Con el paso del tiempo ha sido impresionante la cantidad de agendas que adoptan los zurdos, progresistas, chairos o como quiera llamarlos. El comunismo evolucionó a socialismo y este a socialdemocracia. Si bien hay algunas diferencias entre estos, el denominador común es que promueven que el gobierno tenga el control absoluto de los bienes de capital. O sea, lo que usted y yo producimos y creamos, le pertenece. Como decimos en buen chapín, “¡qué de a petate!”, entre otras expresiones.
Después de tanto tiempo, ya se les acabaron las ideas medio coherentes falsas y ridículas. Aún pretenden que el gobierno sea el gran proveedor de la educación, de la infraestructura, de los servicios públicos y de cuanta cosa se les ocurra. No importa si la evidencia, alrededor del mundo, ha demostrado que el gobierno es el peor proveedor.
Una de las agendas más recientes es el ambientalismo. Ya prácticamente es una ideología. Todos reconocemos que el manejo de los desechos es un gran reto. Esto mismo ha promovido temas como el reciclaje. El problema es que los más fanáticos ahora dicen que los seres humanos solo servimos para contaminar y destruir. ¿Así o más ridículo? ¿Se incluirán ellos en esto?
Las marchas de protesta siempre generan basura que, lejos de guardarla en bolsas (¡plásticas!) para luego desecharlo, lo tiran al piso, demostrando así su doble moral respecto a la contaminación.
Me parece que el fanatismo los ha conducido a despojarse hasta de su dignidad. Cuántas protestas hemos visto en las que se disfrazan de árboles, se pintan el cuerpo e incluso se desnudan parcialmente para promover su agenda.
Usted y yo, que hemos tenido oportunidad de haber estudiado en buenos establecimientos y no padecimos de desnutrición cuando éramos niños, tenemos capacidad de raciocinio. Lamentablemente, una abrumadora mayoría no tuvo esa posibilidad, por lo que creerán en cualquier cosa que les suene medio racional. Esto ya no es hacer el ridículo, es explotación, abuso y manipulación.
El ambiente es, de pronto, la agenda más visible. Pero ¿qué pasa con la llamada LGBTQ+? Respeto absolutamente la inclinación sexual de cada persona. Pero esta agenda es muy dañina, pues una parte va dirigida a los niños y jóvenes. Nuevamente, esto ya no es ridículo sino contaminación de las mentes débiles.
El llamado es a no hacerle caso a lo visible sino enfocarse en las ideologías detrás de cada agenda. El gobierno, aunque inútil y perdido, podría instituir programas educativos en conjunto con los padres de familia, para rescatar los valores perdidos. Hay mucho por hacer para dejar lo ridículo y volver a la sensatez.
Con el paso del tiempo ha sido impresionante la cantidad de agendas que adoptan los zurdos, progresistas, chairos o como quiera llamarlos. El comunismo evolucionó a socialismo y este a socialdemocracia. Si bien hay algunas diferencias entre estos, el denominador común es que promueven que el gobierno tenga el control absoluto de los bienes de capital. O sea, lo que usted y yo producimos y creamos, le pertenece. Como decimos en buen chapín, “¡qué de a petate!”, entre otras expresiones.
Después de tanto tiempo, ya se les acabaron las ideas medio coherentes falsas y ridículas. Aún pretenden que el gobierno sea el gran proveedor de la educación, de la infraestructura, de los servicios públicos y de cuanta cosa se les ocurra. No importa si la evidencia, alrededor del mundo, ha demostrado que el gobierno es el peor proveedor.
Una de las agendas más recientes es el ambientalismo. Ya prácticamente es una ideología. Todos reconocemos que el manejo de los desechos es un gran reto. Esto mismo ha promovido temas como el reciclaje. El problema es que los más fanáticos ahora dicen que los seres humanos solo servimos para contaminar y destruir. ¿Así o más ridículo? ¿Se incluirán ellos en esto?
Las marchas de protesta siempre generan basura que, lejos de guardarla en bolsas (¡plásticas!) para luego desecharlo, lo tiran al piso, demostrando así su doble moral respecto a la contaminación.
Me parece que el fanatismo los ha conducido a despojarse hasta de su dignidad. Cuántas protestas hemos visto en las que se disfrazan de árboles, se pintan el cuerpo e incluso se desnudan parcialmente para promover su agenda.
Usted y yo, que hemos tenido oportunidad de haber estudiado en buenos establecimientos y no padecimos de desnutrición cuando éramos niños, tenemos capacidad de raciocinio. Lamentablemente, una abrumadora mayoría no tuvo esa posibilidad, por lo que creerán en cualquier cosa que les suene medio racional. Esto ya no es hacer el ridículo, es explotación, abuso y manipulación.
El ambiente es, de pronto, la agenda más visible. Pero ¿qué pasa con la llamada LGBTQ+? Respeto absolutamente la inclinación sexual de cada persona. Pero esta agenda es muy dañina, pues una parte va dirigida a los niños y jóvenes. Nuevamente, esto ya no es ridículo sino contaminación de las mentes débiles.
El llamado es a no hacerle caso a lo visible sino enfocarse en las ideologías detrás de cada agenda. El gobierno, aunque inútil y perdido, podría instituir programas educativos en conjunto con los padres de familia, para rescatar los valores perdidos. Hay mucho por hacer para dejar lo ridículo y volver a la sensatez.