El panorama político ha incluido en su agenda un cambio social y cultural en nuestro país. Este cambio ha pasado desapercibido para muchos; sin embargo, Guatemala se encuentra en una encrucijada histórica. Grupos sectarios han empujado agendas que amenazan con desmantelar las bases mismas de nuestra sociedad, de nuestras tradiciones y de nuestra propia identidad. En el centro de esta batalla se encuentran tres principios esenciales que han definido a nuestro país desde su origen: la fe, la familia y la libertad. Estos valores no son meras abstracciones doctrinarias, sino el cimiento de nuestra identidad y el fundamento sobre el cual debemos construir el futuro de Guatemala.
Estos pilares son el objetivo político de ciertos grupos de interés. La fe, farol moral de nuestra sociedad, enfrenta hoy una embestida de ideologías que buscan relegarla al ámbito privado y desacreditarla como guía activa dentro de la sociedad. Valores fundamentales, como el respeto a la vida y la dignidad humana, están siendo sacrificados en nombre de una nueva visión del mundo que prioriza el relativismo y una falsa superioridad moral sobre los verdaderos valores morales de nuestras creencias religiosas.
La familia, pilar insustituible de nuestra sociedad, también está en la mira. Históricamente, la familia guatemalteca ha sido el núcleo de estabilidad, identidad y fortaleza ante las adversidades. Sin embargo, ideologías radicales intentan redefinir este concepto, distorsionando el objeto mismo de las instituciones y debilitando la autoridad de los padres con respecto a la educación de sus hijos. La reciente insistencia en imponer una educación sexual mal llamada “integral”, sin la participación de los padres de familia, no busca educar, sino adoctrinar. Pretende despojar a los padres de su derecho fundamental a formar y proteger a sus hijos. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras se erosiona el valor más esencial de nuestra sociedad.
La libertad, esencia misma de la república, está siendo peligrosamente socavada en todas sus expresiones. La persecución política se ha convertido en un instrumento para silenciar voces disidentes, como un péndulo que actúa de forma temporal y a conveniencia en contra de opositores políticos, críticos del gobierno y líderes de la sociedad civil que se atreven a cuestionar las decisiones o directrices de los gobernantes de turno y que amenazan el derecho a la libertad.
La lucha no será fácil. Encontraremos resistencia de quienes nos acusen de ser extremistas, retrógrados o intolerantes, pero la historia ha demostrado que las sociedades que se mantienen firmes en sus valores son las que tienen mejores posibilidades de progreso.
Los cuestionamientos hacia los funcionarios públicos y la rendición de cuentas deben de ser la regla y no la excepción. Las instituciones judiciales deben ser rectores de una justicia objetiva y garantes de los derechos humanos como la vida y la libertad. Jamás deben ser utilizadas como armas de represión o revanchismo político. Cuando la libertad es vulnerada, la democracia misma tambalea. Es nuestra obligación como ciudadanos la permanente vigilancia de la libertad.
Los conservadores en Guatemala tenemos una responsabilidad histórica. No podemos permitir que nuestra fe sea silenciada, que nuestras familias sean despojadas de su esencia y tradiciones o que nuestra libertad sea mermada en lo absoluto. Este es un llamado a la acción para todos los guatemaltecos que valoramos la verdad y nos negamos a ser arrastrados por la corriente del relativismo. Debemos alzar la voz, organizarnos y responder con firmeza ante cualquier amenaza por sutil o irrelevante que parezca.
La lucha no será fácil. Encontraremos resistencia de quienes nos acusen de ser extremistas, retrógrados o intolerantes, pero la historia ha demostrado que las sociedades que se mantienen firmes en sus valores son las que tienen mejores posibilidades de progreso. El futuro de Guatemala depende de nuestra convicción y nuestra valentía.
Hoy, más que nunca, reafirmemos nuestro compromiso con la fe, la familia y la libertad. No solo con palabras, sino con acciones concretas. Protejamos estos principios con la misma determinación que mostraron nuestros antepasados al forjar esta nación. El camino por delante puede parecer incierto, pero nuestros valores siempre nos darán la guía que necesitamos. Juntos, aseguraremos que Guatemala siga siendo una tierra de esperanza y oportunidades para las próximas generaciones, es el momento para los guatemaltecos de empezar a visualizar un futuro común.
Guatemala lo vale, nuestro futuro depende de ello.
Fe, familia y libertad: los pilares del futuro de Guatemala
El panorama político ha incluido en su agenda un cambio social y cultural en nuestro país. Este cambio ha pasado desapercibido para muchos; sin embargo, Guatemala se encuentra en una encrucijada histórica. Grupos sectarios han empujado agendas que amenazan con desmantelar las bases mismas de nuestra sociedad, de nuestras tradiciones y de nuestra propia identidad. En el centro de esta batalla se encuentran tres principios esenciales que han definido a nuestro país desde su origen: la fe, la familia y la libertad. Estos valores no son meras abstracciones doctrinarias, sino el cimiento de nuestra identidad y el fundamento sobre el cual debemos construir el futuro de Guatemala.
Estos pilares son el objetivo político de ciertos grupos de interés. La fe, farol moral de nuestra sociedad, enfrenta hoy una embestida de ideologías que buscan relegarla al ámbito privado y desacreditarla como guía activa dentro de la sociedad. Valores fundamentales, como el respeto a la vida y la dignidad humana, están siendo sacrificados en nombre de una nueva visión del mundo que prioriza el relativismo y una falsa superioridad moral sobre los verdaderos valores morales de nuestras creencias religiosas.
La familia, pilar insustituible de nuestra sociedad, también está en la mira. Históricamente, la familia guatemalteca ha sido el núcleo de estabilidad, identidad y fortaleza ante las adversidades. Sin embargo, ideologías radicales intentan redefinir este concepto, distorsionando el objeto mismo de las instituciones y debilitando la autoridad de los padres con respecto a la educación de sus hijos. La reciente insistencia en imponer una educación sexual mal llamada “integral”, sin la participación de los padres de familia, no busca educar, sino adoctrinar. Pretende despojar a los padres de su derecho fundamental a formar y proteger a sus hijos. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras se erosiona el valor más esencial de nuestra sociedad.
La libertad, esencia misma de la república, está siendo peligrosamente socavada en todas sus expresiones. La persecución política se ha convertido en un instrumento para silenciar voces disidentes, como un péndulo que actúa de forma temporal y a conveniencia en contra de opositores políticos, críticos del gobierno y líderes de la sociedad civil que se atreven a cuestionar las decisiones o directrices de los gobernantes de turno y que amenazan el derecho a la libertad.
La lucha no será fácil. Encontraremos resistencia de quienes nos acusen de ser extremistas, retrógrados o intolerantes, pero la historia ha demostrado que las sociedades que se mantienen firmes en sus valores son las que tienen mejores posibilidades de progreso.
Los cuestionamientos hacia los funcionarios públicos y la rendición de cuentas deben de ser la regla y no la excepción. Las instituciones judiciales deben ser rectores de una justicia objetiva y garantes de los derechos humanos como la vida y la libertad. Jamás deben ser utilizadas como armas de represión o revanchismo político. Cuando la libertad es vulnerada, la democracia misma tambalea. Es nuestra obligación como ciudadanos la permanente vigilancia de la libertad.
Los conservadores en Guatemala tenemos una responsabilidad histórica. No podemos permitir que nuestra fe sea silenciada, que nuestras familias sean despojadas de su esencia y tradiciones o que nuestra libertad sea mermada en lo absoluto. Este es un llamado a la acción para todos los guatemaltecos que valoramos la verdad y nos negamos a ser arrastrados por la corriente del relativismo. Debemos alzar la voz, organizarnos y responder con firmeza ante cualquier amenaza por sutil o irrelevante que parezca.
La lucha no será fácil. Encontraremos resistencia de quienes nos acusen de ser extremistas, retrógrados o intolerantes, pero la historia ha demostrado que las sociedades que se mantienen firmes en sus valores son las que tienen mejores posibilidades de progreso. El futuro de Guatemala depende de nuestra convicción y nuestra valentía.
Hoy, más que nunca, reafirmemos nuestro compromiso con la fe, la familia y la libertad. No solo con palabras, sino con acciones concretas. Protejamos estos principios con la misma determinación que mostraron nuestros antepasados al forjar esta nación. El camino por delante puede parecer incierto, pero nuestros valores siempre nos darán la guía que necesitamos. Juntos, aseguraremos que Guatemala siga siendo una tierra de esperanza y oportunidades para las próximas generaciones, es el momento para los guatemaltecos de empezar a visualizar un futuro común.
Guatemala lo vale, nuestro futuro depende de ello.