El nuevo Downing Street: un gobierno por y para la “nomenklatura”
Mientras los verdaderos trabajadores absorben los costos de las políticas populistas en beneficio de quienes dependen del Estado, los aliados laboristas incrementarán su portafolio de beneficios
La victoria del partido laborista en Gran Bretaña estaba anunciada. Durante los últimos 14 años, los gobiernos conservadores han enseñado las peores facetas de la política: incompetencia, falta de dirección, inconsistencia y corrupción. En pocas palabras, el período conservador se podría resumir en una política que no creía, ni se apegaba a nada, solo a continuar en el gobierno.
La población, cansada del estancamiento político, viró de manera significativa a la izquierda y dio al partido laborista una victoria histórica. No obstante, parece que la racha de la decepción continuará para los británicos, especialmente si se analizan las promesas de campaña.
Más principios, pero malos
Una de las principales críticas que se le hizo a los gobiernos conservadores fue la falta de principios y una agenda política coherente con los valores tradicionales del partido. Por lo tanto, el hecho de que el partido laborista se mostrara más comprometido con sus postulados fue un punto a favor ante el electorado.
Ahora bien, el hecho de que un partido parezca tener más principios no significa que estos sean necesariamente buenos.
La previa de las políticas que impulsará el gobierno laborista la encontramos en el currículum del líder del partido, Keir Starmer, ex abogado de derechos humanos, un ámbito lleno de contradicciones, especialmente la combinación entre el activismo en nombre de los “más oprimidos” con la perpetuación de la “buena vida” de los autoproclamados defensores.
Evidentemente, los británicos, buscando más principios y valores políticos, encontraron un nuevo juego de suma cero, en el que parece que las ganancias siempre serán para el círculo cercano, para el gabinete, y las pérdidas para la verdadera población trabajadora.
Durante la campaña, Starmer anunció que una de las primeras medidas sería la reducción de los impuestos a los trabajadores, a quienes catalogó como “personas sin ahorros que dependen de los servicios públicos”. Así pues, para el laborismo quienes ahorran no solo no son trabajadores, sino que tampoco cumplen con el estándar del ciudadano ideal, ya que no dependen del gobierno.
Ahora bien, tal y como lo expresó Bastiat, el acceso de los servicios públicos es solo el efecto que se ve, ¿lo que no se ve? el crecimiento del gobierno, el aumento de la carga impositiva de quienes sí ahorran y el salvavidas con el que cuentan los funcionarios públicos como Starmer, quienes gozan de una exención especial que los protege de impuestos adicionales.
En pocas palabras, lo que esta política evidencia es que el gobierno laborista será uno por y para la nomenklatura, la élite del partido encargada de dirigir la burocracia estatal. Esto se debe a que, mientras los verdaderos trabajadores absorben los costos de las políticas populistas en beneficio de quienes dependen del Estado, los aliados laboristas incrementarán su portafolio de beneficios al ocupar posiciones administrativas claves en el gobierno.
Evidentemente, los británicos, buscando más principios y valores políticos, encontraron un nuevo juego de suma cero, en el que parece que las ganancias siempre serán para el círculo cercano, para el gabinete, y las pérdidas para la verdadera población trabajadora.
El nuevo Downing Street: un gobierno por y para la “nomenklatura”
Mientras los verdaderos trabajadores absorben los costos de las políticas populistas en beneficio de quienes dependen del Estado, los aliados laboristas incrementarán su portafolio de beneficios
La victoria del partido laborista en Gran Bretaña estaba anunciada. Durante los últimos 14 años, los gobiernos conservadores han enseñado las peores facetas de la política: incompetencia, falta de dirección, inconsistencia y corrupción. En pocas palabras, el período conservador se podría resumir en una política que no creía, ni se apegaba a nada, solo a continuar en el gobierno.
La población, cansada del estancamiento político, viró de manera significativa a la izquierda y dio al partido laborista una victoria histórica. No obstante, parece que la racha de la decepción continuará para los británicos, especialmente si se analizan las promesas de campaña.
Más principios, pero malos
Una de las principales críticas que se le hizo a los gobiernos conservadores fue la falta de principios y una agenda política coherente con los valores tradicionales del partido. Por lo tanto, el hecho de que el partido laborista se mostrara más comprometido con sus postulados fue un punto a favor ante el electorado.
Ahora bien, el hecho de que un partido parezca tener más principios no significa que estos sean necesariamente buenos.
La previa de las políticas que impulsará el gobierno laborista la encontramos en el currículum del líder del partido, Keir Starmer, ex abogado de derechos humanos, un ámbito lleno de contradicciones, especialmente la combinación entre el activismo en nombre de los “más oprimidos” con la perpetuación de la “buena vida” de los autoproclamados defensores.
Evidentemente, los británicos, buscando más principios y valores políticos, encontraron un nuevo juego de suma cero, en el que parece que las ganancias siempre serán para el círculo cercano, para el gabinete, y las pérdidas para la verdadera población trabajadora.
Durante la campaña, Starmer anunció que una de las primeras medidas sería la reducción de los impuestos a los trabajadores, a quienes catalogó como “personas sin ahorros que dependen de los servicios públicos”. Así pues, para el laborismo quienes ahorran no solo no son trabajadores, sino que tampoco cumplen con el estándar del ciudadano ideal, ya que no dependen del gobierno.
Ahora bien, tal y como lo expresó Bastiat, el acceso de los servicios públicos es solo el efecto que se ve, ¿lo que no se ve? el crecimiento del gobierno, el aumento de la carga impositiva de quienes sí ahorran y el salvavidas con el que cuentan los funcionarios públicos como Starmer, quienes gozan de una exención especial que los protege de impuestos adicionales.
En pocas palabras, lo que esta política evidencia es que el gobierno laborista será uno por y para la nomenklatura, la élite del partido encargada de dirigir la burocracia estatal. Esto se debe a que, mientras los verdaderos trabajadores absorben los costos de las políticas populistas en beneficio de quienes dependen del Estado, los aliados laboristas incrementarán su portafolio de beneficios al ocupar posiciones administrativas claves en el gobierno.
Evidentemente, los británicos, buscando más principios y valores políticos, encontraron un nuevo juego de suma cero, en el que parece que las ganancias siempre serán para el círculo cercano, para el gabinete, y las pérdidas para la verdadera población trabajadora.