, aunque el número fue mucho menor que el actual.
- Pavón (2015 y 2016): El penal más grande del país registró varios intentos de fuga y motines que dejaron muertos y heridos. En 2015 se habló de túneles que estaban en construcción.
- El Boquerón (2016): En Chiquimula, se escaparon más de una docena de reos tras violentar puertas y candados durante un disturbio.
- Gaviotas (2017): Decenas de adolescentes privados de libertad escaparon durante un motín, lo que puso en evidencia las condiciones precarias en centros de menores.
- El Infiernito (2001): Quizá uno de los casos más recordados, cuando un grupo numeroso de reos logró escapar, generando una crisis de seguridad nacional.
Lo sucedido ahora en Fraijanes II destaca porque los fugados pertenecen a estructuras de pandillas de alto impacto (MARA 18), lo que agrava los riesgos para la seguridad ciudadana. El Estado parece ausente y que perdió el control hasta de sus propias rejas.