El título de este artículo nos recuerda a la pandemia. Seres “superiores” implementaron la cuarentena, ocasionando pérdidas multimillonarias en trabajo, generación de bienes y servicios, pobreza, desempleo, etc.
El encierro continúa, si bien no es físico como en aquella ocasión. Ahora es invisible. El exceso de leyes, normas, prohibiciones, etc., ocasiona que vivamos entre cuatro paredes confinadas por todo eso, más reglamentos, decretos y lo que sea.
No sé cuándo o quién dispuso que el trabajo principal de los diputados es legislar. Pasan los días embriagados de “reunionitis” y de ocurrencias en cuanto a qué más limitaciones a nuestra libertad van a imponer. Es así como, con cada decreto legislativo, esta se reduce.
Hace muchos años se habló de deslegislar. Era una idea interesante que valdría un análisis serio y profundo. No he vuelto a escuchar sobre esto. Supongo que los diputados presumen con las iniciativas de ley que están impulsando. Es una demostración del trabajo que hacen. Considero que deslegislar sería más provechoso para el país y seríamos un poquito más libres.
La inseguridad nos mantiene encerrados física, pero también mentalmente, pues vivimos con la preocupación de ser asaltados, sumado a la certeza de que no habrá capturas de los delincuentes.
No puedo dejar de mencionar el encierro que ocasionan los que pertenecen a los cantones, sindicatos y cualquier otro grupo organizado que, en vez de buscar la mejora de sus miembros, violan la ley con los bloqueos y nos encierran ante la imposibilidad de movilizarnos.
El peor encierro es el que resulta de tener un sistema educativo anticuado, con poco o nulo acceso a la tecnología. Los niños permanecerán en ese metro cuadrado que aprendieron, sin darse cuenta del mundo que tienen fuera de esas aulas viejas y trasnochadas.
Estamos encerrados. Nos toca romper paredes para volar alto, sin las ataduras del siglo pasado.
El título de este artículo nos recuerda a la pandemia. Seres “superiores” implementaron la cuarentena, ocasionando pérdidas multimillonarias en trabajo, generación de bienes y servicios, pobreza, desempleo, etc.
El encierro continúa, si bien no es físico como en aquella ocasión. Ahora es invisible. El exceso de leyes, normas, prohibiciones, etc., ocasiona que vivamos entre cuatro paredes confinadas por todo eso, más reglamentos, decretos y lo que sea.
No sé cuándo o quién dispuso que el trabajo principal de los diputados es legislar. Pasan los días embriagados de “reunionitis” y de ocurrencias en cuanto a qué más limitaciones a nuestra libertad van a imponer. Es así como, con cada decreto legislativo, esta se reduce.
Hace muchos años se habló de deslegislar. Era una idea interesante que valdría un análisis serio y profundo. No he vuelto a escuchar sobre esto. Supongo que los diputados presumen con las iniciativas de ley que están impulsando. Es una demostración del trabajo que hacen. Considero que deslegislar sería más provechoso para el país y seríamos un poquito más libres.
La inseguridad nos mantiene encerrados física, pero también mentalmente, pues vivimos con la preocupación de ser asaltados, sumado a la certeza de que no habrá capturas de los delincuentes.
No puedo dejar de mencionar el encierro que ocasionan los que pertenecen a los cantones, sindicatos y cualquier otro grupo organizado que, en vez de buscar la mejora de sus miembros, violan la ley con los bloqueos y nos encierran ante la imposibilidad de movilizarnos.
El peor encierro es el que resulta de tener un sistema educativo anticuado, con poco o nulo acceso a la tecnología. Los niños permanecerán en ese metro cuadrado que aprendieron, sin darse cuenta del mundo que tienen fuera de esas aulas viejas y trasnochadas.
Estamos encerrados. Nos toca romper paredes para volar alto, sin las ataduras del siglo pasado.