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El dilema de las nueces y la tiranía de la mayoría

Es importante recordar que las mayorías no siempre tienen razón. La historia está llena de ejemplos donde la voluntad popular resultó en decisiones injustas.
 

Imagen por Ben Burgis
Camilo Bello Wilches |
27 de agosto, 2024

En el siglo XXI, un principio fundamental de las sociedades democráticas sigue siendo el respeto a la libertad individual. John Stuart Mill, en su obra Sobre la Libertad, subrayó la importancia de proteger a las minorías de la tiranía de la mayoría, un concepto que, aunque formulado en el siglo XIX, sigue siendo relevante en nuestro contexto actual, especialmente en Guatemala.

La tiranía de la mayoría ocurre cuando un grupo mayoritario impone sus creencias o costumbres sobre una minoría, restringiendo sus derechos y libertades. Este tipo de opresión, aunque no siempre se manifieste de manera violenta, es insidiosa y corrosiva. Un ejemplo contemporáneo podría ser la imposición de normas que, aunque bien intencionadas, terminan por coartar libertades fundamentales, como el derecho a tomar decisiones personales que no afectan a terceros.

La condena de Sócrates y la crucifixión de Jesucristo son dos casos en los que la mayoría se equivocó, con consecuencias fatales para individuos que hoy consideramos pilares de la moral y la ética.

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Imaginemos un escenario en el que un pequeño país prohíbe el consumo de nueces. Esta prohibición, respaldada por la mayoría, se justifica por motivos de salud pública, aunque afecte a una minoría que encuentra en el consumo de nueces una fuente de satisfacción personal. Según la perspectiva de Mill, tal prohibición sería injusta. Mientras el consumo de nueces no cause daño a otros, no debería estar restringido por el Estado. La libertad individual debe ser respetada, incluso si esa libertad conduce a decisiones que otros consideren imprudentes o dañinas solo para el propio individuo.

El rol del Estado, en opinión de Mill, no es proteger a los individuos de sí mismos, sino asegurar que sus acciones no perjudiquen a otros. La única justificación para restringir una libertad es evitar un daño directo a terceros. De lo contrario, cualquier intervención estatal sería una forma de tiranía, una imposición que no respeta la autonomía personal.

Es importante recordar que las mayorías no siempre tienen razón. La historia está llena de ejemplos donde la voluntad popular resultó en decisiones injustas. La condena de Sócrates y la crucifixión de Jesucristo son dos casos en los que la mayoría se equivocó, con consecuencias fatales para individuos que hoy consideramos pilares de la moral y la ética.

La libertad individual no es solo un derecho, es la piedra angular del progreso social y del bienestar común.

Mill no defiende la libertad por la libertad misma, sino como un medio para lograr el progreso social. La libertad de pensamiento y de expresión permite un diálogo abierto y honesto, donde las ideas pueden ser debatidas y refinadas. Solo a través de este intercambio, sin censura, una sociedad puede avanzar. Las ideas que sobreviven a este proceso son las que fortalecen nuestras convicciones, mientras que aquellas que no resisten el escrutinio deben ser revisadas o abandonadas.

En Guatemala, donde la democracia aún enfrenta desafíos significativos, es crucial defender la libertad individual contra cualquier forma de tiranía, incluyendo la de la mayoría. Solo así podremos construir una sociedad verdaderamente libre y próspera, donde el respeto por las diferencias y la pluralidad de ideas sea la norma y no la excepción. La libertad individual no es solo un derecho, es la piedra angular del progreso social y del bienestar común.

 

Camilo Bello Wilches
Profesor de Humanidades, Universidad Francisco Marroquín

El dilema de las nueces y la tiranía de la mayoría

Es importante recordar que las mayorías no siempre tienen razón. La historia está llena de ejemplos donde la voluntad popular resultó en decisiones injustas.
 

Camilo Bello Wilches |
27 de agosto, 2024
Imagen por Ben Burgis

En el siglo XXI, un principio fundamental de las sociedades democráticas sigue siendo el respeto a la libertad individual. John Stuart Mill, en su obra Sobre la Libertad, subrayó la importancia de proteger a las minorías de la tiranía de la mayoría, un concepto que, aunque formulado en el siglo XIX, sigue siendo relevante en nuestro contexto actual, especialmente en Guatemala.

La tiranía de la mayoría ocurre cuando un grupo mayoritario impone sus creencias o costumbres sobre una minoría, restringiendo sus derechos y libertades. Este tipo de opresión, aunque no siempre se manifieste de manera violenta, es insidiosa y corrosiva. Un ejemplo contemporáneo podría ser la imposición de normas que, aunque bien intencionadas, terminan por coartar libertades fundamentales, como el derecho a tomar decisiones personales que no afectan a terceros.

La condena de Sócrates y la crucifixión de Jesucristo son dos casos en los que la mayoría se equivocó, con consecuencias fatales para individuos que hoy consideramos pilares de la moral y la ética.

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Imaginemos un escenario en el que un pequeño país prohíbe el consumo de nueces. Esta prohibición, respaldada por la mayoría, se justifica por motivos de salud pública, aunque afecte a una minoría que encuentra en el consumo de nueces una fuente de satisfacción personal. Según la perspectiva de Mill, tal prohibición sería injusta. Mientras el consumo de nueces no cause daño a otros, no debería estar restringido por el Estado. La libertad individual debe ser respetada, incluso si esa libertad conduce a decisiones que otros consideren imprudentes o dañinas solo para el propio individuo.

El rol del Estado, en opinión de Mill, no es proteger a los individuos de sí mismos, sino asegurar que sus acciones no perjudiquen a otros. La única justificación para restringir una libertad es evitar un daño directo a terceros. De lo contrario, cualquier intervención estatal sería una forma de tiranía, una imposición que no respeta la autonomía personal.

Es importante recordar que las mayorías no siempre tienen razón. La historia está llena de ejemplos donde la voluntad popular resultó en decisiones injustas. La condena de Sócrates y la crucifixión de Jesucristo son dos casos en los que la mayoría se equivocó, con consecuencias fatales para individuos que hoy consideramos pilares de la moral y la ética.

La libertad individual no es solo un derecho, es la piedra angular del progreso social y del bienestar común.

Mill no defiende la libertad por la libertad misma, sino como un medio para lograr el progreso social. La libertad de pensamiento y de expresión permite un diálogo abierto y honesto, donde las ideas pueden ser debatidas y refinadas. Solo a través de este intercambio, sin censura, una sociedad puede avanzar. Las ideas que sobreviven a este proceso son las que fortalecen nuestras convicciones, mientras que aquellas que no resisten el escrutinio deben ser revisadas o abandonadas.

En Guatemala, donde la democracia aún enfrenta desafíos significativos, es crucial defender la libertad individual contra cualquier forma de tiranía, incluyendo la de la mayoría. Solo así podremos construir una sociedad verdaderamente libre y próspera, donde el respeto por las diferencias y la pluralidad de ideas sea la norma y no la excepción. La libertad individual no es solo un derecho, es la piedra angular del progreso social y del bienestar común.

 

Camilo Bello Wilches
Profesor de Humanidades, Universidad Francisco Marroquín

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