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¿Defiendes la democracia o el Estado de Derecho?

.
Warren Orbaugh |
01 de diciembre, 2025

El otro día, mi amigo Karl Heinz estaba furioso por lo que él calificó como el «más grande pacto de corruptos de la historia de Guatemala, coludidos para aprobar el presupuesto de Q163,469.3 millones para así repartirse el botín entre el cuchubal de la alianza criminal».

Bueno, le dije, votaste por este gobierno a pesar de que te advertí que esto pasaría. «Sí,» me contestó, «estaba convencido de que estos eran diferentes. Creí en todos sus embustes».

Eso te pasa por no actuar de acuerdo con principios. El socialismo es un sistema que viola los derechos de los individuos, que inicia la violencia contra la actividad empresarial, que interviene en los asuntos económicos, imposibilitando así el cálculo económico y, por tanto, la formación de precios que informan a los individuos por dónde deben encaminar sus esfuerzos productivos. Y la experiencia lo ha demostrado una y otra vez. Donde se implementa el socialismo, sea Cuba, Corea del Norte o Venezuela, el resultado es siempre el mismo: la población se empobrece, pierde su libertad política y su nivel de vida disminuye. Y la gente que hoy nos gobierna se confiesa socialista. Y los socialistas siempre ofrecen el oro y el moro, pero siempre mienten. No respetan tu dignidad como ser racional y te usan como objeto para alcanzar sus fines. Para ellos el fin justifica los medios. Aunque sea por medio del fraude electoral.

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«¡Nein! Eso si no», contestó Karl Heinz. «Es cierto que esos desgraciados me engañaron. Pero no hubo fraude. A mí me consta que no hubo fraude».

En efecto has defendido esa tesis todo este tiempo, a pesar de estar equivocado, le dije.

«¡Das alles nicht! Nada de eso» insistió mi amigo. «En Guatemala, el sistema de votación es vigilado por voluntarios y supervisores de partidos políticos, lo que dificulta el fraude. Las actas son revisadas directamente antes de certificar resultados, por lo que no hay evidencia de alteraciones informáticas. Sostengo que las elecciones fueron limpias por respeto al Estado de derecho y la legitimidad de las leyes».

Analicemos los conceptos de Estado de derecho y democracia. El Estado de derecho, también denominado gobierno constitucional republicano, se fundamenta en los principios de la libertad de los integrantes de una sociedad como seres humanos, en la sujeción de todos a una legislación común como súbditos —lo cual implica que ninguna persona está por encima de la ley—, y en la igualdad ante la ley como ciudadanos del Estado, entendiendo que para que una ley sea legítima debe ser general y universal. Este sistema es el único que emana de la idea del contrato originario sobre el cual debe basarse toda legislación jurídica.

El republicanismo se define como el principio estatal que establece la separación entre el poder ejecutivo y el legislativo, mientras que el despotismo consiste en la aplicación arbitraria de leyes creadas por el propio Estado, reflejando la transformación de la voluntad pública en voluntad privada por parte del gobernante. En este contexto, la voluntad popular puede prevalecer sobre la legitimidad de la ley, modificándola según sus intereses.

Por último, cabe señalar que, bajo las diferentes formas estatales, la democracia —en el sentido estricto del término— necesariamente es despótica, en tanto que establece un poder ejecutivo en el que las decisiones corresponden al colectivo, incluso si ello afecta a la voluntad de una minoría, donde todos no son todos, generando así una contradicción con la voluntad general y con el principio de libertad.

«¡Ach ja doch! Claro que sí» dijo Karl Heinz. «Se bien la diferencia entre Estado de derecho y democracia. Por eso yo defiendo el Estado de derecho. Defiendo la autonomía e independencia del Tribunal Supremo Electoral que es la máxima autoridad en materia electoral. Ellos, los magistrados del Tribunal, promueven el ejercicio de la ciudadanía plena, igualitaria e inclusiva y la participación de las organizaciones políticas, para garantizar el derecho de elegir y ser electo. La Ley Electoral y de Partidos Políticos es el principio que establece que en todo momento y en cualquier circunstancia, las actuaciones del Tribunal Supremo Electoral deben estar apegadas al marco normativo que lo rige, constituido por la Constitución Política de la República de Guatemala, en todo lo relativo al sufragio y a las organizaciones políticas, entre otros, debiendo observarse además otras leyes de carácter ordinario y reglamentario».

Precisamente, he ahí el detalle, dije. El proceso electoral no consiste solo en la votación. Según la Ley Electoral y de Partidos Políticos, se requiere cumplir con determinados requisitos para poder participar. Se comprobó que el partido político Movimiento Semilla hizo trampa violando la ley, falsificando documentos para su constitución con, según el Ministerio Público, aproximadamente 8000 firmas falsas de afiliados, entre ellas las de personas ya fallecidas para inscribir al partido. Los del Tribunal Supremo Electoral, sabiendo esto, los dejaron participar, violando los derechos de los demás integrantes de los otros partidos políticos. Y esto, es fraude.

Lo que defiendes, Karl Heinz, dije, no es el Estado de derecho. Lo que justificas es la democracia al pretender que el resultado del sufragio universal prevalezca por encima de la ley. ¡Qué importa lo que diga el artículo 19, inciso a) de la Ley Electoral y de Partidos Políticos! ¡Ya el pueblo (aunque engañado para votar por quien legalmente no podía participar) habló! ¡La voluntad del pueblo es la ley!

Y tú, ¿qué defiendes, la democracia o el Estado de derecho?

¿Defiendes la democracia o el Estado de Derecho?

Warren Orbaugh |
01 de diciembre, 2025
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El otro día, mi amigo Karl Heinz estaba furioso por lo que él calificó como el «más grande pacto de corruptos de la historia de Guatemala, coludidos para aprobar el presupuesto de Q163,469.3 millones para así repartirse el botín entre el cuchubal de la alianza criminal».

Bueno, le dije, votaste por este gobierno a pesar de que te advertí que esto pasaría. «Sí,» me contestó, «estaba convencido de que estos eran diferentes. Creí en todos sus embustes».

Eso te pasa por no actuar de acuerdo con principios. El socialismo es un sistema que viola los derechos de los individuos, que inicia la violencia contra la actividad empresarial, que interviene en los asuntos económicos, imposibilitando así el cálculo económico y, por tanto, la formación de precios que informan a los individuos por dónde deben encaminar sus esfuerzos productivos. Y la experiencia lo ha demostrado una y otra vez. Donde se implementa el socialismo, sea Cuba, Corea del Norte o Venezuela, el resultado es siempre el mismo: la población se empobrece, pierde su libertad política y su nivel de vida disminuye. Y la gente que hoy nos gobierna se confiesa socialista. Y los socialistas siempre ofrecen el oro y el moro, pero siempre mienten. No respetan tu dignidad como ser racional y te usan como objeto para alcanzar sus fines. Para ellos el fin justifica los medios. Aunque sea por medio del fraude electoral.

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En efecto has defendido esa tesis todo este tiempo, a pesar de estar equivocado, le dije.

«¡Das alles nicht! Nada de eso» insistió mi amigo. «En Guatemala, el sistema de votación es vigilado por voluntarios y supervisores de partidos políticos, lo que dificulta el fraude. Las actas son revisadas directamente antes de certificar resultados, por lo que no hay evidencia de alteraciones informáticas. Sostengo que las elecciones fueron limpias por respeto al Estado de derecho y la legitimidad de las leyes».

Analicemos los conceptos de Estado de derecho y democracia. El Estado de derecho, también denominado gobierno constitucional republicano, se fundamenta en los principios de la libertad de los integrantes de una sociedad como seres humanos, en la sujeción de todos a una legislación común como súbditos —lo cual implica que ninguna persona está por encima de la ley—, y en la igualdad ante la ley como ciudadanos del Estado, entendiendo que para que una ley sea legítima debe ser general y universal. Este sistema es el único que emana de la idea del contrato originario sobre el cual debe basarse toda legislación jurídica.

El republicanismo se define como el principio estatal que establece la separación entre el poder ejecutivo y el legislativo, mientras que el despotismo consiste en la aplicación arbitraria de leyes creadas por el propio Estado, reflejando la transformación de la voluntad pública en voluntad privada por parte del gobernante. En este contexto, la voluntad popular puede prevalecer sobre la legitimidad de la ley, modificándola según sus intereses.

Por último, cabe señalar que, bajo las diferentes formas estatales, la democracia —en el sentido estricto del término— necesariamente es despótica, en tanto que establece un poder ejecutivo en el que las decisiones corresponden al colectivo, incluso si ello afecta a la voluntad de una minoría, donde todos no son todos, generando así una contradicción con la voluntad general y con el principio de libertad.

«¡Ach ja doch! Claro que sí» dijo Karl Heinz. «Se bien la diferencia entre Estado de derecho y democracia. Por eso yo defiendo el Estado de derecho. Defiendo la autonomía e independencia del Tribunal Supremo Electoral que es la máxima autoridad en materia electoral. Ellos, los magistrados del Tribunal, promueven el ejercicio de la ciudadanía plena, igualitaria e inclusiva y la participación de las organizaciones políticas, para garantizar el derecho de elegir y ser electo. La Ley Electoral y de Partidos Políticos es el principio que establece que en todo momento y en cualquier circunstancia, las actuaciones del Tribunal Supremo Electoral deben estar apegadas al marco normativo que lo rige, constituido por la Constitución Política de la República de Guatemala, en todo lo relativo al sufragio y a las organizaciones políticas, entre otros, debiendo observarse además otras leyes de carácter ordinario y reglamentario».

Precisamente, he ahí el detalle, dije. El proceso electoral no consiste solo en la votación. Según la Ley Electoral y de Partidos Políticos, se requiere cumplir con determinados requisitos para poder participar. Se comprobó que el partido político Movimiento Semilla hizo trampa violando la ley, falsificando documentos para su constitución con, según el Ministerio Público, aproximadamente 8000 firmas falsas de afiliados, entre ellas las de personas ya fallecidas para inscribir al partido. Los del Tribunal Supremo Electoral, sabiendo esto, los dejaron participar, violando los derechos de los demás integrantes de los otros partidos políticos. Y esto, es fraude.

Lo que defiendes, Karl Heinz, dije, no es el Estado de derecho. Lo que justificas es la democracia al pretender que el resultado del sufragio universal prevalezca por encima de la ley. ¡Qué importa lo que diga el artículo 19, inciso a) de la Ley Electoral y de Partidos Políticos! ¡Ya el pueblo (aunque engañado para votar por quien legalmente no podía participar) habló! ¡La voluntad del pueblo es la ley!

Y tú, ¿qué defiendes, la democracia o el Estado de derecho?

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