Entre pala(ciegos) y des(gastados)
Nueve meses después, parece que estas promesas se han desvanecido en el aire y el carácter luchador del mandatario se ha disuelto en la espuma del día a día político.
Ya han pasado 276 días, 9 meses y dos días, desde que el gobierno del presidente Arévalo tomó posesión. Pese a que su gobierno inició como una de las administraciones más populares en la región, en menos de un año esa popularidad ha ido en caída y los primeros resultados de desgaste, tanto en los funcionarios, como en los procesos, se empieza a notar. Además, la fase de luna de miel entre la población ya ha llegado a su fin, dado que, de acuerdo con encuestas recientes, los ciudadanos le dan un “reprobado” a los primeros meses de gobierno, ya que, más que promeses, ellos claman resultados.
En gran parte, este deslizamiento se le puede atribuir a la falta de liderazgo y falta de visión en la asignación de prioridades por parte del poder ejecutivo, ya que, “cegados” por los encantos del palacio Presidencial, únicamente se han dedicado a “gastar” recursos de manera absurda sin ningún tipo de resultado. Asimismo, aunque Arévalo y su equipo se posicionaban como los favoritos debido a su trayectoria de rechazo a la política tradicional, en las últimas semanas han mostrado sus verdaderos colores, dado que han caído en las mismas prácticas del pasado.
Entonces, si sumamos todos estos desaciertos, es más que evidente que los “líderes de la primavera” pasaron a ser los “embajadores del invierno”.
Prioridades… de partido, no de gobierno
Uno de los primeros ingredientes en esta receta para el desastre ha sido la incapacidad del ejecutivo, como ente rector de la política del país, de distinguir entre las prioridades del partido por el que fueron electos y las prioridades del gobierno. Esto ha provocado que, en vez de gobernar para un país entero, independientemente de la afinidad política, se han dedicado a complacer a su pequeño grupo de seguidores, con políticas sectoriales y de bajo impacto nacional. Como consecuencia, la administración, cegada por el velo ideológico y de fanatismo partidista, se ha aislado de la realidad y ha abandonado sectores clave para la prosperidad del país.
Una de las primeras medidas que, aunque importante para la institucionalidad del país, ha desgastado de sobremanera al presidente Arévalo es el tingladito y las luchitas que mantiene con la fiscal general del Ministerio Público (MP). Desde los primeros días de gobierno, era evidente que los intentos de remover a la fiscal serían una de las prioridades de la administración. No obstante, la estructura institucional ha limitado su campo de acción y únicamente ha dejado a Gerona y al Palacio en un callejón sin salida, en donde la opción más rentable para el país es una convivencia “junta, pero no revuelta”, al menos hasta que llegue el turno de elegir a Arévalo un santo que sí sea de su devoción.
Si Arévalo quiere retomar las riendas de su agenda política, es necesario que se posicione como un líder propositivo y creador, de manera que plantee soluciones creativas, flexibles y adaptadas a la situación cambiante del país.
Otro desacierto garrafal ha sido la falta de capacidad para administrar la alcancía del gobierno. Es decir, mientras la infraestructura del país se está cayendo a pedazos, literalmente, los hospitales no tienen insumos para atender a la población y la educación llora sangre, la administración consideró conveniente diseñar una campaña millonaria para la conmemoración de la Revolución del 44, un tema claramente ideológico y de partido. Esta campaña, no solo innecesaria, sino que mal hecha, evidencia cómo la lista de prioridades del presidente está completamente alejada de la realidad, dado que, en vez de invertir en mejoras que afectan a TODO el país, nuevamente, han optado por darle una palmadita en el hombro a sus seguidores. Una estrategia en donde cada palmadita le resulta “muy cara” a cada contribuyente del Estado.
Ni chicha ni limona´
Ahora bien, entre todo este vaivén de los últimos 9 meses, el gran ausente ha sido el liderazgo Presidencial, que en tiempos de campaña había prometido ser una autoridad transformadora en esta “nueva era democrática”. No obstante, quizás por el desgaste previo a la toma de posesión o la falta de carácter en la silla Presidencial, Arévalo ha sido incapaz de definir una identidad clara y un propósito definido para su gestión, una indecisión que lo ha dejado desamparado entre la “chicha y la limona´”.
No cabe duda de que los meses previos a la toma de posesión y los retos dentro de las instituciones del Estado, han sido muy desafiantes para el equipo de trabajo de Arévalo. Sin embargo, bajo la insignia de la “transformación”, tanto el presidente, como su partido, prometían acciones que parecían estar a la altura de la situación, lo cual daba esperanza a la población. Nueve meses después, parece que estas promesas se han desvanecido en el aire y el carácter luchador del mandatario se ha disuelto en la espuma del día a día político.
En este momento, si Arévalo quiere retomar las riendas de su agenda política, es necesario que se posicione como un líder propositivo y creador, de manera que plantee soluciones creativas, flexibles y adaptadas a la situación cambiante del país. De lo contrario, este primer año de gobierno podría ser un precedente de la inactividad e ineficiencia que, en los próximos cuatro años, enterrará al país en un agujero sin salida.
Entre pala(ciegos) y des(gastados)
Nueve meses después, parece que estas promesas se han desvanecido en el aire y el carácter luchador del mandatario se ha disuelto en la espuma del día a día político.
Ya han pasado 276 días, 9 meses y dos días, desde que el gobierno del presidente Arévalo tomó posesión. Pese a que su gobierno inició como una de las administraciones más populares en la región, en menos de un año esa popularidad ha ido en caída y los primeros resultados de desgaste, tanto en los funcionarios, como en los procesos, se empieza a notar. Además, la fase de luna de miel entre la población ya ha llegado a su fin, dado que, de acuerdo con encuestas recientes, los ciudadanos le dan un “reprobado” a los primeros meses de gobierno, ya que, más que promeses, ellos claman resultados.
En gran parte, este deslizamiento se le puede atribuir a la falta de liderazgo y falta de visión en la asignación de prioridades por parte del poder ejecutivo, ya que, “cegados” por los encantos del palacio Presidencial, únicamente se han dedicado a “gastar” recursos de manera absurda sin ningún tipo de resultado. Asimismo, aunque Arévalo y su equipo se posicionaban como los favoritos debido a su trayectoria de rechazo a la política tradicional, en las últimas semanas han mostrado sus verdaderos colores, dado que han caído en las mismas prácticas del pasado.
Entonces, si sumamos todos estos desaciertos, es más que evidente que los “líderes de la primavera” pasaron a ser los “embajadores del invierno”.
Prioridades… de partido, no de gobierno
Uno de los primeros ingredientes en esta receta para el desastre ha sido la incapacidad del ejecutivo, como ente rector de la política del país, de distinguir entre las prioridades del partido por el que fueron electos y las prioridades del gobierno. Esto ha provocado que, en vez de gobernar para un país entero, independientemente de la afinidad política, se han dedicado a complacer a su pequeño grupo de seguidores, con políticas sectoriales y de bajo impacto nacional. Como consecuencia, la administración, cegada por el velo ideológico y de fanatismo partidista, se ha aislado de la realidad y ha abandonado sectores clave para la prosperidad del país.
Una de las primeras medidas que, aunque importante para la institucionalidad del país, ha desgastado de sobremanera al presidente Arévalo es el tingladito y las luchitas que mantiene con la fiscal general del Ministerio Público (MP). Desde los primeros días de gobierno, era evidente que los intentos de remover a la fiscal serían una de las prioridades de la administración. No obstante, la estructura institucional ha limitado su campo de acción y únicamente ha dejado a Gerona y al Palacio en un callejón sin salida, en donde la opción más rentable para el país es una convivencia “junta, pero no revuelta”, al menos hasta que llegue el turno de elegir a Arévalo un santo que sí sea de su devoción.
Si Arévalo quiere retomar las riendas de su agenda política, es necesario que se posicione como un líder propositivo y creador, de manera que plantee soluciones creativas, flexibles y adaptadas a la situación cambiante del país.
Otro desacierto garrafal ha sido la falta de capacidad para administrar la alcancía del gobierno. Es decir, mientras la infraestructura del país se está cayendo a pedazos, literalmente, los hospitales no tienen insumos para atender a la población y la educación llora sangre, la administración consideró conveniente diseñar una campaña millonaria para la conmemoración de la Revolución del 44, un tema claramente ideológico y de partido. Esta campaña, no solo innecesaria, sino que mal hecha, evidencia cómo la lista de prioridades del presidente está completamente alejada de la realidad, dado que, en vez de invertir en mejoras que afectan a TODO el país, nuevamente, han optado por darle una palmadita en el hombro a sus seguidores. Una estrategia en donde cada palmadita le resulta “muy cara” a cada contribuyente del Estado.
Ni chicha ni limona´
Ahora bien, entre todo este vaivén de los últimos 9 meses, el gran ausente ha sido el liderazgo Presidencial, que en tiempos de campaña había prometido ser una autoridad transformadora en esta “nueva era democrática”. No obstante, quizás por el desgaste previo a la toma de posesión o la falta de carácter en la silla Presidencial, Arévalo ha sido incapaz de definir una identidad clara y un propósito definido para su gestión, una indecisión que lo ha dejado desamparado entre la “chicha y la limona´”.
No cabe duda de que los meses previos a la toma de posesión y los retos dentro de las instituciones del Estado, han sido muy desafiantes para el equipo de trabajo de Arévalo. Sin embargo, bajo la insignia de la “transformación”, tanto el presidente, como su partido, prometían acciones que parecían estar a la altura de la situación, lo cual daba esperanza a la población. Nueve meses después, parece que estas promesas se han desvanecido en el aire y el carácter luchador del mandatario se ha disuelto en la espuma del día a día político.
En este momento, si Arévalo quiere retomar las riendas de su agenda política, es necesario que se posicione como un líder propositivo y creador, de manera que plantee soluciones creativas, flexibles y adaptadas a la situación cambiante del país. De lo contrario, este primer año de gobierno podría ser un precedente de la inactividad e ineficiencia que, en los próximos cuatro años, enterrará al país en un agujero sin salida.