Las celebraciones del Día de la Independencia del 15 de septiembre de 1821 se han ampliado este año a cuatro días, incluyendo ceremonias, desfiles y carreras de antorchas. Estos actos reflejan el patriotismo y aprecio por Guatemala, pero surge una pregunta: ¿de quién nos independizamos?
DE QUIÉN NOS INDEPENDIZAMOS
Alguno dirá «¿qué pregunta es esa? Es obvio que nos independizamos de España».
¿Pero cómo puede ser eso, si nosotros éramos España? ¿Cómo podemos independizarnos de nosotros mismos? Y si alguno piensa que éramos de España y no que éramos España, puede rectificar su juicio consultando la Constitución de Cádiz de 1812 que reza:
“Título I. De la Nación española y de los españoles. Capítulo I.
De la Nación española. Artículo 1.— La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.
Artículo 5.- Son españoles: Primero. Todos los hombres libres, nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de estos.
Del territorio de las Españas Artículo 10.— El territorio español comprende en la Península con sus posesiones e islas adyacentes: Aragón, Asturias, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Cataluña, Córdoba, Extremadura, Galicia, Granada, Jaén, León, Molina, Murcia, Navarra, Provincias Vascongadas, Sevilla y Valencia, las islas Baleares y las Canarias con las demás posesiones de África. En la América septentrional: Nueva España con la Nueva-Galicia y península de Yucatán, Guatemala, provincias internas de Oriente, provincias internas de Occidente, isla de Cuba con las dos Floridas, la parte española de la isla de Santo Domingo y la isla de Puerto Rico con las demás adyacentes a estas y al continente en uno y otro mar. En la América meridional, la Nueva Granada, Venezuela, el Perú, Chile, provincias del Río de la Plata, y todas las islas adyacentes en el mar Pacífico y en el Atlántico. En el Asia, las islas Filipinas, y las que dependen de su gobierno.”
La constitución de Cádiz, que detalla quiénes son los españoles, se hizo en rechazo a los usurpadores franceses, a Napoleón Bonaparte y a su hermano mayor apodado Pepe Botella, quien tomara la Corona de España desde 1808 hasta 1813, con el nombre José I. Bonaparte. Los franceses nos denominaron “latinoamericanos” para tratar de incluirse, ya que el término correcto “hispanoamericanos” los excluía.
LA RELACIÓN CON LA MONARQUÍA HISPÁNICA
La Monarquía Hispánica requería que el rey jurara obedecer las leyes y fueros existentes ante las Cortes, garantizando el bienestar de los súbditos según la Segunda Escolástica Española. Esta filosofía defendía la libertad individual como primaria, una visión voluntarista de la ley y la soberanía popular basada en un pacto con el monarca. Por ello, los territorios hispanoamericanos no eran posesiones reales, sino que solo delegaban autoridad al rey de Castilla.
Los virreinatos y reinos hispanoamericanos formaron la Monarquía Hispánica con cierta autonomía. Cuando el pacto con el monarca se rompió por tiranía o usurpación, se produjo una desvinculación y no una independencia. Así, las provincias se separaron del virreinato de Nueva España formando países centroamericanos, mientras que, en vez de unirse como Norteamérica, disolvimos el Imperio Español mediante guerras civiles, lo que originó la balcanización que María Elvira Roca Barea describe en Fracasología.
“La triste realidad es que, 30 años después de la mítica independencia, cuyos épicos relatos se enseñan a los niños en las escuelas, la mayor parte de las regiones del Imperio Español de América se han hundido económicamente y han pasado en casi un instante, si lo consideramos desde el punto de vista del tiempo en la historia, de viajar en primera a la más dolorosa insignificancia. El Imperio Español contaba todavía bastante en el mundo, siquiera por el prestigio de su nombre. Los fragmentos que de él salieron pasaron a no contar absolutamente nada.”
¿Pudo ser de otra manera? Difícil decirlo.
Las celebraciones del Día de la Independencia del 15 de septiembre de 1821 se han ampliado este año a cuatro días, incluyendo ceremonias, desfiles y carreras de antorchas. Estos actos reflejan el patriotismo y aprecio por Guatemala, pero surge una pregunta: ¿de quién nos independizamos?
DE QUIÉN NOS INDEPENDIZAMOS
Alguno dirá «¿qué pregunta es esa? Es obvio que nos independizamos de España».
¿Pero cómo puede ser eso, si nosotros éramos España? ¿Cómo podemos independizarnos de nosotros mismos? Y si alguno piensa que éramos de España y no que éramos España, puede rectificar su juicio consultando la Constitución de Cádiz de 1812 que reza:
“Título I. De la Nación española y de los españoles. Capítulo I.
De la Nación española. Artículo 1.— La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.
Artículo 5.- Son españoles: Primero. Todos los hombres libres, nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de estos.
Del territorio de las Españas Artículo 10.— El territorio español comprende en la Península con sus posesiones e islas adyacentes: Aragón, Asturias, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Cataluña, Córdoba, Extremadura, Galicia, Granada, Jaén, León, Molina, Murcia, Navarra, Provincias Vascongadas, Sevilla y Valencia, las islas Baleares y las Canarias con las demás posesiones de África. En la América septentrional: Nueva España con la Nueva-Galicia y península de Yucatán, Guatemala, provincias internas de Oriente, provincias internas de Occidente, isla de Cuba con las dos Floridas, la parte española de la isla de Santo Domingo y la isla de Puerto Rico con las demás adyacentes a estas y al continente en uno y otro mar. En la América meridional, la Nueva Granada, Venezuela, el Perú, Chile, provincias del Río de la Plata, y todas las islas adyacentes en el mar Pacífico y en el Atlántico. En el Asia, las islas Filipinas, y las que dependen de su gobierno.”
La constitución de Cádiz, que detalla quiénes son los españoles, se hizo en rechazo a los usurpadores franceses, a Napoleón Bonaparte y a su hermano mayor apodado Pepe Botella, quien tomara la Corona de España desde 1808 hasta 1813, con el nombre José I. Bonaparte. Los franceses nos denominaron “latinoamericanos” para tratar de incluirse, ya que el término correcto “hispanoamericanos” los excluía.
LA RELACIÓN CON LA MONARQUÍA HISPÁNICA
La Monarquía Hispánica requería que el rey jurara obedecer las leyes y fueros existentes ante las Cortes, garantizando el bienestar de los súbditos según la Segunda Escolástica Española. Esta filosofía defendía la libertad individual como primaria, una visión voluntarista de la ley y la soberanía popular basada en un pacto con el monarca. Por ello, los territorios hispanoamericanos no eran posesiones reales, sino que solo delegaban autoridad al rey de Castilla.
Los virreinatos y reinos hispanoamericanos formaron la Monarquía Hispánica con cierta autonomía. Cuando el pacto con el monarca se rompió por tiranía o usurpación, se produjo una desvinculación y no una independencia. Así, las provincias se separaron del virreinato de Nueva España formando países centroamericanos, mientras que, en vez de unirse como Norteamérica, disolvimos el Imperio Español mediante guerras civiles, lo que originó la balcanización que María Elvira Roca Barea describe en Fracasología.
“La triste realidad es que, 30 años después de la mítica independencia, cuyos épicos relatos se enseñan a los niños en las escuelas, la mayor parte de las regiones del Imperio Español de América se han hundido económicamente y han pasado en casi un instante, si lo consideramos desde el punto de vista del tiempo en la historia, de viajar en primera a la más dolorosa insignificancia. El Imperio Español contaba todavía bastante en el mundo, siquiera por el prestigio de su nombre. Los fragmentos que de él salieron pasaron a no contar absolutamente nada.”
¿Pudo ser de otra manera? Difícil decirlo.