¿Duplicar la inversión en Guatemala? Estabilidad panameña y agilidad dominicana lo harían posible
Cómo pasar del 16% al 32% sin caer en los errores del pasado
Guatemala está estancada: invertimos apenas el 16 % de nuestro PIB en capital fijo, mientras Panamá y Dominicana llegan al 32 %. La historia nos da una pista mayor: los países que crecen rápido superan el 23 %. Singapur llegó a 46 % en los ochenta, Irlanda alcanzó el 53 % en 2019 previo a la pandemia, y China promedia 42 % desde los 2000. ¿Podemos al menos duplicar nuestra cifra? El fiasco de TCQ en Puerto Quetzal, donde sobornos desbloquearon un proyecto que luego colapsó, prueba que la corrupción no es el camino. Necesitamos estabilidad y agilidad para atraer inversión extranjera y local.
Panamá atrae millones con su Ley 54, que da 10 años de reglas claras. Aquí, la mina Escobal perdió años en tribunales por falta de certeza. Imaginemos una ley guatemalteca mejor: 30 años de estabilidad, alineada con la Ley de Infraestructura Prioritaria, y negociando beneficios directos para las comunidades —empleo, escuelas, carreteras— además de réditos fiscales adecuados e industrias de valor agregado en el entorno que magnifiquen el potencial económico de la zona. En San Juan Sacatepéquez, Cementos Progreso enfrentó bloqueos pese a sus aportes; un marco así lo evitaría. Pero no basta con extranjeros: si empresas locales como Cementos Progreso (que invirtió $335 millones en Costa Rica y El Salvador), Cervecería Centro Americana o CMI reinvierten más aquí, un ISR fijo al 15 % las traería de vuelta. Más capital se quedaría en casa.
República Dominicana dio otro ejemplo con «Burocracia Cero»:: digitalizó trámites y recortó tiempos de espera, atrayendo desde hoteles hasta fábricas. En Guatemala, obtener un permiso puede tomar meses o favores bajo la mesa, como pasó con TCQ, donde USD 30 millones en sobornos no evitaron la anulación del proyecto. Una ventanilla única digital, con plazos de 60 días y transparencia total, cambiaría el juego. Si los dominicanos llegaron al 32 % así, nosotros también podríamos, dando a empresas locales la rapidez que buscan afuera.
Marvin Aguilar, un guatemalteco que llegó a Los Ángeles en los 2000, lo demuestra. Tras años trabajando en construcción, invirtió USD 100,000 en una casa durante la crisis de 2008. Hoy, esa propiedad vale más de USD 300,000, y su portafolio inmobiliario supera los USD 500,000, generando rentas que transformaron su vida.
Duplicar la inversión en Guatemala no es un sueño: es una meta al alcance con estabilidad a 30 años y agilidad dominicana. Una ley que dé certeza por tres décadas, negocie beneficios locales y fije el ISR al 15% para toda reinversión local, junto a un sistema que agilice trámites, podría llevarnos del 16% al 32%.
En Estados Unidos, la estabilidad jurídica y la agilidad para invertir le abrieron puertas; en Guatemala, casos como Escobal o TCQ las cierran. Marvin no es una excepción: miles en nuestra diáspora están multiplicando su riqueza así. ¿Y si trajéramos esas condiciones aquí?
El patrón es claro: el crecimiento acelerado y la alta acumulación bruta de capital fijo (inversión en bienes de capital fijo) van de la mano. Irlanda despegó con un pico que alcanzó 53 %, Singapur logró sobrepasar 40 % en los ochenta, y China promedió 41 % en las últimas dos décadas, financiando su milagro económico. El 23 % es el umbral donde las economías empiezan a transformarse. Guatemala no necesita ser Singapur mañana, pero superar ese nivel desataría un cambio estructural. Panamá y Dominicana nos muestran el camino; Marvin Aguilar, la posibilidad.
¿Y el impacto humano? Si duplicar la Acumulación Bruta de Capital Fijo a 32 % suma USD 18,000 millones anuales, podríamos generar 600,000 empleos directos e indirectos —35 por cada millón invertido, según estándares regionales—. Con 250,000 formales, cada trabajador sostendría a cinco personas, beneficiando a 3 millones de guatemaltecos, el 17 % de la población, casi uno de cada cinco. Esto no solo reduciría la informalidad del 71 % al 65 % en una década, sino que cortaría la necesidad de migrar a Estados Unidos, donde 1.7 millones buscan lo que aquí falta: oportunidades. Más inversión es más empleo, y más empleo es menos maletas.
Duplicar la inversión en Guatemala no es un sueño: es una meta al alcance con estabilidad a 30 años y agilidad dominicana. Una ley que dé certeza por tres décadas, negocie beneficios locales y fije el ISR al 15 % para toda reinversión local, junto a un sistema que agilice trámites, podría llevarnos del 16 % al 32 %. Cementos Progreso podría sumar plantas aquí en vez de Centroamérica; CMI y Cervecería, ampliar su imperio desde casa. Marvin lo logró desde afuera; dejemos de improvisar y hagámoslo desde adentro. El futuro no espera.
¿Duplicar la inversión en Guatemala? Estabilidad panameña y agilidad dominicana lo harían posible
Cómo pasar del 16% al 32% sin caer en los errores del pasado
Guatemala está estancada: invertimos apenas el 16 % de nuestro PIB en capital fijo, mientras Panamá y Dominicana llegan al 32 %. La historia nos da una pista mayor: los países que crecen rápido superan el 23 %. Singapur llegó a 46 % en los ochenta, Irlanda alcanzó el 53 % en 2019 previo a la pandemia, y China promedia 42 % desde los 2000. ¿Podemos al menos duplicar nuestra cifra? El fiasco de TCQ en Puerto Quetzal, donde sobornos desbloquearon un proyecto que luego colapsó, prueba que la corrupción no es el camino. Necesitamos estabilidad y agilidad para atraer inversión extranjera y local.
Panamá atrae millones con su Ley 54, que da 10 años de reglas claras. Aquí, la mina Escobal perdió años en tribunales por falta de certeza. Imaginemos una ley guatemalteca mejor: 30 años de estabilidad, alineada con la Ley de Infraestructura Prioritaria, y negociando beneficios directos para las comunidades —empleo, escuelas, carreteras— además de réditos fiscales adecuados e industrias de valor agregado en el entorno que magnifiquen el potencial económico de la zona. En San Juan Sacatepéquez, Cementos Progreso enfrentó bloqueos pese a sus aportes; un marco así lo evitaría. Pero no basta con extranjeros: si empresas locales como Cementos Progreso (que invirtió $335 millones en Costa Rica y El Salvador), Cervecería Centro Americana o CMI reinvierten más aquí, un ISR fijo al 15 % las traería de vuelta. Más capital se quedaría en casa.
República Dominicana dio otro ejemplo con «Burocracia Cero»:: digitalizó trámites y recortó tiempos de espera, atrayendo desde hoteles hasta fábricas. En Guatemala, obtener un permiso puede tomar meses o favores bajo la mesa, como pasó con TCQ, donde USD 30 millones en sobornos no evitaron la anulación del proyecto. Una ventanilla única digital, con plazos de 60 días y transparencia total, cambiaría el juego. Si los dominicanos llegaron al 32 % así, nosotros también podríamos, dando a empresas locales la rapidez que buscan afuera.
Marvin Aguilar, un guatemalteco que llegó a Los Ángeles en los 2000, lo demuestra. Tras años trabajando en construcción, invirtió USD 100,000 en una casa durante la crisis de 2008. Hoy, esa propiedad vale más de USD 300,000, y su portafolio inmobiliario supera los USD 500,000, generando rentas que transformaron su vida.
Duplicar la inversión en Guatemala no es un sueño: es una meta al alcance con estabilidad a 30 años y agilidad dominicana. Una ley que dé certeza por tres décadas, negocie beneficios locales y fije el ISR al 15% para toda reinversión local, junto a un sistema que agilice trámites, podría llevarnos del 16% al 32%.
En Estados Unidos, la estabilidad jurídica y la agilidad para invertir le abrieron puertas; en Guatemala, casos como Escobal o TCQ las cierran. Marvin no es una excepción: miles en nuestra diáspora están multiplicando su riqueza así. ¿Y si trajéramos esas condiciones aquí?
El patrón es claro: el crecimiento acelerado y la alta acumulación bruta de capital fijo (inversión en bienes de capital fijo) van de la mano. Irlanda despegó con un pico que alcanzó 53 %, Singapur logró sobrepasar 40 % en los ochenta, y China promedió 41 % en las últimas dos décadas, financiando su milagro económico. El 23 % es el umbral donde las economías empiezan a transformarse. Guatemala no necesita ser Singapur mañana, pero superar ese nivel desataría un cambio estructural. Panamá y Dominicana nos muestran el camino; Marvin Aguilar, la posibilidad.
¿Y el impacto humano? Si duplicar la Acumulación Bruta de Capital Fijo a 32 % suma USD 18,000 millones anuales, podríamos generar 600,000 empleos directos e indirectos —35 por cada millón invertido, según estándares regionales—. Con 250,000 formales, cada trabajador sostendría a cinco personas, beneficiando a 3 millones de guatemaltecos, el 17 % de la población, casi uno de cada cinco. Esto no solo reduciría la informalidad del 71 % al 65 % en una década, sino que cortaría la necesidad de migrar a Estados Unidos, donde 1.7 millones buscan lo que aquí falta: oportunidades. Más inversión es más empleo, y más empleo es menos maletas.
Duplicar la inversión en Guatemala no es un sueño: es una meta al alcance con estabilidad a 30 años y agilidad dominicana. Una ley que dé certeza por tres décadas, negocie beneficios locales y fije el ISR al 15 % para toda reinversión local, junto a un sistema que agilice trámites, podría llevarnos del 16 % al 32 %. Cementos Progreso podría sumar plantas aquí en vez de Centroamérica; CMI y Cervecería, ampliar su imperio desde casa. Marvin lo logró desde afuera; dejemos de improvisar y hagámoslo desde adentro. El futuro no espera.