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El ocaso de los lunáticos

Foto por Roberto Schmidt / AFP
Warren Orbaugh |
20 de enero, 2025

Este lunes veinte de enero de 2025 termina el gobierno de los dementes.

Ese donde lunáticos que se creen mujeres ocuparon puestos importantes en el gobierno de los Estados Unidos de América. No más hombres disfrazados de mujer, como el obeso Rachel Levine, nombrado subsecretario de Salud (¿mental y física?) y almirante del ejército. No más funcionarios cleptómanos que se creen señoritas como Sam Brinton. No más hijos degenerados y criminales favorecidos por privilegios otorgados por el presidente, su padre. Se acabó esa perturbada manía de insistir en que se tome en serio a personas como la juez Ketanji Brown Jackson que, optando para ser parte de la corte suprema, en su entrevista fue incapaz de definir “mujer”. O a Khiara Bridges, la profesora de Leyes de Berkeley, que, cuando el senador Hawley se lo pidió, tampoco pudo definir lo que es una mujer e insistió en que un hombre puede quedar embarazado y acusó al senador de transfóbico por el hecho de formular la pregunta.

Se terminó esa absurda ley que permite a hombres que dicen sentirse mujeres usar los vestidores y sanitarios de damas. Finalizó, y ojalá que, en todo el mundo, la injusticia de permitir que hombres que se identifican como mujeres (cuyo concepto no pueden definir) compitan contra atletas que sí son féminas. Se agotó este juego demencial donde un hombre, un criminal, que se autoidentifica como la mujer Demi Minor, consigue que lo trasladen a la prisión de mujeres de New Jersey, donde embaraza a dos presas.

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Concluyó la irracionalidad de reducir y quitar la necesidad de fianza para criminales violentos; desfinanciar a la policía; recaudar fondos para liberar a aquellos terroristas que destruyeron propiedad privada —a los que llamaron protestantes pacíficosd y legitimar la violencia y el crimen, que ahora azota a los ciudadanos honrados y productivos de ciudades como San Francisco, Los Ángeles, Virginia, Chicago, Nueva York, Atlanta, Seattle, Oakland, Sacramento, Baltimore, y Portland, entre otras. Finalizó esta política intencional, con el propósito de crear caos para destruir el sistema norteamericano de libre mercado y sustituirlo con uno totalitario de modelo socialista, el declarado propósito de congresistas demócratas como Alexandra Ocasio-Cortez, Ilhan Omar y Bernie Sanders, entre otros.

Pero, si alguien insinúa que exagero, permítame recordarle que, así como un niño que se pone una capa de Superman no puede volar, pues no es Superman, y un hombre que se autopercibe como bombilla no puede iluminar un callejón oscuro, un hombre que se autoperciba como mujer y se disfrace como tal, aun con el auxilio químico y quirúrgico, no es mujer. Tan solo es un hombre disfrazado. Estos locos progres no pueden distinguir entre los hechos de la realidad y un estado mental enfermo —confunden realidad con fantasía—. Su “percepción” del mundo está en conflicto con la realidad. Un signo claro de enfermedad mental.

Con el regreso de Donald Trump, vuelve la sensatez al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y, ojalá, al mundo. Ojalá el Narrendämmerung, el crepúsculo de los locos, sea para siempre de una vez por todas.

Se terminó el que siquiera consideren escuchar a estos degenerados que quieren imponer su demencia, como Rachel Devine, el transgénero, pediatra y psicólogo, secretario de salud y consejero del congreso de EE. UU., que propone la mutilación de niños para su transición de género. Insiste en que los niños de cinco u ocho años deben poder decidir si ser niños o niñas. Qué razón tiene Bill Maher al decir que, si los niños supieran lo que quieren ser a la edad de ocho años, el mundo estaría lleno de princesas y vaqueros. Maher se siente afortunado de que nadie lo tomara en serio cuando quería ser pirata y programara una operación para que le quitaran un ojo y una pierna.

Hasta aquí llegaron Hollywood y Disney infiltrados por un grupo de idiotas sin ideas, que quieren forzar esa locura en los cinéfilos. Reinterpretan las viejas películas en lugar de crear nuevas. Así ponen de hada madrina en Pinocho a un transgénero negro. A Ana Bolena la reinterpretan como negra. Batichica es ahora lesbiana. No más degenerados mentales que hacen fiestas para niños en clubes de desnudistas para adultos con travestis, incitándolos a desfilar y practicar los bailes y a poner billetes entre los calzones de estos energúmenos. Los pedófilos serán perseguidos.

Los chiflados no gobernarán más.

Con el regreso de Donald Trump, vuelve la sensatez al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y, ojalá, al mundo. Ojalá el Narrendämmerung, el crepúsculo de los locos, sea para siempre de una vez por todas.

¡FELICITACIONES AL PUEBLO NORTEAMERICANO POR SU NUEVO GOBIERNO!

El ocaso de los lunáticos

Warren Orbaugh |
20 de enero, 2025
Foto por Roberto Schmidt / AFP

Este lunes veinte de enero de 2025 termina el gobierno de los dementes.

Ese donde lunáticos que se creen mujeres ocuparon puestos importantes en el gobierno de los Estados Unidos de América. No más hombres disfrazados de mujer, como el obeso Rachel Levine, nombrado subsecretario de Salud (¿mental y física?) y almirante del ejército. No más funcionarios cleptómanos que se creen señoritas como Sam Brinton. No más hijos degenerados y criminales favorecidos por privilegios otorgados por el presidente, su padre. Se acabó esa perturbada manía de insistir en que se tome en serio a personas como la juez Ketanji Brown Jackson que, optando para ser parte de la corte suprema, en su entrevista fue incapaz de definir “mujer”. O a Khiara Bridges, la profesora de Leyes de Berkeley, que, cuando el senador Hawley se lo pidió, tampoco pudo definir lo que es una mujer e insistió en que un hombre puede quedar embarazado y acusó al senador de transfóbico por el hecho de formular la pregunta.

Se terminó esa absurda ley que permite a hombres que dicen sentirse mujeres usar los vestidores y sanitarios de damas. Finalizó, y ojalá que, en todo el mundo, la injusticia de permitir que hombres que se identifican como mujeres (cuyo concepto no pueden definir) compitan contra atletas que sí son féminas. Se agotó este juego demencial donde un hombre, un criminal, que se autoidentifica como la mujer Demi Minor, consigue que lo trasladen a la prisión de mujeres de New Jersey, donde embaraza a dos presas.

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Concluyó la irracionalidad de reducir y quitar la necesidad de fianza para criminales violentos; desfinanciar a la policía; recaudar fondos para liberar a aquellos terroristas que destruyeron propiedad privada —a los que llamaron protestantes pacíficosd y legitimar la violencia y el crimen, que ahora azota a los ciudadanos honrados y productivos de ciudades como San Francisco, Los Ángeles, Virginia, Chicago, Nueva York, Atlanta, Seattle, Oakland, Sacramento, Baltimore, y Portland, entre otras. Finalizó esta política intencional, con el propósito de crear caos para destruir el sistema norteamericano de libre mercado y sustituirlo con uno totalitario de modelo socialista, el declarado propósito de congresistas demócratas como Alexandra Ocasio-Cortez, Ilhan Omar y Bernie Sanders, entre otros.

Pero, si alguien insinúa que exagero, permítame recordarle que, así como un niño que se pone una capa de Superman no puede volar, pues no es Superman, y un hombre que se autopercibe como bombilla no puede iluminar un callejón oscuro, un hombre que se autoperciba como mujer y se disfrace como tal, aun con el auxilio químico y quirúrgico, no es mujer. Tan solo es un hombre disfrazado. Estos locos progres no pueden distinguir entre los hechos de la realidad y un estado mental enfermo —confunden realidad con fantasía—. Su “percepción” del mundo está en conflicto con la realidad. Un signo claro de enfermedad mental.

Con el regreso de Donald Trump, vuelve la sensatez al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y, ojalá, al mundo. Ojalá el Narrendämmerung, el crepúsculo de los locos, sea para siempre de una vez por todas.

Se terminó el que siquiera consideren escuchar a estos degenerados que quieren imponer su demencia, como Rachel Devine, el transgénero, pediatra y psicólogo, secretario de salud y consejero del congreso de EE. UU., que propone la mutilación de niños para su transición de género. Insiste en que los niños de cinco u ocho años deben poder decidir si ser niños o niñas. Qué razón tiene Bill Maher al decir que, si los niños supieran lo que quieren ser a la edad de ocho años, el mundo estaría lleno de princesas y vaqueros. Maher se siente afortunado de que nadie lo tomara en serio cuando quería ser pirata y programara una operación para que le quitaran un ojo y una pierna.

Hasta aquí llegaron Hollywood y Disney infiltrados por un grupo de idiotas sin ideas, que quieren forzar esa locura en los cinéfilos. Reinterpretan las viejas películas en lugar de crear nuevas. Así ponen de hada madrina en Pinocho a un transgénero negro. A Ana Bolena la reinterpretan como negra. Batichica es ahora lesbiana. No más degenerados mentales que hacen fiestas para niños en clubes de desnudistas para adultos con travestis, incitándolos a desfilar y practicar los bailes y a poner billetes entre los calzones de estos energúmenos. Los pedófilos serán perseguidos.

Los chiflados no gobernarán más.

Con el regreso de Donald Trump, vuelve la sensatez al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica y, ojalá, al mundo. Ojalá el Narrendämmerung, el crepúsculo de los locos, sea para siempre de una vez por todas.

¡FELICITACIONES AL PUEBLO NORTEAMERICANO POR SU NUEVO GOBIERNO!

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