DIGNIDAD
Como ser racional, el ser humano tiene libertad (libre albedrío) y autonomía (del griego autos = uno mismo y nomos = leyes); o sea, la capacidad de auto legislarse.
El concepto de “dignidad”, del latín “dignitas”, que significa «valioso o considerado de valor» es central para entender los principios morales de Immanuel Kant. El prusiano hace una primera formulación negativa de dignidad como aquello que no tiene precio: «en el reino de los fines, todo tiene o bien un precio o bien una dignidad» [Grundlegung zur Metaphysik der Sitten]. Esta primera definición se inspira en el estoico Séneca, quien distingue pretium y dignitas en sus Cartas Morales a Lucilo.
PRECIO O VALOR ASIGNADO
Bajo el término precio no entiende Kant solo lo que acordamos pagar en una transacción por bienes y servicios en el mercado, sino también el valor que asignamos personalmente a las cosas. El primero es el precio de mercado y el segundo el precio afectivo que le damos a algo que, aunque no tiene precio de mercado, le ponemos un precio: nuestro afecto, porque significa algo para nosotros. El reloj de bolsillo que me heredó mi abuelo puede bien tener un precio de mercado bajo por ser viejo, pero para mi personalmente un precio afectivo muy alto, por lo que no lo vendo. Ese precio afectivo podemos denominarlo también como el aprecio que tenemos por algo.
Las cosas, nos dice Kant, no tienen un valor intrínseco, sino que derivan su valor desde afuera cuando la gente les asigna cierto precio de mercado o afectivo. Este valor puede cambiar según la situación o aun desaparecer completamente. Depende de diversos factores y es por tanto relativo. Una hamburguesa puede tener mucho valor para mi cuando estoy muy hambriento, muy poco cuando estoy saciado y nada si huele a podrido. El billete con el que pago por la hamburguesa tiene valor para mi por su posibilidad de intercambiarlo por bienes y servicios. Si no, entonces solo sería papel impreso.
DIGNIDAD O VALOR INTRÍNSECO
El individuo, afirma Kant, tiene un valor intrínseco, una dignidad. Este valor lo mantiene, aunque sea viejo, enfermo o pobre. La dignidad es, por tanto, un valor absoluto. No es una cualidad otorgada por alguien, sino consustancial a la persona. No depende de diferencias étnicas ni sexuales ni sociales ni de cualquier otro tipo. Es lo que se llama dignidad ontológica, diferente de la dignidad adquirida u honor. En lugar de lo que tiene precio se puede colocar algo equivalente, en cambio, dice Kant, lo que se halla por encima de todo precio y no se presta a equivalencia alguna, eso posee dignidad:
«Cuanto se refiere a las universales necesidades e inclinaciones humanas tienen un precio de mercado; aquello que sin presuponer una necesidad se adecúa a cierto gusto, esto es, una complacencia en el simple juego sin objeto de nuestras fuerzas anímicas tiene un precio afectivo; Sin embargo, lo que constituye la única condición bajo la cual puede ser fin en sí mismo no posee simplemente un valor relativo, o sea, un precio, sino un valor intrínseco: la dignidad.» [Grundlegung zur Metaphysik der Sitten].
El humano se puede dar leyes y respetarlas para guiar su conducta dirigida a los fines que ha elegido, a diferencia de los animales irracionales sujetos a la causalidad física. Se concibe, entonces, como persona, como sujeto de principios morales racionales, por encima de todo precio, que es valorado como fin en sí mismo.
Para los seres con dignidad no existe reemplazo ni equivalente. Por tanto, no se puede contrapesar ,en este sentido, a un individuo por otro u otros. Es decir, no se puede sacrificar a un individuo, aunque beneficie a varios individuos. Respetar a otras personas significa respetar su dignidad como seres de valor absoluto intrínseco.
FIN EN SÍ MISMO
Kant concibe que el humano es sujeto a dos causalidades. Como sujeto a la causalidad física o mecanismo de la naturaleza es un homo fenomenal, que pertenece al reino de lo sensible. Como sujeto a su propia causalidad racional es un homo noumenal, que pertenece al reino inteligible o mundo de la razón (Lo noumenal se refiere a las cosas en sí mismas, mientras que lo fenomenal se refiere a las cosas como las percibimos). Como ser racional, el ser humano tiene libertad (libre albedrío) y autonomía (del griego autos = uno mismo y nomos = leyes); o sea, la capacidad de auto legislarse. El humano se puede dar leyes y respetarlas para guiar su conducta dirigida a los fines que ha elegido, a diferencia de los animales irracionales sujetos a la causalidad física. Se concibe, entonces, como persona, como sujeto de principios morales racionales, por encima de todo precio, que es valorado como fin en sí mismo. Kant lo pone así:
«Ahora bien, la moralidad es la única condición bajo la cual un ser racional puede ser un fin en sí mismo; porque sólo a través suyo es posible ser un miembro legislador en el reino de los fines. Así pues, la moralidad y la humanidad, en la medida en que ésta es susceptible de aquélla, es lo único que posee dignidad» [Grundlegung zur Metaphysik der Sitten].
Continuará.
DIGNIDAD
Como ser racional, el ser humano tiene libertad (libre albedrío) y autonomía (del griego autos = uno mismo y nomos = leyes); o sea, la capacidad de auto legislarse.
El concepto de “dignidad”, del latín “dignitas”, que significa «valioso o considerado de valor» es central para entender los principios morales de Immanuel Kant. El prusiano hace una primera formulación negativa de dignidad como aquello que no tiene precio: «en el reino de los fines, todo tiene o bien un precio o bien una dignidad» [Grundlegung zur Metaphysik der Sitten]. Esta primera definición se inspira en el estoico Séneca, quien distingue pretium y dignitas en sus Cartas Morales a Lucilo.
PRECIO O VALOR ASIGNADO
Bajo el término precio no entiende Kant solo lo que acordamos pagar en una transacción por bienes y servicios en el mercado, sino también el valor que asignamos personalmente a las cosas. El primero es el precio de mercado y el segundo el precio afectivo que le damos a algo que, aunque no tiene precio de mercado, le ponemos un precio: nuestro afecto, porque significa algo para nosotros. El reloj de bolsillo que me heredó mi abuelo puede bien tener un precio de mercado bajo por ser viejo, pero para mi personalmente un precio afectivo muy alto, por lo que no lo vendo. Ese precio afectivo podemos denominarlo también como el aprecio que tenemos por algo.
Las cosas, nos dice Kant, no tienen un valor intrínseco, sino que derivan su valor desde afuera cuando la gente les asigna cierto precio de mercado o afectivo. Este valor puede cambiar según la situación o aun desaparecer completamente. Depende de diversos factores y es por tanto relativo. Una hamburguesa puede tener mucho valor para mi cuando estoy muy hambriento, muy poco cuando estoy saciado y nada si huele a podrido. El billete con el que pago por la hamburguesa tiene valor para mi por su posibilidad de intercambiarlo por bienes y servicios. Si no, entonces solo sería papel impreso.
DIGNIDAD O VALOR INTRÍNSECO
El individuo, afirma Kant, tiene un valor intrínseco, una dignidad. Este valor lo mantiene, aunque sea viejo, enfermo o pobre. La dignidad es, por tanto, un valor absoluto. No es una cualidad otorgada por alguien, sino consustancial a la persona. No depende de diferencias étnicas ni sexuales ni sociales ni de cualquier otro tipo. Es lo que se llama dignidad ontológica, diferente de la dignidad adquirida u honor. En lugar de lo que tiene precio se puede colocar algo equivalente, en cambio, dice Kant, lo que se halla por encima de todo precio y no se presta a equivalencia alguna, eso posee dignidad:
«Cuanto se refiere a las universales necesidades e inclinaciones humanas tienen un precio de mercado; aquello que sin presuponer una necesidad se adecúa a cierto gusto, esto es, una complacencia en el simple juego sin objeto de nuestras fuerzas anímicas tiene un precio afectivo; Sin embargo, lo que constituye la única condición bajo la cual puede ser fin en sí mismo no posee simplemente un valor relativo, o sea, un precio, sino un valor intrínseco: la dignidad.» [Grundlegung zur Metaphysik der Sitten].
El humano se puede dar leyes y respetarlas para guiar su conducta dirigida a los fines que ha elegido, a diferencia de los animales irracionales sujetos a la causalidad física. Se concibe, entonces, como persona, como sujeto de principios morales racionales, por encima de todo precio, que es valorado como fin en sí mismo.
Para los seres con dignidad no existe reemplazo ni equivalente. Por tanto, no se puede contrapesar ,en este sentido, a un individuo por otro u otros. Es decir, no se puede sacrificar a un individuo, aunque beneficie a varios individuos. Respetar a otras personas significa respetar su dignidad como seres de valor absoluto intrínseco.
FIN EN SÍ MISMO
Kant concibe que el humano es sujeto a dos causalidades. Como sujeto a la causalidad física o mecanismo de la naturaleza es un homo fenomenal, que pertenece al reino de lo sensible. Como sujeto a su propia causalidad racional es un homo noumenal, que pertenece al reino inteligible o mundo de la razón (Lo noumenal se refiere a las cosas en sí mismas, mientras que lo fenomenal se refiere a las cosas como las percibimos). Como ser racional, el ser humano tiene libertad (libre albedrío) y autonomía (del griego autos = uno mismo y nomos = leyes); o sea, la capacidad de auto legislarse. El humano se puede dar leyes y respetarlas para guiar su conducta dirigida a los fines que ha elegido, a diferencia de los animales irracionales sujetos a la causalidad física. Se concibe, entonces, como persona, como sujeto de principios morales racionales, por encima de todo precio, que es valorado como fin en sí mismo. Kant lo pone así:
«Ahora bien, la moralidad es la única condición bajo la cual un ser racional puede ser un fin en sí mismo; porque sólo a través suyo es posible ser un miembro legislador en el reino de los fines. Así pues, la moralidad y la humanidad, en la medida en que ésta es susceptible de aquélla, es lo único que posee dignidad» [Grundlegung zur Metaphysik der Sitten].
Continuará.