Escribir sobre la coyuntura nacional a veces se siente tan pesado como el castigo al que fue sometido el mítico Sísifo, pues sobre todo en administraciones tan deficientes como la actual, parece que uno se repite en los temas una y otra vez, hasta que de pronto empiezan a producirse cosas muy graves sobre las que es necesario llamar la atención de los amables lectores.
El periodista venezolano Moisés Naím, autor de libros de ensayo como “El fin del poder” o “La revancha de los poderosos” y una interesante novela de ficción titulada “Dos espías en Caracas”, afirmó en una ocasión que no existe tal cosa como el vacío de poder. Siempre, afirmó, lo llena alguien y lo aprovecha para sus propios fines. Así, los últimos acontecimientos que se le han venido encima a este gobierno en las últimas semanas demuestra la veracidad de la aseveración del autor.
En semanas pasadas, realizando unas entrevistas para un proyecto en el que estoy trabajando actualmente, a propósito del gobierno del doctor Juan José Arévalo, una de las personas me comentó a propósito de dicha administración: “El doctor Arévalo hizo muy poco… pero dejó hacer mucho”, haciendo referencia a los escándalos de enriquecimiento repentino que surgieron entre 1945 y 1951 entre algunos de sus funcionarios. Estos escándalos fueron denunciados en su momento por revolucionarios que se jugaron la vida en los meses previos a la renuncia del general Ubico y la derrota de Ponce Vaides. Revolucionarios de la talla de Emilio Zea González (“El espejismo de la democracia en Guatemala”) o Mario Efraín Nájera Farfán (“Los estafadores de la democracia”), arevalistas de la primera hora; luego renunciaron a sus vínculos con el gobierno arevalista tras los botes y derivas en que caía el gobernante y que son descritos con detalle en su último tomo de memorias titulado “Despacho Presidencial”.
Para el lector atento de las noticias publicadas en los días pasados, no se le habrá pasado desapercibido un detalle: tanto la noticia de la fuga de los mareros presos en Fraijanes II, como la denuncia del robo de las armas del ejército del Comando de la Fuerza Aérea en Petén fueron hechas públicas primero, por medios de comunicación o grupos independientes de prensa, a los que se sumaron luego los grandes conglomerados informativos y por último, a rastras, por el gobierno. Así, la fuga de los mareros puede establecerse en un horizonte de cuatro o cinco días, sin saberse con certeza cuando se fugaron, lo mismo que las armas de Petén (¿hace cuánto fue la sustracción?).
Esto no quiere decir más que el último en enterarse de los desastres que le aquejan es el mismo gobierno, y el último en la escala es el presidente, que se toma su buen tiempo en acusar de recibo los desastres y en reaccionar. Una segunda hipótesis también es posible: el gobierno está tratando de tapar de forma muy pobre e ineficaz los desastres de su poco atinada administración. Como los desastrosos acontecimientos no han tenido consecuencia para los responsables de las carteras, el presidente fomenta la irresponsabilidad y envía un mensaje de permisibilidad. Las carreteras del país están hechas un lamentable desastre, pero el Ministro sigue al mando de la cartera; 20 presos “al menos” se fugan de la cárcel y la vicepresidenta (presidenta en funciones al momento de saberse el incidente), espera con absoluta pasividad unos días para pasarle el problema al presidente que entra al país casi a escondidas, y reacciona 3 días después y solo para exculpar al Ministro de Gobernación, que se niega a renunciar para no perder su derecho al antejuicio. Terrible acción fue enredar el juramento del nuevo Ministro de Gobernación para darle tiempo a Jiménez de huir del país. Ahora, en el Comando Aéreo se roban armas y municiones de combate y todos tan campantes, no hay consecuencias políticas. Esto es peligroso, pues fomenta la impunidad e inclina a la corrupción, contradiciendo la eterna cantaleta oficial.
El resultado entonces es que, debajo de la pasividad absoluta del presidente y vicepresidenta que se aferran con desesperación a las denuncias de complot en contra de su gobierno, como lo hizo en su momento su padre (recomiendo leer Despacho Presidencial, en donde denuncia al menos 18 complots durante su gobierno, reales e imaginarios), poco a poco va reinando una sensación de impunidad. Si no se le exige responsabilidad a un ministro por los desastres de su mala administración, ¿qué puede temer un funcionario medio o bajo? Nada, absolutamente nada.
Tras 22 meses de gobierno, la cadena nacional emitida el día domingo recién pasado, lejos de parecer un acto contundente, pareció más un grito desesperado para que alguien lo salve; a estas alturas seguir denunciando a la licenciada Porras como responsable de los males del país resulta ya una actitud pueril. En esta ocasión, creen que será la OEA la que le de el apoyo político que el propio presidente por omisión, por falta de presencia y liderazgo ha ido perdiendo. Acudir a una instancia internacional para justificar su incapacidad de gobernar y de definir una agenda política tras casi dos años en el poder es por decirlo amablemente, triste.
El vacío de poder no existe… alguien lo llena siempre
Escribir sobre la coyuntura nacional a veces se siente tan pesado como el castigo al que fue sometido el mítico Sísifo, pues sobre todo en administraciones tan deficientes como la actual, parece que uno se repite en los temas una y otra vez, hasta que de pronto empiezan a producirse cosas muy graves sobre las que es necesario llamar la atención de los amables lectores.
El periodista venezolano Moisés Naím, autor de libros de ensayo como “El fin del poder” o “La revancha de los poderosos” y una interesante novela de ficción titulada “Dos espías en Caracas”, afirmó en una ocasión que no existe tal cosa como el vacío de poder. Siempre, afirmó, lo llena alguien y lo aprovecha para sus propios fines. Así, los últimos acontecimientos que se le han venido encima a este gobierno en las últimas semanas demuestra la veracidad de la aseveración del autor.
En semanas pasadas, realizando unas entrevistas para un proyecto en el que estoy trabajando actualmente, a propósito del gobierno del doctor Juan José Arévalo, una de las personas me comentó a propósito de dicha administración: “El doctor Arévalo hizo muy poco… pero dejó hacer mucho”, haciendo referencia a los escándalos de enriquecimiento repentino que surgieron entre 1945 y 1951 entre algunos de sus funcionarios. Estos escándalos fueron denunciados en su momento por revolucionarios que se jugaron la vida en los meses previos a la renuncia del general Ubico y la derrota de Ponce Vaides. Revolucionarios de la talla de Emilio Zea González (“El espejismo de la democracia en Guatemala”) o Mario Efraín Nájera Farfán (“Los estafadores de la democracia”), arevalistas de la primera hora; luego renunciaron a sus vínculos con el gobierno arevalista tras los botes y derivas en que caía el gobernante y que son descritos con detalle en su último tomo de memorias titulado “Despacho Presidencial”.
Para el lector atento de las noticias publicadas en los días pasados, no se le habrá pasado desapercibido un detalle: tanto la noticia de la fuga de los mareros presos en Fraijanes II, como la denuncia del robo de las armas del ejército del Comando de la Fuerza Aérea en Petén fueron hechas públicas primero, por medios de comunicación o grupos independientes de prensa, a los que se sumaron luego los grandes conglomerados informativos y por último, a rastras, por el gobierno. Así, la fuga de los mareros puede establecerse en un horizonte de cuatro o cinco días, sin saberse con certeza cuando se fugaron, lo mismo que las armas de Petén (¿hace cuánto fue la sustracción?).
Esto no quiere decir más que el último en enterarse de los desastres que le aquejan es el mismo gobierno, y el último en la escala es el presidente, que se toma su buen tiempo en acusar de recibo los desastres y en reaccionar. Una segunda hipótesis también es posible: el gobierno está tratando de tapar de forma muy pobre e ineficaz los desastres de su poco atinada administración. Como los desastrosos acontecimientos no han tenido consecuencia para los responsables de las carteras, el presidente fomenta la irresponsabilidad y envía un mensaje de permisibilidad. Las carreteras del país están hechas un lamentable desastre, pero el Ministro sigue al mando de la cartera; 20 presos “al menos” se fugan de la cárcel y la vicepresidenta (presidenta en funciones al momento de saberse el incidente), espera con absoluta pasividad unos días para pasarle el problema al presidente que entra al país casi a escondidas, y reacciona 3 días después y solo para exculpar al Ministro de Gobernación, que se niega a renunciar para no perder su derecho al antejuicio. Terrible acción fue enredar el juramento del nuevo Ministro de Gobernación para darle tiempo a Jiménez de huir del país. Ahora, en el Comando Aéreo se roban armas y municiones de combate y todos tan campantes, no hay consecuencias políticas. Esto es peligroso, pues fomenta la impunidad e inclina a la corrupción, contradiciendo la eterna cantaleta oficial.
El resultado entonces es que, debajo de la pasividad absoluta del presidente y vicepresidenta que se aferran con desesperación a las denuncias de complot en contra de su gobierno, como lo hizo en su momento su padre (recomiendo leer Despacho Presidencial, en donde denuncia al menos 18 complots durante su gobierno, reales e imaginarios), poco a poco va reinando una sensación de impunidad. Si no se le exige responsabilidad a un ministro por los desastres de su mala administración, ¿qué puede temer un funcionario medio o bajo? Nada, absolutamente nada.
Tras 22 meses de gobierno, la cadena nacional emitida el día domingo recién pasado, lejos de parecer un acto contundente, pareció más un grito desesperado para que alguien lo salve; a estas alturas seguir denunciando a la licenciada Porras como responsable de los males del país resulta ya una actitud pueril. En esta ocasión, creen que será la OEA la que le de el apoyo político que el propio presidente por omisión, por falta de presencia y liderazgo ha ido perdiendo. Acudir a una instancia internacional para justificar su incapacidad de gobernar y de definir una agenda política tras casi dos años en el poder es por decirlo amablemente, triste.
 EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE:
 EL TIPO DE CAMBIO DE HOY ES DE: 