Mientras que la mayoría de la población disfrutaba de la playa, el sol y la Semana Santa, detrás de las puertas del Palacio Nacional únicamente se ensanchaban las grietas de la administración de Arévalo y se profundizaban las divisiones entre su círculo cercano. Ya han pasado 16 meses desde que el gobierno aravelista tomó el poder y, de acuerdo con las encuestas, su popularidad va en picada y sin miras a retornar a los números con los que asumió la Presidencia. Así pues, lo que en un inicio se posicionó como “la nueva primavera”, cada vez se parece más al invierno interminable.
Paralización total
Gran parte de la población empieza a resentir la falta de liderazgo en el gobierno central, dado que, las derrotas políticas, producto de la falta de dirección en la acción gubernamental y habilidad política, ya están teniendo consecuencias tangibles para los guatemaltecos.
Durante los primeros meses de gobierno, aunque se reconocía la ausencia tesón en el carácter del presidente, se tenía esperanza de que la presencia de perfiles altamente técnicos y la unidad que mostraba con su equipo de trabajo podría representar un cambio en el rumbo del país. No obstante, después de la Semana Santa ya no quedan dudas de que el presidente ha perdido todo el control sobre su círculo cercano, como lo reflejaron las tensiones con su compañera de fórmula y el abandono de aquella intención de querer equipar las instituciones con actores expertos.
Al mismo tiempo, la falta de una agenda clara desde el oficialismo y las constantes disputas de poder con la oposición, han llevado al país a una total paralización. Esto se debe a que, tanto el Ejecutivo, como el Legislativo, llevan meses sin reportar resultados concretos en términos de política pública. Por lo tanto, como en efecto dominó, debido a la falta de presión desde la administración central, el Congreso lleva más de un mes sin una agenda legislativa activa y, como consecuencia, el país parece encaminarse, cada vez más, hacia una crisis de gobernabilidad.
La silla Presidencial le ha quedado muy grande. El tiempo corre y la paciencia se acaba, el gobierno debe despertar. De lo contrario, quienes sufrirán las consecuencias serán los guatemaltecos
No está de más recordar que, bajo el pretexto del desgaste que genera su labor, los diputados de la X Legislatura se elevaron el salario, el cual incrementó la planilla mensual del Congreso a GTQ10 millones. A esto se le debe sumar la falsa promesa de la vicepresidenta, Karin Herrera, de que se reduciría el salario. Consecuentemente, el problema no solo es la falta de resultados concretos, sino que, grosso modo, también estamos hablando del estancamiento más caro para los contribuyentes guatemaltecos.
Adicionalmente, de manera paradójica, esta inactividad también ha favorecido a la oposición, ya que esta, con suficiente tiempo, podrá cerrar sus filas, reorganizarse y planificar su estrategia para las próximas elecciones.
Aunque no se quiera aceptar, la realidad es que esta situación encuentra su origen dentro de las propias columnas del oficialismo. El verdadero enemigo es interno y tiene nombre y apellido, Bernardo Arévalo. Su falta de liderazgo no solo ha desgastado su figura como presidente, sino que la tibieza con la que ha asumido el cargo, traducida en una falta de hoja de ruta, ha salpicado, de forma negativa, al resto de su administración.
La silla Presidencial le ha quedado muy grande. El tiempo corre y la paciencia se acaba, el gobierno debe despertar. De lo contrario, quienes sufrirán las consecuencias serán los guatemaltecos, quienes en las próximas elecciones se deberán enfrentar a un perfil político desconocido, pero con suficiente capacidad para llenar todas esas expectativas frustradas.
Mientras que la mayoría de la población disfrutaba de la playa, el sol y la Semana Santa, detrás de las puertas del Palacio Nacional únicamente se ensanchaban las grietas de la administración de Arévalo y se profundizaban las divisiones entre su círculo cercano. Ya han pasado 16 meses desde que el gobierno aravelista tomó el poder y, de acuerdo con las encuestas, su popularidad va en picada y sin miras a retornar a los números con los que asumió la Presidencia. Así pues, lo que en un inicio se posicionó como “la nueva primavera”, cada vez se parece más al invierno interminable.
Paralización total
Gran parte de la población empieza a resentir la falta de liderazgo en el gobierno central, dado que, las derrotas políticas, producto de la falta de dirección en la acción gubernamental y habilidad política, ya están teniendo consecuencias tangibles para los guatemaltecos.
Durante los primeros meses de gobierno, aunque se reconocía la ausencia tesón en el carácter del presidente, se tenía esperanza de que la presencia de perfiles altamente técnicos y la unidad que mostraba con su equipo de trabajo podría representar un cambio en el rumbo del país. No obstante, después de la Semana Santa ya no quedan dudas de que el presidente ha perdido todo el control sobre su círculo cercano, como lo reflejaron las tensiones con su compañera de fórmula y el abandono de aquella intención de querer equipar las instituciones con actores expertos.
Al mismo tiempo, la falta de una agenda clara desde el oficialismo y las constantes disputas de poder con la oposición, han llevado al país a una total paralización. Esto se debe a que, tanto el Ejecutivo, como el Legislativo, llevan meses sin reportar resultados concretos en términos de política pública. Por lo tanto, como en efecto dominó, debido a la falta de presión desde la administración central, el Congreso lleva más de un mes sin una agenda legislativa activa y, como consecuencia, el país parece encaminarse, cada vez más, hacia una crisis de gobernabilidad.
La silla Presidencial le ha quedado muy grande. El tiempo corre y la paciencia se acaba, el gobierno debe despertar. De lo contrario, quienes sufrirán las consecuencias serán los guatemaltecos
No está de más recordar que, bajo el pretexto del desgaste que genera su labor, los diputados de la X Legislatura se elevaron el salario, el cual incrementó la planilla mensual del Congreso a GTQ10 millones. A esto se le debe sumar la falsa promesa de la vicepresidenta, Karin Herrera, de que se reduciría el salario. Consecuentemente, el problema no solo es la falta de resultados concretos, sino que, grosso modo, también estamos hablando del estancamiento más caro para los contribuyentes guatemaltecos.
Adicionalmente, de manera paradójica, esta inactividad también ha favorecido a la oposición, ya que esta, con suficiente tiempo, podrá cerrar sus filas, reorganizarse y planificar su estrategia para las próximas elecciones.
Aunque no se quiera aceptar, la realidad es que esta situación encuentra su origen dentro de las propias columnas del oficialismo. El verdadero enemigo es interno y tiene nombre y apellido, Bernardo Arévalo. Su falta de liderazgo no solo ha desgastado su figura como presidente, sino que la tibieza con la que ha asumido el cargo, traducida en una falta de hoja de ruta, ha salpicado, de forma negativa, al resto de su administración.
La silla Presidencial le ha quedado muy grande. El tiempo corre y la paciencia se acaba, el gobierno debe despertar. De lo contrario, quienes sufrirán las consecuencias serán los guatemaltecos, quienes en las próximas elecciones se deberán enfrentar a un perfil político desconocido, pero con suficiente capacidad para llenar todas esas expectativas frustradas.