Eventos míticos: 15 de septiembre
El mito de origen de Latinoamérica se funda en la sacralización de un evento que llamamos independencia.
Los mitos se consideran historias del pasado. Se cree que las culturas antiguas tenían mitos para explicar lo inexplicable. Los mitos son como cuentos de hadas que no dicen nada del mundo de donde provienen, únicamente alguna moraleja aquí u otra allá. Sin embargo, los mitos no son una fábula de Edipo, con una enseñanza al fondo de su contenido, sino que son narrativas que marcan fundamentalmente la cosmovisión de las comunidades. Los mitos determinan el origen y los horizontes del entendimiento sobre eventos políticos o históricos; es decir, los mitos son como una paleta de colores que determinan cómo vemos la película frente a nosotros.
Latinoamérica tiene un mito común. La independencia de España marca el inicio de la historia de Latinoamérica en un nuevo espacio, reconsagrado a través de la sangre revolucionaria, con hombres heróicos, que da espacio a una nueva historia y a la apertura de la historia para el criollo. La condición mítica del origen se da en tanto es impensable su crítica: ¿quién puede estar en contra de los próceres y los grandes hombres que nos han “liberado?” Y, a pesar de la belleza del mito, pues leer sobre Bolívar o el Sabio Valle es mágico, este mito, aunque trate de originar la concepción actual de Latinoamérica, falla severamente.
El mito de origen de Latinoamérica se funda en la sacralización de un evento que llamamos independencia, a pesar de que a nosotros nos parece evidente el camino que se tomó para la fundación de los Estados-nación latinoamericanos. Sin embargo, el mito originario de Latinoamérica, absurdamente, no se origina en el momento del evento, pero su sacralización se da con la creación de los Estados liberales. Se creó una narrativa de identidad alrededor de estos héroes, mejor conocidos como próceres, y el Estado los hizo ver como amigos, con un proyecto único. La realidad es que los “próceres” tenían proyectos de Estado distintos y objetivos diversos para una nación recién creada.
Latinoamérica nació antes, pero los liberales se apoderaron del discurso. No hubo plan original, sino la victoria de uno que pudo crear una narrativa a través del Estado moderno. No soy apátrida por elección. Mi patria nunca nació.
Como se afirmó antes, el mito originario nos provee el origen y horizontes de nuestro entendimiento sobre el mundo y sus conflictos. Las repúblicas se llaman bolivarianas y han perdido su élan vitale hacia la libertad. La hermandad centroamericana como la concibió Morazán no existe, pero estamos rodeados de estos símbolos constantemente. ¿Acaso hay que restituir y reivindicar los ideales de los “próceres”? ¿Hay que reestablecer el plan original?
Yo afirmo algunas cosas. Morazán no es ningún prócer mío, sino que un destructor de los lazos orgánicos de la comunidad y verdugo de la Iglesia, junto a su séquito de liberales ilustrados. No me han liberado de la opresión tiránica español. Latinoamérica nació antes, pero los liberales se apoderaron del discurso. No hubo plan original, sino la victoria de uno que pudo crear una narrativa a través del Estado moderno. No soy apátrida por elección. Mi patria nunca nació.
Eventos míticos: 15 de septiembre
El mito de origen de Latinoamérica se funda en la sacralización de un evento que llamamos independencia.
Los mitos se consideran historias del pasado. Se cree que las culturas antiguas tenían mitos para explicar lo inexplicable. Los mitos son como cuentos de hadas que no dicen nada del mundo de donde provienen, únicamente alguna moraleja aquí u otra allá. Sin embargo, los mitos no son una fábula de Edipo, con una enseñanza al fondo de su contenido, sino que son narrativas que marcan fundamentalmente la cosmovisión de las comunidades. Los mitos determinan el origen y los horizontes del entendimiento sobre eventos políticos o históricos; es decir, los mitos son como una paleta de colores que determinan cómo vemos la película frente a nosotros.
Latinoamérica tiene un mito común. La independencia de España marca el inicio de la historia de Latinoamérica en un nuevo espacio, reconsagrado a través de la sangre revolucionaria, con hombres heróicos, que da espacio a una nueva historia y a la apertura de la historia para el criollo. La condición mítica del origen se da en tanto es impensable su crítica: ¿quién puede estar en contra de los próceres y los grandes hombres que nos han “liberado?” Y, a pesar de la belleza del mito, pues leer sobre Bolívar o el Sabio Valle es mágico, este mito, aunque trate de originar la concepción actual de Latinoamérica, falla severamente.
El mito de origen de Latinoamérica se funda en la sacralización de un evento que llamamos independencia, a pesar de que a nosotros nos parece evidente el camino que se tomó para la fundación de los Estados-nación latinoamericanos. Sin embargo, el mito originario de Latinoamérica, absurdamente, no se origina en el momento del evento, pero su sacralización se da con la creación de los Estados liberales. Se creó una narrativa de identidad alrededor de estos héroes, mejor conocidos como próceres, y el Estado los hizo ver como amigos, con un proyecto único. La realidad es que los “próceres” tenían proyectos de Estado distintos y objetivos diversos para una nación recién creada.
Latinoamérica nació antes, pero los liberales se apoderaron del discurso. No hubo plan original, sino la victoria de uno que pudo crear una narrativa a través del Estado moderno. No soy apátrida por elección. Mi patria nunca nació.
Como se afirmó antes, el mito originario nos provee el origen y horizontes de nuestro entendimiento sobre el mundo y sus conflictos. Las repúblicas se llaman bolivarianas y han perdido su élan vitale hacia la libertad. La hermandad centroamericana como la concibió Morazán no existe, pero estamos rodeados de estos símbolos constantemente. ¿Acaso hay que restituir y reivindicar los ideales de los “próceres”? ¿Hay que reestablecer el plan original?
Yo afirmo algunas cosas. Morazán no es ningún prócer mío, sino que un destructor de los lazos orgánicos de la comunidad y verdugo de la Iglesia, junto a su séquito de liberales ilustrados. No me han liberado de la opresión tiránica español. Latinoamérica nació antes, pero los liberales se apoderaron del discurso. No hubo plan original, sino la victoria de uno que pudo crear una narrativa a través del Estado moderno. No soy apátrida por elección. Mi patria nunca nació.