Estimado lector, ahora que los diputados se han decretado un aumento salarial muy considerable, he pensado mucho respecto del problema que ello es. En realidad, a mí no me molesta que los diputados ganen diez mil o veinte mil o cien mil quetzales cada uno; lo que me molesta es que sea, en mi opinión, un salario totalmente inmerecido y no devengado.
Pensémoslo así: si tuviéramos un congreso que estuviera generando leyes que realmente ayudaran a todos a tener una mejor realidad, donde se estuviera generando un ambiente de seguridad y prosperidad, con oportunidad aprovechables y un crecimiento sensible en seguridad y economía, yo no tendría problema con que ganaran lo que ahora se han puesto de salario o, inclusive, algo más.
Si tuviéramos un congreso que pudiera dar muestras de educación en las sesiones parlamentarias, con diputados que guardan las buenas costumbres de quienes los eligieron y dieran ejemplo de lo que es el trabajo duro, yo no tendría problema en que ganaran incluso más que ahora.
Pero, la realidad es que tenemos un congreso que no aporta significativamente nada bueno a la realidad. De su actuar subyace un palpable desgaste de las instituciones; un mayor endeudamiento del país; la falta de proyectos que ayuden a mejorar la infraestructura, la seguridad, la inversión, el crecimiento económico, y la tranquilidad de todas las personas, por lo cual pienso que lo que ganaban antes del aumento ya era demasiado.
Yo espero, aunque no creo que vaya a pasar, que los gobernantes adviertan que su salario debe ser alcanzado por su productividad. Que lo que ganan debe, al menos, parearse con lo que devuelven.
El mismo problema con el presidente, quien tiene un salario altísimo en comparación con la media de los guatemaltecos, particularmente al ser un presidente que no aporta nada al país, porque querer venderse como que hace algo bueno, como yendo a inaugurar el ciclo escolar a finales de febrero, le debería de dar vergüenza más que satisfacción. Porque, tener en total descuido la infraestructura del país es vergonzoso, pero además las cosas que hace no son aportes al país, sino que son pálidos cumplimientos de sus hartas obligaciones.
Trabajar y lograr que exista seguridad ciudadana, un ciclo escolar decente, una infraestructura en condiciones de uso, etc., etc., etc., no son aportes, logros u objetivos alcanzados, sino que son la obligación mínima de cada presidente; no solo del actual sino de todos los anteriores y de los que vengan en el futuro. En otras palabras, y entendiendo que la presidencia no es una gerencia, es como que un gerente llegase con sus accionistas a decirles que, aunque los ingresos siguen bajando y los costos de operación son cada vez más altos, él se siente orgulloso de que puso una nueva cafetera en la oficina y que, por ello, quiere pedir un aumento de salario.
¿Lo anterior le parece ridículo? A mí sí, pero esa es la realidad de los diputados y de quienes hacen cabeza en el organismo ejecutivo. Yo espero, aunque no creo que vaya a pasar, que los gobernantes adviertan que su salario debe ser alcanzado por su productividad. Que lo que ganan debe, al menos, parearse con lo que devuelven; y eso significa que, como mínimo, por el dinero y beneficios que reciben deben cumplir sus obligaciones a cabalidad y con decoro. Ojalá y un día lleguen a valer su abultado salario, para mientras creo que todos debemos tener un problema con el salario que mes a mes cobran nuestros gobernantes.
El problema con el salario de los gobernantes
Estimado lector, ahora que los diputados se han decretado un aumento salarial muy considerable, he pensado mucho respecto del problema que ello es. En realidad, a mí no me molesta que los diputados ganen diez mil o veinte mil o cien mil quetzales cada uno; lo que me molesta es que sea, en mi opinión, un salario totalmente inmerecido y no devengado.
Pensémoslo así: si tuviéramos un congreso que estuviera generando leyes que realmente ayudaran a todos a tener una mejor realidad, donde se estuviera generando un ambiente de seguridad y prosperidad, con oportunidad aprovechables y un crecimiento sensible en seguridad y economía, yo no tendría problema con que ganaran lo que ahora se han puesto de salario o, inclusive, algo más.
Si tuviéramos un congreso que pudiera dar muestras de educación en las sesiones parlamentarias, con diputados que guardan las buenas costumbres de quienes los eligieron y dieran ejemplo de lo que es el trabajo duro, yo no tendría problema en que ganaran incluso más que ahora.
Pero, la realidad es que tenemos un congreso que no aporta significativamente nada bueno a la realidad. De su actuar subyace un palpable desgaste de las instituciones; un mayor endeudamiento del país; la falta de proyectos que ayuden a mejorar la infraestructura, la seguridad, la inversión, el crecimiento económico, y la tranquilidad de todas las personas, por lo cual pienso que lo que ganaban antes del aumento ya era demasiado.
Yo espero, aunque no creo que vaya a pasar, que los gobernantes adviertan que su salario debe ser alcanzado por su productividad. Que lo que ganan debe, al menos, parearse con lo que devuelven.
El mismo problema con el presidente, quien tiene un salario altísimo en comparación con la media de los guatemaltecos, particularmente al ser un presidente que no aporta nada al país, porque querer venderse como que hace algo bueno, como yendo a inaugurar el ciclo escolar a finales de febrero, le debería de dar vergüenza más que satisfacción. Porque, tener en total descuido la infraestructura del país es vergonzoso, pero además las cosas que hace no son aportes al país, sino que son pálidos cumplimientos de sus hartas obligaciones.
Trabajar y lograr que exista seguridad ciudadana, un ciclo escolar decente, una infraestructura en condiciones de uso, etc., etc., etc., no son aportes, logros u objetivos alcanzados, sino que son la obligación mínima de cada presidente; no solo del actual sino de todos los anteriores y de los que vengan en el futuro. En otras palabras, y entendiendo que la presidencia no es una gerencia, es como que un gerente llegase con sus accionistas a decirles que, aunque los ingresos siguen bajando y los costos de operación son cada vez más altos, él se siente orgulloso de que puso una nueva cafetera en la oficina y que, por ello, quiere pedir un aumento de salario.
¿Lo anterior le parece ridículo? A mí sí, pero esa es la realidad de los diputados y de quienes hacen cabeza en el organismo ejecutivo. Yo espero, aunque no creo que vaya a pasar, que los gobernantes adviertan que su salario debe ser alcanzado por su productividad. Que lo que ganan debe, al menos, parearse con lo que devuelven; y eso significa que, como mínimo, por el dinero y beneficios que reciben deben cumplir sus obligaciones a cabalidad y con decoro. Ojalá y un día lleguen a valer su abultado salario, para mientras creo que todos debemos tener un problema con el salario que mes a mes cobran nuestros gobernantes.