¿Estamos preparados para el desafío Trump 2.0? Guatemala en la mira del nuevo orden mundial
Mientras Donald Trump y su círculo cercano participan en un solemne servicio de acción de gracias en la iglesia episcopal St. John, frente a la plaza Lafayette en Washington, Guatemala observa desde la distancia, enfrentando preguntas difíciles sobre su futuro. ¿Qué significa el regreso de Trump para un país cuya estabilidad depende, en gran parte, de su relación con Estados Unidos? ¿Podemos convertirnos en un aliado estratégico o quedaremos atrapados en las sombras de esta reconfiguración global?
El retorno de Trump al poder trae consigo una transformación profunda y disruptiva en el hemisferio occidental. Con un enfoque claro en priorizar América Latina y contrarrestar la influencia de China, el mandato de Trump se aleja de los consensos globales, optando por una estrategia transaccional bajo el lema de «América First». La pregunta para Guatemala no es si seremos afectados, sino cómo responderemos ante este cambio.
Trump ha decidido concentrar los esfuerzos de Estados Unidos en el hemisferio occidental, dejando en segundo plano conflictos globales como Ucrania y Gaza. Movimientos como la propuesta de adquisición de Groenlandia y un renovado interés en la región mesoamericana subrayan esta reconfiguración estratégica. Guatemala, con sus activos como el reconocimiento a Taiwán y la embajada en Jerusalén, tiene una oportunidad única para posicionarse como un aliado confiable. Sin embargo, la asociación con el Foro de Puebla genera dudas sobre su alineación ideológica frente a una administración que prioriza aliados claros como Nayib Bukele y Javier Milei.
La ausencia del presidente Arévalo en la lista de invitados a la toma de posesión de Trump contrasta con la presencia de estos líderes y pone en evidencia un distanciamiento preocupante. Esta exclusión no solo refleja diferencias ideológicas, sino también una oportunidad perdida para fortalecer nuestra relación bilateral en un contexto donde la claridad estratégica es fundamental.
La designación de los cárteles en México y cualquiera de sus asociados como organizaciones terroristas abre la puerta legal a acciones militares, lo que podría empujar sus operaciones y el flujo de drogas hacia Guatemala. Esto incrementaría la violencia y pondría al país bajo presión para colaborar más estrechamente con Estados Unidos. Fallar en este desafío no solo agravaría nuestra inseguridad, sino que podría posicionarnos como un eslabón débil en la lucha contra el crimen organizado, con repercusiones económicas y diplomáticas.
Por otro lado, el gobierno de Trump buscará desestabilizar a los regímenes socialistas de Venezuela, Cuba y Nicaragua, liderando estos esfuerzos con figuras como Marco Rubio. Esto refuerza la urgencia de que Guatemala defina una postura clara, alejándose de cualquier ambigüedad que pueda costarle su relación con Washington.
Cada decisión que tomemos en estos próximos años definirá si Guatemala avanza como un aliado estratégico o queda rezagada en un mundo en constante cambio. ¿Seremos capaces de convertir este desafío en una oportunidad para liderar?
El renovado interés de Trump en el Canal de Panamá como un contrapeso a la influencia china pone de relieve la importancia de la infraestructura estratégica en el hemisferio. Guatemala, con su ubicación privilegiada, podría aprovechar esta coyuntura fortaleciendo sus puertos y atrayendo inversiones en near-shoring. Sin embargo, esto exige una estrategia clara que posicione al país como un socio confiable en comercio y logística.
Con las remesas representando más del 18 % del PIB, la desaceleración de su crecimiento del 8.6% en 2024 ya es motivo de preocupación. Una reducción adicional por políticas migratorias o fiscales, tarifas o restricciones de Trump tendría un impacto devastador en el tipo de cambio y la inflación, dejando a miles de familias sin su principal sustento. Este golpe a la estabilidad económica podría generar mayores tensiones en comunidades vulnerables, exacerbando una posible crisis social.
Para mitigar este impacto, Guatemala debe diversificar sus fuentes de ingresos, fortalecer su mercado interno y atraer inversión extranjera con incentivos fiscales. Sin acciones decididas, los años de relativa estabilidad económica podrían dar paso a una crisis que muchos jóvenes guatemaltecos, ajenos a los períodos críticos de los años setenta y ochenta, no han vivido ni están preparados para enfrentar.
La reinstauración de «Remain in Mexico» y el aumento en las deportaciones intensificarán las presiones sobre Guatemala. Sin embargo, estas mismas circunstancias ofrecen una oportunidad para renegociar acuerdos que beneficien a ambas partes. Posicionarse como un aliado estratégico en la gestión de flujos migratorios y seguridad fronteriza podría ser clave para fortalecer nuestra relación con Estados Unidos.
El regreso de Trump al poder redefine las reglas del juego en el hemisferio. Guatemala no puede permitirse ser un espectador pasivo. Nuestro futuro dependerá de nuestra capacidad para adaptarnos, diversificar nuestra economía y actuar con visión estratégica de manera proactiva. Pero esta no es solo una tarea del gobierno del presidente Arévalo, es del interés del sector privado y de la sociedad civil participar activamente de este esfuerzo estratégico. Todo lo que podamos hacer en este sentido será de gran valor para nuestro país.
El momento de actuar es ahora. Cada decisión que tomemos en estos próximos años definirá si Guatemala avanza como un aliado estratégico o queda rezagada en un mundo en constante cambio. ¿Seremos capaces de convertir este desafío en una oportunidad para liderar? El futuro no está escrito, pero depende de nosotros encontrar nuestra voz y forjar nuestro destino entre los grandes del mundo.
PhD. Ramiro Bolaños
¿Estamos preparados para el desafío Trump 2.0? Guatemala en la mira del nuevo orden mundial
Mientras Donald Trump y su círculo cercano participan en un solemne servicio de acción de gracias en la iglesia episcopal St. John, frente a la plaza Lafayette en Washington, Guatemala observa desde la distancia, enfrentando preguntas difíciles sobre su futuro. ¿Qué significa el regreso de Trump para un país cuya estabilidad depende, en gran parte, de su relación con Estados Unidos? ¿Podemos convertirnos en un aliado estratégico o quedaremos atrapados en las sombras de esta reconfiguración global?
El retorno de Trump al poder trae consigo una transformación profunda y disruptiva en el hemisferio occidental. Con un enfoque claro en priorizar América Latina y contrarrestar la influencia de China, el mandato de Trump se aleja de los consensos globales, optando por una estrategia transaccional bajo el lema de «América First». La pregunta para Guatemala no es si seremos afectados, sino cómo responderemos ante este cambio.
Trump ha decidido concentrar los esfuerzos de Estados Unidos en el hemisferio occidental, dejando en segundo plano conflictos globales como Ucrania y Gaza. Movimientos como la propuesta de adquisición de Groenlandia y un renovado interés en la región mesoamericana subrayan esta reconfiguración estratégica. Guatemala, con sus activos como el reconocimiento a Taiwán y la embajada en Jerusalén, tiene una oportunidad única para posicionarse como un aliado confiable. Sin embargo, la asociación con el Foro de Puebla genera dudas sobre su alineación ideológica frente a una administración que prioriza aliados claros como Nayib Bukele y Javier Milei.
La ausencia del presidente Arévalo en la lista de invitados a la toma de posesión de Trump contrasta con la presencia de estos líderes y pone en evidencia un distanciamiento preocupante. Esta exclusión no solo refleja diferencias ideológicas, sino también una oportunidad perdida para fortalecer nuestra relación bilateral en un contexto donde la claridad estratégica es fundamental.
La designación de los cárteles en México y cualquiera de sus asociados como organizaciones terroristas abre la puerta legal a acciones militares, lo que podría empujar sus operaciones y el flujo de drogas hacia Guatemala. Esto incrementaría la violencia y pondría al país bajo presión para colaborar más estrechamente con Estados Unidos. Fallar en este desafío no solo agravaría nuestra inseguridad, sino que podría posicionarnos como un eslabón débil en la lucha contra el crimen organizado, con repercusiones económicas y diplomáticas.
Por otro lado, el gobierno de Trump buscará desestabilizar a los regímenes socialistas de Venezuela, Cuba y Nicaragua, liderando estos esfuerzos con figuras como Marco Rubio. Esto refuerza la urgencia de que Guatemala defina una postura clara, alejándose de cualquier ambigüedad que pueda costarle su relación con Washington.
Cada decisión que tomemos en estos próximos años definirá si Guatemala avanza como un aliado estratégico o queda rezagada en un mundo en constante cambio. ¿Seremos capaces de convertir este desafío en una oportunidad para liderar?
El renovado interés de Trump en el Canal de Panamá como un contrapeso a la influencia china pone de relieve la importancia de la infraestructura estratégica en el hemisferio. Guatemala, con su ubicación privilegiada, podría aprovechar esta coyuntura fortaleciendo sus puertos y atrayendo inversiones en near-shoring. Sin embargo, esto exige una estrategia clara que posicione al país como un socio confiable en comercio y logística.
Con las remesas representando más del 18 % del PIB, la desaceleración de su crecimiento del 8.6% en 2024 ya es motivo de preocupación. Una reducción adicional por políticas migratorias o fiscales, tarifas o restricciones de Trump tendría un impacto devastador en el tipo de cambio y la inflación, dejando a miles de familias sin su principal sustento. Este golpe a la estabilidad económica podría generar mayores tensiones en comunidades vulnerables, exacerbando una posible crisis social.
Para mitigar este impacto, Guatemala debe diversificar sus fuentes de ingresos, fortalecer su mercado interno y atraer inversión extranjera con incentivos fiscales. Sin acciones decididas, los años de relativa estabilidad económica podrían dar paso a una crisis que muchos jóvenes guatemaltecos, ajenos a los períodos críticos de los años setenta y ochenta, no han vivido ni están preparados para enfrentar.
La reinstauración de «Remain in Mexico» y el aumento en las deportaciones intensificarán las presiones sobre Guatemala. Sin embargo, estas mismas circunstancias ofrecen una oportunidad para renegociar acuerdos que beneficien a ambas partes. Posicionarse como un aliado estratégico en la gestión de flujos migratorios y seguridad fronteriza podría ser clave para fortalecer nuestra relación con Estados Unidos.
El regreso de Trump al poder redefine las reglas del juego en el hemisferio. Guatemala no puede permitirse ser un espectador pasivo. Nuestro futuro dependerá de nuestra capacidad para adaptarnos, diversificar nuestra economía y actuar con visión estratégica de manera proactiva. Pero esta no es solo una tarea del gobierno del presidente Arévalo, es del interés del sector privado y de la sociedad civil participar activamente de este esfuerzo estratégico. Todo lo que podamos hacer en este sentido será de gran valor para nuestro país.
El momento de actuar es ahora. Cada decisión que tomemos en estos próximos años definirá si Guatemala avanza como un aliado estratégico o queda rezagada en un mundo en constante cambio. ¿Seremos capaces de convertir este desafío en una oportunidad para liderar? El futuro no está escrito, pero depende de nosotros encontrar nuestra voz y forjar nuestro destino entre los grandes del mundo.
PhD. Ramiro Bolaños