El tablero mundial ya muestra síntomas de cambio. No obstante, la transformación de las relaciones internacionales estará condicionado por la divergencia que existe en las visiones del mundo que sostienen los líderes que dominan el contexto mundial. Ahora bien, otra capa que se suma a la complejidad del fenómeno es que ya no nos encontramos en un mundo bipolar o por bloques, sino que las nuevas configuraciones de poder ponen en evidencia el carácter multipolar y dinámico de lo que será el nuevo orden internacional.
En este sentido, es evidente que el centro del juego de poder está compuesto por tres actores principales, el presidente ruso, Vladimir Putin, el bloque europeo y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Sin embargo, a diferencia de otras épocas, en la actualidad no existe un consenso sobre hacia donde debe avanzar el orden mundial, lo cual únicamente crea una mayor cantidad de puntos de fricción entre los polos. Por ello, es posible afirmar que, por un lado, se buscará reavivar un imperio, por otro, se intentará reconstruir el orden internacional y, en el medio, se configurará una nueva dinámica internacional que, más que basada en ideales, se integrará con base en intereses.
Ante la adversidad, un nuevo modelo institucional
El desfile por la conmemoración del 80 aniversario en Moscú por la victoria sobre la Alemania nazi, más que una celebración, fue un ejercicio de poder blando. Esto se debe a que Putin no solo exhibió ante los ojos internacionales las fuerzas militares del país que dirige, sino que también demostró el apoyo con el que cuenta por parte de otros líderes internacionales. Al contar con la compañía de Xi Jinping, presidente de China, y Lula da Silva, presidente brasileño, entre otros, el líder ruso evidenció su intención de reconstruir un imperio transnacional. Ahora bien, la diferencia con décadas pasadas es que este imperio, en vez de mantener un carácter hegemónico e intervencionista, como se vivió durante el período de la Guerra Fría, el nuevo modelo apostaría por una gobernanza descentralizada, a fin de ampliar su influencia. En otras palabras, están proponiendo un modelo basado en el pensamiento realista, el cual entiende que las relaciones internacionales son conflictivas y basadas en la fuerza.
De concretarse su estrategia, el mundo estaría entrando a una nueva era en las relaciones internacionales, en donde el poder político quedaría suprimido por un poder extrainstitucional, el económico, dominado por los intereses individuales.
Al mismo tiempo, los primeros ministros francés, británico y polaco y el canciller alemán se reunieron en Kiev, capital de Ucrania, para realizar una declaración conjunta y reavivar el orden internacional que ha quedado deslegitimado. Ante el incremento de conflictos armados, muchos de ellos promovidos por las democracias liberales, los europeos están buscando recuperar el blindaje moral del que gozaban en una época pasada. Por lo tanto, este bloque, encerrado en un idealismo impenetrable, proponen la recuperación de un modelo basado en las instituciones, las plataformas de debates y la búsqueda de consensos.
Por su parte, Trump, alejado de la posición tradicional de Estados Unidos, sugiere una tercera vía, una política exterior que se funde, no tanto en ideales e ideologías, sino que en intereses, particularmente económicos. De concretarse su estrategia, el mundo estaría entrando a una nueva era en las relaciones internacionales, en donde el poder político quedaría suprimido por un poder extrainstitucional, el económico, dominado por los intereses individuales. Así pues, esto supondría una reconfiguración de la jerarquía tradicional de poderes que habían constituido las democracias liberales, en donde los poderes menos regulados, como el económico, se sobrepondrían a los más regulados, como el poder ejecutivo o el legislativo. Consecuentemente, esto no solo representaría una crisis internacional, sino que también una crisis a lo interno de los países.
Como bien lo refleja la alta conflictividad mundial, esta divergencia, en cuanto a las visiones del mundo, únicamente potencia el elemento anárquico en las relaciones entre países. Asimismo, contamos con evidencia suficiente para afirmar que el modelo institucional anterior ha dado de sí, por lo que los posicionamientos tradicionales ya no se adaptan al contexto actual. Así pues, debido a que el cambio es inminente, la prioridad debe ser que esta metamorfosis sea lo menos perceptible posible, especialmente por el número de pérdidas humanas y materiales que podría representar.
El imperio, el orden mundial y todo lo que está en medio
El tablero mundial ya muestra síntomas de cambio. No obstante, la transformación de las relaciones internacionales estará condicionado por la divergencia que existe en las visiones del mundo que sostienen los líderes que dominan el contexto mundial. Ahora bien, otra capa que se suma a la complejidad del fenómeno es que ya no nos encontramos en un mundo bipolar o por bloques, sino que las nuevas configuraciones de poder ponen en evidencia el carácter multipolar y dinámico de lo que será el nuevo orden internacional.
En este sentido, es evidente que el centro del juego de poder está compuesto por tres actores principales, el presidente ruso, Vladimir Putin, el bloque europeo y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Sin embargo, a diferencia de otras épocas, en la actualidad no existe un consenso sobre hacia donde debe avanzar el orden mundial, lo cual únicamente crea una mayor cantidad de puntos de fricción entre los polos. Por ello, es posible afirmar que, por un lado, se buscará reavivar un imperio, por otro, se intentará reconstruir el orden internacional y, en el medio, se configurará una nueva dinámica internacional que, más que basada en ideales, se integrará con base en intereses.
Ante la adversidad, un nuevo modelo institucional
El desfile por la conmemoración del 80 aniversario en Moscú por la victoria sobre la Alemania nazi, más que una celebración, fue un ejercicio de poder blando. Esto se debe a que Putin no solo exhibió ante los ojos internacionales las fuerzas militares del país que dirige, sino que también demostró el apoyo con el que cuenta por parte de otros líderes internacionales. Al contar con la compañía de Xi Jinping, presidente de China, y Lula da Silva, presidente brasileño, entre otros, el líder ruso evidenció su intención de reconstruir un imperio transnacional. Ahora bien, la diferencia con décadas pasadas es que este imperio, en vez de mantener un carácter hegemónico e intervencionista, como se vivió durante el período de la Guerra Fría, el nuevo modelo apostaría por una gobernanza descentralizada, a fin de ampliar su influencia. En otras palabras, están proponiendo un modelo basado en el pensamiento realista, el cual entiende que las relaciones internacionales son conflictivas y basadas en la fuerza.
De concretarse su estrategia, el mundo estaría entrando a una nueva era en las relaciones internacionales, en donde el poder político quedaría suprimido por un poder extrainstitucional, el económico, dominado por los intereses individuales.
Al mismo tiempo, los primeros ministros francés, británico y polaco y el canciller alemán se reunieron en Kiev, capital de Ucrania, para realizar una declaración conjunta y reavivar el orden internacional que ha quedado deslegitimado. Ante el incremento de conflictos armados, muchos de ellos promovidos por las democracias liberales, los europeos están buscando recuperar el blindaje moral del que gozaban en una época pasada. Por lo tanto, este bloque, encerrado en un idealismo impenetrable, proponen la recuperación de un modelo basado en las instituciones, las plataformas de debates y la búsqueda de consensos.
Por su parte, Trump, alejado de la posición tradicional de Estados Unidos, sugiere una tercera vía, una política exterior que se funde, no tanto en ideales e ideologías, sino que en intereses, particularmente económicos. De concretarse su estrategia, el mundo estaría entrando a una nueva era en las relaciones internacionales, en donde el poder político quedaría suprimido por un poder extrainstitucional, el económico, dominado por los intereses individuales. Así pues, esto supondría una reconfiguración de la jerarquía tradicional de poderes que habían constituido las democracias liberales, en donde los poderes menos regulados, como el económico, se sobrepondrían a los más regulados, como el poder ejecutivo o el legislativo. Consecuentemente, esto no solo representaría una crisis internacional, sino que también una crisis a lo interno de los países.
Como bien lo refleja la alta conflictividad mundial, esta divergencia, en cuanto a las visiones del mundo, únicamente potencia el elemento anárquico en las relaciones entre países. Asimismo, contamos con evidencia suficiente para afirmar que el modelo institucional anterior ha dado de sí, por lo que los posicionamientos tradicionales ya no se adaptan al contexto actual. Así pues, debido a que el cambio es inminente, la prioridad debe ser que esta metamorfosis sea lo menos perceptible posible, especialmente por el número de pérdidas humanas y materiales que podría representar.