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El tiempo perdido… hasta los santos lo lloran

Se cerró el primer semestre de 2024 y el gobierno no ha dado visos de haber despertado. Al menos en cuanto a dinamismo, le queda debiendo a Guatemala bastante.

El presidente de Guatemala, Bernardo Arevalo, habla durante la ceremonia de juramentación de la delegación que participará en los Juegos Olímpicos de París 2024 en el Palacio de los Deportes. Foto de JOHAN ORDONEZ / AFP.
Rodrigo Fernández Ordóñez |
12 de julio, 2024

Se cerró el primer semestre de 2024 y el gobierno no ha dado visos de haber despertado. Al menos en cuanto a dinamismo, le queda debiendo a Guatemala bastante. Ninguna de las 14 comisiones de trabajo legislativas recibió durante este período ningún proyecto de ley para revisión, discusión y dictamen. Al parecer, la campaña de medios en las que los ministros y demás autoridades suben constantemente videos cortos para auto promocionarse han tenido un mínimo impacto en la población.

En cambio, el gobierno continuó, inexplicablemente, apegado al discurso de que el presupuesto aprobado en el 2023 le es insuficiente para ponerse a trabajar. Mientras se abrazan a este discurso, que pasó de ser una ampliación presupuestaria a ser ahora una mera modificación de ingresos, el país se cae a pedazos. Palpablemente, las carreteras lo hacen, como lo hace el comercio y la industria, que afectados por la crisis de la infraestructura ven con desazón que sus compromisos son imposibles de cumplir, pues las carreteras no permiten el libre trasiego de las mercancías. La consecuencia lógica es que los precios han ido subiendo gracias a la escasez de productos: unos escasean porque no llegan a tiempo a los mercados de consumo (bienes perecederos) y otros porque con las lluvias pasadas se han perdido en los campos.

No creo que Guatemala sea el único país del mundo que sufra con estos inviernos copiosos e irregulares, pero definitivamente ha de ser el único que no se pone a pensar qué hacer para solucionar o aprovechar tan desventajosa situación

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Una de las razones de este aumento de precios es claramente solucionable y sobre todo prevenible: el lamentable estado de las carreteras, a las que, cuenta la leyenda, hay que hacerles mantenimiento para que continúen soportando el peso de la carga vehicular, liviana y pesada. La otra razón, es cuestión y responsabilidad del clima y será poco lo que se pueda hacer, sobre todo en cuanto los inviernos copiosos, que desde que hay registros históricos han sucedido en Guatemala entre los meses de mayo a septiembre, no sean asumidos como un fenómeno al que hay que tratar con planificación previa y sobre todo con medidas de prevención. No creo que Guatemala sea el único país del mundo que sufra con estos inviernos copiosos e irregulares, pero definitivamente ha de ser el único que no se pone a pensar qué hacer para solucionar o aprovechar tan desventajosa situación.

Paradójicamente, las lluvias en Guatemala durante la estación húmeda tienen su reverso absoluto en la estación seca: o hay exceso de agua o hay sequía. Definitivamente, las medidas de almacenamiento de agua, su tratamiento y redistribución, para trasladar el líquido vital del invierno al verano no es algo que sea prioridad, para ninguna de las autoridades del gobierno de la República de Guatemala.

El discurso reiterativo de echarle la culpa al gobierno anterior tenía fecha de caducidad. A siete meses de haber asumido el gobierno, el presidente Arévalo ya ha dejado atrás esta fecha, pues el enojo por la calamitosa gestión de Giammattei ya ha dejado paso al desencanto por la inmovilidad del gobierno de Arévalo.

El tema es que, por mucho que se pospongan las acciones, la infraestructura se deteriora y los retos simples se van complejizando si no se enfrentan. El segundo semestre del año se va a ver ocupado por las negociaciones para definir el presupuesto de ingresos y egresos para el 2025 y, según afirman los legisladores de la oposición, aún no se ha visto movimiento del gobierno en esta dirección. La excusa será, previsiblemente, que la inmovilidad del gobierno se debió a que nunca se le proveyó de los recursos extras que estuvieron pidiendo con tanta desesperación. No obstante, la ejecución presupuestaria del dinero con el que ya cuentan desde enero del 2024 sigue avanzando de forma preocupantemente perezosa. Al menos lo hacía hasta antes de del Estado de Calamidad que declaró el presidente la semana pasada.

El discurso reiterativo de echarle la culpa al gobierno anterior tenía fecha de caducidad. A siete meses de haber asumido el gobierno, el presidente Arévalo ya ha dejado atrás esta fecha, pues el enojo por la calamitosa gestión de Giammattei ya ha dejado paso al desencanto por la inmovilidad del gobierno de Arévalo. El tiempo pasa, estos meses en que el gobierno ha sido tan lento en tomar velocidad, lo va a extrañar cuando los temas no resueltos se acumulen y los superen; y los discursos y la buena voluntad ya no sean suficientes para solucionarlos.

El tiempo perdido… hasta los santos lo lloran

Se cerró el primer semestre de 2024 y el gobierno no ha dado visos de haber despertado. Al menos en cuanto a dinamismo, le queda debiendo a Guatemala bastante.

Rodrigo Fernández Ordóñez |
12 de julio, 2024
El presidente de Guatemala, Bernardo Arevalo, habla durante la ceremonia de juramentación de la delegación que participará en los Juegos Olímpicos de París 2024 en el Palacio de los Deportes. Foto de JOHAN ORDONEZ / AFP.

Se cerró el primer semestre de 2024 y el gobierno no ha dado visos de haber despertado. Al menos en cuanto a dinamismo, le queda debiendo a Guatemala bastante. Ninguna de las 14 comisiones de trabajo legislativas recibió durante este período ningún proyecto de ley para revisión, discusión y dictamen. Al parecer, la campaña de medios en las que los ministros y demás autoridades suben constantemente videos cortos para auto promocionarse han tenido un mínimo impacto en la población.

En cambio, el gobierno continuó, inexplicablemente, apegado al discurso de que el presupuesto aprobado en el 2023 le es insuficiente para ponerse a trabajar. Mientras se abrazan a este discurso, que pasó de ser una ampliación presupuestaria a ser ahora una mera modificación de ingresos, el país se cae a pedazos. Palpablemente, las carreteras lo hacen, como lo hace el comercio y la industria, que afectados por la crisis de la infraestructura ven con desazón que sus compromisos son imposibles de cumplir, pues las carreteras no permiten el libre trasiego de las mercancías. La consecuencia lógica es que los precios han ido subiendo gracias a la escasez de productos: unos escasean porque no llegan a tiempo a los mercados de consumo (bienes perecederos) y otros porque con las lluvias pasadas se han perdido en los campos.

No creo que Guatemala sea el único país del mundo que sufra con estos inviernos copiosos e irregulares, pero definitivamente ha de ser el único que no se pone a pensar qué hacer para solucionar o aprovechar tan desventajosa situación

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Una de las razones de este aumento de precios es claramente solucionable y sobre todo prevenible: el lamentable estado de las carreteras, a las que, cuenta la leyenda, hay que hacerles mantenimiento para que continúen soportando el peso de la carga vehicular, liviana y pesada. La otra razón, es cuestión y responsabilidad del clima y será poco lo que se pueda hacer, sobre todo en cuanto los inviernos copiosos, que desde que hay registros históricos han sucedido en Guatemala entre los meses de mayo a septiembre, no sean asumidos como un fenómeno al que hay que tratar con planificación previa y sobre todo con medidas de prevención. No creo que Guatemala sea el único país del mundo que sufra con estos inviernos copiosos e irregulares, pero definitivamente ha de ser el único que no se pone a pensar qué hacer para solucionar o aprovechar tan desventajosa situación.

Paradójicamente, las lluvias en Guatemala durante la estación húmeda tienen su reverso absoluto en la estación seca: o hay exceso de agua o hay sequía. Definitivamente, las medidas de almacenamiento de agua, su tratamiento y redistribución, para trasladar el líquido vital del invierno al verano no es algo que sea prioridad, para ninguna de las autoridades del gobierno de la República de Guatemala.

El discurso reiterativo de echarle la culpa al gobierno anterior tenía fecha de caducidad. A siete meses de haber asumido el gobierno, el presidente Arévalo ya ha dejado atrás esta fecha, pues el enojo por la calamitosa gestión de Giammattei ya ha dejado paso al desencanto por la inmovilidad del gobierno de Arévalo.

El tema es que, por mucho que se pospongan las acciones, la infraestructura se deteriora y los retos simples se van complejizando si no se enfrentan. El segundo semestre del año se va a ver ocupado por las negociaciones para definir el presupuesto de ingresos y egresos para el 2025 y, según afirman los legisladores de la oposición, aún no se ha visto movimiento del gobierno en esta dirección. La excusa será, previsiblemente, que la inmovilidad del gobierno se debió a que nunca se le proveyó de los recursos extras que estuvieron pidiendo con tanta desesperación. No obstante, la ejecución presupuestaria del dinero con el que ya cuentan desde enero del 2024 sigue avanzando de forma preocupantemente perezosa. Al menos lo hacía hasta antes de del Estado de Calamidad que declaró el presidente la semana pasada.

El discurso reiterativo de echarle la culpa al gobierno anterior tenía fecha de caducidad. A siete meses de haber asumido el gobierno, el presidente Arévalo ya ha dejado atrás esta fecha, pues el enojo por la calamitosa gestión de Giammattei ya ha dejado paso al desencanto por la inmovilidad del gobierno de Arévalo. El tiempo pasa, estos meses en que el gobierno ha sido tan lento en tomar velocidad, lo va a extrañar cuando los temas no resueltos se acumulen y los superen; y los discursos y la buena voluntad ya no sean suficientes para solucionarlos.

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