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El poder del lenguaje como arma política en el siglo XXI

Como diría Chomsky, las técnicas de manipulación pueden parecer sencillas, pero son increíblemente efectivas, y su uso se encuentra en todas partes, independientemente de la orientación política de los medios.

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Camilo Bello Wilches |
25 de septiembre, 2024

En un mundo hiperconectado como el actual, la información circula de manera constante y masiva. Si bien esto podría verse como un avance para la sociedad civil, facilitando el acceso al conocimiento y promoviendo el pensamiento crítico, también representa una peligrosa espada de doble filo. La instrumentalización del lenguaje como herramienta de manipulación, especialmente en manos de actores políticos y medios de comunicación, es una preocupación cada vez más vigente. El lingüista Noam Chomsky ha desarrollado una serie de estrategias que evidencian cómo el lenguaje puede ser usado para controlar, engañar y moldear la opinión pública. Estas 10 estrategias de manipulación mediática son hoy más relevantes que nunca en Guatemala y en el mundo.

Una de las más evidentes es la distracción. Los medios tienden a enfocar la atención de la ciudadanía en eventos superficiales, sensacionalistas o de escasa relevancia, mientras los temas más profundos, como las reformas políticas o los acuerdos comerciales, pasan desapercibidos. Ejemplos recientes en Guatemala muestran cómo, ante el malestar por la situación política, ciertos medios han optado por saturar los titulares con escándalos de farándula o deportes, relegando la discusión sobre temas fundamentales. El objetivo es claro: desviar la atención del público de los verdaderos problemas sociales y políticos.

Otro mecanismo de manipulación es crear problemas y luego ofrecer soluciones. Es un recurso clásico: generar una crisis (real o percibida), crear un estado de alarma y luego proponer soluciones que, en realidad, ya estaban planeadas. Los gobiernos de todo el mundo han utilizado esta estrategia para justificar medidas impopulares, como restricciones a libertades o incrementos en el control gubernamental.

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Pero Chomsky no es el único que ha reflexionado sobre el poder del lenguaje. Desde Aristóteles, se ha reconocido que el lenguaje no es neutral; tiene el poder de persuadir y convencer. En su "Retórica", Aristóteles ya hablaba de cómo el lenguaje puede ser utilizado para influir en las emociones y las decisiones de una audiencia. Más recientemente, filósofos como Ludwig Wittgenstein y Bertrand Russell han señalado los límites y peligros del lenguaje, particularmente cuando se usa con fines políticos. Russell advertía que el control del lenguaje puede llevar a la manipulación del pensamiento. Hoy en día, esta instrumentalización no solo ocurre a través de discursos políticos tradicionales, sino a una escala masiva mediante los medios de comunicación y las redes sociales.

Debemos ser más conscientes de cómo el lenguaje es utilizado como arma política. Los ciudadanos deben aprender a discernir, a cuestionar y a no aceptar los discursos en su valor nominal.

Otro de los principios de Chomsky, mantener al público en la ignorancia, ha sido especialmente efectivo en un mundo donde la sobreabundancia de información genera desinformación. En lugar de facilitar la comprensión, los medios y actores políticos tienden a simplificar los hechos, presentando versiones superficiales que impiden un análisis profundo. Esto recuerda las técnicas de manipulación de Joseph Goebbels durante el Tercer Reich, donde la repetición constante de mentiras las convertía en "verdades" a los ojos del público. Hoy en día, las técnicas se han sofisticado, pero el principio es el mismo: el lenguaje puede ser usado para deformar la realidad.

En este contexto, el militar, gobernador y explorador español que participó en la conquista de América, Antonio Berrio identifica diversos usos imperativos del lenguaje: convencer, persuadir, manipular, informar, emocionar, formalizar o prescribir. Todos estos usos, cuando son manipulados estratégicamente, se convierten en poderosas herramientas para moldear la opinión pública. Un ejemplo claro es la estrategia de Chomsky de apelar a las emociones en lugar de la razón. Los medios suelen enfocar sus discursos en emociones como el miedo o el odio, desactivando el pensamiento crítico. En Guatemala, esto es evidente en cómo se gestionan las crisis migratorias, por ejemplo, donde la imagen del "otro" (el migrante) es constantemente criminalizada, apelando al miedo para justificar políticas represivas.

La capacidad crítica de los ciudadanos es más necesaria que nunca. Si bien en siglos pasados el reto era alfabetizar a una población mayoritariamente ignorante, en el siglo XXI el desafío radica en enseñar a las personas a navegar en un océano de información. Con la globalización y la interconectividad, la manipulación es más fácil que nunca, y el lenguaje es la herramienta principal.

La tarea, entonces, es clara: debemos ser más conscientes de cómo el lenguaje es utilizado como arma política. Los ciudadanos deben aprender a discernir, a cuestionar y a no aceptar los discursos en su valor nominal. Como diría Chomsky, las técnicas de manipulación pueden parecer sencillas, pero son increíblemente efectivas, y su uso se encuentra en todas partes, independientemente de la orientación política de los medios.

El poder del lenguaje como arma política en el siglo XXI

Como diría Chomsky, las técnicas de manipulación pueden parecer sencillas, pero son increíblemente efectivas, y su uso se encuentra en todas partes, independientemente de la orientación política de los medios.

Camilo Bello Wilches |
25 de septiembre, 2024
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En un mundo hiperconectado como el actual, la información circula de manera constante y masiva. Si bien esto podría verse como un avance para la sociedad civil, facilitando el acceso al conocimiento y promoviendo el pensamiento crítico, también representa una peligrosa espada de doble filo. La instrumentalización del lenguaje como herramienta de manipulación, especialmente en manos de actores políticos y medios de comunicación, es una preocupación cada vez más vigente. El lingüista Noam Chomsky ha desarrollado una serie de estrategias que evidencian cómo el lenguaje puede ser usado para controlar, engañar y moldear la opinión pública. Estas 10 estrategias de manipulación mediática son hoy más relevantes que nunca en Guatemala y en el mundo.

Una de las más evidentes es la distracción. Los medios tienden a enfocar la atención de la ciudadanía en eventos superficiales, sensacionalistas o de escasa relevancia, mientras los temas más profundos, como las reformas políticas o los acuerdos comerciales, pasan desapercibidos. Ejemplos recientes en Guatemala muestran cómo, ante el malestar por la situación política, ciertos medios han optado por saturar los titulares con escándalos de farándula o deportes, relegando la discusión sobre temas fundamentales. El objetivo es claro: desviar la atención del público de los verdaderos problemas sociales y políticos.

Otro mecanismo de manipulación es crear problemas y luego ofrecer soluciones. Es un recurso clásico: generar una crisis (real o percibida), crear un estado de alarma y luego proponer soluciones que, en realidad, ya estaban planeadas. Los gobiernos de todo el mundo han utilizado esta estrategia para justificar medidas impopulares, como restricciones a libertades o incrementos en el control gubernamental.

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Pero Chomsky no es el único que ha reflexionado sobre el poder del lenguaje. Desde Aristóteles, se ha reconocido que el lenguaje no es neutral; tiene el poder de persuadir y convencer. En su "Retórica", Aristóteles ya hablaba de cómo el lenguaje puede ser utilizado para influir en las emociones y las decisiones de una audiencia. Más recientemente, filósofos como Ludwig Wittgenstein y Bertrand Russell han señalado los límites y peligros del lenguaje, particularmente cuando se usa con fines políticos. Russell advertía que el control del lenguaje puede llevar a la manipulación del pensamiento. Hoy en día, esta instrumentalización no solo ocurre a través de discursos políticos tradicionales, sino a una escala masiva mediante los medios de comunicación y las redes sociales.

Debemos ser más conscientes de cómo el lenguaje es utilizado como arma política. Los ciudadanos deben aprender a discernir, a cuestionar y a no aceptar los discursos en su valor nominal.

Otro de los principios de Chomsky, mantener al público en la ignorancia, ha sido especialmente efectivo en un mundo donde la sobreabundancia de información genera desinformación. En lugar de facilitar la comprensión, los medios y actores políticos tienden a simplificar los hechos, presentando versiones superficiales que impiden un análisis profundo. Esto recuerda las técnicas de manipulación de Joseph Goebbels durante el Tercer Reich, donde la repetición constante de mentiras las convertía en "verdades" a los ojos del público. Hoy en día, las técnicas se han sofisticado, pero el principio es el mismo: el lenguaje puede ser usado para deformar la realidad.

En este contexto, el militar, gobernador y explorador español que participó en la conquista de América, Antonio Berrio identifica diversos usos imperativos del lenguaje: convencer, persuadir, manipular, informar, emocionar, formalizar o prescribir. Todos estos usos, cuando son manipulados estratégicamente, se convierten en poderosas herramientas para moldear la opinión pública. Un ejemplo claro es la estrategia de Chomsky de apelar a las emociones en lugar de la razón. Los medios suelen enfocar sus discursos en emociones como el miedo o el odio, desactivando el pensamiento crítico. En Guatemala, esto es evidente en cómo se gestionan las crisis migratorias, por ejemplo, donde la imagen del "otro" (el migrante) es constantemente criminalizada, apelando al miedo para justificar políticas represivas.

La capacidad crítica de los ciudadanos es más necesaria que nunca. Si bien en siglos pasados el reto era alfabetizar a una población mayoritariamente ignorante, en el siglo XXI el desafío radica en enseñar a las personas a navegar en un océano de información. Con la globalización y la interconectividad, la manipulación es más fácil que nunca, y el lenguaje es la herramienta principal.

La tarea, entonces, es clara: debemos ser más conscientes de cómo el lenguaje es utilizado como arma política. Los ciudadanos deben aprender a discernir, a cuestionar y a no aceptar los discursos en su valor nominal. Como diría Chomsky, las técnicas de manipulación pueden parecer sencillas, pero son increíblemente efectivas, y su uso se encuentra en todas partes, independientemente de la orientación política de los medios.

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