Las últimas semanas pareciera que al gobierno liderado por el presidente Arévalo le está lloviendo sobre mojado, dado que los problemas y las crisis no paran de asomárseles a las puertas. Sin embargo, no es que la administración esté pasando por una mala racha, sino que estas situaciones son el resultado de la mala, e incluso inexistente, gestión pública que hemos tenido en los últimos dos años. En este sentido, la fuga de los reos y el robo del armamento militar únicamente constituyen la punta del iceberg de una profunda crisis de gobernanza en la que se encuentra el país actualmente. Ahora bien, esto eventos son aún más preocupantes, ya que, a diferencia de los problemas económicos y sociales que afectan de forma desigual a la población, estas situaciones sí tienen implicaciones directas sobre la vida de las personas, al ponerlas en riesgo. Es más, si nos queremos poner diplomáticos, como Arévalo, en este caso el Estado está incumpliendo con una de sus funciones principales, que es la protección de la vida, como derecho fundamental.
Tomando en cuenta la gravedad de la situación, se esperaría que el presidente, como máximo representante de la nación, asumiera la responsabilidad y tomara las medidas necesarias para solucionar la situación en el menor tiempo posible. Sin embargo, la lentitud de las acciones y la falta de transparencia, evidencian que Arévalo no era consciente de que la Presidencia no solo se trata de viajes, discursos y apretones de manos. El presidente está obligado a asumir la responsabilidad en las buenas, en las malas y, especialmente, en las re malas.
De manual
Como ya lo ha demostrado en los primeros dos años de gobierno, en momentos de crisis, Arévalo ha preferido optar por una estrategia escapista, escudándose en compromisos internacionales, aludiendo a explicaciones ambiguas y, lo que faltaba, despojándose de cualquier responsabilidad señalando a otros.
La última cadena nacional, pregrabada, más que un canal de información, fue una estrategia de copia-pega del manual de gestión pública arevalista. Esto se debe a que, en vez de resolver las dudas de la población sobre los últimos sucesos en el país, optó por recuperar la victimización frente a las acciones del Ministerio Público (MP). En vez de proporcionar soluciones, únicamente generó más incertidumbre entre la población. Asimismo, al presentar los actos de la Fiscalía como una amenaza existencial, también está adelantando la posibilidad de tomar medidas extraordinarias que únicamente profundizarían más en la crisis de gobernabilidad. Ahora bien, con vistas en la próxima elección para fiscal general, está por verse cómo se llenará el vacío que deje la piñata que le ha dado grandes victorias políticas en los últimos años.
Por otro lado, pese a ser un autodeclarado demócrata, las acciones de Arévalo cada vez distan más de esta etiqueta. De acuerdo con las teorías sobre esta forma de gobierno, uno de los pilares fundamentales es la rendición de cuentas frente a sus electores. No obstante, al evadir a la prensa, no responder ante la población y no asumir las responsabilidades por las decisiones de su gobierno, el presidente no solo está decepcionando, incluso, a sus más leales seguidores, sino que también está incumpliendo los principios que defiende.
El paso de los meses pone en evidencia cómo en el 2023 a los guatemaltecos nos vendieron gato por liebre. Lo que prometía ser una nueva primavera democrática, cada vez se parece más a un interminable invierno. Este característico escapismo al estilo de Arévalo empieza a cansar a la población, quien no solo debe asumir los costos de los errores políticos, sino que también observa cómo su calidad de vida va en declive.
Las últimas semanas pareciera que al gobierno liderado por el presidente Arévalo le está lloviendo sobre mojado, dado que los problemas y las crisis no paran de asomárseles a las puertas. Sin embargo, no es que la administración esté pasando por una mala racha, sino que estas situaciones son el resultado de la mala, e incluso inexistente, gestión pública que hemos tenido en los últimos dos años. En este sentido, la fuga de los reos y el robo del armamento militar únicamente constituyen la punta del iceberg de una profunda crisis de gobernanza en la que se encuentra el país actualmente. Ahora bien, esto eventos son aún más preocupantes, ya que, a diferencia de los problemas económicos y sociales que afectan de forma desigual a la población, estas situaciones sí tienen implicaciones directas sobre la vida de las personas, al ponerlas en riesgo. Es más, si nos queremos poner diplomáticos, como Arévalo, en este caso el Estado está incumpliendo con una de sus funciones principales, que es la protección de la vida, como derecho fundamental.
Tomando en cuenta la gravedad de la situación, se esperaría que el presidente, como máximo representante de la nación, asumiera la responsabilidad y tomara las medidas necesarias para solucionar la situación en el menor tiempo posible. Sin embargo, la lentitud de las acciones y la falta de transparencia, evidencian que Arévalo no era consciente de que la Presidencia no solo se trata de viajes, discursos y apretones de manos. El presidente está obligado a asumir la responsabilidad en las buenas, en las malas y, especialmente, en las re malas.
De manual
Como ya lo ha demostrado en los primeros dos años de gobierno, en momentos de crisis, Arévalo ha preferido optar por una estrategia escapista, escudándose en compromisos internacionales, aludiendo a explicaciones ambiguas y, lo que faltaba, despojándose de cualquier responsabilidad señalando a otros.
La última cadena nacional, pregrabada, más que un canal de información, fue una estrategia de copia-pega del manual de gestión pública arevalista. Esto se debe a que, en vez de resolver las dudas de la población sobre los últimos sucesos en el país, optó por recuperar la victimización frente a las acciones del Ministerio Público (MP). En vez de proporcionar soluciones, únicamente generó más incertidumbre entre la población. Asimismo, al presentar los actos de la Fiscalía como una amenaza existencial, también está adelantando la posibilidad de tomar medidas extraordinarias que únicamente profundizarían más en la crisis de gobernabilidad. Ahora bien, con vistas en la próxima elección para fiscal general, está por verse cómo se llenará el vacío que deje la piñata que le ha dado grandes victorias políticas en los últimos años.
Por otro lado, pese a ser un autodeclarado demócrata, las acciones de Arévalo cada vez distan más de esta etiqueta. De acuerdo con las teorías sobre esta forma de gobierno, uno de los pilares fundamentales es la rendición de cuentas frente a sus electores. No obstante, al evadir a la prensa, no responder ante la población y no asumir las responsabilidades por las decisiones de su gobierno, el presidente no solo está decepcionando, incluso, a sus más leales seguidores, sino que también está incumpliendo los principios que defiende.
El paso de los meses pone en evidencia cómo en el 2023 a los guatemaltecos nos vendieron gato por liebre. Lo que prometía ser una nueva primavera democrática, cada vez se parece más a un interminable invierno. Este característico escapismo al estilo de Arévalo empieza a cansar a la población, quien no solo debe asumir los costos de los errores políticos, sino que también observa cómo su calidad de vida va en declive.
 EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE:
 EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: 