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Desmitificando la inversión y la competencia en Guatemala: los peligros de argumentos falaces mal intencionados

Finalmente, lo mismo sucede con la competencia. Esta debe ser libre, sin controles. En el gobierno de Semilla creen que imponiendo una ley van a fomentar la competencia cuando la solución es abrir los mercados.

Ilustración por Gabo / República
Dr. Ramiro Bolaños |
30 de septiembre, 2024

En los últimos días ha circulado un video de Plaza Pública, basado en un artículo titulado: El trabajo informal, un espejo de la concentración de capital. Los argumentos presentados están claramente sesgados y corren el riesgo de confundir a la opinión pública de manera terriblemente equivocada. El artículo sostiene de manera errónea que grandes consorcios, como los de cemento, alimentos, bebidas y banca, manipulan precios y deprimen salarios debido a la falta de competencia. 

Como CEO de una empresa prestadora de servicios de inteligencia artificial, compito permanentemente ofreciendo salarios y condiciones atractivas a mi equipo. Mis colaboradores reciben frecuentemente ofertas de empresas más grandes que buscan atraer el talento que hemos desarrollado. Generalmente, estas ofertas provienen de sectores como la banca, los alimentos, las bebidas, el acero o el cemento.

Ante estas ofertas competitivas, algunos de mis empleados deciden irse. No obstante, esta es la esencia de la competencia: en Guatemala, existe una verdadera competencia en los negocios y en el mercado laboral. La causa de la falta de inversión y mejores salarios en nuestro país es otra; y no se resolverá con una nueva ley.

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La inversión en un país se mide a través de la Acumulación Bruta de Capital Fijo (ABCF). Este indicador refleja el dinero invertido en bienes de capital que impulsan la producción de bienes y servicios, como la construcción de infraestructura, la compra de equipos y maquinaria o la creación de activos productivos. Mientras los países con mayor inversión suelen tener este indicador por encima del 25%, en 2023 Guatemala registró una ABCF de únicamente 16.5% del Producto Interno Bruto (PIB).

Los países que más rápido crecen han diseñado políticas fiscales que favorecen la inversión. Un ejemplo claro es Irlanda, cuya ABCF alcanzó el 54% en 2019, es decir, más de la mitad del excedente económico se reinvirtió en el país. ¿La clave del éxito? Irlanda redujo su Impuesto sobre la Renta (ISR) del 50% en 1982 al 12.5% en 2003, generando un entorno fiscal impulsor  del crecimiento. Recomiendo leer el artículo "El caso de Irlanda: Los beneficios sociales de reducir el tamaño del Estado" de la Universidad de los Andes en Colombia para profundizar en este caso.

Estonia es otro caso interesante: tiene un ISR del 20% sobre las ganancias distribuidas, pero aplica un 0% sobre las ganancias reinvertidas, lo que llevó a Estonia a alcanzar una ABCF del 36% en 2007. Aquí, en cambio, pagamos ISO hasta cuando uno tiene pérdidas.

En Guatemala, existe una verdadera competencia en los negocios y en el mercado laboral. La causa de la falta de inversión y mejores salarios en nuestro país es otra; y no se resolverá con una nueva ley.

En Guatemala, tenemos una marcada aversión a las ganancias y la inversión. Nuestra estructura fiscal envía un mensaje claro: si generas una ganancia, debes pagar un 25% de ISR, pero si decides gastar, solo se te exige un 12% del IVA. Este desbalance incentiva el consumo en lugar de la inversión. Esto se ve reflejado en las remesas, donde la mayor parte se destina al consumo y no a la creación de activos productivos.

Reducir el ISR no solo incrementa la inversión nacional, sino que también convierte al país en un destino atractivo para la inversión extranjera directa (IED), generando un círculo virtuoso de mayor inversión, atracción de capitales y competencia. Ejemplos de países orientados a la generación de negocios y ganancias ilustran cómo una estructura fiscal competitiva puede llevar la ABCF por encima del 30%, gracias a un incremento a las inversiones del exterior. Guatemala apenas alcanza un 1.5% de IED respecto a su economía, mientras que Irlanda ha llegado al 81%, Bulgaria al 31%, Panamá al 16% y Armenia al 12%.

Mientras otros países promueven el crecimiento mediante políticas que incentivan la inversión, Guatemala grava insumos clave como el cemento. Esto es único en Centroamérica y encarece la construcción, afectando directamente la posibilidad de construir viviendas más asequibles. Si queremos casas más baratas, gravar el hierro y el cemento no es el camino. Lo mismo ocurre con el impuesto específico a las bebidas. Aquí se ha creído, erróneamente, que penalizando las ganancias se puede fomentar la inversión, pero la experiencia nos dice todo lo contrario.

Finalmente, lo mismo sucede con la competencia. Esta debe ser libre, sin controles. En el gobierno de Semilla creen que imponiendo una ley van a fomentar la competencia cuando la solución es abrir los mercados. Con las medicinas, es el gobierno el que dificulta con trámites engorrosos que vengan medicinas más baratas de afuera. Quiten las restricciones a las importaciones y veremos como bajan los precios.

En Argentina, Milei de un plumazo eliminó todas las reglas para la explotación del petróleo convirtiéndolo en uno de los sectores de mayor crecimiento en la economía argentina. También eliminó los controles de los alquileres y provocó un resurgimiento del mercado inmobiliario, reducción de las rentas y más competencia.

Tengamos cuidado con las promociones en las redes con argumentos engañosos. Es mejor observar lo que ha funcionado en otros países, y veremos con más claridad el camino: los países exitosos que más crecen son aquellos que apuestan por la libertad económica, la reducción de impuestos y la libre competencia.

PhD. José Ramiro Bolaños

Desmitificando la inversión y la competencia en Guatemala: los peligros de argumentos falaces mal intencionados

Finalmente, lo mismo sucede con la competencia. Esta debe ser libre, sin controles. En el gobierno de Semilla creen que imponiendo una ley van a fomentar la competencia cuando la solución es abrir los mercados.

Dr. Ramiro Bolaños |
30 de septiembre, 2024
Ilustración por Gabo / República

En los últimos días ha circulado un video de Plaza Pública, basado en un artículo titulado: El trabajo informal, un espejo de la concentración de capital. Los argumentos presentados están claramente sesgados y corren el riesgo de confundir a la opinión pública de manera terriblemente equivocada. El artículo sostiene de manera errónea que grandes consorcios, como los de cemento, alimentos, bebidas y banca, manipulan precios y deprimen salarios debido a la falta de competencia. 

Como CEO de una empresa prestadora de servicios de inteligencia artificial, compito permanentemente ofreciendo salarios y condiciones atractivas a mi equipo. Mis colaboradores reciben frecuentemente ofertas de empresas más grandes que buscan atraer el talento que hemos desarrollado. Generalmente, estas ofertas provienen de sectores como la banca, los alimentos, las bebidas, el acero o el cemento.

Ante estas ofertas competitivas, algunos de mis empleados deciden irse. No obstante, esta es la esencia de la competencia: en Guatemala, existe una verdadera competencia en los negocios y en el mercado laboral. La causa de la falta de inversión y mejores salarios en nuestro país es otra; y no se resolverá con una nueva ley.

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La inversión en un país se mide a través de la Acumulación Bruta de Capital Fijo (ABCF). Este indicador refleja el dinero invertido en bienes de capital que impulsan la producción de bienes y servicios, como la construcción de infraestructura, la compra de equipos y maquinaria o la creación de activos productivos. Mientras los países con mayor inversión suelen tener este indicador por encima del 25%, en 2023 Guatemala registró una ABCF de únicamente 16.5% del Producto Interno Bruto (PIB).

Los países que más rápido crecen han diseñado políticas fiscales que favorecen la inversión. Un ejemplo claro es Irlanda, cuya ABCF alcanzó el 54% en 2019, es decir, más de la mitad del excedente económico se reinvirtió en el país. ¿La clave del éxito? Irlanda redujo su Impuesto sobre la Renta (ISR) del 50% en 1982 al 12.5% en 2003, generando un entorno fiscal impulsor  del crecimiento. Recomiendo leer el artículo "El caso de Irlanda: Los beneficios sociales de reducir el tamaño del Estado" de la Universidad de los Andes en Colombia para profundizar en este caso.

Estonia es otro caso interesante: tiene un ISR del 20% sobre las ganancias distribuidas, pero aplica un 0% sobre las ganancias reinvertidas, lo que llevó a Estonia a alcanzar una ABCF del 36% en 2007. Aquí, en cambio, pagamos ISO hasta cuando uno tiene pérdidas.

En Guatemala, existe una verdadera competencia en los negocios y en el mercado laboral. La causa de la falta de inversión y mejores salarios en nuestro país es otra; y no se resolverá con una nueva ley.

En Guatemala, tenemos una marcada aversión a las ganancias y la inversión. Nuestra estructura fiscal envía un mensaje claro: si generas una ganancia, debes pagar un 25% de ISR, pero si decides gastar, solo se te exige un 12% del IVA. Este desbalance incentiva el consumo en lugar de la inversión. Esto se ve reflejado en las remesas, donde la mayor parte se destina al consumo y no a la creación de activos productivos.

Reducir el ISR no solo incrementa la inversión nacional, sino que también convierte al país en un destino atractivo para la inversión extranjera directa (IED), generando un círculo virtuoso de mayor inversión, atracción de capitales y competencia. Ejemplos de países orientados a la generación de negocios y ganancias ilustran cómo una estructura fiscal competitiva puede llevar la ABCF por encima del 30%, gracias a un incremento a las inversiones del exterior. Guatemala apenas alcanza un 1.5% de IED respecto a su economía, mientras que Irlanda ha llegado al 81%, Bulgaria al 31%, Panamá al 16% y Armenia al 12%.

Mientras otros países promueven el crecimiento mediante políticas que incentivan la inversión, Guatemala grava insumos clave como el cemento. Esto es único en Centroamérica y encarece la construcción, afectando directamente la posibilidad de construir viviendas más asequibles. Si queremos casas más baratas, gravar el hierro y el cemento no es el camino. Lo mismo ocurre con el impuesto específico a las bebidas. Aquí se ha creído, erróneamente, que penalizando las ganancias se puede fomentar la inversión, pero la experiencia nos dice todo lo contrario.

Finalmente, lo mismo sucede con la competencia. Esta debe ser libre, sin controles. En el gobierno de Semilla creen que imponiendo una ley van a fomentar la competencia cuando la solución es abrir los mercados. Con las medicinas, es el gobierno el que dificulta con trámites engorrosos que vengan medicinas más baratas de afuera. Quiten las restricciones a las importaciones y veremos como bajan los precios.

En Argentina, Milei de un plumazo eliminó todas las reglas para la explotación del petróleo convirtiéndolo en uno de los sectores de mayor crecimiento en la economía argentina. También eliminó los controles de los alquileres y provocó un resurgimiento del mercado inmobiliario, reducción de las rentas y más competencia.

Tengamos cuidado con las promociones en las redes con argumentos engañosos. Es mejor observar lo que ha funcionado en otros países, y veremos con más claridad el camino: los países exitosos que más crecen son aquellos que apuestan por la libertad económica, la reducción de impuestos y la libre competencia.

PhD. José Ramiro Bolaños

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