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En Estados Unidos también se vota por el menos malo

El futuro del país con más influencia del mundo se encuentra en manos negligentes.

REUTERS/Mike Segar
Rocío Mérida |
14 de junio, 2024

Frecuentemente se juzga a los candidatos presidenciales en Latinoamérica por su falta de liderazgo y preparación, así como su poca capacidad de mando. Para todos suele ser un año más “votando por el menos malo”. Estados Unidos ahora enfrenta el mismo problema. En 144 días llegan las elecciones presidenciales y el votante estadounidense presencia solamente un show más.

El gigante norteamericano es el común ejemplo de un bipartidismo perfecto, que para unos es una crisis y para otros un sueño. No obstante, para las elecciones estadounidenses de 2024 no parece ser nada más que una pesadilla. Las candidaturas para el presidente número 47 de Estados Unidos son acaparadas por Donald Trump —Partido Republicano— y Joe Biden —Partido Demócrata—. Además, existen alternativas, como Chase Oliver —Partido Libertario— y Robert F. Kennedy Jr. —independiente—. Estas últimas no alterarán la tendencia histórica del voto, dado que el foco se encuentra en los partidos con más poder del país, que irónicamente están encabezados por las personas con menor capacidad de liderazgo para llevar el mando de la más importante potencia mundial.

Donald Trump —77 años— ha tendido múltiples momentos en público que la gente denomina “graciosos”, aunque realmente son preocupantes. En varias entrevistas, comunicados oficiales de la presidencia o publicaciones en redes sociales, el republicano ha mostrado un comportamiento casi infantil para argumentar sus propuestas. Trump criticó abiertamente a los candidatos con los que compite o a los presidentes demócratas en forma de burla, utilizando sus nombres, planes y errores como chistes. En una entrevista afirmó que con una llamada a Zelenzky y a Putin, una vez él sea presidente, resolvería la guerra entre estos, siendo muy poco realista. Asimismo, al perder las elecciones de 2020 buscó anular los resultados de las elecciones y deslegitimar al nuevo presidente, con falta de éxito recurrió a las redes sociales para desacreditar los resultados. Por último, el expresidente fue recientemente declarado culpable de 34 cargos de falsificación de registros comerciales, caso pendiente de sentencia.

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Los estadounidenses tienen una difícil decisión que tomar el 5 de noviembre. Esta involucra ser liderados por un expresidente y empresario lúcido, sarcástico y a veces extremo, o por un presidente —y exvicepresidente— con pérdida de memoria, razón y con tendencias a provocar conflictos porque “se le cruzan las palabras”. La crisis de liderazgo es evidente.

Por otro lado, Joe Biden —81 años—, actual presidente de Estados Unidos no es ajeno a las polémicas. En 2022 afirmó que “de vez en cuando comete errores… más o menos una vez en cada discurso”. El comentario fue tomado como modestia, pero este no fue más que una demostración de su deplorable estado de salud, que obstaculizaría su presidencia y el camino del país. Múltiples veces en medios en vivo o convivencias públicas el presidente ha demostrado impedimentos en su control del habla, del movimiento e incluso de memoria. Múltiples veces ha realizado comentarios acerca de otros gobiernos que pueden provocar conflictos internacionales, situaciones en las que el personal de la Casa Blanca ha tenido que forzar una corrección del presidente para regresar a reparar el posible daño. Recientemente se han visto más escenarios en los que el demócrata pierde la razón, buscando sentarse en una silla imaginaria o estático en una celebración con baile, así como ocasiones en las que no logra terminar sus declaraciones. Asimismo, el presidente, similar al caso de Trump, realiza un mal manejo de información clasificada del gobierno, almacenándola en gavetas y en el garaje de su hogar, así como también compartiéndola con su escritor fantasma, eventos de los cuales no tiene total memoria. En este caso, se le eximió de responsabilidad por sus deterioradas facultades mentales. Si no puede afrontar un proceso judicial, ¿es realmente capaz de gobernar un país?

Los estadounidenses tienen una difícil decisión que tomar el 5 de noviembre. Esta involucra ser liderados por un expresidente y empresario lúcido, sarcástico y a veces extremo, o por un presidente —y exvicepresidente— con pérdida de memoria, razón y con tendencias a provocar conflictos porque “se le cruzan las palabras”. La crisis de liderazgo es evidente. Nuevamente, Estados Unidos enfrenta una elección entre dos candidatos conocidos, pero que no serían la primera opción de muchos. Es decir, el futuro del país con más influencia del mundo se encuentra en manos negligentes.

En Estados Unidos también se vota por el menos malo

El futuro del país con más influencia del mundo se encuentra en manos negligentes.

Rocío Mérida |
14 de junio, 2024
REUTERS/Mike Segar

Frecuentemente se juzga a los candidatos presidenciales en Latinoamérica por su falta de liderazgo y preparación, así como su poca capacidad de mando. Para todos suele ser un año más “votando por el menos malo”. Estados Unidos ahora enfrenta el mismo problema. En 144 días llegan las elecciones presidenciales y el votante estadounidense presencia solamente un show más.

El gigante norteamericano es el común ejemplo de un bipartidismo perfecto, que para unos es una crisis y para otros un sueño. No obstante, para las elecciones estadounidenses de 2024 no parece ser nada más que una pesadilla. Las candidaturas para el presidente número 47 de Estados Unidos son acaparadas por Donald Trump —Partido Republicano— y Joe Biden —Partido Demócrata—. Además, existen alternativas, como Chase Oliver —Partido Libertario— y Robert F. Kennedy Jr. —independiente—. Estas últimas no alterarán la tendencia histórica del voto, dado que el foco se encuentra en los partidos con más poder del país, que irónicamente están encabezados por las personas con menor capacidad de liderazgo para llevar el mando de la más importante potencia mundial.

Donald Trump —77 años— ha tendido múltiples momentos en público que la gente denomina “graciosos”, aunque realmente son preocupantes. En varias entrevistas, comunicados oficiales de la presidencia o publicaciones en redes sociales, el republicano ha mostrado un comportamiento casi infantil para argumentar sus propuestas. Trump criticó abiertamente a los candidatos con los que compite o a los presidentes demócratas en forma de burla, utilizando sus nombres, planes y errores como chistes. En una entrevista afirmó que con una llamada a Zelenzky y a Putin, una vez él sea presidente, resolvería la guerra entre estos, siendo muy poco realista. Asimismo, al perder las elecciones de 2020 buscó anular los resultados de las elecciones y deslegitimar al nuevo presidente, con falta de éxito recurrió a las redes sociales para desacreditar los resultados. Por último, el expresidente fue recientemente declarado culpable de 34 cargos de falsificación de registros comerciales, caso pendiente de sentencia.

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Los estadounidenses tienen una difícil decisión que tomar el 5 de noviembre. Esta involucra ser liderados por un expresidente y empresario lúcido, sarcástico y a veces extremo, o por un presidente —y exvicepresidente— con pérdida de memoria, razón y con tendencias a provocar conflictos porque “se le cruzan las palabras”. La crisis de liderazgo es evidente.

Por otro lado, Joe Biden —81 años—, actual presidente de Estados Unidos no es ajeno a las polémicas. En 2022 afirmó que “de vez en cuando comete errores… más o menos una vez en cada discurso”. El comentario fue tomado como modestia, pero este no fue más que una demostración de su deplorable estado de salud, que obstaculizaría su presidencia y el camino del país. Múltiples veces en medios en vivo o convivencias públicas el presidente ha demostrado impedimentos en su control del habla, del movimiento e incluso de memoria. Múltiples veces ha realizado comentarios acerca de otros gobiernos que pueden provocar conflictos internacionales, situaciones en las que el personal de la Casa Blanca ha tenido que forzar una corrección del presidente para regresar a reparar el posible daño. Recientemente se han visto más escenarios en los que el demócrata pierde la razón, buscando sentarse en una silla imaginaria o estático en una celebración con baile, así como ocasiones en las que no logra terminar sus declaraciones. Asimismo, el presidente, similar al caso de Trump, realiza un mal manejo de información clasificada del gobierno, almacenándola en gavetas y en el garaje de su hogar, así como también compartiéndola con su escritor fantasma, eventos de los cuales no tiene total memoria. En este caso, se le eximió de responsabilidad por sus deterioradas facultades mentales. Si no puede afrontar un proceso judicial, ¿es realmente capaz de gobernar un país?

Los estadounidenses tienen una difícil decisión que tomar el 5 de noviembre. Esta involucra ser liderados por un expresidente y empresario lúcido, sarcástico y a veces extremo, o por un presidente —y exvicepresidente— con pérdida de memoria, razón y con tendencias a provocar conflictos porque “se le cruzan las palabras”. La crisis de liderazgo es evidente. Nuevamente, Estados Unidos enfrenta una elección entre dos candidatos conocidos, pero que no serían la primera opción de muchos. Es decir, el futuro del país con más influencia del mundo se encuentra en manos negligentes.

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