Entender el capitalismo: la verdad entre los valores morales de Adam Smith y la ética de Aristóteles
La verdad filosófica que lleva a la prosperidad se encuentra entre estas verdades básicas de nuestra cultura judeocristiana y del modelo capitalista moderno.
París en llamas, Barcelona contra los turistas, universidades en Estados Unidos tomadas en apoyo de Palestina, enfrentamientos en Ámsterdam, ataques violentos contra sinagogas en Alemania, delitos antisemitas en Londres. Estas manifestaciones, en muchos casos, son atribuidas erróneamente al capitalismo.
Tras la caída del muro de Berlín en 1989, Francis Fukuyama declaró el fin de la historia y al capitalismo vencedor. Pero se equivocó. El verdadero capitalismo se ha implementado en muy pocos países. Además, se ha asociado con un modelo egoísta, extractivo y depredador.
Mientras el socialismo utópico es visto como solidario e igualitario la realidad es que no existen economías socialistas exitosas, solidarias o igualitarias con crecimiento económico sostenido. Ni los países escandinavos, ni los tigres asiáticos, ni los dragones del Índico son socialistas. En contraposición, los antiguos países comunistas de Europa del Este son ejemplo hoy de sistemas libertarios y capitalistas.
Un verdadero país capitalista solo puede funcionar en un ambiente de libertad. De 195 países evaluados anualmente por el Instituto Freedom House, solo 42 tienen calificación de plenamente libres. En el sistema capitalista, el capital y su reinversión permanente es básica. Consideremos entonces los países con Acumulación Bruta de Capital Fijo promedio mayor al 20% del PIB durante los últimos diez años y nos quedan 22 países. Consideremos además la competencia que maximiza la eficiencia del mercado. Utilizando el Índice de Complejidad Económica, medidor de la desconcentración relativa del conocimiento productivo, obtenemos una lista de 15 países: Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Chequia, Dinamarca, Eslovaquia, Estonia, Finlandia, Holanda, Irlanda, Japón, Noruega, Suecia y Suiza. ¿Quién puede oponerse al desarrollo y solidaridad representadas por estos países?
Smith divide el afecto humano en egoísmo y benevolencia. Las virtudes las adscribe en lo correcto, la prudencia y la benevolencia. Aristóteles, en su "Ética a Nicómaco", define la virtud como el punto medio entre dos extremos viciosos (...) La verdad filosófica que lleva a la prosperidad se encuentra entre estas verdades básicas de nuestra cultura judeocristiana y del modelo capitalista moderno.
Más allá de las fórmulas económicas de los liberales clásicos o neoclásicos, el verdadero capitalismo, representado por estos países antes mencionados, no ha olvidado el principio básico para la creación de valor y riqueza: la virtud del individuo, voluntaria, no impuesta. Muchos saben que Adam Smith definió el capitalismo clásico en su libro "La riqueza de las naciones", pero pocos saben que, como profesor de filosofía moral, en su primer libro, "La teoría de los sentimientos morales", argumenta que la empatía y el amor propio, equilibrados adecuadamente, forman la base de un sistema económico justo y eficiente. Este equilibrio es crucial para un capitalismo que no solo busca la acumulación de riqueza, sino también el bienestar general.
Smith divide el afecto humano en egoísmo y benevolencia. Las virtudes las adscribe en lo correcto, la prudencia y la benevolencia. Aristóteles, en su "Ética a Nicómaco", define la virtud como el punto medio entre dos extremos viciosos. Esta idea del equilibrio es similar a la de Smith. También enfatiza que la virtud no debe ser solo conocimiento teórico sino práctica constante, y la reduce a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La verdad filosófica que lleva a la prosperidad se encuentra entre estas verdades básicas de nuestra cultura judeocristiana y del modelo capitalista moderno. Tal vez nos falta agregar las virtudes cristianas de San Agustín de la fe, la caridad y la esperanza o las cuatro moradas divinas del Buddha entendidas como benevolencia, compasión, alegría empática y ecuanimidad.
La próxima semana analizaremos cada una de estas virtudes en su significado y práctica. Mientras tanto, no olvide, querido lector: El verdadero capitalismo no es egoísta, extractivo, ni depredador. Es un sistema que, basado en la libertad y la virtud individual, crea riqueza y prosperidad para todos.
PhD. José Ramiro Bolaños
Entender el capitalismo: la verdad entre los valores morales de Adam Smith y la ética de Aristóteles
La verdad filosófica que lleva a la prosperidad se encuentra entre estas verdades básicas de nuestra cultura judeocristiana y del modelo capitalista moderno.
París en llamas, Barcelona contra los turistas, universidades en Estados Unidos tomadas en apoyo de Palestina, enfrentamientos en Ámsterdam, ataques violentos contra sinagogas en Alemania, delitos antisemitas en Londres. Estas manifestaciones, en muchos casos, son atribuidas erróneamente al capitalismo.
Tras la caída del muro de Berlín en 1989, Francis Fukuyama declaró el fin de la historia y al capitalismo vencedor. Pero se equivocó. El verdadero capitalismo se ha implementado en muy pocos países. Además, se ha asociado con un modelo egoísta, extractivo y depredador.
Mientras el socialismo utópico es visto como solidario e igualitario la realidad es que no existen economías socialistas exitosas, solidarias o igualitarias con crecimiento económico sostenido. Ni los países escandinavos, ni los tigres asiáticos, ni los dragones del Índico son socialistas. En contraposición, los antiguos países comunistas de Europa del Este son ejemplo hoy de sistemas libertarios y capitalistas.
Un verdadero país capitalista solo puede funcionar en un ambiente de libertad. De 195 países evaluados anualmente por el Instituto Freedom House, solo 42 tienen calificación de plenamente libres. En el sistema capitalista, el capital y su reinversión permanente es básica. Consideremos entonces los países con Acumulación Bruta de Capital Fijo promedio mayor al 20% del PIB durante los últimos diez años y nos quedan 22 países. Consideremos además la competencia que maximiza la eficiencia del mercado. Utilizando el Índice de Complejidad Económica, medidor de la desconcentración relativa del conocimiento productivo, obtenemos una lista de 15 países: Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Chequia, Dinamarca, Eslovaquia, Estonia, Finlandia, Holanda, Irlanda, Japón, Noruega, Suecia y Suiza. ¿Quién puede oponerse al desarrollo y solidaridad representadas por estos países?
Smith divide el afecto humano en egoísmo y benevolencia. Las virtudes las adscribe en lo correcto, la prudencia y la benevolencia. Aristóteles, en su "Ética a Nicómaco", define la virtud como el punto medio entre dos extremos viciosos (...) La verdad filosófica que lleva a la prosperidad se encuentra entre estas verdades básicas de nuestra cultura judeocristiana y del modelo capitalista moderno.
Más allá de las fórmulas económicas de los liberales clásicos o neoclásicos, el verdadero capitalismo, representado por estos países antes mencionados, no ha olvidado el principio básico para la creación de valor y riqueza: la virtud del individuo, voluntaria, no impuesta. Muchos saben que Adam Smith definió el capitalismo clásico en su libro "La riqueza de las naciones", pero pocos saben que, como profesor de filosofía moral, en su primer libro, "La teoría de los sentimientos morales", argumenta que la empatía y el amor propio, equilibrados adecuadamente, forman la base de un sistema económico justo y eficiente. Este equilibrio es crucial para un capitalismo que no solo busca la acumulación de riqueza, sino también el bienestar general.
Smith divide el afecto humano en egoísmo y benevolencia. Las virtudes las adscribe en lo correcto, la prudencia y la benevolencia. Aristóteles, en su "Ética a Nicómaco", define la virtud como el punto medio entre dos extremos viciosos. Esta idea del equilibrio es similar a la de Smith. También enfatiza que la virtud no debe ser solo conocimiento teórico sino práctica constante, y la reduce a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La verdad filosófica que lleva a la prosperidad se encuentra entre estas verdades básicas de nuestra cultura judeocristiana y del modelo capitalista moderno. Tal vez nos falta agregar las virtudes cristianas de San Agustín de la fe, la caridad y la esperanza o las cuatro moradas divinas del Buddha entendidas como benevolencia, compasión, alegría empática y ecuanimidad.
La próxima semana analizaremos cada una de estas virtudes en su significado y práctica. Mientras tanto, no olvide, querido lector: El verdadero capitalismo no es egoísta, extractivo, ni depredador. Es un sistema que, basado en la libertad y la virtud individual, crea riqueza y prosperidad para todos.
PhD. José Ramiro Bolaños