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¿Es la realidad lo que ves?

.
Warren Orbaugh |
02 de junio, 2025

El otro día, durante un almuerzo con un grupo de amigos, uno de ellos preguntó si la realidad es realmente lo que vemos. Por supuesto, las opiniones abundaron. Desde los realistas ingenuos o empiristas hasta los idealistas. Los realistas ingenuos son los que creen que lo que vemos o percibimos es exactamente cómo es el objeto afuera. Los idealistas suponen que los sentidos nos engañan y, por tanto, lo que vemos no corresponde exactamente a los objetos en la realidad. Los primeros tienen como representantes a Tomás de Aquino y John Locke. Los segundos a René Descartes y Gottfried Leibniz.

Tomás de Aquino afirma que la realidad existe independientemente de nuestra percepción. Según él, los sentidos captan la realidad externa y la transmiten al intelecto. Los sentidos exteriores (vista, oído, tacto, gusto y olfato) reciben impresiones del mundo, mientras que los sentidos interiores (imaginación y memoria) procesan esta información. Si veo un balón rojo, es porque realmente es rojo; seguirá siendo rojo, aunque nadie lo vea. Locke afirmó que somos como una tabla en blanco en donde la experiencia derivada de la percepción sensorial determina nuestro conocimiento. Muchas personas coinciden con esta visión de la realidad.

Descartes sostenía que el conocimiento verdadero se deriva de la razón, de conceptos innatos, en lugar de los sentidos, dado que estos pueden ser engañosos. Su célebre frase “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”) establece que la única certeza indudable es la existencia del pensamiento. Para Descartes, la realidad material es secundaria y depende de la mente para ser comprendida. Argumentaba que los sentidos no son fiables utilizando ejemplos como la percepción errónea de un lápiz en agua que parece estar roto cuando realmente no lo está, y hoy podemos alegar la ilusión de que los rieles del ferrocarril convergen en la distancia cuando en verdad son paralelos.

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Immanuel Kant argumentó que tanto el racionalismo como el empirismo son insuficientes y que la mente juega un papel activo en la construcción del conocimiento de la realidad. Según Kant, el mundo natural está compuesto por cosas que existen independientemente de nuestra conciencia, a las cuales denominó noúmenos. Nuestra percepción del mundo resulta de la interacción entre el noúmeno y nuestro sistema sensorial, que también es noúmeno. El mundo tal como lo percibimos, denominado por Kant como fenomenal, depende de nuestro sistema sensorial. Por ejemplo, un balón que percibimos como rojo no necesariamente es rojo en sí mismo; su color rojo es simplemente cómo sus ondas electromagnéticas reflejadas son procesadas por nuestro sistema visual.

Los críticos de Kant afirman que su teoría se contradice al declarar que no podemos saber nada de la cosa en sí, porque está afirmando su existencia. También dicen incorrectamente que Kant asegura que el mundo real es noúmenal y que no podemos conocerlo, mientras que el mundo fenomenal, que conocemos, no es real. Sin embargo, esto es falso.

Lo que ves es la realidad cómo te aparece y cómo te aparece está determinado objetivamente por cómo es tu orden sensorial.

Citando su libro Prolegomeno a toda Metafísica Futura:

«En consecuencia, otorgo por todos los medios que hay cuerpos sin nosotros, es decir, cosas que, aunque son completamente desconocidas para nosotros en cuanto a qué son en sí mismas, las conocemos por sus representaciones cuyo influjo sobre nuestra sensibilidad nos procura y que llamamos cuerpos, un término que significa meramente la apariencia de la cosa que nos es desconocida, pero que no por eso es menos real.»

La teoría de Kant aborda el antiguo problema. ¿De qué color es el balón? ¿Es rojo o es verde? ¿Quién tiene razón, la persona daltónica o la que no lo es? Para empezar, la pregunta está mal planteada. La pregunta correcta sería: ¿Cómo percibe el balón una persona daltónica? ¿Y cómo percibe el balón una persona que no es daltónica? A la primera le aparece de un color indistinguible entre rojo y verde. Esa es la realidad. A la segunda le aparece rojo; esa también es la realidad. El color en que cada uno percibe el balón es el resultado de la interacción entre la cosa en sí, las ondas electromagnéticas que la iluminan, las que refleja y el sistema sensorial del receptor. Y esa es la realidad. Nadie puede decir cómo debe verse un objeto. ¿Con base en qué?

El efecto que causa un objeto en el receptor es tangible. El dolor que produce al receptor una aguja, por ejemplo, es genuino. No tiene sentido considerar la jeringa y la aguja como más reales, y menos real el dolor que provocan. No son dos dominios diferentes. El agente y el efecto que induce, así como el paciente y su reacción, son parte de la misma realidad.

Entender esto lleva a la conclusión de que, conceptos como “ilusión óptica” no tienen sentido. Por ejemplo, un cuadrado gris sobre un fondo blanco se ve gris oscuro. El mismo cuadrado colocado sobre un fondo negro se ve gris claro. ¿Qué tono de gris es realmente? Pensamos que lo que vemos es una ilusión óptica porque creemos que el rectángulo es gris oscuro. Sin embargo, no es así. Las cosas aparecen en nuestra percepción por comparación con otras, es decir, percibimos por contraste. En ambos casos, lo que percibimos es la realidad, no una ilusión.

Entonces, la respuesta a la pregunta inicial es sí. Lo que ves es la realidad cómo te aparece y cómo te aparece está determinado objetivamente por cómo es tu orden sensorial.

¿Es la realidad lo que ves?

Warren Orbaugh |
02 de junio, 2025
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El otro día, durante un almuerzo con un grupo de amigos, uno de ellos preguntó si la realidad es realmente lo que vemos. Por supuesto, las opiniones abundaron. Desde los realistas ingenuos o empiristas hasta los idealistas. Los realistas ingenuos son los que creen que lo que vemos o percibimos es exactamente cómo es el objeto afuera. Los idealistas suponen que los sentidos nos engañan y, por tanto, lo que vemos no corresponde exactamente a los objetos en la realidad. Los primeros tienen como representantes a Tomás de Aquino y John Locke. Los segundos a René Descartes y Gottfried Leibniz.

Tomás de Aquino afirma que la realidad existe independientemente de nuestra percepción. Según él, los sentidos captan la realidad externa y la transmiten al intelecto. Los sentidos exteriores (vista, oído, tacto, gusto y olfato) reciben impresiones del mundo, mientras que los sentidos interiores (imaginación y memoria) procesan esta información. Si veo un balón rojo, es porque realmente es rojo; seguirá siendo rojo, aunque nadie lo vea. Locke afirmó que somos como una tabla en blanco en donde la experiencia derivada de la percepción sensorial determina nuestro conocimiento. Muchas personas coinciden con esta visión de la realidad.

Descartes sostenía que el conocimiento verdadero se deriva de la razón, de conceptos innatos, en lugar de los sentidos, dado que estos pueden ser engañosos. Su célebre frase “Cogito, ergo sum” (“Pienso, luego existo”) establece que la única certeza indudable es la existencia del pensamiento. Para Descartes, la realidad material es secundaria y depende de la mente para ser comprendida. Argumentaba que los sentidos no son fiables utilizando ejemplos como la percepción errónea de un lápiz en agua que parece estar roto cuando realmente no lo está, y hoy podemos alegar la ilusión de que los rieles del ferrocarril convergen en la distancia cuando en verdad son paralelos.

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Immanuel Kant argumentó que tanto el racionalismo como el empirismo son insuficientes y que la mente juega un papel activo en la construcción del conocimiento de la realidad. Según Kant, el mundo natural está compuesto por cosas que existen independientemente de nuestra conciencia, a las cuales denominó noúmenos. Nuestra percepción del mundo resulta de la interacción entre el noúmeno y nuestro sistema sensorial, que también es noúmeno. El mundo tal como lo percibimos, denominado por Kant como fenomenal, depende de nuestro sistema sensorial. Por ejemplo, un balón que percibimos como rojo no necesariamente es rojo en sí mismo; su color rojo es simplemente cómo sus ondas electromagnéticas reflejadas son procesadas por nuestro sistema visual.

Los críticos de Kant afirman que su teoría se contradice al declarar que no podemos saber nada de la cosa en sí, porque está afirmando su existencia. También dicen incorrectamente que Kant asegura que el mundo real es noúmenal y que no podemos conocerlo, mientras que el mundo fenomenal, que conocemos, no es real. Sin embargo, esto es falso.

Lo que ves es la realidad cómo te aparece y cómo te aparece está determinado objetivamente por cómo es tu orden sensorial.

Citando su libro Prolegomeno a toda Metafísica Futura:

«En consecuencia, otorgo por todos los medios que hay cuerpos sin nosotros, es decir, cosas que, aunque son completamente desconocidas para nosotros en cuanto a qué son en sí mismas, las conocemos por sus representaciones cuyo influjo sobre nuestra sensibilidad nos procura y que llamamos cuerpos, un término que significa meramente la apariencia de la cosa que nos es desconocida, pero que no por eso es menos real.»

La teoría de Kant aborda el antiguo problema. ¿De qué color es el balón? ¿Es rojo o es verde? ¿Quién tiene razón, la persona daltónica o la que no lo es? Para empezar, la pregunta está mal planteada. La pregunta correcta sería: ¿Cómo percibe el balón una persona daltónica? ¿Y cómo percibe el balón una persona que no es daltónica? A la primera le aparece de un color indistinguible entre rojo y verde. Esa es la realidad. A la segunda le aparece rojo; esa también es la realidad. El color en que cada uno percibe el balón es el resultado de la interacción entre la cosa en sí, las ondas electromagnéticas que la iluminan, las que refleja y el sistema sensorial del receptor. Y esa es la realidad. Nadie puede decir cómo debe verse un objeto. ¿Con base en qué?

El efecto que causa un objeto en el receptor es tangible. El dolor que produce al receptor una aguja, por ejemplo, es genuino. No tiene sentido considerar la jeringa y la aguja como más reales, y menos real el dolor que provocan. No son dos dominios diferentes. El agente y el efecto que induce, así como el paciente y su reacción, son parte de la misma realidad.

Entender esto lleva a la conclusión de que, conceptos como “ilusión óptica” no tienen sentido. Por ejemplo, un cuadrado gris sobre un fondo blanco se ve gris oscuro. El mismo cuadrado colocado sobre un fondo negro se ve gris claro. ¿Qué tono de gris es realmente? Pensamos que lo que vemos es una ilusión óptica porque creemos que el rectángulo es gris oscuro. Sin embargo, no es así. Las cosas aparecen en nuestra percepción por comparación con otras, es decir, percibimos por contraste. En ambos casos, lo que percibimos es la realidad, no una ilusión.

Entonces, la respuesta a la pregunta inicial es sí. Lo que ves es la realidad cómo te aparece y cómo te aparece está determinado objetivamente por cómo es tu orden sensorial.

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