El feminismo necesario (IV)
Fue un arevalista el que se opuso a su inclusión (Carlos Manuel Fortuny) y un conservador, Clemente Marroquín Rojas, opositor de Arévalo, quien defendió la propuesta y logró su aprobación, abriendo la puerta a la ciudadanía de la mujer alfabeta en 1945 y la plena ciudadanía de la mujer sin restricciones en 1956.
Terminaremos con esta cuarta entrega la revisión del interesante libro de la historiadora estadounidense, Patricia Harms, titulado «Ladina social activism in Guatemala City1871-1954» (2020), impresionante recuento del activismo político de la mujer guatemalteca, por hacerse de la ciudadanía y de la partipación política en el país y que sugiero leamos todos los guatemaltecos, para ir construyendo una historia global del país, en la que podamos todos apreciar los matices y las contradicciones y, por sobre todo, la complejidad de nuestro proceso histórico.
La semana pasada esbozamos muy brevemente el debate de la Asamblea Constituyente sobre los derechos políticos de las mujeres; durante el cual los progresistas de izquierda se negaban a reconocer el avance político de la mujer y, en contraposición, quienes tradicionalmente han sido considerados enemigos de todo avance político y social, los conservadores, apoyaron abiertamente las pretensiones políticas femeninas y lograron que al menos para las mujeres alfabetas se les reconociera como ciudadanas de pleno derecho. Decíamos en esa ocasión, salvando el prestigio de la Revolución de Octubre, evento histórico que ha sido continuamente malinterpretado, en el que participaron hombres y mujeres de todas las ideologías vigentes en 1944 y que posteriormente se fue estrechando hasta el simplista evento que la mayoría “conoce” al día de hoy.
Ese artículo 9 fue producto, no de una generosa concesión masculina, como se ha venido interpretando, sino una de las escalas de la larga lucha femenina que venía desde que las hermanas Laparra se sentaron a escribir por primera vez en 1885, para reclamar la calidad de ciudadanas de pleno derecho. En ese sentido, nos recuerda la autora, el cimiento jurídico de esta pretensión fue discutido ampliamente el 25 de noviembre de 1944, durante la celebración del Primer Congreso Femenino Pro-Ciudadano de la Mujer, celebrado en la Casa del Pueblo, ubicado en la sexta avenida de la zona 1 de la capital. Las principales ponentes de ese congreso fueron Rosa Barrios de Perusina y Marta Lilian Rodas, ambas maestras y ambas delegadas del departamento de San Marcos, quienes fueron las oradoras inaugurales. Les siguió la prestigiosa escritora Elisa Hall de Asturias, quien disertó sobre la tradicional participación femenina en los asuntos públicos del país, explicando a las asistentes que el derecho al voto solo vendría a sumarse a los importantes roles que desde siempre habían representado las mujeres en la sociedad guatemalteca.
Fue durante la Liberación, con la puesta en vigencia de la Constitución Política de 1956, un período condenado por muchos como retrógrado y oscurantista, durante el cual se eligió a la primera mujer para el Congreso de la República: la señora Rosa de Mora, esposa del doctor Federico Mora, quien fue nuestra primera diputada.
En dicho congreso participaron mujeres con un largo historial de lucha por los derechos políticos de la mujer, como Graciela Quan Valenzuela (primera mujer en graduarse de la Universidad en Guatemala; abogada), Rosa de Mora, Argentina Díaz Lozano, Celeste de Espada, Gloria Menéndez Mina, Amy Valladares de Bolaños, Nena Morales de Lara, Adriana Saravia de Palarea y Marta Escobar de Richardson, todas fundadoras de los partidos revolucionarios Renovación Nacional —RN— y Frente Popular Libertador —FPL—.
A ese congreso acudieron hombres, considerados amigos del proyecto sufragista femenino, como José García Bauer, Juan José Orozco Posadas, (quien desde los años de la dictadura de Ubico había defendido el derecho al voto de la mujer) y Oscar Nájera Farfán. Apoyaron la propuesta del Congreso y se comprometieron a llevar un proyecto de texto a la Asamblea Constituyente si el candidato Arévalo ganaba las elecciones. Irónicamente, llegado el momento de la discusión de la propuesta de texto para el artículo 9 de la Constitución, fue un arevalista el que se opuso a su inclusión (Carlos Manuel Fortuny) y un conservador, Clemente Marroquín Rojas, opositor de Arévalo, quien defendió la propuesta y logró su aprobación, abriendo la puerta a la ciudadanía de la mujer alfabeta en 1945 y la plena ciudadanía de la mujer sin restricciones en 1956, cuando se aprobó la Constitución Política impulsada por la llamada Liberación.
Fue durante la Liberación, con la puesta en vigencia de la Constitución Política de 1956, un período condenado por muchos como retrógrado y oscurantista, durante el cual se eligió a la primera mujer para el Congreso de la República: la señora Rosa de Mora, esposa del doctor Federico Mora, quien fue nuestra primera diputada.
El libro: Harms, Patricia. Ladina social activism in Guatemala City 1871-1954. (2020). University of New México, Alburquerque.
El feminismo necesario (IV)
Fue un arevalista el que se opuso a su inclusión (Carlos Manuel Fortuny) y un conservador, Clemente Marroquín Rojas, opositor de Arévalo, quien defendió la propuesta y logró su aprobación, abriendo la puerta a la ciudadanía de la mujer alfabeta en 1945 y la plena ciudadanía de la mujer sin restricciones en 1956.
Terminaremos con esta cuarta entrega la revisión del interesante libro de la historiadora estadounidense, Patricia Harms, titulado «Ladina social activism in Guatemala City1871-1954» (2020), impresionante recuento del activismo político de la mujer guatemalteca, por hacerse de la ciudadanía y de la partipación política en el país y que sugiero leamos todos los guatemaltecos, para ir construyendo una historia global del país, en la que podamos todos apreciar los matices y las contradicciones y, por sobre todo, la complejidad de nuestro proceso histórico.
La semana pasada esbozamos muy brevemente el debate de la Asamblea Constituyente sobre los derechos políticos de las mujeres; durante el cual los progresistas de izquierda se negaban a reconocer el avance político de la mujer y, en contraposición, quienes tradicionalmente han sido considerados enemigos de todo avance político y social, los conservadores, apoyaron abiertamente las pretensiones políticas femeninas y lograron que al menos para las mujeres alfabetas se les reconociera como ciudadanas de pleno derecho. Decíamos en esa ocasión, salvando el prestigio de la Revolución de Octubre, evento histórico que ha sido continuamente malinterpretado, en el que participaron hombres y mujeres de todas las ideologías vigentes en 1944 y que posteriormente se fue estrechando hasta el simplista evento que la mayoría “conoce” al día de hoy.
Ese artículo 9 fue producto, no de una generosa concesión masculina, como se ha venido interpretando, sino una de las escalas de la larga lucha femenina que venía desde que las hermanas Laparra se sentaron a escribir por primera vez en 1885, para reclamar la calidad de ciudadanas de pleno derecho. En ese sentido, nos recuerda la autora, el cimiento jurídico de esta pretensión fue discutido ampliamente el 25 de noviembre de 1944, durante la celebración del Primer Congreso Femenino Pro-Ciudadano de la Mujer, celebrado en la Casa del Pueblo, ubicado en la sexta avenida de la zona 1 de la capital. Las principales ponentes de ese congreso fueron Rosa Barrios de Perusina y Marta Lilian Rodas, ambas maestras y ambas delegadas del departamento de San Marcos, quienes fueron las oradoras inaugurales. Les siguió la prestigiosa escritora Elisa Hall de Asturias, quien disertó sobre la tradicional participación femenina en los asuntos públicos del país, explicando a las asistentes que el derecho al voto solo vendría a sumarse a los importantes roles que desde siempre habían representado las mujeres en la sociedad guatemalteca.
Fue durante la Liberación, con la puesta en vigencia de la Constitución Política de 1956, un período condenado por muchos como retrógrado y oscurantista, durante el cual se eligió a la primera mujer para el Congreso de la República: la señora Rosa de Mora, esposa del doctor Federico Mora, quien fue nuestra primera diputada.
En dicho congreso participaron mujeres con un largo historial de lucha por los derechos políticos de la mujer, como Graciela Quan Valenzuela (primera mujer en graduarse de la Universidad en Guatemala; abogada), Rosa de Mora, Argentina Díaz Lozano, Celeste de Espada, Gloria Menéndez Mina, Amy Valladares de Bolaños, Nena Morales de Lara, Adriana Saravia de Palarea y Marta Escobar de Richardson, todas fundadoras de los partidos revolucionarios Renovación Nacional —RN— y Frente Popular Libertador —FPL—.
A ese congreso acudieron hombres, considerados amigos del proyecto sufragista femenino, como José García Bauer, Juan José Orozco Posadas, (quien desde los años de la dictadura de Ubico había defendido el derecho al voto de la mujer) y Oscar Nájera Farfán. Apoyaron la propuesta del Congreso y se comprometieron a llevar un proyecto de texto a la Asamblea Constituyente si el candidato Arévalo ganaba las elecciones. Irónicamente, llegado el momento de la discusión de la propuesta de texto para el artículo 9 de la Constitución, fue un arevalista el que se opuso a su inclusión (Carlos Manuel Fortuny) y un conservador, Clemente Marroquín Rojas, opositor de Arévalo, quien defendió la propuesta y logró su aprobación, abriendo la puerta a la ciudadanía de la mujer alfabeta en 1945 y la plena ciudadanía de la mujer sin restricciones en 1956, cuando se aprobó la Constitución Política impulsada por la llamada Liberación.
Fue durante la Liberación, con la puesta en vigencia de la Constitución Política de 1956, un período condenado por muchos como retrógrado y oscurantista, durante el cual se eligió a la primera mujer para el Congreso de la República: la señora Rosa de Mora, esposa del doctor Federico Mora, quien fue nuestra primera diputada.
El libro: Harms, Patricia. Ladina social activism in Guatemala City 1871-1954. (2020). University of New México, Alburquerque.