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Dueñez Empresaria. La dueñez es el motor

Porque es la fuerza que impulsa la permanencia, la renovación y la creación de valor en la empresa.

.
Carlos Dumois |
11 de noviembre, 2025

Cuando la Dueñez se ejerce con claridad, propósito y compromiso, genera la energía que impulsa el crecimiento, la continuidad y la creación de valor para todos los que la rodean. Pero cuando ese motor se descuida o se apaga, la organización pierde rumbo, dirección y fuerza.

El papel del dueño es cada vez más importante en el mundo corporativo. Las organizaciones de negocios, y de todo tipo, necesitan mucho más que una buena dirección. De hecho, por haber pensado que el destino de las empresas debía depender del buen desempeño de su Dirección General y su equipo gerencial, muchas compañías han perdido el rumbo.

Nadie puede sustituir al dueño en las tareas que le corresponden. La dueñez no es delegable. Cuando los propietarios no ejercen su propio rol crean un enorme vacío de poder que suelen ocupar los directivos, desvirtuando su quehacer y confundiendo la naturaleza de su poder.

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La sabiduría popular cuenta con un refrán que responde a este tipo de situaciones: A lo tuyo… ¡Solo tú! Sin embargo, a nivel empresarial global esta intuición va más allá de lo que el pueblo puede claramente apreciar.

En las últimas décadas hemos visto escalar al Management en la jerarquía de las organizaciones hasta desplazar incluso a los patrones a quienes les deben su lealtad. Los gerentes han tomado en el mundo empresarial tal fuerza que han opacado al empresario en la dinámica del poder.

Hace poco hablaba con un grupo familiar sobre estos temas, y les describía lo que yo entiendo que es la labor exclusiva del dueño, frente a la labor propia del director. Uno de los miembros del Consejo de Administración me confesaba: “Si es así como entiendes la dueñez, a mí no me gustaría ser un director general reportándole a un dueño así.” Si yo fuese ese dueño, repliqué, no te daría oportunidad de elegir mi rol.

Estamos acostumbrados a desestimar la función del propietario, y como resultado terminamos siendo muy malos dueños. Nuestros negocios adolecen así de un rol importantísimo en la estructura de poder y pierden rumbo, claridad y solidez.

En los negocios familiares, como en muchas grandes corporaciones, se carece de un rol de dueño fuerte que sepa definir la razón de ser de la organización, dictar las directrices generales para guiar el trabajo de la dirección, pedir cuentas a esta y asegurar la creación de valor.

Los retos que hoy imponen las fuerzas globales en los negocios exigen que los dueños jueguen un rol más activo, más proactivo, más diligente, más efectivo. Tenemos que prepararnos para ser mejores dueños. Son muchos los campos en los que hemos de crecer para hacerlo bien.

Muchos empresarios se quedan atados a la operación del negocio por desconocer la dimensión de la dueñez. No sabemos evolucionar nuestra gestión hacia la frontera superior que nos corresponde. Dejamos hueca esta función por ceguera y falta de visión. La prosperidad de nuestra empresa está en juego; la cancha es grande y llena de oportunidades y de riesgos que manejar.

Esos son los dos principales terrenos en los que el dueño lleva a cabo su trabajo: la administración de oportunidades y el manejo de riesgos. Es ahí donde tenemos que profundizar y aprender. Atados a las trincheras operativas es difícil que nos demos cuenta de lo vasto que es nuestro cometido.

Nuestras empresas se oxidarán si las abandonamos. Nuestra responsabilidad es crear las condiciones de renovación necesarias para responder a la presión del cambio discontinuo que vivimos. Sí, renovación, ese es el término más apropiado para describir la aportación del dueño.

Renovación de la oferta competitiva de la empresa. Nuestra vigilancia ha de ser continua para no permitir que nos quedemos rezagados en los movimientos de los mercados. Los riesgos a correr no pueden quedar en manos de la estructura directiva. Es nuestro patrimonio y la vida de la empresa lo que está en riesgo.

Renovación del poder. Las jerarquías tienden a autodefenderse y anquilosarse. Las líneas de mando buscan cómo permanecer. Los puestos no dejan de ser puestos. El liderazgo en la organización requiere rejuvenecerse, renovarse. Es el dueño el que está por encima de todo interés para velar por la permanencia de la empresa.

Renovación de la renovación. Al desempeñar su labor, el propietario vela por la institución por encima de toda intención. Él es quien está dispuesto a cambiar lo que tenga que cambiar para proyectar la empresa hacia el futuro, sin quedarse con la mirada corta en los afanes del presente. Cambios de producto, de mercado, de socios, de líderes, de diseño organizacional, de criterios de operación. Nada debe darle miedo al dueño cuando se trata de reinventar el negocio para garantizar su continuidad.

Por estos días en que nuestra firma cumplió 40 años, continuamos firmes en nuestro cometido de concentrarnos en ayudar a los empresarios a mejorar el ejercicio del rol de dueño, y cada día descubrimos más espacios, más aristas, más posibilidades de cómo los propietarios puedan incidir en encauzar su empresa, proteger su patrimonio y responderle a la sociedad.

La dueñez es el motor. Solo cuando entendamos cabalmente el papel del representante del capital en las empresas podremos esperar que el capitalismo funcione. No es el sistema el que va a funcionar; son las personas que protagonizan los papeles principales. Entre ellos, el del empresario es sin duda el papel estelar.

El dueño tiene un rol que jugar en la creación de valor para los clientes, colaboradores y accionistas; pero, sobre todo, él es quien debe asegurar que la empresa le genere valor a la sociedad.

Dueñez Empresaria. La dueñez es el motor

Porque es la fuerza que impulsa la permanencia, la renovación y la creación de valor en la empresa.

Carlos Dumois |
11 de noviembre, 2025
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Cuando la Dueñez se ejerce con claridad, propósito y compromiso, genera la energía que impulsa el crecimiento, la continuidad y la creación de valor para todos los que la rodean. Pero cuando ese motor se descuida o se apaga, la organización pierde rumbo, dirección y fuerza.

El papel del dueño es cada vez más importante en el mundo corporativo. Las organizaciones de negocios, y de todo tipo, necesitan mucho más que una buena dirección. De hecho, por haber pensado que el destino de las empresas debía depender del buen desempeño de su Dirección General y su equipo gerencial, muchas compañías han perdido el rumbo.

Nadie puede sustituir al dueño en las tareas que le corresponden. La dueñez no es delegable. Cuando los propietarios no ejercen su propio rol crean un enorme vacío de poder que suelen ocupar los directivos, desvirtuando su quehacer y confundiendo la naturaleza de su poder.

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La sabiduría popular cuenta con un refrán que responde a este tipo de situaciones: A lo tuyo… ¡Solo tú! Sin embargo, a nivel empresarial global esta intuición va más allá de lo que el pueblo puede claramente apreciar.

En las últimas décadas hemos visto escalar al Management en la jerarquía de las organizaciones hasta desplazar incluso a los patrones a quienes les deben su lealtad. Los gerentes han tomado en el mundo empresarial tal fuerza que han opacado al empresario en la dinámica del poder.

Hace poco hablaba con un grupo familiar sobre estos temas, y les describía lo que yo entiendo que es la labor exclusiva del dueño, frente a la labor propia del director. Uno de los miembros del Consejo de Administración me confesaba: “Si es así como entiendes la dueñez, a mí no me gustaría ser un director general reportándole a un dueño así.” Si yo fuese ese dueño, repliqué, no te daría oportunidad de elegir mi rol.

Estamos acostumbrados a desestimar la función del propietario, y como resultado terminamos siendo muy malos dueños. Nuestros negocios adolecen así de un rol importantísimo en la estructura de poder y pierden rumbo, claridad y solidez.

En los negocios familiares, como en muchas grandes corporaciones, se carece de un rol de dueño fuerte que sepa definir la razón de ser de la organización, dictar las directrices generales para guiar el trabajo de la dirección, pedir cuentas a esta y asegurar la creación de valor.

Los retos que hoy imponen las fuerzas globales en los negocios exigen que los dueños jueguen un rol más activo, más proactivo, más diligente, más efectivo. Tenemos que prepararnos para ser mejores dueños. Son muchos los campos en los que hemos de crecer para hacerlo bien.

Muchos empresarios se quedan atados a la operación del negocio por desconocer la dimensión de la dueñez. No sabemos evolucionar nuestra gestión hacia la frontera superior que nos corresponde. Dejamos hueca esta función por ceguera y falta de visión. La prosperidad de nuestra empresa está en juego; la cancha es grande y llena de oportunidades y de riesgos que manejar.

Esos son los dos principales terrenos en los que el dueño lleva a cabo su trabajo: la administración de oportunidades y el manejo de riesgos. Es ahí donde tenemos que profundizar y aprender. Atados a las trincheras operativas es difícil que nos demos cuenta de lo vasto que es nuestro cometido.

Nuestras empresas se oxidarán si las abandonamos. Nuestra responsabilidad es crear las condiciones de renovación necesarias para responder a la presión del cambio discontinuo que vivimos. Sí, renovación, ese es el término más apropiado para describir la aportación del dueño.

Renovación de la oferta competitiva de la empresa. Nuestra vigilancia ha de ser continua para no permitir que nos quedemos rezagados en los movimientos de los mercados. Los riesgos a correr no pueden quedar en manos de la estructura directiva. Es nuestro patrimonio y la vida de la empresa lo que está en riesgo.

Renovación del poder. Las jerarquías tienden a autodefenderse y anquilosarse. Las líneas de mando buscan cómo permanecer. Los puestos no dejan de ser puestos. El liderazgo en la organización requiere rejuvenecerse, renovarse. Es el dueño el que está por encima de todo interés para velar por la permanencia de la empresa.

Renovación de la renovación. Al desempeñar su labor, el propietario vela por la institución por encima de toda intención. Él es quien está dispuesto a cambiar lo que tenga que cambiar para proyectar la empresa hacia el futuro, sin quedarse con la mirada corta en los afanes del presente. Cambios de producto, de mercado, de socios, de líderes, de diseño organizacional, de criterios de operación. Nada debe darle miedo al dueño cuando se trata de reinventar el negocio para garantizar su continuidad.

Por estos días en que nuestra firma cumplió 40 años, continuamos firmes en nuestro cometido de concentrarnos en ayudar a los empresarios a mejorar el ejercicio del rol de dueño, y cada día descubrimos más espacios, más aristas, más posibilidades de cómo los propietarios puedan incidir en encauzar su empresa, proteger su patrimonio y responderle a la sociedad.

La dueñez es el motor. Solo cuando entendamos cabalmente el papel del representante del capital en las empresas podremos esperar que el capitalismo funcione. No es el sistema el que va a funcionar; son las personas que protagonizan los papeles principales. Entre ellos, el del empresario es sin duda el papel estelar.

El dueño tiene un rol que jugar en la creación de valor para los clientes, colaboradores y accionistas; pero, sobre todo, él es quien debe asegurar que la empresa le genere valor a la sociedad.

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