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Formar para gestionar la tecnología, sin dársela. Parte II

.
Karly de Rodríguez |
05 de febrero, 2025

Uno de los grandes desafíos que tenemos los padres es gestionar, con amor, pero también con valentía, audacia y autoridad, desde nuestros valores, y no desde los valores que plantea el posmodernismo y, en consecuencia, el globalismo. 

No entregamos un smartphone porque deseamos localizar a un hijo; eso podríamos hacerlo sin un teléfono inteligente. 

No dejamos que un hijo use una pantalla como medio de entretenerse (aunque parezca inocente el contenido), tenga servicio de datos ilimitado; que no tenga instalada una aplicación de control parental; que la tenga en la habitación; que haya cambiado, quizá sin percatarnos, de actividades educativas y formativas, dentro de casa o al aire libre, por horas enganchado a actividad online, porque es lo que toca o porque no podemos tenerlos en una burbuja; no, lo hemos hecho, quizá, sin saber los daños, pero muchas veces porque nos ha faltado autoridad. No confundamos educar sin normas ni límites con educar para la libertad; son conceptos radicalmente diferentes. 

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También las instituciones educativas han hecho un flaco favor al digitalizar la academia. Algunos países están corrigiendo el rumbo y desdigitalizándola. Suecia, por ejemplo, ha retirado las pantallas de los centros escolares y ha vuelto a los libros físicos, reemplazando tabletas y computadoras. 

El tema también es el ejemplo. Hijos empantallados, muchas veces tienen padres empantallados. Necesitan criterios y los padres de familia somos los primerísimos educadores en este tema también.

¿Qué hacemos? Los invito a considerar cuando estamos con un hijo en la cocina, y acerca su mano a la hornilla encendida, rápidamente intervenimos: “¡Cuidado!”, y le recordamos lo que previamente le hemos explicado. ¿Por qué no hacemos lo mismo con un celular? Quizá desconocemos el mal que suponen. ¡Debemos conocerlo! Hoy es sumamente fácil comprender el daño afectivo-emocional y psicológico; en consecuencia, el riesgo para su salud mental; el daño a sus procesos de aprendizaje, a un saludable desarrollo, a su salud física, etc. Es muy fácil. 

No se educa para una libertad comprendida como la capacidad de hacer cualquier cosa, sino como la autodeterminación hacia el bien y la responsabilidad.

“Cuánto más tarde el móvil, mejor”, afirma la psicóloga Isabel Rojas Estapé, pero, ¿tarde tipo 10 o 12?,"… no, no, no...", responde, "… Estoy hablando de tarde, tipo 14, 15, 16, 17", completó.

Debo educarlos para la ciudadanía digital; por eso, sí, hay que forjar el carácter para prepararlos para gestionar la tecnología a una edad prudente. No se trata de hacerlo cuando quiero responder a la demanda infantil, sino cuando ese hijo es capaz, cara a su neuropsicodesarrollo.

Es posible, y lo mejor, postergar la entrega del celular, comprendiendo, padres e hijos, las razones y cómo defenderlas.

Es posible, y lo mejor, nunca entregar un celular sin un compromiso con una normativa, nunca. Para ello hará falta establecer criterios, normas y reglas claras.

Es posible, y lo mejor, acompañar y supervisar la actividad online de nuestros hijos, para educarlos paraun uso responsable de la tecnología.

Es posible, y lo mejor, utilizar controles parentales, y filtros. 

Es posible, y lo mejor, tener zonas libres: no celulares en la habitación, comedor, cocina, ni en actividades familiares. 

Si no has hecho un empeño intencionado en forjar el carácter de tus hijos, y su sentido crítico, y no los has formado para comprender, y combatir, si es el caso, las implicaciones de la huella digital, packs, sexting, pornografía, grooming, ciberbullying; la exclusiva valoración al talento de un artista, y no a sus criterios, si todavía no han conversado profundamente de estos temas, no es momento de entregarle un celular.

Porque los queremos libres y no se educa para una libertad comprendida como la capacidad de hacer cualquier cosa, sino como la autodeterminación hacia el bien y la responsabilidad.

Formar para gestionar la tecnología, sin dársela. Parte II

Karly de Rodríguez |
05 de febrero, 2025
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Uno de los grandes desafíos que tenemos los padres es gestionar, con amor, pero también con valentía, audacia y autoridad, desde nuestros valores, y no desde los valores que plantea el posmodernismo y, en consecuencia, el globalismo. 

No entregamos un smartphone porque deseamos localizar a un hijo; eso podríamos hacerlo sin un teléfono inteligente. 

No dejamos que un hijo use una pantalla como medio de entretenerse (aunque parezca inocente el contenido), tenga servicio de datos ilimitado; que no tenga instalada una aplicación de control parental; que la tenga en la habitación; que haya cambiado, quizá sin percatarnos, de actividades educativas y formativas, dentro de casa o al aire libre, por horas enganchado a actividad online, porque es lo que toca o porque no podemos tenerlos en una burbuja; no, lo hemos hecho, quizá, sin saber los daños, pero muchas veces porque nos ha faltado autoridad. No confundamos educar sin normas ni límites con educar para la libertad; son conceptos radicalmente diferentes. 

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También las instituciones educativas han hecho un flaco favor al digitalizar la academia. Algunos países están corrigiendo el rumbo y desdigitalizándola. Suecia, por ejemplo, ha retirado las pantallas de los centros escolares y ha vuelto a los libros físicos, reemplazando tabletas y computadoras. 

El tema también es el ejemplo. Hijos empantallados, muchas veces tienen padres empantallados. Necesitan criterios y los padres de familia somos los primerísimos educadores en este tema también.

¿Qué hacemos? Los invito a considerar cuando estamos con un hijo en la cocina, y acerca su mano a la hornilla encendida, rápidamente intervenimos: “¡Cuidado!”, y le recordamos lo que previamente le hemos explicado. ¿Por qué no hacemos lo mismo con un celular? Quizá desconocemos el mal que suponen. ¡Debemos conocerlo! Hoy es sumamente fácil comprender el daño afectivo-emocional y psicológico; en consecuencia, el riesgo para su salud mental; el daño a sus procesos de aprendizaje, a un saludable desarrollo, a su salud física, etc. Es muy fácil. 

No se educa para una libertad comprendida como la capacidad de hacer cualquier cosa, sino como la autodeterminación hacia el bien y la responsabilidad.

“Cuánto más tarde el móvil, mejor”, afirma la psicóloga Isabel Rojas Estapé, pero, ¿tarde tipo 10 o 12?,"… no, no, no...", responde, "… Estoy hablando de tarde, tipo 14, 15, 16, 17", completó.

Debo educarlos para la ciudadanía digital; por eso, sí, hay que forjar el carácter para prepararlos para gestionar la tecnología a una edad prudente. No se trata de hacerlo cuando quiero responder a la demanda infantil, sino cuando ese hijo es capaz, cara a su neuropsicodesarrollo.

Es posible, y lo mejor, postergar la entrega del celular, comprendiendo, padres e hijos, las razones y cómo defenderlas.

Es posible, y lo mejor, nunca entregar un celular sin un compromiso con una normativa, nunca. Para ello hará falta establecer criterios, normas y reglas claras.

Es posible, y lo mejor, acompañar y supervisar la actividad online de nuestros hijos, para educarlos paraun uso responsable de la tecnología.

Es posible, y lo mejor, utilizar controles parentales, y filtros. 

Es posible, y lo mejor, tener zonas libres: no celulares en la habitación, comedor, cocina, ni en actividades familiares. 

Si no has hecho un empeño intencionado en forjar el carácter de tus hijos, y su sentido crítico, y no los has formado para comprender, y combatir, si es el caso, las implicaciones de la huella digital, packs, sexting, pornografía, grooming, ciberbullying; la exclusiva valoración al talento de un artista, y no a sus criterios, si todavía no han conversado profundamente de estos temas, no es momento de entregarle un celular.

Porque los queremos libres y no se educa para una libertad comprendida como la capacidad de hacer cualquier cosa, sino como la autodeterminación hacia el bien y la responsabilidad.

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