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De la librera: Eudora Welty

Leer a Eudora Welty puede provocar una mezcla de sentimientos, pero el principal es el asombro por la maestría con la que, a base de palabras, nos construye todo un mundo en donde suceden cosas de todo tipo, pero maravillosamente relatados, como corresponde a toda buena literatura.

Foto de archivo de Eudora Welty
Rodrigo Fernández Ordóñez |
24 de mayo, 2024

Para salir de la monotonía del comentario político, que de forma preocupante parece tender a la reiteración continua, dados los constantes traspiés del actual gobierno, mejor hablar de literatura en esta ocasión. Para quien sea un asiduo lector, las recomendaciones siempre caen bien, pues ayudan a ordenar las lecturas o bien para ir descubriendo nuevos autores, en ese mare magnum de nuevas publicaciones que llegan a las librerías casi a diario. Es por eso que queremos recomendar a una escritora norteamericana, sureña, que nos ha dejado varios volúmenes de cuentos y novelas, que definitivamente vale la pena leer.

Eudora Welty nació en Jackson, Mississippi en 1909. Antes de ser escritora fue fotógrafa, contratada por el Departamento del Trabajo para retratar la situación de su estado natal durante la gran depresión, que de 1929 hasta aproximadamente 1935 sumió a los Estados Unidos en el desempleo y la desesperanza, arrastrando consigo a muchos países del mundo, conectados de alguna forma con su economía. Gracias a este trabajo, Welty recorrió los 82 condados de Mississippi, documentando la pobreza que azotó a este estado sureño, lo que le abrió los ojos al subdesarrollo y complicadas relaciones de esa región con la más desarrollada del norte y también al racismo y a la intolerancia. Recordemos que mientras Welty recorría los caminos rurales, Billie Holiday cantaba su desoladora «Strange Fruit», en donde relata la suerte de un grupo de afroamericanos linchados en un lugar indeterminado del Sur de los Estados Unidos: «Black bodies swinging in the southern breeze/Strange fruit hanging from the poplar trees…». Eran los años de las crueles leyes de Jim Crow, de la diferencia entre la «gente de color» y la «gente blanca», que discriminaba los asientos del autobús, los baños y hasta los abrevaderos públicos.

Leer a Eudora Welty puede provocar una mezcla de sentimientos, pero el principal es el asombro por la maestría con la que, a base de palabras, nos construye todo un mundo en donde suceden cosas de todo tipo, pero maravillosamente relatados, como corresponde a toda buena literatura.

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Educada en universidades del norte, el racismo no es diseccionado por Welty de forma minuciosa, pero si asoma insistentemente en su retrato del sur blanco; a veces explícitamente o a veces por simple omisión. De esta cuenta, sus relatos reproducen una atmósfera muy particular, en la que la sociedad blanca es descrita con todos sus defectos, como en el inquietante relato titulado «Un recorte de periódico», en donde retrata la violencia doméstica; o bien «La muerte de un viajante», en donde la violencia criminal parece ser la norma de esos estados abandonados a su suerte por toda autoridad, que observa los incidentes más crueles y violentos detrás de las ventanas de sus oficinas.

Por su prosa limpia y fluida, Welty reivindica sus lecturas tempranas, así como su amistad con William Faulkner, otro faro de la literatura sureña, con inmensa influencia en el Boom Latinoamericano como lo explicó siempre Gabriel García Márquez. Como sus historias discurren con facilidad en la mente del lector y no echa mano de trucos artificiosos o tramas enrevesadas, Welty fue leída y aceptada por el público desde su primer cuento publicado en 1936 y fue seguida con gran interés por la crítica, consagrándola con su inclusión, en vida (cosa nada común) en la prestigiosa Library of America. Welty escribió novelas, como «La hija del optimista», con gran éxito, lo que le valió el Premio Pulitzer en 1973; e incluso en el género de las memorias personales, con su volumen «La palabra heredada», ambas publicadas en idioma español, al igual que sus cuentos completos. Leer a Eudora Welty puede provocar una mezcla de sentimientos, pero el principal es el asombro por la maestría con la que, a base de palabras, nos construye todo un mundo en donde suceden cosas de todo tipo, pero maravillosamente relatados, como corresponde a toda buena literatura.

De la librera: Eudora Welty

Leer a Eudora Welty puede provocar una mezcla de sentimientos, pero el principal es el asombro por la maestría con la que, a base de palabras, nos construye todo un mundo en donde suceden cosas de todo tipo, pero maravillosamente relatados, como corresponde a toda buena literatura.

Rodrigo Fernández Ordóñez |
24 de mayo, 2024
Foto de archivo de Eudora Welty

Para salir de la monotonía del comentario político, que de forma preocupante parece tender a la reiteración continua, dados los constantes traspiés del actual gobierno, mejor hablar de literatura en esta ocasión. Para quien sea un asiduo lector, las recomendaciones siempre caen bien, pues ayudan a ordenar las lecturas o bien para ir descubriendo nuevos autores, en ese mare magnum de nuevas publicaciones que llegan a las librerías casi a diario. Es por eso que queremos recomendar a una escritora norteamericana, sureña, que nos ha dejado varios volúmenes de cuentos y novelas, que definitivamente vale la pena leer.

Eudora Welty nació en Jackson, Mississippi en 1909. Antes de ser escritora fue fotógrafa, contratada por el Departamento del Trabajo para retratar la situación de su estado natal durante la gran depresión, que de 1929 hasta aproximadamente 1935 sumió a los Estados Unidos en el desempleo y la desesperanza, arrastrando consigo a muchos países del mundo, conectados de alguna forma con su economía. Gracias a este trabajo, Welty recorrió los 82 condados de Mississippi, documentando la pobreza que azotó a este estado sureño, lo que le abrió los ojos al subdesarrollo y complicadas relaciones de esa región con la más desarrollada del norte y también al racismo y a la intolerancia. Recordemos que mientras Welty recorría los caminos rurales, Billie Holiday cantaba su desoladora «Strange Fruit», en donde relata la suerte de un grupo de afroamericanos linchados en un lugar indeterminado del Sur de los Estados Unidos: «Black bodies swinging in the southern breeze/Strange fruit hanging from the poplar trees…». Eran los años de las crueles leyes de Jim Crow, de la diferencia entre la «gente de color» y la «gente blanca», que discriminaba los asientos del autobús, los baños y hasta los abrevaderos públicos.

Leer a Eudora Welty puede provocar una mezcla de sentimientos, pero el principal es el asombro por la maestría con la que, a base de palabras, nos construye todo un mundo en donde suceden cosas de todo tipo, pero maravillosamente relatados, como corresponde a toda buena literatura.

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Educada en universidades del norte, el racismo no es diseccionado por Welty de forma minuciosa, pero si asoma insistentemente en su retrato del sur blanco; a veces explícitamente o a veces por simple omisión. De esta cuenta, sus relatos reproducen una atmósfera muy particular, en la que la sociedad blanca es descrita con todos sus defectos, como en el inquietante relato titulado «Un recorte de periódico», en donde retrata la violencia doméstica; o bien «La muerte de un viajante», en donde la violencia criminal parece ser la norma de esos estados abandonados a su suerte por toda autoridad, que observa los incidentes más crueles y violentos detrás de las ventanas de sus oficinas.

Por su prosa limpia y fluida, Welty reivindica sus lecturas tempranas, así como su amistad con William Faulkner, otro faro de la literatura sureña, con inmensa influencia en el Boom Latinoamericano como lo explicó siempre Gabriel García Márquez. Como sus historias discurren con facilidad en la mente del lector y no echa mano de trucos artificiosos o tramas enrevesadas, Welty fue leída y aceptada por el público desde su primer cuento publicado en 1936 y fue seguida con gran interés por la crítica, consagrándola con su inclusión, en vida (cosa nada común) en la prestigiosa Library of America. Welty escribió novelas, como «La hija del optimista», con gran éxito, lo que le valió el Premio Pulitzer en 1973; e incluso en el género de las memorias personales, con su volumen «La palabra heredada», ambas publicadas en idioma español, al igual que sus cuentos completos. Leer a Eudora Welty puede provocar una mezcla de sentimientos, pero el principal es el asombro por la maestría con la que, a base de palabras, nos construye todo un mundo en donde suceden cosas de todo tipo, pero maravillosamente relatados, como corresponde a toda buena literatura.

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