Esperemos sentados
Así que esperaremos sentados, porque el caos vial se ha vuelto habitual.
Poco a poco van regresando las actividades diarias a la cotidianeidad, y con ello viene el incremento del tiempo que gastamos en los distintos medios de transporte que usamos.
Recientemente, se actualizaron los cálculos para tiempo promedio de tránsito durante las horas pico en las vías principales, y los resultados se sitúan por encima de las dos horas, llegando incluso a las dos horas con treinta minutos sobre la Calzada Roosevelt. Esto básicamente se explica por un incremento acelerado del parque vehicular sin ir acompañado de más vías (o al menos mejores) para poder transitar.
Con datos 2023, ya que no hay una actualización 2024, sobre Carretera a El Salvador se tenía un tránsito promedio diario de más de 118,000 vehículos, y sobre la Villalobos se promediaban casi 131,000 vehículos diarios, seguido de la vía entre San Lucas y Mixco con cifras rondando los 70,000 vehículos diarios. Según cifras preliminares, bien podríamos estimar un incremento de un 15 % en estos números, aunque seguro se percibe que es un poco más.
¿Cómo nos afecta esto? En la medida que las vías se saturan, el tiempo de espera crece exponencialmente y la velocidad se aproxima a cero. Como estándar, en una ciudad la velocidad esperada por trayecto se situaría en 40 kilómetros por hora o, dicho de otra forma, multiplicar por 1.5 la distancia que tiene que recorrer para saber cuánto tiempo debería tardar. Un trayecto de 10 kilómetros debería cubrirse en 15 minutos, y en horas pico se podría esperar el doble de tiempo, alrededor de 30 minutos. Pero los números reportados por expertos en el tema quintuplican el estándar a inicios de 2025, con una “hora pico” que se extiende prácticamente a 5:00 a 9:00 horas en la mañana y de 16:00 a 20:00 horas por la tarde.
¿Debiéramos preocuparnos? Quiero ilustrar algunos efectos nocivos que derivan de estar continuamente expuestos a tiempos sentados que superan los 45 minutos por viaje. Problemas de circulación por la formación de trombos en las piernas; padecimientos renales que pueden derivar en afecciones crónicas en los riñones y continuas infecciones urinarias; además de una serie de detonantes externos que deterioran la salud mental, como puede ser el ruido contante; maniobras sorpresivas; ansiedad, e irritabilidad.
Escribo esta columna porque es frustrante ver cómo año con año hay que agregar, en enero, 20 minutos al tiempo de espera en el tráfico para un mismo recorrido y aunque se decida madrugar o trasnochar, el resultado sigue siendo que las familias estamos perdiendo de vista lo que es una vida de calidad.
Y si ya de por sí no nos sorprende una salud personal venida a menos, también podemos citar los efectos en la productividad laboral. Cansancio, continuas distracciones, decaimiento y elevados niveles de estrés conllevan menor productividad, mayor exposición a riesgos laborales por imprudencia, y falta de concentración en el área de trabajo. Es posible visibilizar en los rostros de miles de trabajadores, lo que implica “correr para no llegar tarde” o preocuparse porque “les va a agarrar el tráfico” al final de la tarde.
¿Habrá una solución? Con una alerta de spoilers, les puedo decir que no existe un plan que resuelva esta situación en el corto plazo, y dudo que algo se solucione en el mediano plazo. El problema rebasa la capacidad de cualquier autoridad local y de sus equipos, dado que no es un problema focalizado que pueda inocularse. Soluciones de transporte de pasajeros necesitan inversiones considerables en flotas, rutas, equipos, vías y controles de seguridad. La promesa del METRO, aun iniciando la construcción el día de mañana, no será una solución viable en al menos cuatro años para las primeras rutas, siendo necesario esperar hasta 10 años para tener un sistema integrado. Y decisiones sobre horarios diferenciados, restricciones de circulación, o intervenciones complementarias como vías exclusivas y semáforos inteligentes, solamente serán paliativos que no han demostrado mejorías en los países donde se han implementado, siendo el mejor resultado esperado que los tiempos de traslado no empeoren.
Por lo tanto, ¿qué se puede hacer? Reconociendo lo poco que conozco del tema, me atrevería a decir que no hay una sola persona que tenga la solución para el Área Metropolitana del país, que ya no es solamente la Ciudad, sino que implica al menos 43 municipios conurbados. Es por esto que, lo menos que se podría esperar es un trabajo a conciencia de universidades y centros de pensamiento, porque se necesitarán esfuerzos interdisciplinarios, innovadores y disruptivos para llegar a soluciones integrales al problema, implicando decisiones que afectarán la forma y el lugar donde vivimos; cómo ordenamos el uso del suelo, e incluso la reevaluación de criterios para autorizar nuevos proyectos inmobiliarios.
Escribo esta columna porque es frustrante ver cómo año con año hay que agregar, en enero, 20 minutos al tiempo de espera en el tráfico para un mismo recorrido y aunque se decida madrugar o trasnochar, el resultado sigue siendo que las familias estamos perdiendo de vista lo que es una vida de calidad. Así que esperaremos sentados, porque el caos vial se ha vuelto habitual.
Esperemos sentados
Así que esperaremos sentados, porque el caos vial se ha vuelto habitual.
Poco a poco van regresando las actividades diarias a la cotidianeidad, y con ello viene el incremento del tiempo que gastamos en los distintos medios de transporte que usamos.
Recientemente, se actualizaron los cálculos para tiempo promedio de tránsito durante las horas pico en las vías principales, y los resultados se sitúan por encima de las dos horas, llegando incluso a las dos horas con treinta minutos sobre la Calzada Roosevelt. Esto básicamente se explica por un incremento acelerado del parque vehicular sin ir acompañado de más vías (o al menos mejores) para poder transitar.
Con datos 2023, ya que no hay una actualización 2024, sobre Carretera a El Salvador se tenía un tránsito promedio diario de más de 118,000 vehículos, y sobre la Villalobos se promediaban casi 131,000 vehículos diarios, seguido de la vía entre San Lucas y Mixco con cifras rondando los 70,000 vehículos diarios. Según cifras preliminares, bien podríamos estimar un incremento de un 15 % en estos números, aunque seguro se percibe que es un poco más.
¿Cómo nos afecta esto? En la medida que las vías se saturan, el tiempo de espera crece exponencialmente y la velocidad se aproxima a cero. Como estándar, en una ciudad la velocidad esperada por trayecto se situaría en 40 kilómetros por hora o, dicho de otra forma, multiplicar por 1.5 la distancia que tiene que recorrer para saber cuánto tiempo debería tardar. Un trayecto de 10 kilómetros debería cubrirse en 15 minutos, y en horas pico se podría esperar el doble de tiempo, alrededor de 30 minutos. Pero los números reportados por expertos en el tema quintuplican el estándar a inicios de 2025, con una “hora pico” que se extiende prácticamente a 5:00 a 9:00 horas en la mañana y de 16:00 a 20:00 horas por la tarde.
¿Debiéramos preocuparnos? Quiero ilustrar algunos efectos nocivos que derivan de estar continuamente expuestos a tiempos sentados que superan los 45 minutos por viaje. Problemas de circulación por la formación de trombos en las piernas; padecimientos renales que pueden derivar en afecciones crónicas en los riñones y continuas infecciones urinarias; además de una serie de detonantes externos que deterioran la salud mental, como puede ser el ruido contante; maniobras sorpresivas; ansiedad, e irritabilidad.
Escribo esta columna porque es frustrante ver cómo año con año hay que agregar, en enero, 20 minutos al tiempo de espera en el tráfico para un mismo recorrido y aunque se decida madrugar o trasnochar, el resultado sigue siendo que las familias estamos perdiendo de vista lo que es una vida de calidad.
Y si ya de por sí no nos sorprende una salud personal venida a menos, también podemos citar los efectos en la productividad laboral. Cansancio, continuas distracciones, decaimiento y elevados niveles de estrés conllevan menor productividad, mayor exposición a riesgos laborales por imprudencia, y falta de concentración en el área de trabajo. Es posible visibilizar en los rostros de miles de trabajadores, lo que implica “correr para no llegar tarde” o preocuparse porque “les va a agarrar el tráfico” al final de la tarde.
¿Habrá una solución? Con una alerta de spoilers, les puedo decir que no existe un plan que resuelva esta situación en el corto plazo, y dudo que algo se solucione en el mediano plazo. El problema rebasa la capacidad de cualquier autoridad local y de sus equipos, dado que no es un problema focalizado que pueda inocularse. Soluciones de transporte de pasajeros necesitan inversiones considerables en flotas, rutas, equipos, vías y controles de seguridad. La promesa del METRO, aun iniciando la construcción el día de mañana, no será una solución viable en al menos cuatro años para las primeras rutas, siendo necesario esperar hasta 10 años para tener un sistema integrado. Y decisiones sobre horarios diferenciados, restricciones de circulación, o intervenciones complementarias como vías exclusivas y semáforos inteligentes, solamente serán paliativos que no han demostrado mejorías en los países donde se han implementado, siendo el mejor resultado esperado que los tiempos de traslado no empeoren.
Por lo tanto, ¿qué se puede hacer? Reconociendo lo poco que conozco del tema, me atrevería a decir que no hay una sola persona que tenga la solución para el Área Metropolitana del país, que ya no es solamente la Ciudad, sino que implica al menos 43 municipios conurbados. Es por esto que, lo menos que se podría esperar es un trabajo a conciencia de universidades y centros de pensamiento, porque se necesitarán esfuerzos interdisciplinarios, innovadores y disruptivos para llegar a soluciones integrales al problema, implicando decisiones que afectarán la forma y el lugar donde vivimos; cómo ordenamos el uso del suelo, e incluso la reevaluación de criterios para autorizar nuevos proyectos inmobiliarios.
Escribo esta columna porque es frustrante ver cómo año con año hay que agregar, en enero, 20 minutos al tiempo de espera en el tráfico para un mismo recorrido y aunque se decida madrugar o trasnochar, el resultado sigue siendo que las familias estamos perdiendo de vista lo que es una vida de calidad. Así que esperaremos sentados, porque el caos vial se ha vuelto habitual.