DIGNIDAD, 4a Parte
Juro por mi vida y mi amor por ella, que nunca viviré por el bien de otro hombre, ni le pediré a otro hombre que viva por el mío.
SEPTIEMBRE 2
Este dos de septiembre es un buen día para reflexionar sobre quien es John Galt. En su novela, el dos de septiembre es la fecha que marca el momento que Ayn Rand escoge para lanzar la pregunta ¿Quién es John Galt? Y sí, ¿quién es John Galt?
Leonard Peikoff bosqueja una breve pero atinada semblanza:
Aristóteles y el Objetivismo concuerdan en los fundamentos y, como resultado en este último punto, también ambos sostienen que el hombre puede lidiar con la realidad, puede alcanzar valores, puede vivir no trágicamente. Ninguno de los dos cree en el hombre gusano o el hombre monstruo; cada uno sostiene el hombre pensador y por tanto el hombre héroe. Aristóteles lo llama “el hombre de gran espíritu”. Ayn Rand lo llama Howard Roark o John Galt.1
Aristóteles nos dice que la grandeza de espíritu o magnanimidad (megalopsychia en griego) es la corona de las virtudes, pues no se puede ser magnánimo sin poseerlas todas. Es la disposición de ánimo a ser moralmente excelente.
Ahora surge la pregunta, ¿dado que, tanto Rand como Kant tienen sus bases en Aristóteles, hay en la ética objetivista un concepto equivalente al de “Dignidad” de Kant?
LOS VALORES CARDINALES DE LA ÉTICA OBJETIVISTA
La ética objetivista sostiene la vida del hombre como el estándar o referencia de valor y su propia vida como el propósito ético de cada individuo. El principio que sirve de norma o referente es “aquello que se requiere para la supervivencia del hombre cual hombre.” Y los tres valores cardinales, los tres que en conjunto son los medios para alcanzar y mantener el valor último, la propia vida, son: la Razón, el Propósito, y la Autoestima. La Razón, la facultad que identifica e integra el material proveído por sus sentidos, le permite al hombre determinar lo que le es de provecho y lo que lo perjudica, para buscar lo primero y evitar lo segundo. El Propósito determina cómo quiere vivir su vida para ser feliz y le permite al individuo establecer la jerarquía de sus valores. La Autoestima es la certeza inviolable de que su mente es competente para pensar y que es una persona digna de ser feliz, un fin en sí misma, digna de vivir.
LAS VIRTUDES CARDINALES DE LA ÉTICA OBJETIVISTA
Rand define virtud como “la acción para conseguir y conservar un valor”. Para conseguir y conservar los tres valores cardinales propone tres virtudes correspondientes: Racionalidad, Productividad y Orgullo. La Racionalidad, el razonar bien, nos dice, es la virtud básica del hombre, la fuente de todas sus otras virtudes. La Productividad es la aplicación de la Racionalidad a la creación de aquellos valores que hacen posible la vida del hombre como hombre. El Orgullo, nos dice, se puede considerar como “ambición moral” ya que consiste en buscar ser virtuosamente perfecto, en convertirse uno en su valor supremo. Es el compromiso autoimpuesto de guiar siempre su conducta por la razón, de crear el propio carácter practicando las virtudes racionales y, sobre todo, rechazar el papel de animal de sacrificio, rechazar toda doctrina que predica como virtud o deber la auto inmolación.
CONCLUSIÓN
Es evidente para quien haya leído las tres entregas anteriores de este tema que existen claras similitudes entre ambas propuestas éticas. Tanto Kant como Rand consideran que uno debe guiar su conducta conducido por la razón. Para Kant, la razón sirve primero para crear los imperativos categóricos del fin en sí mismo y de la universalidad de la ley, para luego cotejar una máxima de conducta según un imperativo hipotético y así garantizar que su conducta sea regida por la recta razón y no por caprichos o inclinaciones arbitrarias. Para Rand, la razón sirve para identificar lo que auténticamente promueve la vida (lo que llama valor objetivo), lo que verdaderamente es de interés para el actor y así buscarlo sin dejarse llevar por caprichos arbitrarios.
El concepto de “Dignidad”, o de valor intrínseco de la persona como ser racional autónomo, encuentra su correspondiente en el concepto de “Autoestima” o valor cardinal de la persona como ser racional digna de vivir.
La virtud que consigue y mantiene ese valor, la Dignidad en Kant y la Autoestima en Rand, es la que Aristóteles llama Magnanimidad, Kant llama Buena Voluntad y Rand Orgullo. Para Kant, la Buena Voluntad es el ánimo de ser moralmente excelente, de actuar por el deber, siendo el deber el compromiso autoimpuesto de actuar según lo que es racionalmente correcto o moral. Para Rand el Orgullo es la voluntad de ser moralmente perfecto, que consiste en el compromiso autoimpuesto de guiar siempre su conducta por la razón.
El principio fundamental que ambos filósofos comparten es el de que la persona es un fin en sí mismo, que Kant expresa en su imperativo que reza:
Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio.
Y que Rand manifiesta en el juramento de John Galt:
Juro por mi vida y mi amor por ella, que nunca viviré por el bien de otro hombre, ni le pediré a otro hombre que viva por el mío.
Feliz 2 de septiembre.
1Leonard Peikoff. The Ominous Parallels. New York: Stein and Days Scarborough House, 1982, 337.
DIGNIDAD, 4a Parte
Juro por mi vida y mi amor por ella, que nunca viviré por el bien de otro hombre, ni le pediré a otro hombre que viva por el mío.
SEPTIEMBRE 2
Este dos de septiembre es un buen día para reflexionar sobre quien es John Galt. En su novela, el dos de septiembre es la fecha que marca el momento que Ayn Rand escoge para lanzar la pregunta ¿Quién es John Galt? Y sí, ¿quién es John Galt?
Leonard Peikoff bosqueja una breve pero atinada semblanza:
Aristóteles y el Objetivismo concuerdan en los fundamentos y, como resultado en este último punto, también ambos sostienen que el hombre puede lidiar con la realidad, puede alcanzar valores, puede vivir no trágicamente. Ninguno de los dos cree en el hombre gusano o el hombre monstruo; cada uno sostiene el hombre pensador y por tanto el hombre héroe. Aristóteles lo llama “el hombre de gran espíritu”. Ayn Rand lo llama Howard Roark o John Galt.1
Aristóteles nos dice que la grandeza de espíritu o magnanimidad (megalopsychia en griego) es la corona de las virtudes, pues no se puede ser magnánimo sin poseerlas todas. Es la disposición de ánimo a ser moralmente excelente.
Ahora surge la pregunta, ¿dado que, tanto Rand como Kant tienen sus bases en Aristóteles, hay en la ética objetivista un concepto equivalente al de “Dignidad” de Kant?
LOS VALORES CARDINALES DE LA ÉTICA OBJETIVISTA
La ética objetivista sostiene la vida del hombre como el estándar o referencia de valor y su propia vida como el propósito ético de cada individuo. El principio que sirve de norma o referente es “aquello que se requiere para la supervivencia del hombre cual hombre.” Y los tres valores cardinales, los tres que en conjunto son los medios para alcanzar y mantener el valor último, la propia vida, son: la Razón, el Propósito, y la Autoestima. La Razón, la facultad que identifica e integra el material proveído por sus sentidos, le permite al hombre determinar lo que le es de provecho y lo que lo perjudica, para buscar lo primero y evitar lo segundo. El Propósito determina cómo quiere vivir su vida para ser feliz y le permite al individuo establecer la jerarquía de sus valores. La Autoestima es la certeza inviolable de que su mente es competente para pensar y que es una persona digna de ser feliz, un fin en sí misma, digna de vivir.
LAS VIRTUDES CARDINALES DE LA ÉTICA OBJETIVISTA
Rand define virtud como “la acción para conseguir y conservar un valor”. Para conseguir y conservar los tres valores cardinales propone tres virtudes correspondientes: Racionalidad, Productividad y Orgullo. La Racionalidad, el razonar bien, nos dice, es la virtud básica del hombre, la fuente de todas sus otras virtudes. La Productividad es la aplicación de la Racionalidad a la creación de aquellos valores que hacen posible la vida del hombre como hombre. El Orgullo, nos dice, se puede considerar como “ambición moral” ya que consiste en buscar ser virtuosamente perfecto, en convertirse uno en su valor supremo. Es el compromiso autoimpuesto de guiar siempre su conducta por la razón, de crear el propio carácter practicando las virtudes racionales y, sobre todo, rechazar el papel de animal de sacrificio, rechazar toda doctrina que predica como virtud o deber la auto inmolación.
CONCLUSIÓN
Es evidente para quien haya leído las tres entregas anteriores de este tema que existen claras similitudes entre ambas propuestas éticas. Tanto Kant como Rand consideran que uno debe guiar su conducta conducido por la razón. Para Kant, la razón sirve primero para crear los imperativos categóricos del fin en sí mismo y de la universalidad de la ley, para luego cotejar una máxima de conducta según un imperativo hipotético y así garantizar que su conducta sea regida por la recta razón y no por caprichos o inclinaciones arbitrarias. Para Rand, la razón sirve para identificar lo que auténticamente promueve la vida (lo que llama valor objetivo), lo que verdaderamente es de interés para el actor y así buscarlo sin dejarse llevar por caprichos arbitrarios.
El concepto de “Dignidad”, o de valor intrínseco de la persona como ser racional autónomo, encuentra su correspondiente en el concepto de “Autoestima” o valor cardinal de la persona como ser racional digna de vivir.
La virtud que consigue y mantiene ese valor, la Dignidad en Kant y la Autoestima en Rand, es la que Aristóteles llama Magnanimidad, Kant llama Buena Voluntad y Rand Orgullo. Para Kant, la Buena Voluntad es el ánimo de ser moralmente excelente, de actuar por el deber, siendo el deber el compromiso autoimpuesto de actuar según lo que es racionalmente correcto o moral. Para Rand el Orgullo es la voluntad de ser moralmente perfecto, que consiste en el compromiso autoimpuesto de guiar siempre su conducta por la razón.
El principio fundamental que ambos filósofos comparten es el de que la persona es un fin en sí mismo, que Kant expresa en su imperativo que reza:
Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio.
Y que Rand manifiesta en el juramento de John Galt:
Juro por mi vida y mi amor por ella, que nunca viviré por el bien de otro hombre, ni le pediré a otro hombre que viva por el mío.
Feliz 2 de septiembre.
1Leonard Peikoff. The Ominous Parallels. New York: Stein and Days Scarborough House, 1982, 337.