Con el objeto de darle un respiro a quienes siguen día a día los acontecimientos políticos del país, que por momentos parece quedarse en el atolladero y por otros avanzar dando bandazos hacia una dirección no muy clara, le dedicaremos este espacio por un par de viernes a celebrar la literatura y los amores literarios, ocupándonos de una relación intensa y breve que consumió dos almas, pero que quedó inscrita a fuego en la literatura y en el cine.
Hablamos de los escritores Henry Miller y Anais Nin, quienes se conocieron en el París de entreguerras, cuando el primero, estadounidense, rondaba casi las cuatro décadas y trataba de convertirse en escritor de una literatura de vanguardia, disruptiva y electrizante. La segunda, francesa, con apenas superados los veinte años, escribía en la soledad de su residencia suburbial de Louvicennes sus diarios privados.
Las circunstancias de cómo se conocieron quedaron plasmadas en uno de los tantos tomos de los diarios de Anais, publicado bajo el título «Henry Miller, su mujer y yo», libro que luego serviría de base al director Phillip Kauffman para su maravillosa película «Henry and June» (1990), protagonizada por Fred Ward en el papel de Miller; Uma Thurman en el papel de June, y María de Madeiros en el papel de Anais. Todos en estado de gracia en este interesante filme, que logra reconstruir, de forma convincente, la atmósfera de París que ve acercarse poco a poco los nubarrones de la Segunda Guerra Mundial. Fue el propio esposo de Nin, Hugh Parker, un exitoso banquero, quien los presentó al enterarse que Miller, miembro de una tertulia literaria de exiliados de todo el mundo, era como su esposa, admirador del escritor D. H. Lawrence.
Como era de esperarse, la hermosa Anais despertó de inmediato el interés del erotómano Miller y entablaron una relación turbulenta y apasionada que quedaría reflejada en el citado diario y desdibujada en varios relatos y cartas de Miller, quien siempre respetó el deseo de Anais de no revelar su relación mientras su esposo estuviera vivo. Determinación que provocó que Nin fuera publicando sus diarios de forma lenta y cautelosa a lo largo de su vida, lo que atenuó de forma considerable el éxito y reconocimiento literario que le correspondía.
De hecho, en una carta fechada el 25 de julio de 1962, escrita por Miller a su amigo y editor Bob MacGregor de New Directions, (la editorial neoyorquina que lo publicó fielmente desde los años cuarenta para el mercado estadounidense hasta el día de hoy), apunta: «(…) En mi humilde opinión, todas sus turbaciones emocionales se deben a la vida tan complicada y múltiple que vive. Además de que su Diario, si acaso fuera publicado, le daría la reputación de ser la mejor escritora de nuestro tiempo -y no puede publicarlo en su totalidad hasta que su marido y algunas otras personas mueran…».
Anais, no era una escritora desconocida, pues desde finales de los años 30 ya había publicado al menos un libro de relatos eróticos que tuvo mucho éxito y reconocimiento, titulado «Delta de Venus». Pero la gloria literaria no le llegó de forma incondicional sino hasta que publicó sus diarios, causando especial escándalo el que tituló con toda intención «Incesto», donde aborda la peculiar y extraña relación que mantuvo con su padre, el músico Joaquín Nin.
En su consagración como escritora de culto, jugó un papel especial el propio Henry Miller, su más fiel admirador y propagandista incondicional, quien en la misma carta citada le explicaba a MacGregor: «Pero le perdono todo eso. Le debo todo -sin ella, jamás lo habría logrado-…», agradecimiento y fidelidad que mantuvo hasta el día de su muerte, provocado por el apoyo que en su momento le brindó la escritora, quien en su momento le explicó al propio MacGregor su papel en la vida literaria de Miller: «Nadie se interesa por mí: yo solo era una niñita que lo estimuló a escribir cuando hizo el intento; yo no era nada…», humilde explicación que suena a fuera de lugar si consideramos que fue ella quien lo incentivó a escribir y más aún a publicar en 1934 su novela «Trópico de Cáncer», la obra que de inmediato consagró a Henry Miller como uno de los mejores escritores de su generación.
De la librera: Anais y Henry (I)
Con el objeto de darle un respiro a quienes siguen día a día los acontecimientos políticos del país, que por momentos parece quedarse en el atolladero y por otros avanzar dando bandazos hacia una dirección no muy clara, le dedicaremos este espacio por un par de viernes a celebrar la literatura y los amores literarios, ocupándonos de una relación intensa y breve que consumió dos almas, pero que quedó inscrita a fuego en la literatura y en el cine.
Hablamos de los escritores Henry Miller y Anais Nin, quienes se conocieron en el París de entreguerras, cuando el primero, estadounidense, rondaba casi las cuatro décadas y trataba de convertirse en escritor de una literatura de vanguardia, disruptiva y electrizante. La segunda, francesa, con apenas superados los veinte años, escribía en la soledad de su residencia suburbial de Louvicennes sus diarios privados.
Las circunstancias de cómo se conocieron quedaron plasmadas en uno de los tantos tomos de los diarios de Anais, publicado bajo el título «Henry Miller, su mujer y yo», libro que luego serviría de base al director Phillip Kauffman para su maravillosa película «Henry and June» (1990), protagonizada por Fred Ward en el papel de Miller; Uma Thurman en el papel de June, y María de Madeiros en el papel de Anais. Todos en estado de gracia en este interesante filme, que logra reconstruir, de forma convincente, la atmósfera de París que ve acercarse poco a poco los nubarrones de la Segunda Guerra Mundial. Fue el propio esposo de Nin, Hugh Parker, un exitoso banquero, quien los presentó al enterarse que Miller, miembro de una tertulia literaria de exiliados de todo el mundo, era como su esposa, admirador del escritor D. H. Lawrence.
Como era de esperarse, la hermosa Anais despertó de inmediato el interés del erotómano Miller y entablaron una relación turbulenta y apasionada que quedaría reflejada en el citado diario y desdibujada en varios relatos y cartas de Miller, quien siempre respetó el deseo de Anais de no revelar su relación mientras su esposo estuviera vivo. Determinación que provocó que Nin fuera publicando sus diarios de forma lenta y cautelosa a lo largo de su vida, lo que atenuó de forma considerable el éxito y reconocimiento literario que le correspondía.
De hecho, en una carta fechada el 25 de julio de 1962, escrita por Miller a su amigo y editor Bob MacGregor de New Directions, (la editorial neoyorquina que lo publicó fielmente desde los años cuarenta para el mercado estadounidense hasta el día de hoy), apunta: «(…) En mi humilde opinión, todas sus turbaciones emocionales se deben a la vida tan complicada y múltiple que vive. Además de que su Diario, si acaso fuera publicado, le daría la reputación de ser la mejor escritora de nuestro tiempo -y no puede publicarlo en su totalidad hasta que su marido y algunas otras personas mueran…».
Anais, no era una escritora desconocida, pues desde finales de los años 30 ya había publicado al menos un libro de relatos eróticos que tuvo mucho éxito y reconocimiento, titulado «Delta de Venus». Pero la gloria literaria no le llegó de forma incondicional sino hasta que publicó sus diarios, causando especial escándalo el que tituló con toda intención «Incesto», donde aborda la peculiar y extraña relación que mantuvo con su padre, el músico Joaquín Nin.
En su consagración como escritora de culto, jugó un papel especial el propio Henry Miller, su más fiel admirador y propagandista incondicional, quien en la misma carta citada le explicaba a MacGregor: «Pero le perdono todo eso. Le debo todo -sin ella, jamás lo habría logrado-…», agradecimiento y fidelidad que mantuvo hasta el día de su muerte, provocado por el apoyo que en su momento le brindó la escritora, quien en su momento le explicó al propio MacGregor su papel en la vida literaria de Miller: «Nadie se interesa por mí: yo solo era una niñita que lo estimuló a escribir cuando hizo el intento; yo no era nada…», humilde explicación que suena a fuera de lugar si consideramos que fue ella quien lo incentivó a escribir y más aún a publicar en 1934 su novela «Trópico de Cáncer», la obra que de inmediato consagró a Henry Miller como uno de los mejores escritores de su generación.