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¿Determinismo?

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Warren Orbaugh |
25 de agosto, 2025

El determinismo sostiene que la idea de libre albedrío es una ilusión y que las personas no eligen entre distintas ideas, verdades o falsedad o valores morales. El filósofo estadounidense Sam Harris afirma que el libre albedrío “no se puede mapear a ninguna realidad concebible”. En su ensayo Free Will (Libre albedrío), Harris argumenta que la neurociencia muestra que los seres humanos son influenciados por procesos bioquímicos y que los pensamientos e intenciones derivan de causas externas y no conscientes, fuera del control voluntario. De acuerdo con Harris, esto lleva a concluir que el libre albedrío no existe. Pero los argumentos que esgrime, tanto en su libro como en los videos que publica en YouTube, están plagados de falacias.

Primero comete la falacia de autoexclusión, pues el pretender que lo que afirma es verdad, aun cuando su teoría sostiene que no podría declarar otra cosa distinta a la que dice porque no tiene control voluntario alguno sobre sus pensamientos y, por tanto, no se podría distinguir entre sí su argumento es verdad o erróneo, es una contradicción. La falacia consiste en insistir en que su argumento es verdad, pero que no aplica para él. En argumentar que la realidad es así, A, pero para él no es así, no es A. Viola el principio lógico de no contradicción que dice que es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo sentido.

La validez de un argumento depende de analizar si lo afirmado corresponde con los hechos. Al afirmar que su argumento describe la realidad, Harris presupone la capacidad de observar, deliberar y decidir si lo pensado refleja o no lo existente, para así determinar si la proposición es verdadera o falsa.

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Observar es un acto consciente y voluntario, distinto de ver pasivamente. Por ejemplo, un estudiante puede subir escaleras diariamente sin saber cuántos escalones hay; los ve todos los días, pero ese dato se le escapa. Para descubrirlo, debe observar deliberadamente y hacerse preguntas. Indagar activa la consciencia y requiere voluntad, no basta con recibir información de otros. Negar el libre albedrío, como hace Harris, implica rechazar la capacidad de preguntar, deliberar y elegir, funciones esenciales de la consciencia que utiliza para verificar hechos. Esa negación resulta contradictoria y cae en la falacia del concepto robado.

La falacia del concepto robado, identificada por primera vez por Ayn Rand, consiste en usar un concepto al negar la validez de su raíz genérica, es decir, en conceptos anteriores de los que depende lógicamente. Los conceptos “verdad” y “falsedad” dependen del de “consciencia volitiva”.

Las calificaciones de “verdad” y “falsedad” corresponden al juicio. Juzgar implica pensar y establecer relaciones. El juicio resulta de una función de la consciencia, que involucra diversas actividades cerebrales: memoria para almacenar y recuperar información, observación, clasificación, conceptualización, identificación, construcción de conocimiento mediante la organización jerárquica de conceptos, deliberación, evaluación y selección, todo guiado por un propósito definido de manera voluntaria. El establecimiento de un propósito tiene como objetivo sustituir un estado cognitivo insatisfactorio por uno más satisfactorio, lo cual requiere mantener la atención en el problema a resolver, percibir y cuestionar aspectos relevantes, e inferir respuestas alineadas con el objetivo. El propósito orienta la mente y al subconsciente como estándar de selección para asociar elementos significativos. La focalización mental implica identificar hechos relevantes de forma consciente y voluntaria, siendo una condición previa del pensamiento dirigido. Tomar la decisión de pensar o no pensar, enfocar la mente o no hacerlo, corresponde al ejercicio del libre albedrío, es decir, la capacidad de dirigir la consciencia según lo requiera la tarea en cuestión. Este proceso no es automático y requiere control consciente sobre la actividad mental.

Una vez emitido un juicio, este debe someterse a una evaluación adicional para determinar si describe objetivamente los hechos. Este proceso implica analizar si las afirmaciones o negaciones del juicio constituyen conocimiento válido. Así, se determina si el juicio es verdadero o falso al comparar voluntariamente su contenido con los hechos.

En consecuencia, cabe preguntarse cómo Harris, o cualquier otro determinista, puede sostener que sus “pensamientos involuntarios” constituyen conocimiento verdadero. De acuerdo con su propia tesis, solo podría afirmar: «No puedo expresar otra cosa salvo aquello a lo que causas externas y no conscientes me obligan, sin que exista control voluntario», aunque dicha afirmación supondría asumir como conocimiento algo que su propia postura niega como posible.

Continuará.

¿Determinismo?

Warren Orbaugh |
25 de agosto, 2025
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El determinismo sostiene que la idea de libre albedrío es una ilusión y que las personas no eligen entre distintas ideas, verdades o falsedad o valores morales. El filósofo estadounidense Sam Harris afirma que el libre albedrío “no se puede mapear a ninguna realidad concebible”. En su ensayo Free Will (Libre albedrío), Harris argumenta que la neurociencia muestra que los seres humanos son influenciados por procesos bioquímicos y que los pensamientos e intenciones derivan de causas externas y no conscientes, fuera del control voluntario. De acuerdo con Harris, esto lleva a concluir que el libre albedrío no existe. Pero los argumentos que esgrime, tanto en su libro como en los videos que publica en YouTube, están plagados de falacias.

Primero comete la falacia de autoexclusión, pues el pretender que lo que afirma es verdad, aun cuando su teoría sostiene que no podría declarar otra cosa distinta a la que dice porque no tiene control voluntario alguno sobre sus pensamientos y, por tanto, no se podría distinguir entre sí su argumento es verdad o erróneo, es una contradicción. La falacia consiste en insistir en que su argumento es verdad, pero que no aplica para él. En argumentar que la realidad es así, A, pero para él no es así, no es A. Viola el principio lógico de no contradicción que dice que es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo y en el mismo sentido.

La validez de un argumento depende de analizar si lo afirmado corresponde con los hechos. Al afirmar que su argumento describe la realidad, Harris presupone la capacidad de observar, deliberar y decidir si lo pensado refleja o no lo existente, para así determinar si la proposición es verdadera o falsa.

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Observar es un acto consciente y voluntario, distinto de ver pasivamente. Por ejemplo, un estudiante puede subir escaleras diariamente sin saber cuántos escalones hay; los ve todos los días, pero ese dato se le escapa. Para descubrirlo, debe observar deliberadamente y hacerse preguntas. Indagar activa la consciencia y requiere voluntad, no basta con recibir información de otros. Negar el libre albedrío, como hace Harris, implica rechazar la capacidad de preguntar, deliberar y elegir, funciones esenciales de la consciencia que utiliza para verificar hechos. Esa negación resulta contradictoria y cae en la falacia del concepto robado.

La falacia del concepto robado, identificada por primera vez por Ayn Rand, consiste en usar un concepto al negar la validez de su raíz genérica, es decir, en conceptos anteriores de los que depende lógicamente. Los conceptos “verdad” y “falsedad” dependen del de “consciencia volitiva”.

Las calificaciones de “verdad” y “falsedad” corresponden al juicio. Juzgar implica pensar y establecer relaciones. El juicio resulta de una función de la consciencia, que involucra diversas actividades cerebrales: memoria para almacenar y recuperar información, observación, clasificación, conceptualización, identificación, construcción de conocimiento mediante la organización jerárquica de conceptos, deliberación, evaluación y selección, todo guiado por un propósito definido de manera voluntaria. El establecimiento de un propósito tiene como objetivo sustituir un estado cognitivo insatisfactorio por uno más satisfactorio, lo cual requiere mantener la atención en el problema a resolver, percibir y cuestionar aspectos relevantes, e inferir respuestas alineadas con el objetivo. El propósito orienta la mente y al subconsciente como estándar de selección para asociar elementos significativos. La focalización mental implica identificar hechos relevantes de forma consciente y voluntaria, siendo una condición previa del pensamiento dirigido. Tomar la decisión de pensar o no pensar, enfocar la mente o no hacerlo, corresponde al ejercicio del libre albedrío, es decir, la capacidad de dirigir la consciencia según lo requiera la tarea en cuestión. Este proceso no es automático y requiere control consciente sobre la actividad mental.

Una vez emitido un juicio, este debe someterse a una evaluación adicional para determinar si describe objetivamente los hechos. Este proceso implica analizar si las afirmaciones o negaciones del juicio constituyen conocimiento válido. Así, se determina si el juicio es verdadero o falso al comparar voluntariamente su contenido con los hechos.

En consecuencia, cabe preguntarse cómo Harris, o cualquier otro determinista, puede sostener que sus “pensamientos involuntarios” constituyen conocimiento verdadero. De acuerdo con su propia tesis, solo podría afirmar: «No puedo expresar otra cosa salvo aquello a lo que causas externas y no conscientes me obligan, sin que exista control voluntario», aunque dicha afirmación supondría asumir como conocimiento algo que su propia postura niega como posible.

Continuará.

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