Política
Política
Empresa
Empresa
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial
Videos
Videos

Francisco 

Foto por José Cabezas / AFP
Enrique Búcaro Batres |
28 de abril, 2025

Hace algunos días, el mundo perdió a un gran hombre, Francisco. Así a secas, porque Papas hemos tenido muchos y tendremos muchos más, pero Francisco, él, solo uno. 

Francisco, tenía una fuerza enorme, a tal grado que en pocos años hizo cambios positivos a la iglesia católica y al mundo. No obstante, es interesante que la fuerza de Francisco no residía en ejércitos, riquezas, ostentaciones o en que, como diría de sí mismo Trump hace algunos días, líderes mundiales le llegaran a besar el trasero.  

Yo mismo, estimado lector, fui testigo de su inmensa fuerza y de cómo la utilizaba. Tuve el agrado de participar en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Panamá en el año 2019. Fue una jornada “pequeña”, llegando a estar con Francisco (solo) alrededor de un millón y medio de personas. 

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

En la última noche de la jornada, se celebró una vigilia con Francisco y en determinado momento pidió silencio, para orar, para vivir la unión con Dios y un millón y medio de personas callamos totalmente. Por varios minutos, usando su fuerza, Francisco hizo callar totalmente a un millón y medio de personas. Se escuchaba el viento, las banderas de todas las naciones que estábamos representando, las aves, pero ni un ápice de bulla, de ruido, de sonido proveniente de humanos. 

Ojalá que cuando la emoción pase y se nos borre el recuerdo vivo de Francisco, nos demos siempre cuenta de que quien lo forjó continúa, como siempre, a nuestro lado, ofreciéndonos lo mismo que dio a Jorge Mario Bergoglio y luego a nuestro queridísimo Papa Francisco.  

Allí entendí la fuerza de Francisco, la fuerza de ese hombre, de esa persona que no fue nunca nada más que un hombre. Allí, en medio del silencio, entendí que Dios estaba y siempre estuvo con él; que Francisco era el resultado de la forja de Dios; que ese era el poder y la fuerza que da una vida compleja, complicada, como toda vida humana, cuya diferencia fundamental era que la fragua y el martillo que forjaron a Francisco era (y es) Dios. 

En una entrevista que escuché hace muchos años, le preguntaron qué era lo que más quería que la gente viera de él; y su respuesta fue que lo que más quisiera es que no lo viéramos a él, sino a aquel a quien él sigue, es decir, a Cristo. Ahora que Francisco ha muerto, nuevamente se puso de moda verlo y él, su esencia, ya no está; se fue, pero no puedo dejar de reflexionar sobre esa entrevista. 

Ojalá y que podamos, nosotros, los que aún estamos en este mundo, ver más allá de Su Santidad el Papa Francisco y veamos a Cristo, pero no solo para admirarlo, sino para imitarlo, para amarlo y ser Cristo mismo. A mí eso me cuesta y mucho. 

Estas palabras son un diminuto, pero sincero tributo a Francisco, más que al Papa, a la persona. Ojalá que cuando la emoción pase y se nos borre el recuerdo vivo de Francisco, nos demos siempre cuenta de que quien lo forjó continúa, como siempre, a nuestro lado, ofreciéndonos lo mismo que dio a Jorge Mario Bergoglio y luego a nuestro queridísimo Papa Francisco.  

Foto por José Cabezas / AFP

Hace algunos días, el mundo perdió a un gran hombre, Francisco. Así a secas, porque Papas hemos tenido muchos y tendremos muchos más, pero Francisco, él, solo uno. 

Francisco, tenía una fuerza enorme, a tal grado que en pocos años hizo cambios positivos a la iglesia católica y al mundo. No obstante, es interesante que la fuerza de Francisco no residía en ejércitos, riquezas, ostentaciones o en que, como diría de sí mismo Trump hace algunos días, líderes mundiales le llegaran a besar el trasero.  

Yo mismo, estimado lector, fui testigo de su inmensa fuerza y de cómo la utilizaba. Tuve el agrado de participar en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Panamá en el año 2019. Fue una jornada “pequeña”, llegando a estar con Francisco (solo) alrededor de un millón y medio de personas. 

SUSCRÍBASE A NUESTRO NEWSLETTER

En la última noche de la jornada, se celebró una vigilia con Francisco y en determinado momento pidió silencio, para orar, para vivir la unión con Dios y un millón y medio de personas callamos totalmente. Por varios minutos, usando su fuerza, Francisco hizo callar totalmente a un millón y medio de personas. Se escuchaba el viento, las banderas de todas las naciones que estábamos representando, las aves, pero ni un ápice de bulla, de ruido, de sonido proveniente de humanos. 

Ojalá que cuando la emoción pase y se nos borre el recuerdo vivo de Francisco, nos demos siempre cuenta de que quien lo forjó continúa, como siempre, a nuestro lado, ofreciéndonos lo mismo que dio a Jorge Mario Bergoglio y luego a nuestro queridísimo Papa Francisco.  

Allí entendí la fuerza de Francisco, la fuerza de ese hombre, de esa persona que no fue nunca nada más que un hombre. Allí, en medio del silencio, entendí que Dios estaba y siempre estuvo con él; que Francisco era el resultado de la forja de Dios; que ese era el poder y la fuerza que da una vida compleja, complicada, como toda vida humana, cuya diferencia fundamental era que la fragua y el martillo que forjaron a Francisco era (y es) Dios. 

En una entrevista que escuché hace muchos años, le preguntaron qué era lo que más quería que la gente viera de él; y su respuesta fue que lo que más quisiera es que no lo viéramos a él, sino a aquel a quien él sigue, es decir, a Cristo. Ahora que Francisco ha muerto, nuevamente se puso de moda verlo y él, su esencia, ya no está; se fue, pero no puedo dejar de reflexionar sobre esa entrevista. 

Ojalá y que podamos, nosotros, los que aún estamos en este mundo, ver más allá de Su Santidad el Papa Francisco y veamos a Cristo, pero no solo para admirarlo, sino para imitarlo, para amarlo y ser Cristo mismo. A mí eso me cuesta y mucho. 

Estas palabras son un diminuto, pero sincero tributo a Francisco, más que al Papa, a la persona. Ojalá que cuando la emoción pase y se nos borre el recuerdo vivo de Francisco, nos demos siempre cuenta de que quien lo forjó continúa, como siempre, a nuestro lado, ofreciéndonos lo mismo que dio a Jorge Mario Bergoglio y luego a nuestro queridísimo Papa Francisco.  

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?