Carl Menger, el economista austrohúngaro de finales del siglo XIX, descubrió que la teoría del valor debido al costo de producción, de Adam Smith y David Ricardo, no describe la realidad de las motivaciones económicas. Las cosas no tienen valor debido a la cantidad de trabajo que ha tomado hacerlas, como creyeron Karl Marx y sus seguidores.
Menger detectó que el valor económico atribuido por un individuo a un bien es igual a la importancia de la satisfacción particular que depende de su dominio del bien. No hay una conexión necesaria y directa entre el valor de un bien y si se aplicaron a su producción, trabajo y otros bienes de orden superior o en qué cantidades. El hecho de que un diamante se haya encontrado accidentalmente o se haya obtenido de una mina de diamantes con el empleo de mil días de trabajo es completamente irrelevante para su valor. En general, nadie en la vida práctica pide la historia del origen de un bien para estimar su valor, sino que considera únicamente los servicios que le presta y a los que tendría que renunciar si no lo tuviera a su disposición. Bienes en los que se ha gastado mucho trabajo a menudo no tienen valor, mientras que otros en los que se ha gastado poco o ningún trabajo tienen un valor muy alto.
PREFERENCIA SEGÚN LA UTILIDAD SUPUESTA
El factor determinante en el valor de un bien no es, pues, ni la cantidad de trabajo u otros bienes necesarios para su producción, ni la cantidad necesaria para su reproducción, sino más bien la magnitud de la importancia de aquellas satisfacciones respecto de las cuales somos conscientes que dependen del dominio del bien. Este principio de determinación del valor es universalmente válido y no se puede encontrar ninguna excepción a él en la economía humana.
La medida del valor es, pues, enteramente subjetiva en su naturaleza y por esta razón un bien puede tener un gran valor para uno, poco valor para otro y ningún valor en absoluto a un tercero, dependiendo de las diferencias en sus necesidades. Por lo tanto, no solo la naturaleza, sino también la medida del valor, son subjetivas. Los bienes siempre tienen valor para ciertos individuos y este valor también es determinado solo por esos individuos.
Dicho de otra manera, es el individuo quien atribuye valor a un bien según la utilidad que estime le dé este para satisfacer una necesidad. El término “subjetivo” aquí significa que es el sujeto o persona quien determina si algo tiene o no valor para ella, si el bien considerado le será útil o no para alcanzar un fin propuesto y, por tanto, digno de actuar para conseguirlo. El bien en sí no tiene ningún valor. Mucho menos valor intrínseco. De la misma manera, en que los medios no están en la naturaleza, tampoco hay valores; en la naturaleza, solo existen cosas.
La teoría subjetiva del valor que desarrolló, tras cuestionar la explicación de los precios a través de los costos de producción propuesta por los economistas clásicos, fue una de las mayores contribuciones de Carl Menger. De acuerdo con él son las necesidades de la persona lo que constituye la fuerza motriz básica para las decisiones económicas.
Los medios no aparecen como tales en el mundo, donde únicamente existen cosas o entidades, que son consideradas como medios, mediante la razón que advierte al hombre de la idoneidad de estas para atender sus propósitos y que son, en efecto, convertidas en medios por la acción. Y una vez advertida su utilidad para alcanzar un fin, el individuo delibera y compara entre las distintas opciones que se le presentan, si la adquisición de ese medio para alcanzar sus propósitos es el más adecuado. Valorar es una forma de preferir. El valor es una expresión de la intensidad con que se desea conseguir o conservar alguna cosa.
VALOR SUBJETIVO NO SIGNIFICA NECESARIAMENTE ARBITRARIO
Ayn Rand define valor como aquello que uno busca conseguir y o conservar mediante la acción. Esta definición no contradice la de Menger. De hecho, es la misma con otras palabras. No obstante, hay objetivistas que critican la teoría del valor subjetivo porque equivocan el término “subjetivo” confundiéndolo con “arbitrario”. Menger aclaró que este no es el significado del término por él usado en su libro Principios de Economía, publicado en 1871:
«La importancia de una satisfacción para nosotros no es el resultado de una decisión arbitraria, sino que se mide por la importancia, no arbitraria, que la satisfacción tiene para nuestras vidas, para nuestro bienestar».
Sin embargo, que la valoración sea subjetiva no significa que la gradación de la utilidad o importancia de los medios no obedezca a un examen objetivo. El grado relativo de importancia de las diferentes satisfacciones y de los actos sucesivos de satisfacción son cuestiones de juicio por parte del individuo y, por esta razón, su conocimiento de estos grados de importancia está en algunos casos sujeto a errores. La utilidad del objeto en cuestión se llama valor de uso objetivo y quiere decir que el objeto técnicamente sirve a determinado fin. Por ejemplo, el valor de uso objetivo de un martillo es clavar clavos en una superficie. Si se valora para ese fin, el valor de uso subjetivo coincide con el valor de uso objetivo del objeto. Pero si se valora para limpiarse las uñas, entonces el valor de uso subjetivo no coincide con el valor de uso objetivo del objeto.
CONCLUSIÓN
La teoría subjetiva del valor que desarrolló, tras cuestionar la explicación de los precios a través de los costos de producción propuesta por los economistas clásicos, fue una de las mayores contribuciones de Carl Menger. De acuerdo con él, son las necesidades de la persona lo que constituye la fuerza motriz básica para las decisiones económicas.
Carl Menger, el economista austrohúngaro de finales del siglo XIX, descubrió que la teoría del valor debido al costo de producción, de Adam Smith y David Ricardo, no describe la realidad de las motivaciones económicas. Las cosas no tienen valor debido a la cantidad de trabajo que ha tomado hacerlas, como creyeron Karl Marx y sus seguidores.
Menger detectó que el valor económico atribuido por un individuo a un bien es igual a la importancia de la satisfacción particular que depende de su dominio del bien. No hay una conexión necesaria y directa entre el valor de un bien y si se aplicaron a su producción, trabajo y otros bienes de orden superior o en qué cantidades. El hecho de que un diamante se haya encontrado accidentalmente o se haya obtenido de una mina de diamantes con el empleo de mil días de trabajo es completamente irrelevante para su valor. En general, nadie en la vida práctica pide la historia del origen de un bien para estimar su valor, sino que considera únicamente los servicios que le presta y a los que tendría que renunciar si no lo tuviera a su disposición. Bienes en los que se ha gastado mucho trabajo a menudo no tienen valor, mientras que otros en los que se ha gastado poco o ningún trabajo tienen un valor muy alto.
PREFERENCIA SEGÚN LA UTILIDAD SUPUESTA
El factor determinante en el valor de un bien no es, pues, ni la cantidad de trabajo u otros bienes necesarios para su producción, ni la cantidad necesaria para su reproducción, sino más bien la magnitud de la importancia de aquellas satisfacciones respecto de las cuales somos conscientes que dependen del dominio del bien. Este principio de determinación del valor es universalmente válido y no se puede encontrar ninguna excepción a él en la economía humana.
La medida del valor es, pues, enteramente subjetiva en su naturaleza y por esta razón un bien puede tener un gran valor para uno, poco valor para otro y ningún valor en absoluto a un tercero, dependiendo de las diferencias en sus necesidades. Por lo tanto, no solo la naturaleza, sino también la medida del valor, son subjetivas. Los bienes siempre tienen valor para ciertos individuos y este valor también es determinado solo por esos individuos.
Dicho de otra manera, es el individuo quien atribuye valor a un bien según la utilidad que estime le dé este para satisfacer una necesidad. El término “subjetivo” aquí significa que es el sujeto o persona quien determina si algo tiene o no valor para ella, si el bien considerado le será útil o no para alcanzar un fin propuesto y, por tanto, digno de actuar para conseguirlo. El bien en sí no tiene ningún valor. Mucho menos valor intrínseco. De la misma manera, en que los medios no están en la naturaleza, tampoco hay valores; en la naturaleza, solo existen cosas.
La teoría subjetiva del valor que desarrolló, tras cuestionar la explicación de los precios a través de los costos de producción propuesta por los economistas clásicos, fue una de las mayores contribuciones de Carl Menger. De acuerdo con él son las necesidades de la persona lo que constituye la fuerza motriz básica para las decisiones económicas.
Los medios no aparecen como tales en el mundo, donde únicamente existen cosas o entidades, que son consideradas como medios, mediante la razón que advierte al hombre de la idoneidad de estas para atender sus propósitos y que son, en efecto, convertidas en medios por la acción. Y una vez advertida su utilidad para alcanzar un fin, el individuo delibera y compara entre las distintas opciones que se le presentan, si la adquisición de ese medio para alcanzar sus propósitos es el más adecuado. Valorar es una forma de preferir. El valor es una expresión de la intensidad con que se desea conseguir o conservar alguna cosa.
VALOR SUBJETIVO NO SIGNIFICA NECESARIAMENTE ARBITRARIO
Ayn Rand define valor como aquello que uno busca conseguir y o conservar mediante la acción. Esta definición no contradice la de Menger. De hecho, es la misma con otras palabras. No obstante, hay objetivistas que critican la teoría del valor subjetivo porque equivocan el término “subjetivo” confundiéndolo con “arbitrario”. Menger aclaró que este no es el significado del término por él usado en su libro Principios de Economía, publicado en 1871:
«La importancia de una satisfacción para nosotros no es el resultado de una decisión arbitraria, sino que se mide por la importancia, no arbitraria, que la satisfacción tiene para nuestras vidas, para nuestro bienestar».
Sin embargo, que la valoración sea subjetiva no significa que la gradación de la utilidad o importancia de los medios no obedezca a un examen objetivo. El grado relativo de importancia de las diferentes satisfacciones y de los actos sucesivos de satisfacción son cuestiones de juicio por parte del individuo y, por esta razón, su conocimiento de estos grados de importancia está en algunos casos sujeto a errores. La utilidad del objeto en cuestión se llama valor de uso objetivo y quiere decir que el objeto técnicamente sirve a determinado fin. Por ejemplo, el valor de uso objetivo de un martillo es clavar clavos en una superficie. Si se valora para ese fin, el valor de uso subjetivo coincide con el valor de uso objetivo del objeto. Pero si se valora para limpiarse las uñas, entonces el valor de uso subjetivo no coincide con el valor de uso objetivo del objeto.
CONCLUSIÓN
La teoría subjetiva del valor que desarrolló, tras cuestionar la explicación de los precios a través de los costos de producción propuesta por los economistas clásicos, fue una de las mayores contribuciones de Carl Menger. De acuerdo con él, son las necesidades de la persona lo que constituye la fuerza motriz básica para las decisiones económicas.