Daniel Noboa, presidente de Ecuador, puso todas sus cartas sobre la mesa y, de forma inesperada, al menos para él, perdió la partida. En agosto de 2025, el presidente ecuatoriano propuso un referéndum de siete puntos, los cuales abordaban temas desde el financiamiento a las organizaciones políticas, hasta la posibilidad de realizar una Asamblea Constituyente. Finalmente, el 10 de noviembre, los ecuatorianos acudieron a las urnas para mostrar su aprobación, o no, sobre cuatro temas sustanciales. Pese a la confianza del presidente, el electorado no solo rechazó las propuestas del gobierno, sino que también señaló una profunda desaprobación hacia el mandato de Noboa. En otras palabras, Noboa calculó mal la jugada y resultó perjudicado.
En primer lugar, la derrota no solo demostró los errores en las encuestas de aprobación, sino que también confirmó que el apoyo inicial del que había gozado el presidente se desgastó. Esto se debe a que los resultados dijeron más que las encuestas, ya que, las papeletas contradijeron los datos, las cuales reflejaban una aprobación superior al 55 %. En parte, esto explicaría la percepción errónea que Noboa tenía de sí mismo, dado que, aunque incluso la Corte de Constitucionalidad intentó frenar este acto, el presidente decidió seguir adelante, un error político no calculado.
Ahora bien, aunque los resultados fueron una pérdida para Noboa, esto podría ser una buena noticia para la ciudadanía, la cual, frente al populismo de seguridad, optó por la institucionalidad. La razón de esto es que entre las preguntas se encontraba, por un lado, la implantación de bases militares extranjeras en el país, una política característica de una agenda de securitización populista; y, por otro lado, el avance de una Asamblea Constituyente. Ambas propuestas fueron altamente rechazadas y posiblemente por la misma razón, el riesgo de extralimitaciones por parte del presidente. Es decir, ante la incertidumbre del alcance que podrían tener estas acciones, aunque con la preocupación por la inseguridad, la población optó por la estabilidad. Esto va a contracorriente de la tendencia regional, ya que varios países de la región han iniciado su proceso de regresión democrática de la mano de políticas populistas y reformas constitucionales. Por lo tanto, parece que la cultura democrática ecuatoriana es más sólida de lo que se pensaba.
Noboa, en el Ecuador
Esta derrota pone al presidente Noboa en el Ecuador, literalmente. Esto se debe a que, ante la derrota, debe decidir el rumbo que tomará su administración. A grandes rasgos tiene dos opciones, aceptar los resultados y estancar su agenda personal y de gobierno o apoyarse en su característico impulso e ir a contrapelo de su electorado.
Por un lado, sus primeras declaraciones reflejaban una respuesta moderada, dado que, pese a que sus comentarios iniciales mostraban un tono más confrontativo, el presidente aceptó los resultados. De optar por este camino, sería una buena señal del sistema político ecuatoriano, ya que sería una muestra del efecto de los contrapesos republicanos. El equilibrio de poderes, esta vez encabezado por la ciudadanía, surtiría efectos positivos para evitar que el presidente se asignara funciones que excedían sus competencias.
Ahora bien, por otro lado, tomando en cuenta el carácter del líder político, es evidente que no va a permitir que su gobierno avance con la pata coja, limitado de funciones. Otros eventos han demostrado que el presidente, cuando se le ha llevado la contraria a su agenda, ha optado por la confrontación y la imposición, característico de un líder populista. Así pues, no debería de sorprender que Noboa adopte una posición más autoritaria, a fin de hacer valer sus deseos políticos. No obstante, es evidente que esta estrategia sucumbiría al país en una crisis de gobernabilidad, asumiendo que las otras instituciones y la propia población se opone a estas reformas.
De esta manera, el referéndum en Ecuador, más que un proceso político, podría convertirse en un termómetro que mida la resiliencia democrática del país y el temperamento del presidente. Por ello, es necesario que la población no solo haga valer sus opiniones, sino que esto se traduzca en acciones.
Daniel Noboa, presidente de Ecuador, puso todas sus cartas sobre la mesa y, de forma inesperada, al menos para él, perdió la partida. En agosto de 2025, el presidente ecuatoriano propuso un referéndum de siete puntos, los cuales abordaban temas desde el financiamiento a las organizaciones políticas, hasta la posibilidad de realizar una Asamblea Constituyente. Finalmente, el 10 de noviembre, los ecuatorianos acudieron a las urnas para mostrar su aprobación, o no, sobre cuatro temas sustanciales. Pese a la confianza del presidente, el electorado no solo rechazó las propuestas del gobierno, sino que también señaló una profunda desaprobación hacia el mandato de Noboa. En otras palabras, Noboa calculó mal la jugada y resultó perjudicado.
En primer lugar, la derrota no solo demostró los errores en las encuestas de aprobación, sino que también confirmó que el apoyo inicial del que había gozado el presidente se desgastó. Esto se debe a que los resultados dijeron más que las encuestas, ya que, las papeletas contradijeron los datos, las cuales reflejaban una aprobación superior al 55 %. En parte, esto explicaría la percepción errónea que Noboa tenía de sí mismo, dado que, aunque incluso la Corte de Constitucionalidad intentó frenar este acto, el presidente decidió seguir adelante, un error político no calculado.
Ahora bien, aunque los resultados fueron una pérdida para Noboa, esto podría ser una buena noticia para la ciudadanía, la cual, frente al populismo de seguridad, optó por la institucionalidad. La razón de esto es que entre las preguntas se encontraba, por un lado, la implantación de bases militares extranjeras en el país, una política característica de una agenda de securitización populista; y, por otro lado, el avance de una Asamblea Constituyente. Ambas propuestas fueron altamente rechazadas y posiblemente por la misma razón, el riesgo de extralimitaciones por parte del presidente. Es decir, ante la incertidumbre del alcance que podrían tener estas acciones, aunque con la preocupación por la inseguridad, la población optó por la estabilidad. Esto va a contracorriente de la tendencia regional, ya que varios países de la región han iniciado su proceso de regresión democrática de la mano de políticas populistas y reformas constitucionales. Por lo tanto, parece que la cultura democrática ecuatoriana es más sólida de lo que se pensaba.
Noboa, en el Ecuador
Esta derrota pone al presidente Noboa en el Ecuador, literalmente. Esto se debe a que, ante la derrota, debe decidir el rumbo que tomará su administración. A grandes rasgos tiene dos opciones, aceptar los resultados y estancar su agenda personal y de gobierno o apoyarse en su característico impulso e ir a contrapelo de su electorado.
Por un lado, sus primeras declaraciones reflejaban una respuesta moderada, dado que, pese a que sus comentarios iniciales mostraban un tono más confrontativo, el presidente aceptó los resultados. De optar por este camino, sería una buena señal del sistema político ecuatoriano, ya que sería una muestra del efecto de los contrapesos republicanos. El equilibrio de poderes, esta vez encabezado por la ciudadanía, surtiría efectos positivos para evitar que el presidente se asignara funciones que excedían sus competencias.
Ahora bien, por otro lado, tomando en cuenta el carácter del líder político, es evidente que no va a permitir que su gobierno avance con la pata coja, limitado de funciones. Otros eventos han demostrado que el presidente, cuando se le ha llevado la contraria a su agenda, ha optado por la confrontación y la imposición, característico de un líder populista. Así pues, no debería de sorprender que Noboa adopte una posición más autoritaria, a fin de hacer valer sus deseos políticos. No obstante, es evidente que esta estrategia sucumbiría al país en una crisis de gobernabilidad, asumiendo que las otras instituciones y la propia población se opone a estas reformas.
De esta manera, el referéndum en Ecuador, más que un proceso político, podría convertirse en un termómetro que mida la resiliencia democrática del país y el temperamento del presidente. Por ello, es necesario que la población no solo haga valer sus opiniones, sino que esto se traduzca en acciones.
EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: