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El Marqués de Sade: síntoma y enfermedad de su tiempo

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Reynaldo Rodríguez |
07 de agosto, 2025

La vida del marqués de Sade es, en general, desconocida. Más allá de sus depravaciones libertinas, poco se conoce sobre él. No hay retratos ni descripciones sobre su apariencia. El juicio del tiempo fue benevolente con él, pues nos dejó todas sus perversiones en una confesión, como pecador que no muestra su rostro detrás de una celosía. Desvelando el anonimato hamartiológico del marqués, Simone de Beauvoir, en «¿Hay que quemar a Sade?», refigura la persona de Sade en una explayación de corte psicoanalítico. De Beauvoir considera a de Sade como el diagnóstico y, también, la enfermedad de su tiempo. Durante la Ilustración francesa, surgió una profunda crisis identitaria en la nobleza que termina encarnada la vida libertina de Donatien.

Para de Beauvoir, cuando el marqués se ve despojado de su poder crudo y simbólico nobiliario y empieza a sangrar en rojo en lugar de azul, este tuvo que esconderse de lo público en lo privado. La impotencia nacida de la incapacidad de ejercer violencia simbólica, es decir, la soberanía del déspota feudal, lo llevó a desplazar simbólicamente ese nivel de dominación al ámbito privado-sexual. Sin embargo, de Sade era, más bien, cobarde y cohibido en su vida pública y su vida escondida privada no se traducía directamente en su vida pública. Su vida privada engulló a su vida pública: lo privado se desvirtuó como símbolo de lucha a favor de una (desvirtuada) “libertad”.

El desplazamiento de de Sade del poder de lo público a lo privado como expresión de la libertad es una premonición del lema “lo personal es político” actual. De Sade, que descompone en sus obras un psicoanálisis de lo prohibido, tiene un propósito claro en su vida y obra. El marqués, muy irónicamente, desafía las cárceles de Foucault… ¡Desde la cárcel! Siendo él un “sujeto encarcelado”, un déviant foucaltiano, parece haber emprendido un proyecto contra las estructuras de la sociedad desafiando las narrativas sobre la sexualidad. El marqués convirtió su persona privada en una afirmación política y se moldeó, ya sea consciente o inconscientemente, como proyecto político.

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El hombre contemporáneo se encuentra rodeado de los vestigios del sadismo. ¿Cuándo se dará cuenta el hombre contemporáneo de su vacío?

Más allá del libertinaje marquesino, las diluidas categorías privado-público encuentran algún origen en estos primeros desafíos a través de un psicoanálisis primitivo. No solo eso, sino que también se ve en aquellos que, no pudiendo nombrar a Foucault simplemente por haber nacido en otros tiempos, se acercan a una crítica de la Modernidad en los preámbulos del posestructuralismo.

El marqués fue, posiblemente, sin restarle el ingente peso de sus transgresiones éticas, el paciente 0 de la Modernidad: síntoma y enfermedad, sangre azul y roja. Este se encuentra en el mismo crepúsculo que Nietzsche, aunque sin la misma lucidez del alemán. De Sade se enfrenta al mismo problema con la estética que Nietzsche y, sin embargo, lo aborda diferentemente. De Sade, como el espíritu contemporáneo, le crea un culto a lo feo, lo grotesco y lo profano.

Ahora, el hombre contemporáneo se encuentra rodeado de los vestigios del sadismo. ¿Cuándo se dará cuenta el hombre contemporáneo de su vacío? El mundo puede ser así, “desencadenado” y “libre”, pero eso requiere ser verdugo y víctima a la vez.

El Marqués de Sade: síntoma y enfermedad de su tiempo

Reynaldo Rodríguez |
07 de agosto, 2025
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La vida del marqués de Sade es, en general, desconocida. Más allá de sus depravaciones libertinas, poco se conoce sobre él. No hay retratos ni descripciones sobre su apariencia. El juicio del tiempo fue benevolente con él, pues nos dejó todas sus perversiones en una confesión, como pecador que no muestra su rostro detrás de una celosía. Desvelando el anonimato hamartiológico del marqués, Simone de Beauvoir, en «¿Hay que quemar a Sade?», refigura la persona de Sade en una explayación de corte psicoanalítico. De Beauvoir considera a de Sade como el diagnóstico y, también, la enfermedad de su tiempo. Durante la Ilustración francesa, surgió una profunda crisis identitaria en la nobleza que termina encarnada la vida libertina de Donatien.

Para de Beauvoir, cuando el marqués se ve despojado de su poder crudo y simbólico nobiliario y empieza a sangrar en rojo en lugar de azul, este tuvo que esconderse de lo público en lo privado. La impotencia nacida de la incapacidad de ejercer violencia simbólica, es decir, la soberanía del déspota feudal, lo llevó a desplazar simbólicamente ese nivel de dominación al ámbito privado-sexual. Sin embargo, de Sade era, más bien, cobarde y cohibido en su vida pública y su vida escondida privada no se traducía directamente en su vida pública. Su vida privada engulló a su vida pública: lo privado se desvirtuó como símbolo de lucha a favor de una (desvirtuada) “libertad”.

El desplazamiento de de Sade del poder de lo público a lo privado como expresión de la libertad es una premonición del lema “lo personal es político” actual. De Sade, que descompone en sus obras un psicoanálisis de lo prohibido, tiene un propósito claro en su vida y obra. El marqués, muy irónicamente, desafía las cárceles de Foucault… ¡Desde la cárcel! Siendo él un “sujeto encarcelado”, un déviant foucaltiano, parece haber emprendido un proyecto contra las estructuras de la sociedad desafiando las narrativas sobre la sexualidad. El marqués convirtió su persona privada en una afirmación política y se moldeó, ya sea consciente o inconscientemente, como proyecto político.

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El marqués fue, posiblemente, sin restarle el ingente peso de sus transgresiones éticas, el paciente 0 de la Modernidad: síntoma y enfermedad, sangre azul y roja. Este se encuentra en el mismo crepúsculo que Nietzsche, aunque sin la misma lucidez del alemán. De Sade se enfrenta al mismo problema con la estética que Nietzsche y, sin embargo, lo aborda diferentemente. De Sade, como el espíritu contemporáneo, le crea un culto a lo feo, lo grotesco y lo profano.

Ahora, el hombre contemporáneo se encuentra rodeado de los vestigios del sadismo. ¿Cuándo se dará cuenta el hombre contemporáneo de su vacío? El mundo puede ser así, “desencadenado” y “libre”, pero eso requiere ser verdugo y víctima a la vez.

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