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Espadas en lagos y otras malas formas de elegir a un gobernante

Bien lo dijo Eurípides, en la obra Orestes: «¡Cuando alguien, atractivo en sus palabras, pero insensato, persuade a la masa, gran desdicha para la ciudad!».

.
Alejandra Osorio |
03 de octubre, 2024

Al momento de elegir a un líder, las personas pueden guiarse por muchas cosas, desde qué tan competente crean que sea el candidato hasta por las habilidades de persuasión que tiene este. A pesar de esta diversidad de razones en la elección, todos podrían coincidir en que esta selección es vital para todos los pobladores. Después de todo, el gobernante viene a ser la cabeza del cuerpo formado por una sociedad. Por ello, se llega al punto de sacralizar o mitificar a esta figura. A veces, hasta se plantea la posibilidad de un destino que lo ha llevado, como a otros elegidos, a ese lugar de poder. No obstante, esto no es cuestión del mundo contemporáneo, sino es una historia que vamos repitiendo desde mucho tiempo atrás, cuando una mujer en un lago eligió a un rey. 

Entre reyes…

Hay tantos granos de arena como historias en este mundo. Así que no debería extrañarnos encontrar variantes de algunas leyendas, especialmente aquellas relacionadas con el rey Arturo. Por eso hallamos diferentes historias sobre el origen de Excálibur, una espada que, más allá de los poderes sobrenaturales que contenía, era un símbolo de la verdadera soberanía sobre Britania.

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Esta espada, a diferencia de otra versión de la leyenda, no se encontraba en una roca, sino en el fondo de un cuerpo de agua, en las manos de la dama del lago. Así pues, cuando la espada de Arturo se rompe durante un duelo con el rey Pellinore, no le queda más que seguir el consejo de Merlín e ir en búsqueda de ese extraño lugar donde los mundos se encuentran.

Si tenemos ojos, hay ver y, si tenemos oídos, hay que oír. Pero se debe hacerlo como un ejercicio intelectual y crítico, no como algo simplemente sensitivo. Si lo dejamos al azar, guiándonos por aquellos espejismos de promesas sin bases, podemos terminar cavando una tumba sin darnos cuenta de que es la nuestra.

El joven viajó por diferentes lugares, pero este misterioso lago parecía no existir. Sin embargo, Arturo no claudicó. Caminó y caminó, buscó y buscó, exploró y exploró. Al final, terminó frente a un cuerpo de agua tan cristalino que parecía un trozo de cielo en el centro del suelo boscoso. Dio unos pasos más y, cuando su pie tocó el agua, una luz le cegó. Justo del centro del lago, se alzó la mujer más bella que había visto.

Sin tratar de decir palabra alguna, Arturo se puso de rodillas, y, ante ese hecho, la mujer sonrió. La dama del lago, aquella que guardaba la sabiduría de lo que fue, es y será, se acercó y depositó en las manos del joven la espada, esa arma que lo señalaba como el único y verdadero rey de Britania. Esto lo hizo no por cuestiones del destino, sino porque se había mostrado digno de llevar la corona.

Y elegidos

Ahora bien, en la vida real y citando la película Monty Python y el Santo Grial, «las mujeres extrañas que yacen en estanques distribuyendo espadas no son una base para un sistema de gobierno». Entonces, para pena o fortuna nuestra, parece que no contamos con una figura mítica que nos guíe en la elección de nuestros líderes. Así pues, la decisión pasa de un agente externo y sabio a nuestras manos mortales.

Por ello, si tenemos ojos, hay ver y, si tenemos oídos, hay que oír. Pero se debe hacerlo como un ejercicio intelectual y crítico, no como algo simplemente sensitivo. Si lo dejamos al azar, guiándonos por aquellos espejismos de promesas sin bases, podemos terminar cavando una tumba sin darnos cuenta de que es la nuestra. Bien lo dijo Eurípides, en la obra Orestes: «¡Cuando alguien, atractivo en sus palabras, pero insensato, persuade a la masa, gran desdicha para la ciudad!». Así pues, al no contar con una dama del lago que nos guíe, solo nos queda elegir con responsabilidad para estar en paz con nuestras consecuencias.

Espadas en lagos y otras malas formas de elegir a un gobernante

Bien lo dijo Eurípides, en la obra Orestes: «¡Cuando alguien, atractivo en sus palabras, pero insensato, persuade a la masa, gran desdicha para la ciudad!».

Alejandra Osorio |
03 de octubre, 2024
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Al momento de elegir a un líder, las personas pueden guiarse por muchas cosas, desde qué tan competente crean que sea el candidato hasta por las habilidades de persuasión que tiene este. A pesar de esta diversidad de razones en la elección, todos podrían coincidir en que esta selección es vital para todos los pobladores. Después de todo, el gobernante viene a ser la cabeza del cuerpo formado por una sociedad. Por ello, se llega al punto de sacralizar o mitificar a esta figura. A veces, hasta se plantea la posibilidad de un destino que lo ha llevado, como a otros elegidos, a ese lugar de poder. No obstante, esto no es cuestión del mundo contemporáneo, sino es una historia que vamos repitiendo desde mucho tiempo atrás, cuando una mujer en un lago eligió a un rey. 

Entre reyes…

Hay tantos granos de arena como historias en este mundo. Así que no debería extrañarnos encontrar variantes de algunas leyendas, especialmente aquellas relacionadas con el rey Arturo. Por eso hallamos diferentes historias sobre el origen de Excálibur, una espada que, más allá de los poderes sobrenaturales que contenía, era un símbolo de la verdadera soberanía sobre Britania.

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Esta espada, a diferencia de otra versión de la leyenda, no se encontraba en una roca, sino en el fondo de un cuerpo de agua, en las manos de la dama del lago. Así pues, cuando la espada de Arturo se rompe durante un duelo con el rey Pellinore, no le queda más que seguir el consejo de Merlín e ir en búsqueda de ese extraño lugar donde los mundos se encuentran.

Si tenemos ojos, hay ver y, si tenemos oídos, hay que oír. Pero se debe hacerlo como un ejercicio intelectual y crítico, no como algo simplemente sensitivo. Si lo dejamos al azar, guiándonos por aquellos espejismos de promesas sin bases, podemos terminar cavando una tumba sin darnos cuenta de que es la nuestra.

El joven viajó por diferentes lugares, pero este misterioso lago parecía no existir. Sin embargo, Arturo no claudicó. Caminó y caminó, buscó y buscó, exploró y exploró. Al final, terminó frente a un cuerpo de agua tan cristalino que parecía un trozo de cielo en el centro del suelo boscoso. Dio unos pasos más y, cuando su pie tocó el agua, una luz le cegó. Justo del centro del lago, se alzó la mujer más bella que había visto.

Sin tratar de decir palabra alguna, Arturo se puso de rodillas, y, ante ese hecho, la mujer sonrió. La dama del lago, aquella que guardaba la sabiduría de lo que fue, es y será, se acercó y depositó en las manos del joven la espada, esa arma que lo señalaba como el único y verdadero rey de Britania. Esto lo hizo no por cuestiones del destino, sino porque se había mostrado digno de llevar la corona.

Y elegidos

Ahora bien, en la vida real y citando la película Monty Python y el Santo Grial, «las mujeres extrañas que yacen en estanques distribuyendo espadas no son una base para un sistema de gobierno». Entonces, para pena o fortuna nuestra, parece que no contamos con una figura mítica que nos guíe en la elección de nuestros líderes. Así pues, la decisión pasa de un agente externo y sabio a nuestras manos mortales.

Por ello, si tenemos ojos, hay ver y, si tenemos oídos, hay que oír. Pero se debe hacerlo como un ejercicio intelectual y crítico, no como algo simplemente sensitivo. Si lo dejamos al azar, guiándonos por aquellos espejismos de promesas sin bases, podemos terminar cavando una tumba sin darnos cuenta de que es la nuestra. Bien lo dijo Eurípides, en la obra Orestes: «¡Cuando alguien, atractivo en sus palabras, pero insensato, persuade a la masa, gran desdicha para la ciudad!». Así pues, al no contar con una dama del lago que nos guíe, solo nos queda elegir con responsabilidad para estar en paz con nuestras consecuencias.

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