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El fantasma de la desaceleración económica en Guatemala: 5 señales de peligro para 2025

Ilustración por Gabo / República
Dr. Ramiro Bolaños |
25 de noviembre, 2024

A lo largo de la historia, Estados y gobiernos han caído desde posiciones de crecimiento hacia el estancamiento por ignorar las señales de advertencia de sus indicadores económicos. Guatemala, a pesar de su envidiable estabilidad macroeconómica de los últimos 30 años, no está exenta de este riesgo. Esta estabilidad no es un regalo divino ni una condición permanente. Ha sido el fruto de políticas responsables y de gobiernos que han respetado principios económicos clave, lo que nos ha permitido resistir crisis globales tan graves como la de 2008 o la pandemia del COVID-19.

Sin embargo, algunos indicadores económicos recientes, junto con ciertas políticas públicas, sugieren un riesgo de desaceleración económica para 2025. Por ello, es crucial analizar estas señales tempranas antes de que se conviertan en problemas difíciles de revertir.

Primera Señal: Inflación Históricamente Baja (1.16%)

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La inflación, a menudo llamada un impuesto silencioso, erosiona el poder adquisitivo, especialmente entre los más vulnerables. Sin embargo, cuando esta baja demasiado se convierte en una señal de desaceleración y peligro. La inflación interanual cayó al 1.16% en octubre de 2024, nivel histórico por ser el más bajo en 14 años, muy por debajo del rango meta de entre 3% y 5% del Banco de Guatemala, y porque una desinflación tan pronunciada sugiere un debilitamiento en la demanda agregada, integrada por el consumo privado, la inversión privada, el gasto público y la suma de importaciones y exportaciones.

La distinción entre «inflación históricamente baja» y «desinflación» es crucial: mientras que una inflación baja puede parecer positiva, si se mantiene demasiado baja podría indicar deflación en el horizonte. Esto, de no corregirse, podría derivar en una espiral negativa de menor consumo, mayor desempleo y caída en la inversión. La última vez que Guatemala experimentó una inflación tan baja fue durante el gobierno de Álvaro Colom, como consecuencia directa de la crisis financiera mundial de 2008. Lo preocupante es que hoy no enfrentamos todavía una crisis global, sino problemas internos urgentes.

Segunda Señal: Sectores Productivos en Desaceleración

El IMAE, índice que mide la velocidad de la actividad económica, muestra caídas significativas en sectores clave. La construcción ha registrado cifras negativas desde febrero, alcanzando su punto más bajo en abril (-9.8%) y logrando solo ligeras mejoras en junio (-0.6%). La agricultura, por su parte, ha registrado contracciones absolutas en los últimos meses, oscilando entre -1.7% en febrero y -1.0% en junio. Estos números reflejan un debilitamiento claro que no se veía desde la pandemia.

Las consecuencias son evidentes: Menos construcción no solo significa menos edificios, sino menos empleos para miles de guatemaltecos. Asimismo, una caída en la agricultura afecta tanto el empleo rural como los precios de los alimentos, impactando directamente los bolsillos de las familias. En conjunto, estos sectores representan el 31.5% del PIB de Guatemala. Este estancamiento, junto con el bajo desempeño de las industrias manufactureras y la administración pública, apunta a una economía que está perdiendo velocidad.

Tercera Señal: PIB con Contracciones Preocupantes

El PIB confirma estas tendencias. La construcción tuvo caídas en los últimos tres trimestres (-6.1%, -1.3%, -3.7%), mientras que la agricultura registró retrocesos consecutivos en los dos últimos trimestres (-0.7%, -1.0%). 

Es momento de actuar, de dirigir un mensaje claro a diputados y funcionarios clave, antes de caer en una espiral de desencanto que nos cueste más años de oportunidades perdidas.

Estos datos no solo refuerzan el debilitamiento general, sino que muestran un patrón que no se veía desde la crisis de 2008-2009. Si no se toman medidas correctivas, estas contracciones podrían convertirse en un obstáculo para la recuperación económica en 2025.

Cuarta Señal: Desaceleración Comercial Significativa

La recaudación del sector comercio, especialmente del IVA, muestra una desaceleración alarmante. El crecimiento cayó de un 8.9% entre 2022 y 2023 a un 5.5% entre 2023 y 2024, lo que implica una reducción del 40% en el crecimiento de la recaudación en ese sector. Esta desaceleración no solo refleja menor actividad comercial, sino que afecta directamente la capacidad fiscal del Estado. Si no se aborda esta situación, el impacto podría extenderse a otros sectores, agravando aún más la desaceleración económica.

Quinta Señal: Sistema Financiero Bajo Presión

Los índices financieros también presentan señales preocupantes. La liquidez inmediata ha disminuido consistentemente de un 21% en diciembre de 2020 a menos del 17% en septiembre de 2024, lo que limita la capacidad de financiamiento del sector privado. Esto significa menos acceso a crédito para familias y empresas, reduciendo tanto el consumo como la inversión. Además, la cartera en mora alcanzó el 2.5%, el nivel más alto desde la pandemia, mientras que la rentabilidad sobre el patrimonio cayó de un 24% en enero de 2023 a un 20% en septiembre de 2024, indicando una pérdida de eficiencia en el sistema financiero. Este deterioro limita la capacidad del país para responder a desafíos económicos futuros.

Conclusión y perspectivas

La combinación de desinflación abrupta, contracción sectorial y baja liquidez apunta a un debilitamiento generalizado de la economía. Estas señales, aunque independientes en su naturaleza, están profundamente interconectadas. La contracción en sectores productivos afecta la recaudación, mientras que una menor liquidez limita la capacidad de inversión para revertir esta tendencia. Este círculo vicioso podría llevarnos a un estancamiento prolongado si no se toman medidas oportunas. A esto se suma una tasa de interés por encima de la de Estados Unidos y el riesgo de que el gobierno incremente el presupuesto sin una capacidad clara de ejecución, lo que agravaría el déficit fiscal y aumentaría la dependencia de préstamos y bonos.

Diciembre y los primeros meses del año, típicamente de menor actividad económica, podrían amplificar este impacto si el gobierno no actúa. No solo está en juego la economía de 2025, sino el futuro que dejaremos a las próximas generaciones. Ignorar estas advertencias sería convertir desafíos actuales en problemas estructurales aún más difíciles de resolver.

Guatemala merece un futuro de crecimiento y fortaleza, uno donde los más pobres y vulnerables no paguen el precio de la inacción. El bono demográfico, esa ventana de oportunidad única en la historia de un país, lleva ya nueve años perdidos. Pero no todo está escrito. Aún estamos a tiempo de revertir estas señales preocupantes con políticas audaces y responsables. Es momento de actuar, de dirigir un mensaje claro a diputados y funcionarios clave, antes de caer en una espiral de desencanto que nos cueste más años de oportunidades perdidas.

PhD. Ramiro Bolaños

El fantasma de la desaceleración económica en Guatemala: 5 señales de peligro para 2025

Dr. Ramiro Bolaños |
25 de noviembre, 2024
Ilustración por Gabo / República

A lo largo de la historia, Estados y gobiernos han caído desde posiciones de crecimiento hacia el estancamiento por ignorar las señales de advertencia de sus indicadores económicos. Guatemala, a pesar de su envidiable estabilidad macroeconómica de los últimos 30 años, no está exenta de este riesgo. Esta estabilidad no es un regalo divino ni una condición permanente. Ha sido el fruto de políticas responsables y de gobiernos que han respetado principios económicos clave, lo que nos ha permitido resistir crisis globales tan graves como la de 2008 o la pandemia del COVID-19.

Sin embargo, algunos indicadores económicos recientes, junto con ciertas políticas públicas, sugieren un riesgo de desaceleración económica para 2025. Por ello, es crucial analizar estas señales tempranas antes de que se conviertan en problemas difíciles de revertir.

Primera Señal: Inflación Históricamente Baja (1.16%)

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La inflación, a menudo llamada un impuesto silencioso, erosiona el poder adquisitivo, especialmente entre los más vulnerables. Sin embargo, cuando esta baja demasiado se convierte en una señal de desaceleración y peligro. La inflación interanual cayó al 1.16% en octubre de 2024, nivel histórico por ser el más bajo en 14 años, muy por debajo del rango meta de entre 3% y 5% del Banco de Guatemala, y porque una desinflación tan pronunciada sugiere un debilitamiento en la demanda agregada, integrada por el consumo privado, la inversión privada, el gasto público y la suma de importaciones y exportaciones.

La distinción entre «inflación históricamente baja» y «desinflación» es crucial: mientras que una inflación baja puede parecer positiva, si se mantiene demasiado baja podría indicar deflación en el horizonte. Esto, de no corregirse, podría derivar en una espiral negativa de menor consumo, mayor desempleo y caída en la inversión. La última vez que Guatemala experimentó una inflación tan baja fue durante el gobierno de Álvaro Colom, como consecuencia directa de la crisis financiera mundial de 2008. Lo preocupante es que hoy no enfrentamos todavía una crisis global, sino problemas internos urgentes.

Segunda Señal: Sectores Productivos en Desaceleración

El IMAE, índice que mide la velocidad de la actividad económica, muestra caídas significativas en sectores clave. La construcción ha registrado cifras negativas desde febrero, alcanzando su punto más bajo en abril (-9.8%) y logrando solo ligeras mejoras en junio (-0.6%). La agricultura, por su parte, ha registrado contracciones absolutas en los últimos meses, oscilando entre -1.7% en febrero y -1.0% en junio. Estos números reflejan un debilitamiento claro que no se veía desde la pandemia.

Las consecuencias son evidentes: Menos construcción no solo significa menos edificios, sino menos empleos para miles de guatemaltecos. Asimismo, una caída en la agricultura afecta tanto el empleo rural como los precios de los alimentos, impactando directamente los bolsillos de las familias. En conjunto, estos sectores representan el 31.5% del PIB de Guatemala. Este estancamiento, junto con el bajo desempeño de las industrias manufactureras y la administración pública, apunta a una economía que está perdiendo velocidad.

Tercera Señal: PIB con Contracciones Preocupantes

El PIB confirma estas tendencias. La construcción tuvo caídas en los últimos tres trimestres (-6.1%, -1.3%, -3.7%), mientras que la agricultura registró retrocesos consecutivos en los dos últimos trimestres (-0.7%, -1.0%). 

Es momento de actuar, de dirigir un mensaje claro a diputados y funcionarios clave, antes de caer en una espiral de desencanto que nos cueste más años de oportunidades perdidas.

Estos datos no solo refuerzan el debilitamiento general, sino que muestran un patrón que no se veía desde la crisis de 2008-2009. Si no se toman medidas correctivas, estas contracciones podrían convertirse en un obstáculo para la recuperación económica en 2025.

Cuarta Señal: Desaceleración Comercial Significativa

La recaudación del sector comercio, especialmente del IVA, muestra una desaceleración alarmante. El crecimiento cayó de un 8.9% entre 2022 y 2023 a un 5.5% entre 2023 y 2024, lo que implica una reducción del 40% en el crecimiento de la recaudación en ese sector. Esta desaceleración no solo refleja menor actividad comercial, sino que afecta directamente la capacidad fiscal del Estado. Si no se aborda esta situación, el impacto podría extenderse a otros sectores, agravando aún más la desaceleración económica.

Quinta Señal: Sistema Financiero Bajo Presión

Los índices financieros también presentan señales preocupantes. La liquidez inmediata ha disminuido consistentemente de un 21% en diciembre de 2020 a menos del 17% en septiembre de 2024, lo que limita la capacidad de financiamiento del sector privado. Esto significa menos acceso a crédito para familias y empresas, reduciendo tanto el consumo como la inversión. Además, la cartera en mora alcanzó el 2.5%, el nivel más alto desde la pandemia, mientras que la rentabilidad sobre el patrimonio cayó de un 24% en enero de 2023 a un 20% en septiembre de 2024, indicando una pérdida de eficiencia en el sistema financiero. Este deterioro limita la capacidad del país para responder a desafíos económicos futuros.

Conclusión y perspectivas

La combinación de desinflación abrupta, contracción sectorial y baja liquidez apunta a un debilitamiento generalizado de la economía. Estas señales, aunque independientes en su naturaleza, están profundamente interconectadas. La contracción en sectores productivos afecta la recaudación, mientras que una menor liquidez limita la capacidad de inversión para revertir esta tendencia. Este círculo vicioso podría llevarnos a un estancamiento prolongado si no se toman medidas oportunas. A esto se suma una tasa de interés por encima de la de Estados Unidos y el riesgo de que el gobierno incremente el presupuesto sin una capacidad clara de ejecución, lo que agravaría el déficit fiscal y aumentaría la dependencia de préstamos y bonos.

Diciembre y los primeros meses del año, típicamente de menor actividad económica, podrían amplificar este impacto si el gobierno no actúa. No solo está en juego la economía de 2025, sino el futuro que dejaremos a las próximas generaciones. Ignorar estas advertencias sería convertir desafíos actuales en problemas estructurales aún más difíciles de resolver.

Guatemala merece un futuro de crecimiento y fortaleza, uno donde los más pobres y vulnerables no paguen el precio de la inacción. El bono demográfico, esa ventana de oportunidad única en la historia de un país, lleva ya nueve años perdidos. Pero no todo está escrito. Aún estamos a tiempo de revertir estas señales preocupantes con políticas audaces y responsables. Es momento de actuar, de dirigir un mensaje claro a diputados y funcionarios clave, antes de caer en una espiral de desencanto que nos cueste más años de oportunidades perdidas.

PhD. Ramiro Bolaños

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